12 lecturas veraniegas
Ahora que llega el verano y se supone que tenemos tiempo para leer, nuestras recomendaciones literarias: novelas, cuentos, poemas, ensayos y libros de divulgación científica, muchos de los cuales se publicaron en 2015 y que, en algunos casos, pasaron injustamente inadvertidos, pero que valen sin duda la pena.
Ha vuelto Frank Bascombe, el personaje icónico de las narraciones del norteamericano Richard Ford, y lo hace en cuatro historias que componen Francamente, Frank (Anagrama), novela en la que volvemos a encontrarnos con este personaje entrañable, hoy convertido en vendedor de propiedades, un hombre común y corriente que ha empezado a envejecer y que se encuentra en un Estados Unidos que acaba de sobrevivir al huracán Sandy. Richard Ford sigue teniendo un talento excepcional para contar historias, especialmente cuando son relatos de mediano aliento, como los que conforman esta novela. Y sigue profundizando en un personaje tan común pero complejo a la vez, como es Bascombe, que ya mayor está lleno de dudas, aunque también de una resignación que deviene en ironía, en levedad, en tomarse las cosas con mayor distancia. A estas alturas, Bascombe es más que un personaje ficticio, es una persona, y uno como lector, quien lo conoció por primera vez cuando leyó El periodista deportivo, cada vez le tiene más cariño, más comprensión y más ganas de que no se muera nunca.
A $19.900.
Dicen que el verano es el momento preciso para saldar deudas literarias, así que no está nada de mal volver a los clásicos. Por ejemplo, Joseph Conrad, de quien Hueders acaba de publicar Narrativa breve completa, en traducción de la argentina Carmen C. Cáceres y el español Andrés Barba. Es un tomo de 1540 páginas y tapa dura, un pequeño ladrillo que, a primera vista, puede parecer algo incómodo, pero no, no se queden con esa impresión, pues vale realmente la pena. En esas más de 1500 páginas encontrarán sus cuentos y algunas de las novelas claves de Conrad, como El corazón de las tinieblas, que fue traducida para esta edición por el colombiano Juan Cárdenas. En la novela breve y en el cuento, Conrad encuentra la distancia precisa para retratar a una serie de personajes –marineros, anarquistas, asesinos– y hacernos viajar junto a ellos muchas veces al infierno. O, al menos, al delirio. Y nos permite apreciar, además, a uno de los narradores claves del siglo XX, alguien que decidió abandonar su lengua originaria –el polaco– para escribir en un inglés que sólo le pertenece a él, y que acá brilla gracias a esta nueva traducción.
A $25.000.
Debiésemos tratar de hacer el intento de leer estos poemas de la uruguaya Idea Vilariño (1920-2009) sin mencionar a Juan Carlos Onetti, pero la verdad es que resulta casi imposible. Poemas de amor, dedicado justamente al narrador uruguayo y reeditado en 2015 por Ediciones UDP, es una de las confesiones poéticas más devastadoras que uno pueda leer, pues Vilariño se desnuda de cualquier artificio y así, a la intemperie, nos habla acerca del amor, de la pérdida, de los celos y la rabia, de lo que significa no poder estar junto a la persona que uno ama. Porque eso le pasó a ella: se enamoró de Onetti, fueron amantes por más de 40 años, pero nunca estuvieron realmente juntos. Parte de esa historia queda registrada en estos poemas breves, durísimos, desoladores, que nos hacen presenciar una intimidad feroz. Un poema como Ya no es hoy un clásico de la poesía latinoamericana y refleja perfectamente lo que este libro: el ritmo punzante, versos muchas veces de una sola palabra, la contención y la distancia para hablar de las heridas: "Escribo/ pienso/ leo/ traduzco veinte páginas/ escucho las noticias/ escribo/ escribo/ leo./ Dónde estás/ dónde estás".
