La justa demanda de Donald Trump al comercio de China

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El robo de propiedad intelectual del que acusa EEUU a China ha estado en el centro de la guerra comercial y es un reclamo que incluso respalda Europa. Por su parte, Beijing asegura cumplir las reglas, aunque -en una defensa menos oficial- plantea que en toda potencia en ascenso ha incurrido en este tipo de prácticas.


Aunque el análisis de la guerra comercial se ha concretado en las críticas al proteccionismo de Donald Trump, lo cierto es que parte de las demandas que realiza el presidente de EEUU a China tienen sentido. Washington reclama por los perjuicios padecidos por las empresas estadounidenses que operan en el país asiático, debido al robo de propiedad intelectual o traspaso forzoso de tecnología, queja a la que se une la Unión Europea.

Las firmas estadounidenses, así como otras extranjeras, enfrentan riesgos en cuanto llegan a China. Al iniciar la inversión deben unirse a joint ventures o empresas locales, varias de ellas de propiedad estatal, siendo obligadas a compartir su propiedad intelectual y sus secretos de producción. Incluso hay documentación sobre compañías que han sido expulsadas o que han visto desarmados los joint ventures luego de haber facilitado la valiosa información.

Adicionalmente, las corporaciones occidentales deben invertir miles de millones de dólares para abordar posibles infracciones de marca o de derechos de autor, otra de las formas comunes de violación de la propiedad intelectual que se dan en el gigante asiático.

Los reclamos en la materia han sido presentados ante la OMC. Cuando la guerra comercial todavía era incipiente, la administración Trump se dirigió al organismo multilateral para pedir que se hagan las consultas por el caso. "China niega a los extranjeros titulares de patentes la capacidad de hacer valer sus derechos", sostiene el documento presentado el 26 de marzo de este año.

En la misma línea, la Unión Europea se dirigió a la OMC el 6 de junio del presente ejercicio, indicando que la legislación china "impone condiciones contractuales obligatorias, que discriminan a los extranjeros".

En ese marco, la queja de Trump "es válida", sostiene Juan Carlos Hidalgo, analista de Cato Institute que ha seguido de cerca el conflicto arancelario, precisando a PULSO que si bien se trata de un asunto que "se da a todo nivel, son las grandes empresas estadounidenses las que se han visto más comúnmente enfrentadas a este problema".

De hecho, el más reciente informe de la Comisión de Propiedad Intelectual de Estados Unidos, estima que el costo anual para la economía del país supera los US$225.000 millones en productos falsificados, software pirateado y robo de secretos comerciales e incluso podría alcanzar los US$600.000 millones.

"El robo de propiedad intelectual por parte de miles de actores chinos sigue siendo desenfrenado, y Estados Unidos constantemente compra sus inventos y los de otros estados a los infractores chinos. China (incluido Hong Kong) representa el 87% de los productos falsificados incautados que ingresan a los Estados Unidos", detalla el mencionado reporte.

La defensa de Beijing

Tras la demanda interpuesta por la Unión Europea, en uno de sus libros blancos el gobierno chino aseguró que ha cumplido sus compromisos en materia de protección de los derechos de propiedad intelectual, invirtiendo en 2017 un total de US$28.600 millones por derechos extranjeros, según lo consignado por la agencia de noticias estatal Xinhua.

El documento agrega que los avances en la materia "no solo sirve a las necesidades de desarrollo de China, sino que también ayuda a cultivar un entorno empresarial basado en leyes, internacionalizado y favorable a los negocios".

Sin embargo, hay otros argumentos sobre la mesa. "China dice que esta es una práctica en la que históricamente han incurrido las potencias en ascenso. EEUU durante su surgimiento como potencia industrial también robó propiedad intelectual a países como el Reino Unido. China acusa hipocresía por parte de europeos y estadounidenses en este tema" sostiene Hidalgo, quien destaca que, lamentablemente para Beijing, las reglas han cambiado en nuestros días.

Por su parte, James Andrew Lewis, vicepresidente del Center for Strategic and International Studies, sostiene una columna publicada por el think tank que si bien "discrepa con el estilo que esta administración (la de Trump) enfrenta a China", lo cierto es que la potencia asiática "no cambiara su comportamiento ante la ausencia de presión externa".

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