Nuevas reformas e incertidumbre




El gobierno que asuma en 2018 tendrá la doble tarea de retomar el crecimiento económico y de impulsar la confianza público-privada. Por lo mismo, es tentador para algunos precandidatos comenzar a delinear cuál será su ámbito de acción y el foco primario una vez instalados en La Moneda. En esta línea ha tomado fuerza la idea de contrarreformas que reviertan lo hecho por esta administración, puntualmente tanto en el tema tributario como laboral. Pero, contrario a la idea más espontánea que podría primar, una nueva agenda de reformas en nada contribuiría a mejorar el clima de desconfianza hoy imperante. No parecería adecuado, por ejemplo, reabrir el debate tributario sin una agenda clara que especifique de qué manera se garantizará la recaudación de impuestos. En esta línea, pensar que una nueva reforma tributaria no generaría más incertidumbres es un error. Muy por el contrario, abrir debates de esta naturaleza sólo provocaría una paralización de la inversión a la espera de conocer los resultados. La real agenda de una nueva administración no puede apuntar, en primer término, a deshacer lo que se ha hecho, apostando a que esto no generará más incertidumbre. Por el contrario, el ímpetu debería apuntar a generar mecanismos que contribuyan al crecimiento, a que se recuperen las confianzas y que el sector privado tenga la seguridad de que nuevamente no se verá envuelto en un ciclo de reformas que sólo afectan el normal funcionamiento de sus operaciones.

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