Con ganancias de 1.000%, el contrabando ahonda la crisis de Venezuela

Fuel Smugglers Operate On Border As Maduro Blocks Aid
People fill canisters with contraband fuel in Puerto Santander, Colombia, on Feb. 10. Photographer: Ivan Valencia/Bloomberg

El espectáculo de alimentos que se sacan de un país donde el hambre se convierte en una epidemia muestra la manera en que el gobierno de Maduro ha creado un desastre económico y humanitario.


Una semana después de que el régimen de Nicolás Maduro levantara barricadas en la frontera, todavía no hay señales de que se permita el ingreso de camiones con ayuda humanitaria a Venezuela desde su estación de paso en el este de Colombia. Esto no significa que no hayan envíos de víveres, el problema es que gran parte va en dirección contraria.

Los estantes en los mercados de la ciudad colombiana de Puerto Santander se llenan de harina de maíz, arroz y queso venezolano para esparcir y otros bienes de consumo subsidiados que son contrabandeados por funcionarios de gobierno y ciudadanos comunes y vendidos con enormes sobreprecios. Del mismo modo se interna gasolina al tiempo que las personas aprovechan las oportunidades creadas por distorsiones extremas de los precios.

El espectáculo de los alimentos que se sacan de un país donde el hambre se convierte en una epidemia muestra la manera en que el gobierno socialista de Maduro ha creado un desastre económico y humanitario. Si bien este comercio en el mercado negro ocurre hace años, es sorprendente verlo en un momento en que gran parte del mundo ha dado su apoyo a los esfuerzos del mayor rival de Maduro, Juan Guaidó, para ingresar ayuda de emergencia al país.

"Da rabia ver esos productos porque en vez de estar allá, para los que nos toca allá, se los traían para acá y lo poco que hay está demasiado caro y el sueldo mínimo no alcanza para nada", lamentó Lisbeth Cisneros, de 28 años, madre de cuatro hijos embarazada que huyó de la ciudad venezolana de San Cristóbal hace tres meses y trabaja como vendedora ambulante en el lado colombiano de la frontera. "La situación allá es fuerte, horrible".

Para mejorar esa situación y reforzar su intento de terminar con el gobierno autoritario de Maduro, Guaidó convocó a protestas callejeras para presionar al gobierno y facilitar la entrada de alimentos y otros bienes enviados por Estados Unidos. A la noche del lunes, no había un plan claro para terminar con el bloqueo. Maduro asegura que la ayuda es un pretexto para perpetrar una invasión, enviada para humillarlo y socavarlo. Sus fuerzas de seguridad instalaron contenedores de transporte y un remolque de tractor para bloquear un puente internacional cerca del almacén en Cúcuta donde se acopian las donaciones.

El tráfico de contrabando, en tanto, sigue ocurriendo. El volumen de alimentos que se abre paso ha disminuido recientemente ante la profundización de la crisis en Venezuela, según vendedores en el lado colombiano, aunque muchos precisaron que todavía tienen mucho para vender, mientras los venezolanos esperan en largas filas por lo poco que hay disponible en sus tiendas.

El comercio es dinámico en Puerto Santander, donde los paquetes de harina de maíz venezolana que se usan para hacer arepas, preparación clásica en ambos países, cuestan 2.500 pesos, o alrededor de US$0,80, un 30% menos de lo que cobran tiendas colombianas que venden productos lícitos. ¿Y en venezuela? El precio subsidiado de la harina es de unos US$0,07.

En una carretera cercana, docenas de puestos informales de venta comercializan combustible venezolano. El precio: US$10,60 por unos 6 galones, en comparación con US$14 en una gasolinera colombiana regulada, y no había nada de eso a la vista en la vía.

Ambos gobiernos han colaborado en el pasado para tomar medidas enérgicas, pero no más. "Ahora no hay comunicación", afirmó el coronel Carlos Girón, jefe de la policía de aduanas en la provincia colombiana de Norte de Santander, incluso "con una frontera tan tupida como esta".

El combustible llega en botes de madera estrechos que viajan por un río a Puerto Santander a vista y paciencia de la Guardia Nacional de Venezuela y funcionarios colombianos en puntos de control en un puente que conecta a los países.

Un comerciante señaló que las bandas criminales que controlan el comercio cobran un impuesto de 4.000 pesos, el equivalente a US$1,30, por cada contenedor. Dado que la gasolina en Venezuela es prácticamente gratuita, los mayores costos se relacionan con sobornar a funcionarios en ese país y pagar a la mafia colombiana. Las personas que venden gasolina contrabandeada pueden obtener ganancias de hasta 1.000 por ciento, exceden ampliamente las que obtienen los traficantes de cocaína.

De momento, la gasolina sigue siendo abundante en Venezuela, aunque las más recientes sanciones de EE.UU., impuestas el mes pasado a la petrolera estatal, podrían provocar alteraciones en materia de oferta. La gente ya debe convivir con entregas esporádicas de electricidad y agua.

El país se ha visto sacudido por un gigantesco desplome económico y la inflación se sitúa en una tasa anual cercana a 380.000%, según el índice Café Con Leche de Bloomberg. También atraviesa una crisis política en la que Maduro, reelegido como presidente el año pasado en una votación fraudulenta, se enfrenta a Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional reconocido por docenas de países como legítimo jefe de Estado.

El lunes, el régimen de Maduro anunció una nueva medida en el enfrentamiento por la ayuda humanitaria. Freddy Bernal, excomisiario de policía y alcalde de Caracas, informó en una conferencia de prensa que el Partido Socialista Unido de Maduro planea abrir un campamento juvenil en el lado venezolano del puente bloqueado. Bernal lo describió como: "Un campamento para la paz y contra la interferencia imperialista en la frontera".

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