Retiro de las AFP, ¿por qué insistir en que mejor que no?
Me han dicho que los que defendemos el “no retiro” de las AFP, carecemos de argumentos y de empatía, por no entender la situación de la clase media. Esto no es así. Dimensionamos el problema, y proponemos medidas de ayuda adicional a las ya tomadas, a la vez que atendemos el desafío más serio de nuestro país: las pensiones.
Partiré por el final. ¿Qué soluciones proponemos, para no tocar los fondos para la vejez? La postergación del pago de dividendos y la ampliación del subsidio al arriendo. Hoy el 50% de nuestra población es de la clase media, y en promedio, un 25% (y hasta 50%) de su ingreso se va a gastos financieros. Esta medida permitiría entregar liquidez a los hogares, y reduciría la presión por el temor a perder la vivienda (más del 70% vive en casa propia, no arriendan). Lamentablemente, los detalles de la propuesta no caben en estas líneas. Lo positivo, es que quizás al momento de la publicación de esta columna, ya lo habrá anunciado el Ejecutivo.
Dado lo anterior, más el Ingreso Familiar de Emergencia, la Ley de Protección de Empleo, el subsidio a éste, y la ayuda a las Pymes, el paquete que está siendo entregado se compara al de países desarrollados.
Hay un ítem adicional, que es que hoy hay un ahorro (involuntario, claramente) total o parcial, en transporte. Este ítem, representa un 15% del gasto del presupuesto familiar.
Con todo esto, podemos prescindir de retirar anticipadamente de nuestro ahorro previsional. Es más, si tomamos el periodo total que cubrirían los programas de gobierno y calculamos el monto para una familia de clase media de 4 miembros, este podría ser 10 veces superior al monto a retirar de la AFP, si es que hablamos del 10%.
Es crucial, de todas formas, recalcar el enorme daño que se le haría a nuestras pensiones si retirásemos parte de ellas hoy.
Primero, pensamos en el muy largo plazo, como si los que fueran a retirar fueran todos jóvenes de 27 años. No, el tema de la menor pensión lo empezaríamos a sentir ya. Sobre todo, por la paradójica razón que los que más se benefician por retirar, más arriesgan, pues tienen menos tiempo para recuperar. Por otra parte, si una persona de 35 años saca ahorros hoy, le quedan años todavía para recuperarlos. Pero aquí está la trampa. ¿Podría esta persona ahorrar más de la cotización exigida? ¿Sabe, además, que por cada peso que saque hoy, podría perder entre 4 u 8 veces esto en el futuro? Porque 30 años de retorno compuesto es mucho dinero.
Por último, si todos retiráramos el 10% de nuestros ahorros, el impacto para los mercados financieros sería brutal. ¿Cuánto nos importa esto? Mucho. El monto a vender en acciones representaría algo así como 2,5% del monto “líquido”, lo que afectaría el precio de las acciones y los ahorros de todos. En la renta fija, el impacto sería aún mayor, ya que el 51% de nuestros ahorros previsionales están invertidos en bonos. Estos caerían y subirían las tasas de interés, lo que, además del impacto en nuestros fondos, afectaría nuestras propias capacidades de endeudamiento. A esto se le sumaría el alza estructural de tasas por un aumento del riesgo país por la percepción de que están cambiando las reglas del juego.
No cometamos el mismo error de Perú, Australia u otros, que han ido mermando su largo plazo por políticas corto placistas. En Perú, las personas han retirado de forma masiva los fondos; menos del 10% ha ahorrado para el largo plazo, apenas el 40% sabe sus retornos, y más del 70% no consultó con nadie sus alternativas.
Lo dice el BID, la Ocde, y el Banco Mundial: el retiro de fondos previsionales, en contextos de crisis, debe ser la última medida a aplicar, una vez el resto de las opciones se hubiesen agotado, lo que, por cierto, no es nuestro caso.
*La autora es economista e investigadora asociada de Horizontal
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