Historia de una absolución familiar
A propósito de deudas que debiésemos saldar, el año pasado se reeditó Historia de una absolución familiar (Alfaguara), la trilogía que escribió Germán Marín entre 1994 y 2005, tres novelas (Círculo vicioso, Las cien águilas y La ola muerta), casi 1500 páginas y un repaso por la historia de Chile, por el origen de la violencia política, por nuestra historia literaria también. Un proyecto ambicioso, desmesurado, importante y que quizá no ha tenido la repercusión que se merece. Porque hay que decirlo: Historia de una absolución familiar es una novela tan relevante y contundente como 2666, de Roberto Bolaño. Con prólogos de Raúl Zurita, Ignacio Echevarría y Alan Pauls, estas novelas –escritas de forma fragmentaria, muchas veces como entradas de un diario– nos hacen transitar por una parte importante del Siglo XX: la Guerra Fría, la China de Mao, la Argentina de Perón, los años como estudiante en la Escuela Militar cuando Marín compartió con Augusto Pinochet, la dictadura chilena, el exilio en Barcelona y las lecturas, las cientos de lecturas que se cruzan en estas novelas compuestas con materiales autobiográficos, con pedazos de una memoria –personal e histórica– que Marín reconstruye de forma impresionante.
Pocas semanas antes de que acabara el 2015, murió a los 92 años la narradora argentina Aurora Venturini, una escritora deslumbrante, de esas que aparecen muy de vez en cuando y que casi siempre vienen de un lugar inexplicable. Venturini, que había tenido una vida excepcional –amiga de Eva Perón, de Sartre y Simone de Beauvoire, premiada alguna vez por Borges–, apareció en la literatura argentina en 2007, cuando ganó el Premio Nueva Novela organizado por Página/12 –cuyo jurado estaba integrado, entre otros, por Rodrigo Fresán, Alan Pauls y Juan Forn–, y sorprendió a todos con su novela Las primas. A esa altura, Venturini tenía 85 años y había escrito una novela única, rara, nueva, acerca de una familia llena de personajes monstruosos y deformes, una historia cuya protagonista –que tiene problemas con el lenguaje– cuenta de manera magistral. Después de eso, Venturini se llenó de reconocimientos y siguió escribiendo hasta que en noviembre del año pasado finalmente murió. Nos quedan, por suerte, sus libros, y esta novela en particular, Las primas, que llegó a librerías chilenas a través de la editorial peruana Estruendomudo. No lo duden: es una novela inolvidable.
A $13.500 en www.lakomuna.cl
El argumento es simple, pero fascinante: un hombre, siendo niño en realidad, se obsesiona con resolver un problema matemático que lleva 300 años sin encontrar respuesta. Se convierte, así, en el sueño de su vida, y le dedica tiempo, mucho, para encontrar la respuesta. Ya grande, en las mañanas, Andrew Wiles –el protagonista de esta historia– imparte clases en la Universidad de Oxford, en la tarde comparte con su mujer e hijo, y en la noche se encierra en el altillo de su casa buscando resolver el último teorema de Fermat, hasta que luego de dedicarle siete años de intenso –intensísimo– trabajo, consigue llegar a la respuesta definitiva y se convierte en una pequeña gran estrella científica. Esta es la historia de un científico que resuelve uno de los últimos problemas matemáticos que no tenían solución, pero también es la historia de cómo un hombre se obsesiona por conquistar el conocimiento.
El británico Simon Singh reconstruye en El último teorema de Fermat (coeditado por Hueders y Páprika), entonces, esta historia a partir de entrevistas con Wiles y otros matemáticos, que le permiten narrar detalladamente lo que fue este acontecimiento científico. Es un libro de divulgación científica, pero también se puede leer como una novela de aventuras, como una novela histórica –se repasan varios de los personajes claves de la historia de las matemáticas– y como una novela llena de ecuaciones y fórmulas que podrían espantar a un lector algo distraído, pero no, no se preocupen, porque la historia es tan adictiva que aquellas fórmulas son sólo detalles en este libro épico y cautivante.
A $14.000.
El colombiano Juan Cárdenas (1978), más cerca del silencio que del ruido mediático, viene construyendo tranquilamente una obra particular y contundente. Ha publicado un libro de cuentos y tres novelas donde donde aborda la política y la violencia, pero lejos de los lugares comunes y de cualquier espectacularización. Son libros inteligentes, inesperados, y que encuentran ecos en una tradición latinoamericana que va desde Felisberto Hernández hasta Fogwill. Su última novela, Ornamento (Periférica), es la historia de un científico que crea una droga placentera que sólo surte efecto en las mujeres. Para comprobar su eficacia, la prueba en cuatro voluntarias, entre las cuales está Número 4, personaje que irrumpirá en su vida alterando todo. O casi todo.
