Sergio de Castro y crisis social: “Con un modelo que no hubiera generado el desarrollo que este generó, sería peor”
En medio del actual estallido ciudadano y de las críticas al sistema económico que ha tenido el país en las últimas cuatro décadas, uno de sus principales arquitectos sale a reivindicarlo. El exministro de Hacienda del Régimen Militar y uno de los autores del documento conocido como El Ladrillo, asegura que "el modelo funcionó" y que con sus buenos resultados "se defiende por sí solo".
Próximo a cumplir 90 años de edad en enero, Sergio de Castro se declara preocupado por la crisis que se desató en Chile hace ya casi dos meses. Exministro de Economía entre 1974 y 1976, y exministro de Hacienda entre 1976 y 1982, se le reconoce como uno de los principales padres del modelo económico y social que hoy está en medio de los cuestionamientos tras el estallido social. Fue uno de los primeros tres chilenos que estudió su postítulo de economista en la Universidad de Chicago, con lo cual es el iniciador de los Chicago Boys y luego, con otros integrantes de ese grupo, en 1972-1973, sentaron las bases del sistema chileno, plasmándolas en el documento conocido como El Ladrillo, el que fue adoptado posteriormente por el régimen militar. “El grupo fue inmenso, la gente cree que fueron pocos, pero fue una cosa monumental. Odeplan quedó a cargo de Roberto Kelly y él era un maestro de la administración, donde llegaba altiro ordenaba, sabía dónde tenía que ir cada cual, un tipo realmente fantástico. Y él le encargó a Miguel Kast, que era otro formidable, que hiciera un estudio sobre la pobreza en Chile y ahí nació el Mapa de la Extrema Pobreza, que fue casi como la base de la cual nosotros empezamos a desarrollar el modelo”, rememora. Cuenta que fue Emilio Sanfuentes el que le planteó por primera vez trabajar en un plan económico. “Fue a hablar conmigo y me dijo ‘mira, el país se está yendo a la cresta, no crees que sería bueno comenzar a pensar, hacer alguna cosa, porque esto no puede durar para siempre’. Y yo le dije, me parece, lo voy a proponer. Entonces hablé con Pablo Baraona, con Álvaro Bardón y con un montón de gente. Entonces nos empezamos a juntar; primero una vez a la semana, pero después vimos que podíamos hacerlo más rápido, así que subimos a dos o tres por semana, y ahí salió El Ladrillo”.
Hoy, él no tiene dudas: dice que el modelo funcionó y reivindica sus resultados. Respecto de la crisis, acusa intencionalidad política y organización en los actos de violencia, aunque valida varias de la demanda de la ciudadanía, fundamentalmente en materia de salud.
A usted se le conoce como uno de los padres del modelo económico chileno, ¿cómo lo denomina?
-Diría que fue la aplicación racional de la teoría económica.
¿Con qué apellido, de libre mercado, neoliberal?
-Economía lógica. Lo que se aplica en los países desarrollados y que no se aplica en los países estancados. A mí me preguntaban mucho y yo les decía esta es Economía 101, el curso introductorio al estudio de la economía científica. Lo elemental. No miramos a ninguna parte del mundo en específico para tratar de incorporar algo, sino que dijimos: que funcionen los mercados con libertad y eso va a arreglar la economía.
Pero esa mirada la trajeron de la Escuela de Economía de Chicago y de ahí el nombre con que se les conoce hasta hoy: Chicago Boys.
-Sí. Chicago era un centro de economía liberal, por la presencia de muchos profesores, empezando por Arnold Harberger, nuestro íntimo amigo y mentor. Después Milton Friedman, que fue profesor nuestro de dos cursos de teoría de precios y que era un tipo genial.
¿Entonces ese fue el corazón de lo que ustedes buscaron aplicar?
-Claro. Si hubiésemos ido a Rusia, habríamos hecho una planificación central (ríe).
¿Y cuáles son los pilares de ese modelo?
-Libertad. Ese es el pilar. De emprendimiento, eficiencia en la administración del país. Libertad de precios. Mucha gente no entiende que la libertad de precios es el indicador de lo que uno debe hacer para que el país prospere. En las economías de precio fijo la gente produce aquello que tiene un mayor valor, desde el punto de vista del planificador. Pero eso a lo mejor es lo último que se podría producir en ese país. Entonces, si uno abre las fronteras y deja que lleguen los precios externos, sabe inmediatamente qué es lo que le conviene producir, y eso es lo que hicimos nosotros.
¿También buscaron restituir el equilibrio macroeconómico?
