Cuando Marcelo Salas dio vuelta una ciudad

En una campaña histórica, Deportes Temuco logró el ascenso a Primera División y un título que tiene nombre y apellido: Marcelo Salas. Con un estilo discreto, donde su familia cumple un rol fundamental, su actual presidente logró salvar a un club que estuvo a punto de ser desafiliado.




Tras un pase perfecto de José Luis Sierra, que recorre gran parte de la cancha de Wembley, Marcelo Salas duerme el balón con el muslo izquierdo y saca un latigazo imposible de atajar para Nigel Martyn, el arquero de la selección inglesa. Todo Chile celebra el gol del crack de River ante los inventores del fútbol. En Temuco, alguien grita más que todos. Iván Ortiz (78) siente que, por fin, uno de sus alumnos aplicó lo que tanto se esmeró en enseñar.

—Me paré del sillón a gritar como loco. ¡Yo fui el que le enseñó a amortiguar así! A dominar, tirarla para atrás y pararla con el muslo. Mil veces, hasta que aprendan—dice el hoy encargado de las divisiones sub 13 y sub 14 de Temuco.

Rosember Salas le había llevado a su hijo Marcelo, de 13 años, a su escuela de fútbol, que funcionaba desde 1974. Cuando llegó, el futuro Matador ya era un goleador. De donde estaba parado, le pegaba al arco. Los apoderados de los equipos rivales alegaban que tenía más edad. Ortiz vio talento, pero había que pulirlo.

Veinte años después, en 2008, su celular sonó. Era Marcelo Salas.

Lo llamaba para contarle que había decidido fundar un equipo y que lo necesitaba para que liderara el proyecto de juveniles. El ex goleador de la Lazio le dijo que quería darles a los niños de la región la oportunidad que él no tuvo en su ciudad natal, y que lo obligó a viajar a probarse a Universidad de Chile. Ortiz no dudó: al otro día estaba a las órdenes de su viejo discípulo.

Salas comenzaba a formar Unión Temuco aprovechando de saldar antiguas deudas. Así, llamó también a Moisés Benacol, histórico utilero que lo recibió en la U cuando llegó. Su familia, tal como en sus negocios, también estaría involucrada: su padre, Rosember, presidiría la comisión fútbol; Claudia, su hermana, sería la gerente. Completaba el equipo Raúl Jélvez, abogado suyo desde su época de jugador de fútbol, quien asumía la vicepresidencia.

Claudia, hoy accionista del club, jugaba un rol central: aparte de los asuntos administrativos, estaba encargada de los fundos de su hermano: uno en Perquenco, donde cosechan arándanos, y otro entre Freire y Villarrica, donde se dedican a la ganadería.

La fundación del nuevo equipo, eso sí, no dejó a todos contentos. Los hinchas del tradicional equipo de la ciudad, Deportes Temuco, venían de años de penurias económicas, estando dos veces a punto de ser desafiliado, tal como le pasó a Deportes Concepción esta semana. Por lo mismo, no entendían que Salas pusiera su capital en un nuevo equipo, en vez de salvar al histórico club de la ciudad. Según cuentan desde el entorno del Matador, esa era su idea inicial, pero los dueños del equipo en ese entonces sólo le ofrecieron ingresar como inversor, sin poder de decisión. Algo que, como ha demostrado en su faceta de empresario y dirigente, no le acomoda.

Porque le gusta estar encima.

El equipo, debido a que la prioridad la tenía Deportes Temuco, ni siquiera pudo jugar en el Germán Becker. Por eso, empezó a hacer de local en Padre Las Casas y luego en Angol, donde comenzó a formarse una pequeña hinchada. Salas, definitivamente no era querido en su ciudad natal. Más aún luego de que en 2008, Deportes Temuco tuviera la posibilidad de ascender, pero perdiera de local en un estrecho 3-2 ante Unión Temuco, desatando la furia de los hinchas, que veían cómo un equipo mucho más chico empezaba a tener resultados.

Porque Unión Temuco crecía. Salas construyó un centro de entrenamiento en las afueras de la ciudad, camino a Labranza, con todos los equipamientos necesarios: gimnasio, camarines y canchas de entrenamiento de pasto natural y sintético. Un complejo de lujo, que varios equipos de primera envidiarían. Allí también entrenan las divisiones menores. De ellos se preocupan kinesiólogos, nutricionistas y dos asistentes sociales, que reparten la ayuda económica del club entre los 700 niños que entrenan con ellos. Sólo en ese ítem gastan más de 3 millones de pesos mensuales.