Ornamento se puede leer como una novela de ciencia ficción, pero como sabemos que a esta altura la realidad parece cualquier cosa menos una novela realista, entonces podemos decir que sí, que Juan Cárdenas ha escrito una novela sobre narcos, pero sin guayaberas ni lujos exóticos ni moralina, sino construyendo una historia con personajes siniestros, calculadores, extraños. Una novela que funciona como la anamorfosis, cuya definición la entrega la mujer del protagonista y que nos sirve para entender el trabajo que viene haciendo Cárdenas en sus libros: "(La anamorfosis) es el arte de hacer aparecer una imagen bajo un aspecto casi irreconocible recurriendo a una calculada distorsión de la perspectiva". La imagen casi irreconocible que aparece en las novelas de Cárdenas es, muchas veces, Colombia, y esa calculada distorsión la podemos apreciar en su escritura, siempre escurridiza, difícil de etiquetar, contenida, explosiva, amable, delirante.
A US$ 20,74 en www.bookdepository.com
Janet Malcolm es una de las periodistas culturales más prestigiosas de Estados Unidos. Muchos lectores la descubrieron en los 90 gracias a su libro El periodista y el asesino, pero la verdad es que durante todos estos años no ha dejado de publicar libros adictivos, entre los que destacan la investigación que le dedicó a la relación tortuosa entre Sylvia Plath y Ted Hughes (La mujer en silencio), o ese libro maravilloso llamado Leyendo a Chéjov, en el que se mezclan el ensayo, la crítica literaria y la crónica de viajes, todo para analizar profundamente la obra del escritor ruso. Mientras tanto, además de publicar libros, Malcolm iba escribiendo ensayos y crónicas en medios como The New Yorker y The New York Review of Books, muchos de los cuales recopiló en Cuarenta y un intentos fallidos (Debate). Textos breves e inteligentes acerca de pintores, fotógrafos y escritores, que nos permiten revisitar, por ejemplo, la obra de Salinger, o descubrir las pinturas posmodernas de David Salle, las fotografías del alemán Thomas Struth y los retratos decimonónicos de la inglesa Julia Cameron. Personajes que en las manos de Malcolm se vuelven frágiles, atractivos, cercanos. Janet Malcolm no tiene miedo a escribir en primera persona ni a intervenir en los textos con sus apreciaciones estéticas –casi siempre muy acertadas–. Ella opina, recomienda, discute, y escribe con una elegancia admirable.
A $12.000.
Lo primero que sorprende de Los desafortunados (Rayo verde editorial), del británico B.S. Jonhson, es su formato: una caja que abres y en la que encuentras 27 cuadernillos –pliegos sueltos–, que son los 27 capítulos que conforman la novela. En una nota, el autor advierte: "Salvo las partes primera y última (que están señaladas como tales), las otras veinticinco partes fueron pensadas para ser leídas en orden aleatorio".
Es, desde el formato, una novela experimental, publicada en 1969 y que nos recuerda a Rayuela en eso de leer de forma aleatoria los capítulos, sólo que acá el autor decidió que aquel experimento fuera además algo tangible: los capítulos sueltos, que se pueden desordenar realmente. Pero más allá de esta espectacularidad –que seguro espantará a más de un lector–, lo que hay que decir es que Los desafortunados es una novela conmovedora, escrita de forma alucinante –hay que agradecer la traducción de Marcelo Cohen, sin duda–, admirada por Samuel Beckett, y que nos cuenta la historia de un periodista deportivo que un día debe ir a cubrir un partido de fútbol en una pequeña ciudad inglesa, y que apenas se baja del tren, se da cuenta de que él ya estuvo en esa estación, en esa ciudad. Lo que recuerda, entonces, es a un amigo que falleció producto de un cáncer, e intenta reconstruir esa amistad, los días de la enfermedad, su vida en aquel tiempo. Johnson sabe que la memoria es tramposa y huidiza, sabe que el pasado es imposible de reconstruir como él quisiera, pero a pesar de eso lo intenta. Y a ratos, sin duda, lo logra.