-Lógico. No emitir dinero 22 veces como se hizo en el 73. Una locura. Que esté ordenado, dar libertad, pero vigilante. Establecimos la superintendencia de Economía para ir contra los monopolios y había una ley antimonopolios.
En tal sentido, ¿cuál es el rol que debía tener el Estado en ese sistema que ustedes organizaron?
-El Estado tenía que cobrar impuestos, hacer que se pagaran y dar servicio de educación, medicina, todos los bienes sociales a la población.
¿Pero instauraron la noción de un Estado subsidiario y de preferencia chico?
-Siempre debiera ser chico, porque es pésimo. Se guía por la política y la amistad, no por la ciencia.
No obstante, gobernar es el arte de la política, no el arte de la ciencia…
-Sí, pero existen economistas y técnicos que pueden asesorar. Pinochet no sabía nada de economía y se rodeó, creo yo, bien.
¿Usted cree que este modelo económico, con los cambios que implicó, se podría haber instaurado en democracia, que habría contado con el respaldo ciudadano?
-No sé. Creo que habría dependido mucho de quién fuera el Presidente. Pero habría sido muy difícil. De hecho, en esa época, todos los empresarios estaban en contra. Y todos creían que iban a quebrar al tiro si se bajaban los aranceles y empezaba a venir a la producción mundial.
De hecho, muchos quebraron.
-Quebraron varios, pero los que tenían que quebrar, los que hacían autos en Arica. A mí me invitaron a varias reuniones para ver la producción de automóviles y yo les decía: no sean papanatas, ¡qué vamos a hacer autos en Chile! Yo estuve estudiando un tiempo en Canadá y cuando volví me compré un auto chileno. Salgo de la fábrica, que estaba cerca de Cerrillos, y tomo hacia Santiago. Pero el auto me tironeaba, como que se quería dar la vuelta. Regresé a la fábrica, salió un tipo a probar, le hicieron unos ajustes, pero yo les dije: devuélvanme la plata, y me fui. ¿Qué se producía en Chile? Todo lo que tenía aranceles altos: autos, cosas de lujo, televisores. Entonces, cuando se bajaron los aranceles, es como si se hubiera bajado una cortina que impedía mirar.
Después del documental Chicago Boys, donde varios de ustedes fueron protagonistas, la periodista Patricia Politzer dijo: "Ese grupo de economistas que estudió en la U. de Chicago, que importó la receta del neoliberalismo como si fuera la verdad revelada y que gracias a la brutal represión de la dictadura logró imponerla, sin importar sus costos y sus consecuencias". ¿Qué opina al respecto?
-No sé de qué está hablando cuando dice lo de costos y consecuencias. A través del tiempo Chile ha sido el país más desarrollado de América Latina, con los mejores índices sociales y económicos producto de este modelo. Por el camino de la sustitución de importaciones estaríamos a la altura de los peores de la región. Es una crítica política e injusta.
A su juicio, ¿el que se haya instaurado bajo el régimen de Pinochet, no le resta legitimidad?
-Pero, ¿qué importancia tiene eso? El modelo funcionó. Se defiende por sí mismo. Si el Presidente Pinochet no hubiera visto que funcionaba, no hubiera seguido ese camino, lo habría cambiado inmediatamente.
En ese sentido, ¿qué piensa hoy cuando en medio de la peor crisis que ha vivido Chile desde 1990, hay quienes apuntan al modelo económico como responsable, en parte, de la desigualdad y del estallido social?
-Creo que no es efectivo. Yo creo que el modelo lo ha hecho muy bien. Es imposible no pensar que esto ha sido organizado. Es imposible que las estaciones de metro hayan sido quemadas absolutamente. Eso tiene que haber sido concebido por alguien. El estallido social es una cosa completamente organizada.
¿Pero usted se refiere a los hechos vandálicos, porque ha habido protestas ciudadanas pacíficas?
-¿Pacíficas? ¿Cuál?
Hubo una en la Plaza Italia donde llegaron más de un millón de personas…
-No sé si hubo un millón de personas, pero también hubo derivaciones y toda la gente que tiene tiendas ahí la pasó pésimo. O sea, violencia desatada.
¿Y cuál es la lógica que usted le ve a esta supuesta planificación?
-Creo que derribar al Presidente. Si hasta le han pedido la renuncia y algunos han dicho que se tiene que ir.
¿Pero no considera válidas las demandas que se han puesto sobre la mesa como mejores pensiones, salud, etc.?
