La Nueva Orleans del necio
No hay novela que proyecte el espíritu de Nueva Orleans como "La conjura de los necios".
No hay novela que proyecte el espíritu de Nueva Orleans como La conjura de los necios. Por eso la obra (y vida) de John Kennedy Toole es una buena guía "no oficial" para recorrer la ciudad del estado de Luisiana.
Ahí está, en el norte de la ciudad, Ignatius Eatery, restaurante dedicado a la novela. En este uno puede pedir Dr. Nut (la azucarada y adictiva bebida de almendra que el mismo Ignatius toma por cajas), así como comer un Cochon de Lait Po'Boy o probar alguno de los otros clásicos de la famosa cocina de esta región (jambalaya, gumbo, etouffee). De ahí la opción es agarrar el tranvía y bajar hasta la estatua de Ignatius Reilly, en el centro de la ciudad. Es exactamente el mismo edificio donde el ancho y egocéntrico personaje principal espera a su madre al inicio de La conjura de los necios. Y, como Reilly y su madre, lo mejor que uno puede hacer es perderse por el French Quarter hasta que anochezca: caminar por esas calles que recuerdan olfativa y estéticamente a Valparaíso, y en donde, como en la novela, uno se topa con una conjura de personajes: vagabundos, jazzistas, turistas, pintores y todos esos necios que hacen de Nueva Orleans, en palabras de Toole, "algo más cercano a un estado de ánimo nostálgico y carnavalesco antes que otra simple ciudad americana".
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