Este no es el fin del mundo
Cuando Charles Forsman comenzó a dibujar "The End of The F***ing World" nunca pensó lo que vendría. Porque su última novela gráfica terminó siendo adaptada por Netflix y se convirtió en una serie que ha interpelado a miles de adolescentes alrededor del mundo. Acá habla sobre crear y dejar partir a sus personajes con la intensidad juvenil de James y Alyssa, los protagonistas de su historia.
La semana siguiente al lanzamiento mundial de The End of the F***ing World en Netflix —a principios de enero—, Charles Forsman (35) entró a internet para ver las reacciones del público ante la serie británica que adaptaba su novela gráfica, aquella que había escrito en la casa de su novia en Hancock, Massachusetts, y se encontró con que muchos fanáticos de la serie habían creado sus propias representaciones animadas. En Instagram, estaba lleno de dibujos de Alyssa y James, los protagonistas de este road trip británico; dibujos sobre la adaptación de sus dibujos.
—Sí, es raro —dice un viernes desde Nueva York, donde se radicó—. Es raro, pero a la vez no hay nada más halagador. Lo mejor es que una cosa ha llevado a la otra y, gracias a la serie, mi libro está teniendo una segunda vida. Muchos editores (entre ellos el gigante británico Faber & Faber) sacarán nuevas ediciones a lo largo del mundo, lo que me tiene muy contento.
Forsman admite que fue un éxito inesperado. A finales de 2011, comenzó a escribir la historia de un chico que creía que era un psicópata y que, pensaba, había llegado el momento de matar a un humano. Así, James —en la serie interpretado por Alex Lawther (The Imitation Game, Black Mirror)— conoce en el colegio a Alyssa —Jessica Barden—, una chica inadaptada, alternativa y que, como la mayoría de los adolescentes, odia a todo el mundo. De un momento a otro, James le pega un combo a su padre y roba, junto a Alyssa, su auto. Es ahí cuando deciden escapar.
Cuando Forsman —que no terminó el colegio y que, luego de pasar años atendiendo mesas en distintos restaurantes y haciendo trabajos menores en salas de cine, estudió en el Center for Cartoon Studies— comenzó la historia, lo hizo sin ninguna ambición. De hecho, ese era su objetivo: hacía poco había terminado Celebrated Summer, una novela gráfica sumamente cuidada, donde cada página tenía un afán artístico, con la intención de ser la gran obra de su generación. Agotado, quería sacarse esa presión y hacer una historia lo más simple posible.
Partió de la imagen de un niño cayéndose de su skate. Comenzó poco a poco a desarrollar la narrativa, de la que publicaba capítulos mensuales, los cuales se vendían a un dólar cada uno en su sitio web. Por eso, nunca pensó que esa historia, la más íntima que escribiría jamás, se convertiría en un éxito mundial.
—Cuando uno se dedica a esto tiene que lidiar con esta presión. Entonces con esta historia estaba buscando una fórmula para engañar a mi mente, para soltarme.
The End of the F***ing World comenzó a hacerse un espacio en la escena alternativa del cómic estadounidense. Era un experimento que funcionaba: tenía entre 200 y 300 suscriptores fijos y algunas tiendas especializadas vendían su trabajo. Tanto así que aún ni terminaba la historia –que se publicaría en 2012 como libro— cuando recibió un e-mail de Jonathan Entwistle, un director británico que había conseguido una copia de su trabajo y había quedado encantado. Le dijo que quería llevarla a la pantalla.
Forsman, al principio, no estaba seguro, pero se terminó convenciendo luego de ver el trabajo de Entwistle en cortos y publicidades. A partir de ahí comenzó un largo proceso de varios años donde, luego de comprar los derechos, la historia pasó por todos los formatos posibles: se pensó como una película, luego como una web serie, hasta que finalmente la compró Channel 4, canal británico que ha transmitido series como Misfits, Utopia y Black Mirror.
Cuando ellos entraron al ruedo, asegura Forsman, las cosas se aceleraron. Finalmente se decidieron por una serie, pero algo distinta al original: en vez de ser un road trip por Estados Unidos —donde el género es un clásico—, estaría situada en Inglaterra.