-Absolutamente. Por supuesto que hay demandas legítimas. Lo de llegar a un hospital, hacer cola y que no lo reciban y lo citen para otro día, es terrible, una desorganización monumental.
¿Pero eso no es culpa del modelo?
-Creo que con un modelo que no hubiera generado el desarrollo que este generó, sería peor.
A la luz de esta crisis y de un sector que dice no sentirse parte del avance que experimentó el país en las últimas décadas, ¿hace algún mea culpa de cómo se concibió este modelo de desarrollo? ¿Le faltó un componente más social?
-Nosotros estuvimos un tiempo en el gobierno e hicimos lo mejor que pudimos. Y de las primeras cosas que realizamos fue preocuparnos de los pobres. Miguel Kast hizo el mapa de la extrema pobreza y, a través de él, nos enteramos que, en general, los fondos que iban a asistencia social estaban mal enfocados, no llegaban a los pobres. Se quedaban en la burocracia. Entonces ahí empezó el enfoque del subsidio directo. Por ejemplo, desayuno y almuerzos en los colegios para los niños de menos recursos. ¿Y qué efectos tuvo eso? Mejoró la asistencia y calidad de educación de los alumnos más pobres, la nutrición, y fue equivalente a darle un sueldo mayor a todos los padres de esos niños. ¡Qué más social que eso! La mortalidad infantil bajó, la mortalidad de las mujeres también, se mejoró el sistema de agua potable en las poblaciones. Todas tenían acceso al agua. Se construyeron viviendas. Se hizo, desde el punto de vista social, mucho gasto. Y como la economía empezó a crecer, hubo más empleo y las remuneraciones fueron mejores.
¿Entonces no hay mea culpa?
-En absoluto. Nosotros, felices si hubiera llegado alguien más con buenas ideas. Lo habríamos acogido.
Y cuando les dicen que son fanáticos de una ideología, ¿qué piensa?
-Tonteras. No hallan qué inventar. Y lo cierto es que no se fabricó nunca más un auto que se regresaba al lugar inicial.
Cerca de dos tercios de los académicos y autoridades de la Facultad de Ciencias Económicas de la UC, donde usted estudió y fue decano, hicieron una suerte de mea culpa. ¿Qué le pareció eso?
-Yo habría estado en el otro tercio. No hubiese firmado. Yo creo que las cosas se hicieron muy bien y, de hecho, la mayoría de los países de América Latina trató de copiarnos.
En materia de pensiones, hay una gran crítica a las bajas pensiones y al rol de las AFP.
-Yo creo que las AFP han hecho un trabajo extraordinario, en términos de la administración de los fondos. A mí me ha sorprendido.
Sin embargo, para muchas personas las pensiones son muy bajas.
-Momento, para eso hay que cotizar. Si los que están jodidos hoy son los que no cotizan. Entonces, ¿si no cotizan, cómo van a recibir? Esa es la base del sistema. Habría de calcular cuánto estarían recibiendo si todos hubieran cotizado desde el principio.
¿Pero como sistema general le sigue pareciendo que la pensión debe ser una responsabilidad individual y no del Estado?
-Por supuesto, porque si uno tiene la posibilidad de recibir un bien por su propio esfuerzo, debe hacer el esfuerzo y no esperar recibir las cosas sin hacer nada. Cuando yo era niño le hacía una lista de regalos bien larga al Viejo Pascuero y la juventud tiende a pensar que el Viejo Pascuero les va a arreglar el problema. Y en este caso el Viejo Pascuero se llama Estado de Chile.
Desde esa perspectiva, ¿cómo evalúa las medidas que ha tomado el gobierno para responder a la crisis?
-Creo que el discurso del ministro de Hacienda el otro día fue muy esperanzador. Se ganó bien la charretera.
¿Usted lo conocía?
-Yo no lo conocía y creo que lo está haciendo fantástico.
¿Por qué?
-Porque ha tomado el toro por las astas. Yo creo que todas las medidas que están tomando van a costar plata y van a incidir en aumentos de impuestos a la renta, pero está bien.
¿Es lo que hay que hacer para responder a esta crisis?
-Por supuesto.
¿Y en pensiones?
-Lo solidario no puede significar que los que estaban contribuyendo para su pensión dejen de hacerlo. Hay que tener cuidado con eso. Si sale una ley que dice que todo el mundo va a recibir, independiente de lo que ponga. Todo el mundo va a dejar de cotizar. Pero puede haber gente que a pesar de que cotiza va a tener una pensión baja. Eso hay que arreglarlo.
¿Cuál es entonces su estado de ánimo respecto de la crisis?
-Preocupado.
