José Antonio Guzmán: “El discurso antiesfuerzo, de que todo puede ser gratis, es el tema que más me preocupa”
El expresidente de la CPC y socio fundador de la constructora Guzmán & Larraín, está preocupado por el futuro de Chile, el que ve “muy complicado”. Acusa un clima antiempresarial y una desconfianza que persiste entre el gobierno y el sector privado. “Dado el grado de deterioro del país, no creo que un próximo gobierno de cuatro años sea capaz de enmendar el rumbo y volver a una senda de más progreso”, afirma. Y sentencia que hoy “el crecimiento económico ha pasado a ser un concepto vacío”.
“Hablo como empresario, en el ocaso de la actividad y sin representación alguna”. Así parte rayando la cancha José Antonio Guzmán Matta cuando se le plantea conversar acerca de su visión de la marcha del país y del escenario que enfrenta la actividad empresarial. A sus 82 años, quien fuera el primer presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) al regreso de la democracia -entre 1990 y 1996-, hoy sigue activo como socio fundador en su negocio principal, Empresas Guzmán & Larraín, constructora que en 2025 cumplirá 45 años de vida. Aparte de Chile, la firma ha hecho inversiones en EE.UU., España e Italia, las que representan del orden del 15% de su negocio. Con toda esa experiencia a cuestas, Guzmán cuenta que han logrado capear la actual crisis que vive el sector disminuyendo deudas y frenando nuevas obras mientras no se reactiven las ventas. Con todo, igual están partiendo en este momento tres proyectos de edificios, dos en Antofagasta y uno en Arica.
Sobre el país, su mirada es un tanto sombría por lo que denomina la “descomposición moral” que partió en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, y que sacó a Chile de la ruta y de la aspiración de alcanzar el desarrollo.
Recientemente publicó una carta que recordaba una anterior suya de 2018, criticando lo que llamó “el legado indeseable” de Bachelet. ¿Cuál es el principal cuestionamiento a ella?
-La escribí en ese entonces, antes que le entregara el gobierno a Piñera, porque se discutía del legado de Bachelet y yo me pregunté: ¿De qué legado me hablan? Desde el punto de vista económico íbamos para abajo, lo mismo en seguridad, y el tema de la inmigración empezaba a manifestarse. Pero, además, había algo que no había sido tratado, que era una cierta descomposición moral del país que había empezado a manifestarse bajo su gobierno y donde yo le atribuyo mucha responsabilidad a ella.
¿Por qué?
-Porque no lo supo atajar, o lo impulsó, o lo dejó hacer. Y nadie puso atención sobre el impacto que eso podía tener en el futuro del país, como efectivamente lo tuvo.
¿A qué llama descomposición moral?
-Por ejemplo, se empezó a manifestar muy claramente una crítica hacia la Concertación, el tema de la retroexcavadora. Como presidente de la CPC me tocó trabajar con Aylwin y sus ministros, y sé lo trabajoso que fue sacar al país adelante y lograr el desarrollo que tuvieron.
Lo otro que encuentro fundamental, es que en ese gobierno de Bachelet se menospreció mucho el trabajo, la iniciativa individual. Comenzó esta idea de que todo tenía que ser regalado, que podía ser gratis y sin un esfuerzo individual. Eso lo consideré muy grave para el futuro. Y finalmente, se empezó a estimar que las cosas podían ser mejores y más rápidamente, menospreciándose la gradualidad del progreso.
Luego el Frente Amplio recogió el legado real de Bachelet en su programa y sobre todo en su propuesta constitucional, un adefesio de punta a cabo, que por suerte el país se dio cuenta y lo rechazó.
Pero hoy, de nuevo, Bachelet es la figura más competitiva de su sector de cara a las presidenciales 2025. A pesar de lo que usted la critica, tiene arrastre popular…
-Sin duda. Pero lo primero, es que no hay otra. La izquierda no tiene más nombres competitivos con la derecha. Y la segunda razón, es que Chile siempre ha sido un país de izquierda. Así, a pesar de sus afirmaciones, creo que los astros se están alineando para que ella sea candidata. Perder el poder no es atractivo, no van a querer perderlo.
