Sebastián Claro, exvicepresidente del BC: “Lo que más me preocupa de esta recesión de 2023 es que pueda ser en forma de L”
El exvicepresidente del Banco Central no ve riesgos de una crisis en el país el próximo año, pese a que el PIB caería del orden de 1,5%. Pero sí advierte del peligro de que la recuperación de 2024-2025 “sea muy lenta”. En ese contexto, estima clave el rol del gobierno: “El Presidente (Boric) está en un tránsito desde un ánimo más refundacional a uno un poco más realista. Pero todavía hay señales confusas. (...) Debe clarificar la dirección de su orientación”.
Para Sebastián Claro, exvicepresidente del Banco Central -hasta diciembre de 2017- y hoy investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la U. de los Andes, la prueba de Chile hacia adelante, en materia económica, más que en lo que ocurra en 2023, estará centrada en cómo logre salir de la recesión que enfrentará el próximo año. Ahí radica su mayor preocupación. Sin una agenda en los temas de mediano plazo, alerta, “va a ser difícil en 2024-2025 salir más rápido de lo que el PIB potencial está sugiriendo, con un crecimiento de 2% o 2,5%. El efecto acumulado de eso en los ingresos, en vez de crecer a 3% o 3,5%, es enorme. Con esas tasas de crecimiento se hace imposible satisfacer las necesidades de las personas”.
Y si bien ve con buenos ojos el acuerdo constitucional alcanzado esta semana, enfatiza que, primero, un buen resultado de este nuevo proceso no está asegurado, y segundo, “que los problemas de fondo de los que estamos hablando no son constitucionales. Los temas de crecimiento, de empleo, de educación, de pensiones, de salud, no pasan por un cambio constitucional”.
Claro se sumó al equipo de José Antonio Kast en la segunda vuelta de 2021. Hoy, para todo lo que viene, considera esencial cómo se conduzcan el Presidente Boric y el gobierno.
Mientras el BC empeoró su estimación de PIB para 2023 y 2024, el gobierno insiste en que el ajuste será más benigno de lo previsto. ¿Cuál es su visión sobre el próximo año?
-Los mejores números para 2022 respecto de lo que se esperaba hace un tiempo dan cuenta de que la persistencia de la expansión del 2021 fue mayor. Y lo que viene es una corrección de la economía, principalmente del gasto interno, consumo e inversión, para 2023. Con ello, el PIB va a caer en torno a 1,5%, lo que es un número importante si consideramos que en las crisis asiática y subprime la actividad no minera cayó cerca de 1%. Pero viniendo de una economía tan sobrecalentada como la chilena en 2021, son números que no van a llevar la brecha del producto a niveles muy negativos, sino que marginalmente negativos. No son números que hablen de una caída significativa en la actividad versus su potencial.
O sea, ¿no es una gran recesión la que vamos a vivir en 2023?
-No es una gran recesión la que se anticipa a partir del nivel del que veníamos. Muy distinto de lo que fue la brecha del 2009, de comienzos del 2000 y del Covid. Lo que quiero decir es que viene una desaceleración importante en 2023, pero no una crisis. Entonces, si bien la caída del PIB de 0,5% que prevé Hacienda parece optimista, lo que más me preocupa de esta recesión de 2023 es que pueda ser en forma de L.
¿Qué significa que sea en forma de L?
-Una discusión es sobre la profundidad de la caída de la actividad el próximo año, donde hay factores internos y externos. Pero otra es sobre la velocidad de salida. Y cuando digo que lo que más me preocupa es una recesión en forma de L, es que la recuperación de 2024-2025 sea muy lenta. Eso da cuenta de un problema de crecimiento potencial y de un montón de temas que no están siendo abordados con la necesidad que se requiere. Si lo que va a pasar en 2023 es que la economía se va a contraer para cerrar la brecha, después el espacio para crecer, básicamente, está dado por el potencial, y ese potencial hoy en términos per cápita está marginalmente sobre el 1%, apenas. Por lo tanto, creo que en términos macro, ese es uno de los grandes temas.
¿Qué factores son los que inciden en esos dos ámbitos: profundidad de la caída y velocidad de la salida?
