Caval: La hora cero

La revelación del millonario negocio de la familia de Bachelet dañó profundamente la imagen presidencial y generó efectos colaterales que perduran hasta hoy. Aquí, detalles inéditos de los primeros días en que explotó el caso, y el fallido manejo de crisis cuando el gobierno optó por el silencio y minimizar los hechos.




La jefa de prensa de Michelle Bachelet, Haydeé Rojas, estaba a 16 mil kilómetros de distancia, en India, cuando estalló el escándalo. Recién iniciaba sus anheladas vacaciones familiares y en redes sociales compartía feliz sus fotografías junto a domadores de serpientes y vestida con trajes típicos. Pero, según relataría ella misma después en La Moneda, al darse cuenta de la magnitud de lo que pasaba en Santiago, corrió a la aerolínea para tratar de adelantar su viaje de regreso. No lo consiguió. No había fechas disponibles. La asesora presidencial estaba desesperada.

En Nueva York, la hasta entonces directora de la Secretaría de Comunicaciones (Secom) del gobierno, Paula Walker, abrió el reportaje de revista Qué Pasa, "Un negocio Caval", en su teléfono móvil. Tuvo que sentarse para terminar de leerlo. Con urgencia intentó contactar al ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, pero este no le devolvió los llamados.

En el caluroso febrero de 2015 el palacio presidencial estaba semidesierto. Con la sensación de misión cumplida por la aprobación de la reforma escolar y el fin del sistema binominal, prácticamente la totalidad del comité político y los principales funcionarios se tomaron sus días de descanso. Carlos Correa, quien era el segundo de la Secom, fue quien dio la alerta amarilla ese viernes 6. Desde el segundo piso bajó a comentarle el reportaje al vocero subrogante José Antonio Gómez. También a primera hora hizo llegar el artículo al escritorio de Peñailillo. El otrora todopoderoso jefe de gabinete tomó el teléfono y llamó a Bachelet para advertirle.

Desde su casa junto al lago, Bachelet transmitió al equipo de La Moneda la idea fuerza con la cual defenderse: que esto se trataba de un negocio "entre privados" y no había nada irregular. Lo mismo que le habían explicado su hijo y su nuera.

Esa mañana Sebastián Dávalos junto a su esposa, Natalia Compagnon, viajaban rumbo a Caburgua, IX Región, para pasar las vacaciones en familia con la mandataria. Tenían muchas explicaciones que dar. Habían sido informados una semana antes de que se estaba realizando la investigación periodística y durante los últimos cuatro días hubo varias comunicaciones —telefónicas, vía mail y personales— entre revista Qué Pasa y la empresa Caval contándoles los temas del reportaje, la fecha de publicación y recogiendo sus descargos. Sin embargo, al parecer, el hijo y la nuera de la presidenta no consideraron necesario revelar esto al gobierno. El primer plan de La Moneda fue guardar silencio. Ese día, para satisfacción del Ejecutivo, el tema apenas "prendió" en Twitter y en la vocería de Gómez ningún periodista le preguntó al ministro. La noticia que copó la agenda fueron unas declaraciones desafortunadas del diputado DC Pablo Lorenzini sobre el proyecto de aborto, de las cuales luego se retractó. Sólo Peñailillo fue consultado al pasar en una actividad. "No he leído la noticia, bueno no sé, no le podría responder de lo que está hablando, pero que no le quepa ninguna duda de que en estas materias siempre va a haber total transparencia", se limitó a responder. El reportaje original sacaba a la luz el préstamo de $ 6.500 millones del Banco de Chile a la empresa de Compagnon para la compra de los terrenos de Machalí, y aunque consignaba que la nuera se reunió con uno de los máximos ejecutivos de banco para gestionarlo, el artículo no lo identificaba. Pero esa noche, revista Qué Pasa en su cuenta de Twitter y en su página web actualizó la historia: quien la atendió era el vicepresidente de la entidad, Andrónico Luksic, una de las mayores fortunas de Chile.

La alerta de La Moneda pasaba de amarilla a naranja. Desde la 8.30 de la mañana los contactos en la plana mayor del Banco de Chile eran frenéticos. El gerente de la división comercial, Eduardo Ebensperger, informó que había aparecido el reportaje. Hubo una seguidilla de correos electrónicos todo el día entre los principales ejecutivos: Luksic, el presidente del directorio del banco, Pablo Granifo, quien estaba en Panguipulli, y la asesora estratégica del empresario, Carolina García de la Huerta, para hacer control de daños. El plan era instalar el mensaje de que el crédito cumplió con las normativas y canales regulares. En la tarde del domingo hacen detonar la bomba: a través de un comunicado público, el banco revela que el hijo de la presidenta también asistió a la reunión con Luksic el 6 de noviembre de 2013. Antes de emitirlo le informaron a Peñailillo y este se lo comunicó a la mandataria. En La Moneda estaban en shock. Se enteraron a través del banco de ese nuevo antecedente. Dávalos y Compagnon apenas tenían señal de celular en Caburgua, se cortaban los llamados y no enviaban a Santiago ningún nuevo dato sobre el polémico negocio que pudiera servir para medir los alcances de la crisis. La alerta ya estaba en nivel rojo, las redes sociales finalmente reventaron y para la prensa sería el único tema del verano.

