Resultados de la encuesta Casen y desigualdad
Los resultados de la Casen son elocuentes al advertirnos que sin crecimiento económico se postergan indefinidamente las demandas sociales y los recursos para financiarlas.
Probablemente nunca antes se habló tanto de desigualdad como en la administración pasada. Su principal promesa, y razón de fondo para impulsar las reformas estructurales que marcaron ese periodo, fue reducir sustancialmente la brecha de ingresos que históricamente ha tenido Chile.
Esta semana se conocieron los resultados de la encuesta Casen 2017 que, entre otras cosas, presenta estimaciones para distintos indicadores de desigualdad. Aunque todos los índices muestran una reversión en los niveles de desigualdad, las variaciones de la mayoría no alcanzan a ser estadísticamente significativas, salvo en el indicador 20/20, que mide la brecha entre el 20% más rico de la población y el 20% más pobre. Es decir, después de la implementación de reformas con severos impactos económicos -que provocaron el crecimiento más bajo de la economía chilena en décadas y cuatro años de caídas consecutivas de la inversión- ni siquiera lograron conseguir el principal resultado que buscaban. Al contrario, la brecha entre el 20% más rico y el 20% más pobre de la población se amplió a su peor nivel desde que existen cifras comparables (2006). Esta situación se replica incluso al considerar los niveles de desigualdad con subsidios monetarios: en el mejor de los casos se puede afirmar que la brecha de ingresos se mantuvo plana en los últimos cuatro años.
Las políticas redistributivas impulsadas en los últimos años han dado evidencias de ser contraproducentes. Más aun, terminan perjudicando a los segmentos de menores ingresos, ya que mientras en el primer decil los ingresos provenientes del trabajo mostraron una caída real de 6,1% en los últimos dos años, en el decil más rico tuvieron un incremento real de 8,2%.
Los resultados de la Casen son elocuentes al advertirnos que sin crecimiento económico se postergan indefinidamente las demandas sociales y los recursos para financiarlas. Pero, sorprendentemente, las políticas refundacionales aplicadas bajo la administración pasada tampoco consiguieron mejorar un ápice su principal promesa: la desigualdad se mantuvo igual (o peor).
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