-En lo primero, en el corto plazo hay un factor externo relevante. En las últimas semanas se generó un ambiente algo más constructivo hacia los países emergentes, con cierto optimismo de que hay un proceso de desinflación global y que no se va a requerir un aumento demasiado agresivo adicional de la política monetaria de EE.UU., debilitando al dólar, y por el proceso de apertura en China, que si bien arriesga una crisis sanitaria, permitiría una recuperación de su economía en la segunda parte del 2023 relativamente importante.
Yo miro con escepticismo ambas cosas: veo un riesgo de que el repunte chino no sea tan fuerte, y sigue siendo una gran pregunta cuál es la necesidad de restricción monetaria de EE.UU. para controlar la inflación. De hecho, la Fed esta semana señalizó que espera dejar la tasa algo por sobre 5% durante todo 2023.
En Chile, este factor externo incidió en una importante caída del tipo de cambio y de las tasas largas, casi eliminándose los castigos a los activos chilenos de los últimos tres años, sumado al alivio que se produjo en el plano local de políticas públicas tras el plebiscito de septiembre. Pero de nuevo ahí veo un factor de riesgo, porque la política y los temas fiscales se pueden enredar bastante todavía. Entonces, ambos elementos podrían en el corto plazo profundizar la recesión del próximo año.
Y sobre la salida de la recesión…
-Ahí veo con preocupación que los esfuerzos de políticas públicas no están orientados, en absoluto, a elevar el producto potencial. Tanto la discusión tributaria como de pensiones, sumando ambas reformas, implican un aumento tributario muy significativo, de algo así como seis puntos del PIB. Dos temas de primer orden a resolver en esto son la certidumbre y costos regulatorios para los proyectos de inversión, y el drama educacional que se produjo con la pandemia. Observo una cierta desidia en el tema educacional, que no le encuentro mucha explicación, salvo una influencia desmedida del Colegio de Profesores.
Sin una agenda en estas materias, va a ser difícil en 2024-2025 salir más rápido de lo que el PIB potencial está sugiriendo, con un crecimiento de 2% o 2,5%, y quedarnos ahí, muy planos. El efecto acumulado de eso en los ingresos, en vez de crecer a 3% o 3,5%, es enorme. Con esas tasas de crecimiento se hace imposible satisfacer las necesidades de las personas.
El acuerdo constitucional de esta semana, ¿ayuda a acotar la incertidumbre y mejora en algo el escenario 2023?
-Yo creo que es un buen acuerdo constitucional y abre la posibilidad de cerrar, razonablemente bien, un proceso que ha sido muy duro. Pero no está asegurado el resultado, y va a depender de que se le presente al país una propuesta razonable, equilibrada. Si se logra un buen texto y se aprueba con una mayoría importante, va a ser una buena noticia, y permitirá dejar de lado los escenarios más malos. Pero ojo, que los problemas de fondo de los que estamos hablando no son constitucionales. Los temas de crecimiento, de empleo, de educación, de pensiones, de salud, no pasan por un cambio constitucional. Entonces, hay que manejar dos planos distintos.
¿Qué materias económicas le parecen las más relevantes que queden bien resueltas en este nuevo proceso constitucional?
-Una, es la promesa de derechos de gasto sin mayor restricción respecto del financiamiento, y por lo tanto, el peligro de generar un hoyo fiscal grande. Es muy importante cómo el proyecto de Constitución es responsable en eso. También hay varios temas respecto de la discusión que hubo sobre propiedad privada, y sobre la participación de privados en un montón de actividades. Ahí hay un elemento muy importante para poder gatillar, en el corto plazo, un aumento en proyectos de inversión y en contrataciones.
¿Y cuán importante es lo que haga el gobierno para lo que viene el próximo año?
-Muy importante. Por de pronto, tiene un tremendo desafío con respecto a esta discusión constitucional, de ser parte, a través de su coalición, de una posición constructiva y buscadora de acuerdos. Lo planteo, porque uno de los riesgos más grandes es que una parte importante de su coalición no esté muy disponible a buscar estos acuerdos, y ahí puede haber una tensión muy grande. Lo segundo, es que este proceso de desaceleración tiene un montón de riesgos, y en dos de ellos, que son la política fiscal y las políticas públicas y económicas, va a aparecer una presión muy fuerte de medidas populistas de corto plazo. Por lo tanto, el esfuerzo de consolidación fiscal es muy importante mantenerlo.