La crisis sin fin

Desde su casa junto al lago, Bachelet transmitió al equipo de La Moneda la idea fuerza con la cual defenderse: que esto se trataba de un negocio "entre privados" y no había nada irregular. Lo mismo que le habían explicado su hijo y su nuera. Con esta instrucción, el lunes en La Moneda se reunieron Peñailillo, Gómez y Carlos Correa a diseñar la estrategia de escape. La misma que semanas más tarde sería considerada uno de los mayores errores de cálculo del gobierno. Llamaron a la oficina a la jefa de gabinete de Dávalos, Erika Silva, y le ordenaron asegurarse de que el director sociocultural subiera su declaración de patrimonio a la web, algo que no había hecho desde que asumió el cargo en marzo de 2014, también esperaron que el superintendente de Bancos, Eric Parrado, emitiera un informe declarando la legalidad de la operación bancaria y otro del Ministerio de Vivienda señalando que el cambio del plan regulador en Machalí es un proceso transparente. Con estos tres elementos esperaban aplacar la presión de la derecha que había encontrado en el caso Caval —o "nueragate" como se bautizó en un comienzo— un salvavidas para empatar el caso Penta. En el auditorio del salón azul, elegido especialmente porque permite escabullirse rápido de la prensa, Gómez dio una vocería minimizando el caso, descartando tráfico de influencias, diciendo que no hay recursos públicos implicados, y desmarcando al gobierno: "Que un banco reciba a alguien es problema de ese banco, no es problema del gobierno", dijo cortante. A continuación el director subrogante de Secom, se acercó a los periodistas para señalarles off the record que el crédito no se aprobó un día después de la elección presidencial del 15 de diciembre de 2013, sino que dos días antes. Aunque era una nimiedad, su equipo estuvo trabajando todo el fin de semana para intentar desmentir algún dato de lo publicado en el reportaje original. Ante esto, la revista subió ese mismo día a Twitter el documento bancario oficial que informaba la aprobación del crédito fechado el 16 de diciembre.

La política de negación del gobierno sólo sufrió un traspié cuando el ministro (s) de Hacienda Alejandro Micco reconoció en una radio que no cualquier pyme "tiene acceso al presidente de un banco". Quienes estaban en La Moneda dicen que la frase desagradó a Bachelet y desde Caburgua ordenó que lo llamaran al orden.

Mientras la indignación ciudadana crecía, en el gobierno esperaban impacientes que Dávalos mandara su declaración de patrimonio. El martes seguían sin noticias de él, y Peñailillo juega una ficha y decide ponerle presión: "Lo hará lo antes posible", afirma. Finalmente el hijo de la presidenta envía el documento pasada la medianoche. El texto viene incompleto, sin especificar cuentas bancarias y con los mínimos antecedentes. El equipo de La Moneda lo consideró una burla.

Para entonces la prensa ya había hecho públicas las pésimas relaciones entre Peñailillo y Dávalos. El mote de "galán rural" que el director sociocultural le tenía al ministro fue confirmado por su propio equipo. Dávalos acusaba de todas las filtraciones en su contra al grupo de la G-90 del titular de Interior. A su vez lanzaba rumores sobre supuestos negocios del ministro. A Peñailillo le molestó que Bachelet no le hubiera informado antes de nombrar a su hijo en un cargo tan alto en La Moneda.

Es en este contexto que para muchos Peñailillo estiró más de la cuenta la cuerda al darse algunos "gustitos" durante el manejo de crisis, como cuando en vez de desmentir sus diferencias con Dávalos, bromeó con que le decían galán rural "porque soy de Cabrero, soy del campo". O cuando el miércoles temprano derivó el problema al cientista político y dijo que por el negocio de Caval "tiene que responder él, en detalle", emplazándolo a hablar. Marcando un giro en la estrategia inicial.

Nadie se atrevía a decirle a la presidenta que debía interrumpir sus vacaciones. Uno de los diálogos más duros fue cuando ella pregunta en tono golpeado a Peñailillo si va a tener que verse obligada a volver a Santiago. Él responde "no, yo me hago cargo".

El silencio de Dávalos y Bachelet se hacía insostenible. Nadie se atrevía a decirle a la presidenta que debía interrumpir sus vacaciones y dar una declaración. Uno de los diálogos más duros con su ministro del Interior fue cuando ella le pregunta en tono golpeado si va a tener que verse obligada a volver a Santiago, a lo que él le responde "no, yo me hago cargo". La relación y confianza entre ambos comenzó esa semana a quebrarse.

El miércoles a las 15.00, Bachelet y su hijo acuerdan que él debe renunciar. Dávalos parte manejando a Santiago y llega a la 1 de la mañana. El jueves prepara su declaración y tiene el último encontrón con Peñailillo; el ministro le pide que dimita desde su casa de La Reina, para alejar a La Moneda del caso. Pero él se niega tajantemente. Es Bachelet quien zanja la disputa a la distancia: su hijo renuncia en La Moneda. El viernes tras ordenar a todos los directores de las fundaciones a su cargo que estaban en Santiago que lo acompañen en la puesta en escena, y tras instruir que borraran los archivos del computador de su oficina, Dávalos da "un paso al costado" y pide "perdón" si provocó algún daño a la presidenta.

Pero la crisis recién comenzaba. El caso no tardó en judicializarse y Fiscalía en descubrir las oscuras tramas en Machalí vinculadas al cambio de uso de suelo y a la gestión de operadores UDI que trabajaban con Caval, así como otros negocios de dudosa índole de la empresa.

De todo el equipo de La Moneda, la jefa de gabinete de Bachelet, Ana Lya Uriarte, es la única que efectivamente adelantó su regreso de vacaciones para conformar un nuevo equipo de crisis con el subsecretario Mahmud Aleuy. Negando los consejos de dar una entrevista en profundidad y rechazando textos de sus asesores para una declaración condenatoria de las actuaciones de su hijo y su nuera, la presidenta recién habla por primera vez el 23 de febrero en una breve conferencia de prensa, donde sólo acepta tres preguntas. "Como madre y presidenta han sido momentos difíciles y dolorosos", dijo. Y que del negocio de Caval, "me informé en Caburgua por la prensa".

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