Sed de gloria
Argentina y Venezuela dan el puntapié inicial a la era de Juan Antonio Pizzi en la selección chilena, un equipo que deberá demostrar, más allá del técnico de turno, si tiene madera para renovarse en el éxito.
Se acabó el vuelito de la Copa América. La Roja, tras el título conseguido en Chile 2015 y el envión con que cerró el año en las primeras cuatro fechas de las clasificatorias, inicia una nueva era. Esta vez bajo el mando de Juan Antonio Pizzi.
Macanudo no la tiene fácil. Primero por el rival del debut: Argentina. Después, por el poco tiempo de trabajo que tuvo con sus nuevos dirigidos: apenas tres días. Y en tercer lugar, quizás lo más complicado: renovarse en el éxito.
Chile es el actual monarca continental, un logro inédito conseguido por un grupo de jugadores que, desde el Mundial Sub-20 de Canadá 2007, venía amenazando con cambiar la historia. La Copa América constituyó su consagración.
Los triunfos ante Brasil y Perú, en el inicio del camino a Rusia, fueron la confirmación de que el equipo tiene mucho más que entregar. El empate ante Colombia y la derrota en Uruguay nos devolvieron a la realidad de lo difícil y extenuante que será el desafío.
El 2016 se inició con la polémica salida de Jorge Sampaoli. Otra vez, la ineficiente institucionalidad de nuestro fútbol impidió la continuidad de un proceso exitoso. De nuevo comenzar desde cero, con otro técnico argentino.
Más allá del complicado debut ante Argentina y la obligatoriedad de sumar en Venezuela, esta fecha doble no marcará a fuego el futuro de Pizzi en la Roja. Sería injusto juzgarlo por eso. Incluso si tiene éxito, la real evaluación de Macanudo tendrá que darse en el tiempo, cuando imponga o no su estilo y logre, o no, cautivar a su camarín. En esto último estará su gran desafío:¿será capaz de renovar en sus jugadores el hambre de triunfos? ¿Podrá reencantar a un grupo que, para muchos, tocó techo?
Antes de partir, Sampaoli manifestó varias veces, en conversaciones off the record, su preocupación al constatar cierta conformidad del grupo tras la Copa América. Decía que el nervio competitivo se había perdido y las luchas de egos internas estaban dañando irreversiblemente al camarín.
¿Diagnóstico certero o excusas para justificar su posterior renuncia?
El rendimiento de la Roja de Pizzi ayudará a responder esa pregunta. Estará en el DT, pero especialmente en sus jugadores, demostrar que esta generación tiene aún mucho que entregar. En su gran mayoría se trata de futbolistas menores de 30, a los que les queda, al menos, un ciclo mundialista completo en el peak de sus carreras. Las dudas, más que por edad o capacidad, pasan por un tema psicológico. Porque a este equipo que ha entregado tanto lo que queda exigirle es que se respete a sí mismo, demostrando que son una generación que no sólo ganó un título inédito, sino que también posee la inédita capacidad de no relajarse ante el primer logro e ir por la gloria permanentemente.
Si una cosa les envidiábamos a las grandes potencias sudamericanas era su capacidad de ganar títulos. Eso ya lo logró este grupo. Ahora, cuando comienza un nuevo proceso, no queda más que soñar con que esta extraordinaria generación será capaz de imitar otra de las características que siempre envidiamos: la sed insaciable de triunfos que permite reinventarse en el éxito.
Es un objetivo mucho más ambicioso que una copa o una clasificación mundialista. Constituye el gran salto de calidad que esta generación de futbolistas debe asumir.
Veremos si Pizzi y sus muchachos están a la altura. El desafío no es sencillo, pero, si hay voluntad y responsabilidad, puede estar al alcance de la mano.
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