¿Pero el Ejecutivo no mostró ya sus buenas credenciales al respecto, con el ajuste fiscal que hizo en 2022?
-Yo felicito esa responsabilidad, pero esto es como la inflación, el compromiso es permanente. El compromiso no se da por cumplido porque el año 2022 haya habido un ajuste fiscal. La presión al respecto en 2023 va a ser muy grande.
Un tercer desafío es el curso de las reformas de pensiones y tributaria. Es importante ver en qué medida el gobierno va a estar dispuesto a negociar y a abrirse. Y lo cuarto, es la ausencia de los temas de mediano plazo en la agenda. Se ha anunciado para enero una agenda de productividad. Habrá que ver su profundidad e intensidad, pero el gobierno tiene que acelerar ahí, porque las promesas de gasto son muy grandes y la capacidad recaudatoria es muy pequeña.
¿Cómo evalúa la conducción del Presidente Boric?
-Yo creo que el Presidente Boric está haciendo un esfuerzo de mayor apertura a acuerdos, cosa que es fruto de una derrota importante en septiembre. Creo que ese esfuerzo es genuino, y en él está acompañado por una parte de su coalición. Pero otra parte de esa coalición mira con bastante más distancia este esfuerzo. Y, por lo tanto, parte del éxito en sacar adelante las circunstancias económicas dice relación con qué posición finalmente él va a lograr dirigir.
¿Cree que tanto Boric como el gobierno asimilaron en toda su magnitud el golpe de la derrota del plebiscito?
-En cierto sentido sí, pero en otras cosas no tanto. Hay un esfuerzo en buscar mayores acuerdos, pero la agenda del gobierno no ha variado demasiado, por ejemplo en las reformas tributaria y de pensiones. Tampoco ha tenido, aunque anunció la firma del TPP, un cambio relevante en su visión distante de los beneficios de la apertura y de la integración global. Ahí sigue dominando una visión bastante retrógrada y poco conducente.
¿Pero abandonaron el ánimo refundacional?
-Creo que hay una parte del gobierno que ha abandonado el ánimo refundacional y hay otra más grande que seguramente no lo ha abandonado y no lo va a abandonar.
¿Y al Presidente dónde lo ve en ese sentido?
-Yo creo que el Presidente está en un tránsito, desde un ánimo más refundacional a uno un poco más realista. Pero todavía hay señales ambivalentes y confusas para efectos de fortalecer las perspectivas económicas.
En ese sentido, ¿el ministro Marcel es suficiente para asegurar un buen manejo económico del gobierno? ¿Cómo lo ve en su rol?
-El ministro Marcel es una persona muy seria, muy responsable, con alta reputación. En términos fiscales ha manifestado este compromiso y se ha ido cumpliendo, y en otras materias posiblemente su mano se vea más bien en los procesos negociadores.
Al respecto, ¿qué prevé para la reforma tributaria? ¿Qué pasará con su recaudación?
-Sobre la recaudación hay dos métricas: cuánto queda en el papel y cuánto será en la práctica. En el papel va a salir con algo menos de recaudación, pero en la práctica puede ser bastante menos, porque hay varios supuestos que son muy generosos. Más conceptualmente, el gran problema de esta reforma tributaria es que al buscar demasiado efecto redistributivo, le incrementa los costos al capital de manera muy significativa, lo que puede terminar desalentando la inversión. Por lo tanto, ahí hay un ajuste que hacer.
Y en la reforma de pensiones, ¿cuáles son los nudos a desatar?
-Hay dos temas que no me gustan de la reforma de pensiones. Uno, que abre de manera muy importante el espacio de un reparto. Hay otras maneras de solucionar la necesidad de elevar las pensiones hoy. Genera un aumento muy grande y en cierto sentido inentendible de las tasas de reemplazo a 100% o más en algunos grupos de menores ingresos, desconociendo que hay otros usos alternativos de los recursos con gran rentabilidad social. Por lo tanto, ahí hay una discusión sobre el destino del 6%.
¿No se irá todo el 6% al fondo común, finalmente?