Con orden, el equipo empezó a escalar divisiones, mientras su vecino se quedaba estancado en tercera y comenzaba a llenarse de deudas. Hasta que a alguien se le ocurrió que había que juntar ambos clubes.

Aquí las versiones son contradictorias: mientras el alcalde Miguel Becker (RN) asegura que fue gestión suya sentar a Salas con Esteban Marchant, entonces dueño de Deportes Temuco, el mismo Marchant asegura que fue idea suya.

—Dejé el club sin deudas. Yo me quedé con el 30% de la propiedad y Marcelo con el 70%-dice el ex propietario.

Desde el entorno de Salas desmienten esta versión. Según ellos, el plantel venía con sueldos impagos, además de deudas con hoteles y empresas de buses, de las que la nueva administración tuvo que hacerse cargo.

La gente no estaba segura de la participación del Matador. Dada la historia reciente con Unión, muchos creían que veía al club como un negocio más, dado que Temuco era una "muy buena plaza", como en jerga futbolística se llama a las ciudades donde la gente va a los estadios.

La mezcla, en todo caso, era perfecta: al orden y el cupo en Primera B que tenía el club de Salas, se le sumaba la popularidad, la tradición y los emblemas de Deportes Temuco, que fueron conservados.

Las cosas fuera de la cancha, eso sí, comenzaron a complicarse. El entorno del empresario comenzó a cuestionar que Rosember y Claudia tuvieran sueldo en el nuevo club. El mismo Marchant cuenta que decidió venderle su parte al Matador. La versión del ex propietario es que el Matador no le pagó la última cuota, de $40 millones.

Por este y otros desacuerdos, Marchant demandó a su antiguo socio y, el año pasado, la justicia congeló $25 millones de la cuenta de M11 Producciones. Según Marchant, el juicio está ganado, pero el abogado de Marcelo Salas ha ido postergando el juicio. El abogado al que se refiere es el actual vicepresidente de Temuco, Raúl Jélvez, quien no contestó a ninguno de los reiterados llamados de Qué Pasa.

En todo caso, Salas no se quedó pegado en el litigio. Se reunió con la familia Rosenberg —amiga de los Salas desde hace mucho tiempo. De hecho, Rosember Salas les debe a ellos su nombre— y consiguió que se convirtieran en el principal auspiciador del equipo. También se reunió con el alcalde Becker, con el que consiguió el arriendo del estadio a 800.000 pesos por partido –normalmente los clubes cobran entre tres y cuatro millones- y negoció un comodato por 30 años para construir canchas de futbolito en el mismo estadio, que hoy administra su madre, Alicia Melinao.

El sueño comenzaba a tomar forma.

Promesa de ascenso

Chile enfrentaba a Estados Unidos por la final del Mundial de Polo, en el Club San Cristóbal. Marcelo Salas estaba entre los asistentes. Juan Carlos Silva, hoy director de la ANFP, recuerda que al encontrarse con él, le preguntó cómo se venía la temporada para Temuco. Era el 2 de abril del 2015, poco antes de que comenzara la temporada 2015-2016 de la Primera B.

—Bien. El próximo año vamos a estar en primera—le respondió seco.

Silva pensó que el ex delantero de la Juventus estaba bromeando. Pero no, no había ironía en sus palabras.

—Estaba seguro. Él sabía que a través del orden, del método y la constancia, podrían subir. Y Arturo Salah quiso mostrar su apoyo a la gestión de Temuco. Primero, dándole un cupo en el directorio y, segundo, viajando él mismo a entregarle la copa del ascenso. Fue un gesto político—explica Silva.

La  rivalidad entre Unión y Deportes Temuco fue cada vez mayor. Hasta que, en 2010, Unión le quitó la opción al otro equipo de la ciudad de ascender a la Primera B. Por esto, el Matador no era muy querido en la capital regional.

Ese mismo año, Salas fue sondeado para presidir la lista de consenso que sucediera a la desastrosa gestión de Sergio Jadue. Según cercanos, el Matador puso sus condiciones: que salieran todos los miembros del directorio ligados al calerano. Finalmente no se pudo, pero sí aceptó presidir la comisión fiscalizadora de aquellas elecciones.

Salas tenía claro que este año era el que tenían que dar el salto. Con una planilla inferior a las de los grandes candidatos del campeonato, como Cobreloa o Everton —Deportes Temuco, en total, hoy gasta 90 millones mensuales—, Salas le dio la confianza a un conocido para que se hiciera cargo del proyecto: el joven técnico Luis Landeros, quien estaba encargado de las divisiones inferiores de Temuco y que, antes, tuvo un paso por Deportes Valdivia, equipo que Salas intentó convertir en una filial de Temuco, sin éxito.

