El manifiesto de Ignacio Urrutia, el polémico diputado que trató de terroristas a los exiliados: "La gente de campo no anda con noblezas, piensa una cosa y la dice"
En enero de 2015, Reportajes de La Tercera llevó en su sección Manifiesto al parlamentario. Éstas son sus reflexiones, los motivos de su defensa a Pinochet y el particular vínculo que lo une a los diputados PC: el ají.
La gente de campo no anda con noblezas. Piensa una cosa y la dice. A veces equivocadamente, al igual que yo, pero le echo pa' delante no más. Mi estilo huaso, haber sido, nacido y criado en el campo, me ha ido marcando de una manera. En la vida política me ayuda y no. Por un lado pierdo votos o no gano ninguno, porque la gente, en general, está más acostumbrada al político que navega. Yo no he navegado nunca en mi vida, voy derechito.
Mi parto fue en una clínica en Santiago, pero yo siento que mi nacimiento fue en Parral, donde he vivido gran parte de mi vida. Estuve en la escuela del campo, en la Villa Rosa, en la Escuela 1 y 2 de Parral. Era una escuela muy pobre. Tan, pero tan pobre, que en las mañanas teníamos que ir con un tarrito de Nescafé, amarrado con un alambre, y con carbón adentro para ponérselo en los pies, por el frío. Vivir todas esas cosas tan distintas a las que te puedes enfrentar en la ciudad te van definiendo como persona. Compartir con la gente que trabaja en el campo, jugar a la pelota juntos. Compartir unos huevos revueltos en la casa de un empleado del campo, convivir con la gente que tenía menos recursos que uno. Comerse la olla de porotos común que se hacía en esa época.
La chupalla no la uso porque sea huaso. La chupalla la uso porque se me quema el mate. En vez de ponerme un sombrerito siútico, prefiero ponerme una chupalla que la he usado toda la vida. Uso también cinturón de huaso, porque me acomoda. Me gusta la tenida de huaso en general. Es muy bonita y representa nuestra tradición.
Antes iba mucho más a las carreras de caballos, me encantan. Pero ahora voy una vez cada dos semanas, porque no tengo tiempo. Voy los viernes y lunes por medio. Pero los lunes, que a veces podía, estoy con una comisión Penta que no me permite ir. En el Club Hípico mi familia es socia, es accionista. Normalmente me voy a almorzar con el preparador de los caballos o con el presidente Carlos Heller. También con parientes que son directores. De ahí me quedo viendo las carreras con el Kike Morandé. Nos quedamos ahí un rato, conversando, mirando las carreras y tirando unos pesitos. Pero normalmente me va pésimo.
Tuve una educación muy estricta por mi padre, quien a su vez tuvo una educación así. Cuando mi padre se sentaba en la mesa a almorzar, y él hablaba, no volaba una mosca. Hoy, yo me siento en la mesa y hablan todos. Cuando mi padre veía televisión, nadie hablaba. Sólo cuando él permitía que otros hablaran se podía hablar. Ni pa callado ni nada. Yo he tratado de repetirlo, pero en mi casa cero resultado. Las cosas hoy son distintas. Los jóvenes son más avispados. Yo no tengo voz de mando, manda mi mujer. Tengo la pura voz ronca no más, y no me sirve de mucho.
Mi mujer dice que estoy hablando muchas barbaridades en el último tiempo. Quiere que deje la política. Ella es la que me maneja el Facebook y por ahí llegan muchas amenazas de muerte. No sólo para mí, sino también para ella y los niños. Como ella es la que las ve, las sufre. Y se asusta. A veces se enoja tanto, me dice que mi primera preferencia es la hípica, segundo la política y tercero la familia. Le gusta la vida más tranquila, la que llevábamos antes. Ella trabajó en la escuela donde yo estudié. Su sueño es volver a trabajar nuevamente de parvularia. Pero a pesar de todo, igual me ayuda. Se enoja, pero me ayuda.
No recuerdo si fue después del episodio del minuto de silencio que pedí por Pinochet o por las críticas que hice de Allende, el asunto es que la gente del edificio donde vivo en Santiago creyó que poco menos nos iban a ir a poner una bomba. Querían que yo y mi familia nos fuéramos. Que no viviéramos ahí. Les dijeron a los conserjes. Es así el susto que provoca, porque anda mucho loco dando vueltas.
La gente ha malentendido y cree que estoy en contra de los homosexuales. No me llevo mal con ellos. Lo único que he planteado -y puedo estar recontraequivocado- es que, independientemente de que ha habido homosexuales en las Fuerzas Armadas, no me parece que haya un grupo enorme, como un batallón. Eso va a debilitar a nuestras Fuerzas Armadas. Cuando lo planteé me dijeron que un homosexual puede ser tan hombre como uno común y corriente. Bueno, no es tan hombre, porque si no, no lo caricaturizarían como lo hacen. Basta ver el programa de la Pituca sin Lucas. Ahí hay un actor que hace de homosexual. ¿Por qué lo caricaturizan de esa manera? Yo pienso que lo hacen porque consideran que son así. Más finos.
La UDI de hoy día no es el mismo partido al cual yo ingresé años atrás. Era un partido más disciplinado y más ordenado, y a mí me gustan la disciplina y el orden. Eso se ha desvirtuado un poco. Es porque el partido ha crecido. En lo del minuto de silencio que pedí por mi general Pinochet, hubo algunos jóvenes que no les gustó el tema. Pero no les gustó porque no conocieron la historia.
Aunque no tengo amigos en el PC, sí hay algo que me ha vinculado a ellos: los comunistas son bravos para el ají y yo tengo en mi campo una vecina que prepara una pasta de ají espectacular. Lo prepara con ají verde. Lo mejor que he llevado. Le echa una gotita de ajo. Me la preparan en marzo y me dura, más o menos, hasta noviembre. Me preocupo que los comunistas, en su comedor, siempre tengan un tarrito de esta pasta de ají. Y lo agradecen. Me la agradecieron Guillermo Teillier, Lautaro Carmona. Yo no sé si los más jóvenes comen ají, pero deben comer, porque no les dura mucho. Así que deben comer harto ají.
Lloro por todo. Lloro por la Fatmagül, lloro por las Mil y una noches. Me gusta la televisión, pero soy absolutamente sentimental. Lloro con las películas de cowboys y mis niños se cagan de la risa. Ahora estoy leyendo un libro, que son tres tomos. Se llama Caballo de Fuego y es de una escritora argentina. Es lo más entretenida. Es de amor y espionaje. Y a mi mujer, que lo leyó también, le dije: ¿Lloraste alguna vez? Y me dijo 'no, cómo voy a llorar si no hay ninguna parte pa' llorar'. Yo me lo he llorado todo. Leo con el pañuelo, absolutamente a la antigua, porque me pongo a llorar. Es impresionante, no sé qué es lo que me pasa.
Me gustaba mucho cazar, antiguamente. Cazar tórtolas, perdices. Pero me ha pasado algo muy curioso. Hace algunos años me robaron la escopeta, que la quería por sobre todas las cosas. Me la había regalado mi padre hace 14 años. Ahí pensé en comprarme otra, pero empecé a mirar los pajaritos que yo mataba y empezaron a gustarme. Ahora les tengo prohibido a todos, porque encuentro fascinante tener lleno de pájaros el jardín. Este síndrome se me ha repetido. Ayer por la tarde andaban codornices en el jardín, y mi mujer dijo que les iba a echar el perro a las codornices. ¿Pero para qué les vas a echar el perro a las codornices? Deja a las codornices tranquilas. Mira qué cosa más hermosa…
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