¿Y cómo ve a Eveyn Matthei para enfrentarla?
-Veo que es una candidatura con futuro. Me gusta mucho que ella lo ha tomado seriamente, se ha estado preparando para eventualmente ser presidenta del país y tiene equipo. Ahora, dado el grado de deterioro, de daño que tiene el país, no creo que un próximo gobierno de cuatro años sea capaz de enmendar el rumbo y volver a una senda de más crecimiento, de más progreso.
Habla del grado de daño del país, ¿tan mal estamos, a su juicio?
-Trato de ser positivo y me encantaría visualizar opciones mejores para el futuro, porque soy un empresario, un emprendedor, pero veo con desesperación cómo un país que alcanzó a vislumbrar el desarrollo económico a corta distancia -se hablaba de 2015, después de 2020- desperdició la oportunidad y se destruyeron las ganas y el orgullo de alcanzarlo. Y debe comenzar de nuevo, si es que puede restablecer el espíritu que animó esa aventura.
Hoy, además, el crecimiento económico ha pasado a ser un concepto vacío. De repente este gobierno se acuerda y dice: ‘Tenemos que volver a crecer’, pero le dura un par de semanas y luego anuncia algún proyecto que desalienta la inversión, y el crecimiento, de nuevo, chao.
Y lo otro que veo, es que al gobierno actual no le importa el tema de la pobreza, de terminar con ella. Antes una población callampa era una pena. Hoy voy a Arica, por ejemplo, y los cerros están llenos de tomas. Incluso los sitios los venden en Venezuela; antes de llegar a Chile ya tienen comprada su ubicación. Y a nadie le preocupa, fuera del Hogar de Cristo.
En esta última respuesta, dos veces cuestionó al gobierno, ¿cómo lo evalúa?
-Como lo conversamos, el deterioro actual no es cosa del actual gobierno solamente, viene de antes. Pero ahora se ha sumado el tema de la inseguridad, del crimen organizado, que la gente lo siente en carne propia. Y ahí hay una incompetencia y una inacción de parte del gobierno. Faltan ideas y el sistema aparece sobrepasado.
Además, este gobierno pretendió hacer un cambio cultural muy profundo con la propuesta constitucional y fracasó. Sin embargo, ha hecho oídos sordos al pronunciamiento de la sociedad que rechazó ese proyecto, y ha vuelto con algunos temas que estaban ahí. Eso sí es su responsabilidad. En parte ello tiene que ver con que el gobierno tiene dos almas: una que es 100% pro Constitución rechazada y que le gustaría que se reivindicara ese proyecto, y otra un poco más moderada, que quiere lograr un país en que quepan todos, de izquierda a derecha. Y por tratar de mantener un equilibrio entre ambas almas, eso lo inhibe de tomar ciertas decisiones.
Y al Presidente Boric, ¿dónde lo ubica entre esas dos almas?
-Hay días que lo ubico al centro y otros días lo ubico muy a la izquierda. Vuelve a su discurso original.
¿No cree que ha tenido un cambio a la luz del ejercicio del poder y de estar ahora “con la guitarra en la mano”?
-Yo no le creo que tenga la intención de cambiar de rumbo. Pienso que va a seguir manteniéndose en esta indefinición hasta el final de su periodo.
En ese contexto, ¿cómo califica la relación del mandatario con el empresariado?
-Son muchas las contradicciones que el gobierno tiene con los empresarios. Lo enmarco dentro de lo mismo que hablábamos, porque de repente tienen que mostrar un antagonismo con el sector privado y luego una cercanía, una intención de algo. Pero en definitiva no pasa nada porque, por ejemplo, el caso más reciente es el del impuesto que pretenden ponerles a los pequeños productores de energía (PMGD).
Junto a unos socios tenemos una pequeña central de pasada en La Araucanía, de 3 MW, que se hizo hace 8 años con una determinada reglamentación y ahora quieren cambiar las reglas del juego. Entonces, ese tipo de acciones por parte del gobierno, antiempresariales, antiinversión, son incomprensibles y lo único que alienta es a la espera, a no tomar decisiones.
¿Ustedes ya sacaron sus números considerando ese proyecto del gobierno?