A los antiguos integrantes del plantel se sumaron jugadores consagrados, como el goleador argentino Sergio Comba o el talentoso mediapunta Cristián Canío, que despuntara a finales de los 90, cuando el equipo acostumbraba a aparecer en las noticias por tener los sueldos impagos. Canío, que entró a las inferiores de Temuco en 1998 y se fue en 2004 como figura a Universidad de Chile, recuerda esos tiempos en que estuvieron con cuatro meses de sueldos impagos y el plantel, que competía en primera división, tuvo que tomarse la sede por varios días para obligar a los dirigentes a responderles.

—Ahora todo es diferente gracias a Marcelo. Tenemos todas las comodidades, nada que envidiarle a cualquier equipo de primera. Al principio la gente no lo quería, pero el tiempo le dio la razón—dice el también campeón con Everton.

Canío cuenta que si bien Marcelo Salas es introvertido y no habla mucho —de hecho, para este reportaje no quiso participar argumentando falta de tiempo por compromisos comerciales—, el Matador está siempre presente. Entra antes y después de cada partido al camarín para darles ánimo e incluso los acompaña a entrenar, metiéndose a la cancha cuando empiezan las sesiones de fútbol-tenis.

—Se luce. La calidad no se pierde— cuenta Canío riendo.

Otro puntal de la campaña fue el arquero José Luis Gamonal. Él, eso sí, vivió un proceso difícil. Hizo todas las inferiores en Deportes Temuco pero, finalmente, terminó fichando por el archirrival, Unión Temuco. Traidor, vendido, muerto de hambre. Cada partido recibía los gritos de la gente, incluso fuera de la cancha. Por eso, al momento de la fusión, los hinchas sentían por él algo parecido a lo que les pasaba con el presidente del club.

—Me costó que dejaran de putearme. Pero ahora es distinto, la gente me quiere y se dio cuenta de que Marcelo quería lo mejor para el club—dice Meme Gamonal.

Fuentes del plantel aseguran que Salas hoy delega en sus asesores la administración de Temuco y que él supervisa desde Santiago. En este modelo, su hermana Claudia y Raúl Jélvez toman protagonismo. Es con Jélvez que Salas desarrolla una suerte de "policía bueno y policía malo" para relacionarse con los jugadores. Mientras el abogado es el duro que negocia los premios con los jugadores, Salas es más blando y sólo acuden a él cuando no hay acuerdo con Jélvez. El encargado de llamarlo en esos casos es el capitán, Arturo Sanhueza.

El ex capitán de Colo Colo llegó justo para la fusión a Deportes Temuco. Cuatro meses antes se había retirado del fútbol, pero el llamado del club lo hizo cambiar de opinión. Hoy lleva más de tres años siendo su capitán.

La campaña, sí, no la sostuvieron solamente los grandes: también despuntaron el paraguayo Cris Martínez y Joaquín Aros, hijo del ex lateral izquierdo del Feyenoord, quienes ahora se preparan para jugar en primera.

El retorno

Este lunes se confirmó que el actual entrenador, Luis Landeros, seguirá al mando del equipo. Según cuentan desde el club, la idea ahora es armar un plantel para no pasar sustos y poder mantenerse en primera división. La consigna es una: ser regulares.

Marcelo Salas y su abogado, Raúl Jélvez juegan al "policía bueno y policía malo". Mientras Jélvez es el duro que negocia los premios con los jugadores, Salas es más blando. En caso de no haber acuerdo con Jélvez, Arturo Sanhueza llama directamente a Salas.

—No queremos ser de esos equipos que suben y bajan. Queremos nivelar hacia arriba y seguir consiguiendo cosas importantes—dice Arturo Sanhueza.

En la municipalidad aseguran que ya tienen un acuerdo con Salas para que Temuco entregue el mínimo de entradas a las hinchadas de los equipos visitantes.

—Los delincuentes de las barras no van a venir a hacer destrozos. En tiempos donde hemos aparecido en las noticias más por actos de los terroristas, aparecer por los logros del equipo ha sido tremendamente positivo y ha unido a la ciudad—señala el alcalde Becker.

Hoy Salas está reconciliado con Temuco, y los temucanos reconciliados con él. Sabe que, en el caso de que nazca un nuevo crack en la región, podrá presentarse ante el club de la ciudad y no tendrá que viajar horas en bus para probar suerte en Santiago.

Iván Ortiz es optimista, pero cauto.

—Pueden salirnos cabros buenos, claro. Pero otro como Marcelo es muy difícil. Matador hay uno solo.

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