¿Preocupado pesimista o preocupado optimista?
-Yo siempre he sido optimista, pero lo que me preocupa y me ha decepcionado un poco es la falta de cooperación de la oposición pensando en el bien de Chile. Antes los partidos transaban, negociaban y se daba el apoyo y el país progresaba. Pero hoy no, la cosa es derrocar a Piñera y quién paga por todo eso… Moya.
Sin embargo, se ha tranquilizado la violencia y poco a poco se sigue avanzando en los acuerdos.
-Veamos que sale de todo esto, porque de repente el que tiene que decir que sí se queda en silencio y no da el voto, y además los costos económicos serán miles de millones de dólares. No me extrañaría nada que hubiese una recesión.
¿Cómo ve el futuro de Chile después de esta crisis?
-No tengo la bola de cristal, pero creo que si los políticos piensan realmente en el bien de Chile esto va a salir adelante. Y si no, va a ser muy difícil. El país sin progreso se estanca y eso puede producir un problema social agudo, mayor al que estamos viendo ahora.
"Sé que me van a subir los impuestos. Lo entiendo y lo voy a apoyar"
¿Cómo cree que ha manejado la crisis el Presidente Piñera?
-Es una tarea pesada y muy complicada. En general, creo que ha reaccionado bien. La elección del ministro Briones indica en la dirección que quiere ir. Desde ese punto de vista me parece una reacción positiva. Ahora, él nunca tuvo mayoría en el Congreso para desplegar sus medidas, lo que ha sido un gran problema. Y el comportamiento de la oposición creo que ha sido asqueroso.
¿Por qué?
-Porque le han puesto la proa en todo lo que propone. Él llegó con un programa y por eso ganó la elección y la oposición le trabó el cumplir con su programa.
Y ya en la crisis, ¿cómo se ha comportado la oposición?
-Mal. Ha disminuido el ánimo de sociedad en la política chilena. Antes había más sentido de patria. A lo mejor es inocencia mía, pero no había estas zancadillas de ahora. Una oposición casi antagónica. Los invitan a La Moneda y algunos no quieren ir. Incluso antes de la dictadura no recuerdo haber visto nada de eso y tampoco en los gobiernos después de 1990.
¿Usted votó por Piñera en esta elección?
-Así es.
¿Y todavía se siente representado por él o está decepcionado?
-Bueno, pero es que la alternativa desde mi punto de vista no era muy potable. Yo voté por Piñera y no esperaba que subieran los impuestos, pero ahora sé que me los van a subir y estoy dispuesto a que me los suban. Lo entiendo y lo voy a apoyar.
¿Considera que la desigualdad es un problema importante en el Chile de hoy?
-Los que tenemos más, vamos a tener que pagar más. Eso lo veo inevitable y me parece bien.
¿Para financiar mayores bienes sociales?
-Así es, pero sin exagerar. No es llegar y llevar... pero obviamente que se van a tener que aumentar los impuestos a los más pudientes.
¿Y cuánto más se pueden subir los impuestos?
-A ver, el dólar ha estado subiendo porque se están yendo los capitales de Chile. Y eso es porque la gente dice: aquí van a subir los impuestos y me voy a otra parte donde no van a subir y ahí espero. Eso es lógico que ocurra. Creo que se debiera explicar más y mejor por qué se tienen que subir los impuestos, para que la gente lo acepte. De hecho, hay mucha gente que ya lo aceptó, pero hay otra que no y que está sacando su plata.
¿Ha pensado qué va a votar en el plebiscito de abril sobre una nueva Constitución?
-No he pensado todavía, pero no sé si la Constitución está tan mala como para hacerla de nuevo. Yo creo que Lagos la mejoró mucho. Le tengo harto susto a una Constitución nueva.
¿Por qué?
-Hacer una Constitución no es algo fácil, trivial. El ser humano siempre prefiere más a menos. Entonces de esto puede salir una caja de Pandora. Ese es mi temor.
¿Le preocupa la lista de derechos que se pueda incluir en esa nueva Constitución?
-Exactamente. Porque es refácil y para los políticos más. Piensan en sus reelecciones y vamos firmando.
¿Y cuál es el problema de eso?
-Que no se pueda cumplir, o que cumplir sea demasiado caro.
¿Qué cosas que están en la Constitución actual es partidario de preservar si hay una nueva Constitución?
-Lo primero, el derecho de propiedad. Respetar la libertad de emprendimiento, completa. La autonomía del BC, que es fundamental, y el rol subsidiario del Estado, porque el Estado es muy ineficiente.
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