Todos los datos económicos ratifican el diagnóstico
La economía chilena volverá a desacelerarse en 2019 y 2020, en línea con el PIB tendencial del país. La pregunta es por qué no hemos sido capaces de elevar el crecimiento de largo plazo.
Esta semana se dieron a conocer varios indicadores claves para medir el desempeño de la economía. En lo más coyuntural, el Banco Central (BC) publicó el Imacec de octubre que creció 4,2% -el mejor registro en cuatro me-ses-, por sobre la actividad de septiembre (2,1%). Tal como en el mes previo, el registro de octubre resulta efectivo para entregar un panorama completo de la actividad económica, porque es evidente que la economía no languidece a tasas tan bajas, ni tampoco logra desempeños tan exuberantes. Sin embargo, la tendencia revela que la recuperación económica pierde fuerza. El semestre terminado en octubre se expandió a una tasa anualizada de 2,3% en relación al semestre previo (usando la serie desestacionalizada), el peor desempeño de este indicador móvil en 13 meses.
Por su parte, el INE publicó las cifras de inflación para noviembre que anotaron un crecimiento mensual nulo, con lo que la variación interanual del IPC retrocedió a 2,8% (dos décimas menos que el registro de septiembre). Los indicadores de inflación subyacentes siguieron la misma línea y ambos registros se ubican en torno al piso del rango meta definido por el BC. En otras palabras, no existe evidencia de presiones inflacionarias en el corto plazo, y más bien los últimos indicadores sugieren una moderación en el dinamismo del consumo.
En paralelo, el instituto emisor publicó su informe de política monetaria para diciembre. La principal novedad que trajo el IPoM fue el excelente desempeño que está mostrando la inversión, que cerrará el 2018 -según el reporte- con una expansión de 5,5%. Para 2019, en tanto, el BC estima un salto al 6% para la formación bruta de capital fijo, aunque anticipa una moderación del crecimiento hacia 3,25%-4,25%.
La pregunta es por qué el país no puede elevar su crecimiento potencial. La respuesta es conocida: competitividad tributaria, mercado laboral inflexible y, quizás lo más relevante, incerteza jurídica a la hora de desarrollar inversiones.
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