-Sí, y no resisten. En todo caso, creo que tendrán que enmendarlo, porque ha sido grande el pataleo, por ejemplo, de los franceses. Deberán dar menos subsidio eléctrico o sacar los recursos de otro lado, como de lo que se malgasta del Presupuesto.
¿Pero reconoce alguna evolución del gobierno en cuanto a valorar el crecimiento y el aporte de los empresarios a él?
-Yo creo que han entendido lo que significa el crecimiento económico y la importancia del sector privado y de la inversión, pero de ahí a tomar decisiones es distinto, porque eso implica enemistarse, por ejemplo, con gente del medio ambiente. O lo que hicieron en el caso del litio, donde prefirieron que el Estado condujera el tema. Hay mucha gente dentro del gobierno, que ocupa cargos importantes, que cree que el Estado haría mejor las cosas que el sector privado.
Desde afuera se aprecia una desconfianza mutua que persiste.
-Así es. Ejemplo de eso: a nosotros como empresarios nos tocan funcionarios que frenan las cosas por detalles incomprensibles para uno, pero que tienen el poder de hacerlo.
Pero el gobierno mandó un proyecto que precisamente busca atacar la permisología…
-Veremos en qué se traduce concretamente eso, porque aún no se ve mucho avance.
Y el ministro Marcel, ¿qué rol considera que juega en todo esto?
-Ha tenido un rol de contención para que no hagan más tonteras de las que pudieran hacer si él no estuviera, pero no es suficiente para reactivar el ánimo inversor.
¿Por qué no logra repuntar la inversión en el país? Para este año de nuevo el Banco Central prevé una caída de casi 1%.
-Hay varias razones. En parte, porque los inversionistas no ven estabilidad en las reglas del juego en Chile. Se duda de la importancia del crecimiento. Y la economía internacional también está atravesando por situaciones complejas. Pero, además, hay otras cosas más puntuales, como que en el tema laboral la ministra del Trabajo impulse la negociación ramal, por ejemplo. Basta proponer una cosa así para que inmediatamente se paren las antenas de los empresarios.
Del otro lado, vemos que la salida de capitales persiste bastante por sobre los niveles de antes del estallido de octubre de 2019. ¿Usted llevó patrimonio e inversiones fuera de Chile a raíz de esto?
-No, yo comencé a hacer actividad en el exterior en 2001, por la simple razón de diversificar el negocio. No tiene nada que ver con el estallido. No hemos disminuido ningún peso de inversión en Chile. Pero gente que ha salido lo ha hecho porque no tiene fe en el futuro. No tiene fe en el desarrollo chileno, porque se perdió el horizonte.
¿Y usted tiene fe en lo que viene para el país a mediano plazo, en los próximos 10 años?
-Según el Banco Central, se ve muy mal. Yo quiero que el país progrese, pero veo que el futuro de Chile es complicado, muy complicado, porque volver a tener el impulso y entusiasmo para salir adelante, no está hoy. El discurso que prima es uno antiempresarial, antiemprendedor, cuando lo que se requiere es de muchos empresarios para salir adelante.
Y también un discurso antiesfuerzo. Y ese discurso antiesfuerzo, de que todo puede ser gratis, es el tema que más me preocupa. En ese sentido, espero que la cacareada reforma política se haga pronto realidad, porque con el actual sistema político no vamos a volver a recuperar esa convicción de que el país puede ser mucho mejor.
“El presidente de la CPC que no se cree el cuento, no sirve”
¿Cómo le ha parecido Ricardo Mewes a la cabeza de la CPC?
-Bien me ha parecido Mewes. Al principio tenía mis dudas de si iba a ser suficientemente explícito, y me parece que ha sido un buen presidente de la CPC.
¿Y en comparación con Juan Sutil?
-También fue un gran presidente de la CPC, pero no voy a entrar a compararlos.
¿Mewes ha representado bien los intereses del empresariado?
-Sí. Tiene un estilo distinto, más reposado, pero no me ha parecido insuficiente. Hay presidentes anteriores que sí me han parecido insuficientes, pero no voy a decir cuáles (risas).
¿Qué debe buscar el empresariado para el recambio de timonel de la CPC que viene a fin de año?