A US$ 33,66 en www.bookdepository.com
Somos buenos, los lectores, para alegar contra las editoriales trasnacionales porque no traen siempre todas las novedades que publican en otros países –sobre todo de autores jóvenes latinoamericanos–, pero cuando lo hacen, muchas veces, las dejamos pasar, sin hacer nada. Ocurrió el año pasado, por ejemplo, con Los afectos, del boliviano Rodrigo Hasbún (1981), que es una novela valiosísima y que no tuvo en nuestro país la recepción mediática que se merece. En el extranjero sí: la novela se está traduciendo a más de 10 idiomas y en Bolivia ya preparan una adaptación al cine. Y es que la novela cuenta una historia impresionante, acerca de una familia de alemanes que arrancando de la derrota germana tras la Segunda Guerra Mundial, deciden exiliarse en Bolivia. El padre de familia es Hans Erlt, quien fue camarógrafo de la cineasta nazi Leni Riefenstahl y que busca en Bolivia una nueva oportunidad. Son los años 50, los 60, Latinoamérica empieza a arder y sus hijas y su mujer inevitablemente terminan perdiéndose en medio de la guerrilla y los conflictos políticos. En medio, también, de los propios conflictos familiares.
Rodrigo Hasbún había sorprendido ya con sus libros de cuentos, pero ahora, en esta novela, da un salto importante, donde ese mundo íntimo y de los afectos que había desarrollado en sus relatos, ahora encuentran un cruce con la historia y con la política, pero sin perder la sutileza que caracteriza su escritura, su mirada.
A $10.000.
Este es otro de esos libros que debió haber tenido mucha más resonancia, sobre todo porque se publicó en Chile –lo editó Hueders a inicios de 2015– y porque nos presenta a uno de los narradores argentinos más particulares de la actualidad. Marcelo Cohen (1951) es un traductor imprescindible y un escritor que ha logrado configurar un mundo personal, que realmente no se parece a casi nada que conozcamos. El fin de lo mismo fue su primer libro de cuentos –publicado en 1992– y en él los lectores de ciencia ficción deberían encontrar un lugar fascinante donde quedarse un buen rato, y los lectores que no somos fanáticos del género también, pues Cohen –cuya mayor influencia en este libro probablemente sean los libros de J. G. Ballard– desarrolla una imaginación deslumbrante en estas cinco historias, cuyas extensiones varían entre el relato corto y la nouvelle. "La ilusión monarca", que es la novela breve con la que abre el libro, nos plantea en sus primeras líneas una imagen desconcertante: una cárcel inserta en una playa, el mar diseccionado por dos murallas gigantes, los prisioneros que miran el horizonte, que piensan huir, pero que saben que aquello es imposible. "Aspectos de la vida de Enzatti" es otro de los imprescindibles del libro, cuento que Fogwill dijo que debería integrar la antología de los mejores de la literatura argentina, un relato que a ratos parece de terror, en el que Cohen indaga, como lo hace durante todo el libro, en las grietas que parecen quebrar el realismo, y lo hace además con un lenguaje particular. Acá, las palabras importan tanto como la imaginación, algo que la ciencia ficción chilena casi nunca ha tenido en consideración. Lo dijo alguna vez Martin Amis cuando reseñó Crash, de Ballard: "Debería ser patente que, cuanto mayor sea la soberbia con la que un autor arroje lejos de sí las muletas de la verosimilitud, tanto mayores deberían ser los recursos de su estilo y su ingenio". Los relatos de Cohen cumplen a cabalidad la exigencia de Amis.
