Shadow banking: ¿el nuevo punto ciego financiero?




Durante el loco auge crediticio de 2006 y 2007, Paul Tucker, ahora vicegobernador del Banco de Inglaterra, intentó hacer sonar las alarmas sobre los bancos en las sombras (shadow banking). En un par de discursos advirtió que la "matrioska financiera" (clásica muñeca rusa) -como le decía a la red en las sombras de entidades financieras no bancarias en Londres- podría representar riesgos sistémicos.

En el evento, sus comentarios tuvieron poco impacto; pocos miembros de la audiencia tenían alguna idea de lo que significaba esta "muñeca rusa financiera". Pero la semana pasada, Tucker finalmente obtuvo su deseo: el Comité de Estabilidad Financiera (FSB, su sigla en inglés) emitió un informe donde llamaba a una mayor supervisión del mundo de la banca en las sombras y sus US$67 billones (millones de millones) de activos.

En algunos sentidos, esto es alentador. Pero a medida que la FSB finalmente flecta sus músculos, vale la pena preguntarse por qué los reguladores se han demorado seis años en actuar. Detrás de este cuento de la matrioska hay un poderoso principio que da luz a los errores políticos anteriores y subraya los desafíos restantes.

El problema es uno de visión estrecha, o lo que en política podría describirse como silos. Varias décadas atrás, cuando personas como Tucker empezaron sus carreras, las instituciones como el Banco de Inglaterra tenían un credo general: los empleados se movían entre departamentos, los graduados eran contratados en un rango de disciplinas, y se esperaba que las autoridades senior del BoE buscaran problemas tanto usando su instinto y su visión periférica como los modelos.

Pero cuando el BoE ganó independencia en 1997, los economistas se hicieron más predominantes y los análisis macroeconómicos y de política monetaria se transformaron en silos mentales, separados de las sucias malezas de las finanzas o de los mercados.

Eso se debió en parte a que la Autoridad de Servicios Financieros asumió la responsabilidad por la supervisión bancaria. Pero otro factor fue que los economistas como Mervyn King, actual gobernador del BoE, tenían pocas ganas de mirar con atención las entrañas de las finanzas.

Las obligaciones de deuda colateralizada o los vehículos estructurados de inversión no parecían conectados a la economía "real o incluso a la política monetaria; no por lo menos a los ojos de los economistas de alto rango.

Algunos reguladores en ambos lados del Atlántico trataron de cerrar esa brecha mental. Cuando Tucker, por ejemplo, se convirtió en jefe de mercados del BoE hace una década, se dio cuenta de que las operaciones de CDOs y SIVs estaban afectando el flujo del crédito. Él incluso sugirió que se debería incorporar un análisis de "finanzas vehiculares" a las discusiones de agregados monetarios como M4.

Pero él enfrentó por lo menos dos grandes obstáculos al elevar la tasa de interés. Primero, no estaba claro quién era el responsable de analizar este mundo no bancario. Dado que la FSA estaba mirando las operaciones de los bancos a un nivel micro, y el BoE estaba monitoreando la estabilidad financiera macro, los CDOs y los SIVs caían en una grieta. Segundo -y más sutilmente- la mentalidad de silo era tan estrecha que Tucker ni siquiera tuvo las palabras para comunicar sus temores. Él sabía que la frase "finanzas no bancarias" sonaba aburrida, entonces trató de presentar algunas alternativas. Pero estas no lograron obtener atención.

De hecho, no fue hasta que Paul McCulley, autoridad senior de Pimco, acuñó la frase "banca en las sombras" en la conferencia económica de Jackson Hole en agosto de 2007 que el término captó la atención y las autoridades económicas finalmente tuvieron una manera de discutir vehículos como los CDOs y los SIVs. Entregarle un nombre, en otras palabras, ayudó a cambiar el debate político.

Irónicamente, muchos expertos financieros ahora se quejan de que la frase "banco en las sombras" se ha vuelto muy atractiva. Algunas autoridades coinciden: en algunos idiomas, el término suena excesivamente negativo, y se ha usado inútilmente en un amplio sentido. Como resultado, se está buscando nuevos nombres.

Pero este cambio en el debate muestra que algunas autoridades han captado el punto: las palabras (o la falta de ellas) pueden establecer una serie de prioridades políticas. También se aprendieron otras lecciones. Esos días, por ejemplo, el nuevo Comité de Política Financiera del BoE está tratando de tomar una visión holística del sistema financiero. Autoridades senior como Andy Haldane son los pioneros en este tipo de investigación que mezcla el análisis económico y financiero con otras áreas, como la zoología. Y Tucker mismo recientemente dio un discurso a economistas en Oxford, llamando a tomar medidas que rompieran esta visión miope.

Pero si bien esto es loable, lo triste es que el problema de los silos -y los puntos ciegos mentales- no han desaparecido; por el contrario, están intrínsecos en cualquier sistema grande y complejo. Entonces la pregunta que los inversionistas debieran ahora responder es qué otros temas siguen cayendo entre las grietas. ¿Qué pasa con la ciber-seguridad, las pensiones o la infraestructura financiera?  O ¿hay algo más que estemos ignorando debido a que está fuera de nuestro mapa mental? Las ideas son bienvenidas, o mejor aún, enviadas a los reguladores de Estados Unidos, o de la eurozona, preferentemente con una etiqueta pegajosa tan poderosa como el concepto de "bancos en las sombras".

*Editora de Financial Times para Estados Unidos

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© The Financial Times Ltd, 2011.

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