-No creo. Habrá una partición de algún tipo. Y lo segundo que no me gusta, dice relación con este ente público y la división de la industria. En eso veo al gobierno muy amarrado al eslógan No + AFP, y quiere sí o sí eliminar el rol administrativo de las AFP, con el riesgo gigantesco de un administrador público que no funcione muy bien.
¿Ve espacios de acuerdo o la reforma puede quedar en el camino otra vez?
-Hay un riesgo de que solo se termine aprobando el aumento de la PGU que viene financiado por otro lado. Eso alivia un montón el tema de pensiones de los grupos de menos ingresos, pero deja sin mejora a quienes están entre $ 1,5 millones y $ 4 millones, cuya pensión autofinanciada no les es suficiente para una buena tasa de reemplazo, que no tienen acceso a la PGU y que no son ricos. Frente a eso, tengo la expectativa de que se apruebe una versión mejorada de esta reforma.
De todo lo conversado aquí, ¿qué es lo más relevante hacia adelante, qué es lo que más le preocupa?
-Yo creo que el gobierno debe clarificar la dirección de su orientación. Eso es clave.
“Tengo dudas de que la desinflación vaya a ir tan rápida”
En inflación, ¿habrá en 2023 una reversión tan importante como la que espera el Banco Central (BC), a menos de 4%, o estará sobre eso?
-Lo primero es que la inflación va a la baja. Si bien el alto IPC de noviembre es decidor de que la velocidad con que va a bajar la inflación está en duda, todos los elementos globales e internos apuntan a una disminución. El peak de la inflación se dio en esta segunda parte de 2022.
Dicho eso, tengo dudas de que la desinflación vaya a ir tan rápida, por dos elementos. Lo primero es la indexación. Lo vimos en el reajuste del sector público, que se hizo cargo de la inflación pasada. Ese tipo de proceso puede dejar la inflación de costos por más tiempo arriba. Y lo segundo es el escenario macro, que considera una desaceleración de la economía relativamente gradual y no un escenario de crisis, y donde la brecha de actividad se hace marginalmente negativa, pero no abiertamente negativa. Eso deja en discusión si la inflación en 2023 va a terminar bajo 4%, como proyecta el BC, o más cercana a 5%.
¿Eso qué implica para la política monetaria?
-El escenario del BC tiene una política monetaria que se mantiene contractiva de manera importante durante el próximo año. En las condiciones actuales, no se requiere una mayor contractividad. Yo creo que la lentitud de la reversión de la inflación lo que va a hacer es demorar un poco las bajas en la Tasa de Política Monetaria (TPM).
¿Demorar hacia cuándo? Segundo trimestre, segundo semestre…
-Los argumentos para la discusión de bajar la tasa son de dos naturalezas. Una es cómo se va dando la macro. Pero otra cosa son consideraciones de riesgo, y ahí veo temas que también apuntan a una cierta cautela del BC a la hora de bajar la tasa. Uno es que estamos en un escenario de inflación que no habíamos vivido por mucho tiempo y, por lo tanto, es difícil para el BC empezar un proceso de bajas cuando la inflación todavía está en dos dígitos. Lo segundo, es que hay un riesgo fiscal de ayudas que vayan más allá de lo que el encuadre macroeconómico actual contiene, y para qué decir si hay nuevos retiros o autopréstamos. Y lo tercero es el factor cambiario. Una movida agresiva del BC en su tasa, cuando la Fed todavía está con tasas altas, puede generar movimientos cambiarios que en las circunstancias actuales sean más incómodos que antes. Por todo esto, creo que el BC va a ser más cauteloso en la baja de tasas, por lo menos en una primera etapa. Así, pienso que a mitad de año puede ser un buen tiempo para que esta discusión se vaya decantando.
¿Cómo lo ha hecho este año el BC con Rosanna Costa a la cabeza?
-La crisis del Covid exigió de los bancos centrales una provisión de liquidez muy rápida y abundante. Retirar ese exceso de liquidez es difícil. Siempre se puede discutir algún movimiento en la punta, pero la actuación del BC, liderado por la presidenta Costa, ha sido muy positivo y creo que así lo reconoce el país.
Se ha frenado la salida de capitales del país según cifras del BC, ¿es buena señal?
-Posiblemente parte importante del ajuste de portafolio ya se produjo. La pregunta es si el país va a ser capaz de traer de vuelta estos capitales. Yo pienso que es difícil.
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