De pronto, en Chile, nos llenamos de novelas autobiográficas, de autores más o menos jóvenes que han decidido incurrir en sus recuerdos, en la memoria de los 80 y de los 90. Hay, dentro de ese mundo, libros valiosísimos, libros mediocres y libros que pronto olvidaremos. Pero más allá de la temática que aborden, lo que importa finalmente es cómo indagan en esa memoria, qué lenguaje han decidido utilizar para reconstruir esos recuerdos. En ese contexto, Italia 90 (La Calabaza del Diablo) del poeta y editor Juan Manuel Silva (1982) resulta ser realmente un hallazgo. Es una voz narrativa distinta, un fraseo que puede recordar el ritmo del jazz o del hip-hop, una cadencia que evita la melancolía, que acelera en los momentos tristes, que se detiene cuando se están narrando minucias aparentemente prescindibles, pero que le dan vida a esta historia. "Probablemente aprendí más cuando niño, durante esos días en que se me enredaban las piernas al intentar algún paso de rap o siquiera un lento en las fiestas de cumpleaños, con las niñas amigas de los compañeros de básica, todas con sus departamentos propios, que acababan dándose infinitos besos en los jardines de sus condominios con niños parecidos a ellas. Pero a mí me tocó ver pasar la vida por la ventana de un furgón Suzuki azul, hasta que un día me dijeron: bájate. Mi padre había logrado por fin un negocio, la moribunda botillería a la que llegamos a trabajar con mi madre y mis hermanos".
El protagonista de esta novela, cuyo nombre coincide con el del narrador, no sabe si es argentino o chileno, pero recuerda el Mundial de Italia 90 con nostalgia, con asombro. Recuerda a su padre trabajando en la botillería, recuerda cuando veían los partidos juntos, gritando, en silencio. Recuerda el álbum de Italia 90, mientras ya casi adulto su vida se pierde entre partidos de fútbol, colillas de cigarro, cervezas tibias y relaciones que no van a ninguna parte.
Entre tantas novelas tibias, entre tanta autoficción insípida, Italia 90 se plantea como un camino nuevo: acá hay vida, hay calle, hay ruido.
A $10.000.
Cada cierto tiempo la poesía norteamericana nos sorprende. Así como Anne Carson ya empieza a encontrar a sus lectores en castellano, el nombre que probablemente empezará a repetirse ahora será el de Louise Glück (1943). La editorial Pre-textos viene publicándola desde hace un años, con muy buenas traducciones, recibiendo una acogida muy positiva en España. Lamentablemente, por librerías chilenas casi no circulan sus libros, pero vale la pena buscarlos.
Hace un tiempo, el novelista español Gonzalo Torné reseñaba el último libro de Glück traducido al castellano, Vita nova (2014), y sugería que se hace necesario hacer una antología con sus mejores poemas, que ese libro será sin duda un imprescindible. Y tiene toda la razón. Por mientras, como no existe ese libro, sugiero buscar sus cinco libros traducidos y comenzar por Ararat , una de sus obras más íntimas: "Hace mucho tiempo, fui herida./ Aprendí/ a existir, como reacción,/ desconectada/ del mundo: te diré/ qué quería yo ser:/ un artilugio capaz de escuchar./ Inerte no: inmóvil./ Un trozo de madera. Una piedra.".
La muerte y la pérdida –y qué se hace con ellas– son los grandes temas que recorren este libro doloroso y necesario. Un último poema, "Nuevo mundo", para terminar, entonces, estas recomendaciones: "A mi modo de ver,/ mi madre estuvo siempre oprimida/ por mi padre, como si él/ hubiera atado con plomo sus tobillos./ Optimista/ por naturaleza;/ quería viajar,/ ir al teatro, a los museos./ Lo que él quería/ era tirarse en el sillón/ con el Times/ tapándole la cara/ para que la muerte, al venir,/ no pareciese un cambio significativo./ En parejas así/ donde el acuerdo consiste/ en hacer cosas juntos,/ siempre la parte activa/ es la que hace concesiones, la que da./ No se puede visitar museos/ con alguien que se niega/ a abrir los ojos./ Creí que la muerte de mi padre/ liberaría a mi madre./ Y en cierto sentido, así fue:/ ella viaja, contempla/ grandes obras de arte. Pero flotando./ Como el globo de un niño/ que se pierde en cuanto nadie/ lo sujeta./ O como un astronauta/ que ha perdido su nave/ y queda en el espacio, a la deriva,/ sabiendo que, dure lo que dure,/ el resto de su vida será así: libre,/ de ese modo./ Sin relación con la tierra.
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