Turquía: ¿cómo los mercados perdieron la confianza en una economía que crece 7%?
Una expansión basada en el aumento de la deuda, dudas sobre el enfoque económico del gobierno y problemas geopolíticos, terminaron por reducir las apuestas por el país y su moneda.
Ser la economía que más crece entre los grandes mercados emergentes no es garantía de la lealtad de los inversionistas, tal como lo demuestran los últimos acontecimientos en Turquía. El año pasado el país consiguió alza del PIB de 7%, mirando desde lo alto a otros gigantes como China e India, pero el sustento de su expansión, las dudas sobre la política del gobierno y problemas geopolíticos terminaron por quitarle credibilidad a su moneda, incrementando el riesgo país en 57,6% en una semana.
Post crisis financiera la recuperación de la economía turca fue sostenida y especialmente sólida, sobrepasando en la última década una tasa de crecimiento anual de 7% en cinco oportunidades. Sin embargo, la fuerza de ese impulso provino de en un incremento de la deuda en moneda extranjera, que este año alcanzará el 52,3% como porcentaje del PIB, de acuerdo al más reciente informe del FMI dedicado al país.
"Es una economía que desarrolló una adicción a los movimientos de capital a corto plazo, ofreciendo tasas de interés relativamente altas. Los bancos y especuladores internacionales estaban felices, el gobierno turco estaba feliz financiando sus proyectos de infraestructura", detalla a Pulso Huricihan Islamoglu, doctora en Historia Económica y académica de la Universidad Bogazici de Turquía, añadiendo que en ese contexto las empresas de su país comenzaron a entrar en grandes préstamos a bajo interés en el exterior, lo que explica la enorme deuda privada, todo lo cual ocurría mientras escaseaban los esfuerzos por reducir la "pesada dependencia" de las importaciones de energía.
De esta manera, los ingresos de la enorme expansión no fueron suficientes para contrarrestar el desbalance que se generaban en sus cuentas, de manera que la economía euroasiática volvió a registrar fuertes déficit gemelos: de -3,1% a nivel fiscal y de -5,5% de cuenta corriente, como porcentaje del PIB el año pasado.
El rol de Erdogan
A medida que el escenario comenzaba a lucir menos favorable, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, alzó la voz, pero estuvo lejos de convencer a los mercados.
A principios de mayo, mientras los inversionistas esperaban que se le diera al banco central más margen de maniobra para ajustar su política, el mandatario fue en la otra dirección, reafirmando a su vez la falta de independencia del ente rector.
"Se tomarán las medidas necesarias para disminuir la presión sobre las tasas de interés y los tipos de cambio, y a su vez batallar más eficazmente con la inflación", dijo en ese entonces Erdogan, que se autodenomina como "enemigo de las tasas de interés".
Sus palabras alertaron más al mercado, considerando que "una de las principales debilidades (de la economía turca) es la incertidumbre sobre el equilibrio entre la política monetaria y la política fiscal", de acuerdo a Can Ayan, economista del banco turco Aktif Yatirim Bankasi.
El posterior enfrentamiento de Erdogan con Estados Unidos, que guió a que Donald Trump redoblara los aranceles y que tiene como telón de fondo un rebalance de poder en el vecindario tras la derrota del Estado Islámico, fueron los eventos que terminaron por hacer que Turquía pasara de ser uno de los motores de crecimiento a un arrastre de mercados y divisas a nivel global.
"(Erdogan) mostró a los inversionistas extranjeros que Turquía tiene una mala gestión económica y que no es un país en el que deberían invertir", señala Sebnem Kalemli-Ozcan, catedrática de Economía en la Universidad de Maryland.
Desde su punto de vista, para salir de la crisis el país "necesita establecer la credibilidad lo antes posible, yendo al FMI o llegando a acuerdo con Estados Unidos sobre discrepancias". En ese marco, subraya que es crucial contar con financiamiento extranjero, "de lo contrario se entrará en recesión".
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