—No me molestó. Si bien en un principio querían hacerla en Estados Unidos, por temas logísticos era mejor hacerla en Reino Unido. Y creo que queda una buena mezcla, ya que es un tipo de historia muy estadounidense contada en un escenario inglés. No hay tradición de road movies en la ficción inglesa, quizás porque es más difícil conseguir un auto y desaparecer. Finalmente fue sorprendente ver todo lo que conservaron del libro. Están los diálogos, los planos del cómic y eso es genial. Y eso que yo le había dicho a Jonathan que no se sintiera amarrado, porque entiendo que son distintas narrativas. Por eso me preparé para ver muchos cambios, entonces fue sorprendente. A pesar del cambio de país, la esencia permaneció.
—La idea de la adaptación vino antes de que terminaras la historia. ¿Te presionaron para que te apuraras con el final?
—¡Sí! Y se entiende, porque Jonathan ya la estaba pitcheando ante productores y tenía que estar inventando finales en caso de que le preguntaran. Así que lo fuimos conversando. Es chistoso, porque todo empezó como una forma de sacarme la presión de encima y terminé con gente golpeando a mi puerta para saber cómo terminaba todo. Y en mi cabeza pensaba: no tengo idea cómo va a terminar. Porque, además, partió como un ejercicio de improvisación.
Finalmente se estrenó en Inglaterra, en octubre del año pasado.
En Netflix apareció el 5 de enero y se convirtió, rápidamente, en un éxito.
Esquemas juveniles
—¿Por qué crees que el público joven conectó tanto con tu historia?
—No es que haya escrito la historia pensando en apelar a un público más juvenil que adulto. Cuando vi la serie recién me di cuenta. Y no sé, creo que contiene esos sentimientos tan adolescentes. La forma de sentir el amor, la pérdida, la incomodidad ante todo. Todo el mundo vivió estas situaciones con la intensidad de la juventud en algún momento. Creo que por ahí va.
—¿Tiene que ver The End of the F***ing World con tu propia infancia?
—Es gracioso. Cuando salió la primera edición mucha gente se acercó a preguntarme si lo que pasaba era verdad. Como: ¿En serio te pasó todo esto? Y yo les decía que por supuesto que no. ¿Qué los hace pensar que puedo ser un psicópata? Pero claro, la frustración, el querer dejar el lugar donde creciste, querer estar enamorado, estar enamorado. Toda esa pasión. Eso sí lo sentí e intenté trabajar con eso. ¡Pero debo aclarar que nunca he querido asesinar a alguien!
—No tuviste un rol oficial en la adaptación, pero estuviste en el set y conversabas continuamente con el director.
—Sí, en mayo del año pasado me llevaron a una semana de filmación en Inglaterra. Es increíble… Ver a todo el equipo, el trabajo que toma rodar unas pocas escenas… Respecto a la historia, discutíamos permanentemente con Jonathan, pero yo estaba tranquilo, porque él realmente entendió su esencia.
—¿Y qué opinas de las actuaciones de Alex Lawther y Jessica Barden? ¿Capturan la esencia de los James y Alyssa originales?
—Sin duda. Hay algunas diferencias respecto al James de la serie y al de la novela gráfica, sobre todo que en el cómic es más oscuro, mientras que en la serie intentan explicar más que las dudas de James son producto de un estado mental particular a causa de su depresión, que no es realmente un psicópata. Pero ambos son increíbles. Espero que tengan el reconocimiento que merecen.
—¿Por qué elegiste The End of the F***ing World como nombre para la serie?
—En Estados Unidos es una frase típica de los padres cuando sus hijos están sobrerreaccionando ante algo. Luego de la discusión dicen: "Vamos, no es el fin del mundo". Lo escribía y reescribía en mi libreta y me gustaba como se veía. Aparte, llama la atención de la gente.
—Hay rumores sobre una segunda temporada. ¿Te parece necesaria? ¿Participarías en ella?
—La verdad es que no sé en qué están pensando ahora. Esas decisiones están fuera de mis manos, pero estaría feliz si me pidieran participar. Ahora, hay una parte de mí que no quiere que la serie continúe porque pienso que está perfecta como está, y continuarla sería una apuesta. Pero, a la vez, me gustaría ver qué pasa con los personajes, como a todo el mundo que vio la serie.
—¿Dejaron James y Alyssa de pertenecerte?
—No sé. Lo que sí sé es que ahora dependen de la gente de la televisión.
—Pero es raro, tú los inventaste.
—Sí, siguen siéndolo en realidad. Obviamente me siguen produciendo cosas. Pero creo que la gente que está a cargo de la serie es talentosísima, tanto que hicieron de mi historia una mucho mejor. Así que tengo mucha fe en que pueden salir con algo grandioso.
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