-Lo principal es tratar de restablecer la imagen y la importancia del empresario en Chile. Chile nunca va a llegar a ser un país desarrollado si no hay miles de empresarios que tengan ideas, aborden desafíos, asuman riesgos y ganen dinero, también. Y el próximo y los siguientes presidentes de la CPC tienen que procurar restablecer una buena imagen y el aprecio de ser empresario. Esa es su principal labor.
¿Y los nombres que ya circulan para el cargo qué le parecen?
-Me gustan los nombres que he escuchado.
¿Y la posibilidad de que sea una mujer…?
-También. Lo importante es que tenga las características que yo le pido al presidente de la CPC.
¿Cuáles son esas características?
-Lo esencial es que el presidente de la CPC tiene dos roles. Ser representante de los empresarios de Chile: grandes, medianos, pequeños y de los emprendedores también. Y representarle a la autoridad los problemas o las acciones que el país debe emprender para progresar. Y la segunda, es ser conductor de los propios. El presidente de la CPC que no se cree el cuento, que no tiene personalidad para decir sus puntos de vista, no sirve.
¿Y qué tiene que mejorar el empresariado para tener mayor sintonía con la población? ¿Qué es lo principal que afecta su imagen ante ella?
-Es la impresión que la población tiene de una defensa corporativa. Yo lo dije en alguna entrevista después del estallido social: una de las causas eran los abusos de empresas. Y la sensación de la gente de que esos abusos no se enfrentaban, no se castigaban como corresponde. Si hubiera esa sensación de que es costoso para un empresario que comete un delito o una irregularidad, eso cambiaría la imagen.
Caso Audio: “La gente ya le estaba creyendo poco a todos. Ahora no le va a creer nada a nadie”
¿Cuál es su mirada del caso Audio, donde hay empresarios involucrados?
-Muy negativa no solo para la imagen empresarial, sino para la imagen institucional de Chile, para la fe de las personas. Porque la gente ya le estaba creyendo poco a todos. Ahora no le va a creer nada a nadie, porque las instituciones son las afectadas. Y un país que no tiene confianzas no puede progresar. Ese es el daño más grande que tiene este episodio.
Pero prefiero que las cosas se sepan, a ver si logramos hacer las correcciones institucionales y sociales que se requieren, porque aquí cayó un Hermosilla, pero van a aparecer dos o tres Hermosillas nuevos, que van a reemplazar, que van a encontrar un nicho.
Hasta hace un tiempo se pensaba que Chile, en materia de corrupción, estaba unos escalones mejor que la región. ¿Ha habido un mayor deterioro reciente, o siempre fue así y estábamos engañados?
-Yo creo que estamos unos escalones mejor que otros países de América Latina. Yo viví en Ecuador y he hecho actividades en otros lugares. Ahora, en Chile ha existido siempre, aunque no al nivel de lo que se ha conocido ahora.
¿Y es un problema de las élites? ¿Hay personas de primera y segunda categoría en Chile?
-No. Todos los países del mundo los manejan élites, que son políticas, económicas, sociales, culturales, militares. El que está a cargo de la situación es una élite. Así que este discurso que pretende el PNUD (Programa de la Naciones Unidas para el Desarrollo) y que le transmitió al Presidente Boric, que lo copió al día siguiente, el discurso antiélite, ‘que la élite vaya a la cárcel’, lo encuentro muy hipócrita, porque él es de la élite. Lo que tenemos que procurar es que la élite tenga valores y que se integre a todas las personas con igualdad de oportunidades y de trato.
Y que las élites cumplan la ley y las reglas, ¿no?
-Por supuesto, pero de ahí a que la élite vaya a desaparecer o esto de ‘que se vayan todos’… es lo peor para el país. Le veo una intencionalidad de reavivar la lucha de clases, de alguna manera, cosa que no me extraña de ese señor (Pedro) Güell que dirige ese grupo del PNUD, que era un asesor muy cercano de la expresidenta Bachelet. No comparto para nada ese discurso.
¿La ley cómo tiene que actuar?
-La ley tiene que actuar firmemente con lo que es hoy, pero no sé si es suficiente para enfrentar este tipo de situaciones.
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