Un león en los pasillos
Uno tiene que asumir que las cosas tienen que haber estado muy mal en el Palácio do Planalto para que nombrar a Lula en el gobierno haya sido la mejor solución. Uno se puede imaginar las conversaciones de Roussef con sus asesores: ¿Qué es mejor, amputar el miembro de una vez, o volverlo a coser, esperan no morir de necrosis?
Hay un cuento popular en Brasil sobre un león que quedó suelto en los pasillos de un Ministerio. Hambriento, el león se comió a una secretaria, pero nadie se dio cuenta de que ella no estaba. Luego, el león se comió a un subsecretario, pero tampoco nadie notó su ausencia. El alboroto del león continuó, hasta que se comió nada menos que a un Ministro. Sin embargo, el Ministro faltante también pasó desapercibido. Todavía con hambre, el voraz león se comió al encargado de entregar el café a las oficinas del gobierno. Ahí fue detenido inmediatamente. Al fin, una persona importante había desaparecido.
El descontento popular con la clase política en Brasil es mítico. Pero la decisión que tomó ayer la actual presidenta, Dilma Rousseff, de instalar a su predecesor, Luiz Lula Da Silva, en el cargo de Jefe de Estado Mayor, confirma las peores sospechas sobre la corruptibilidad de los que están en el poder en ese país.
Las implicancias prácticas e inmediatas de nombrar a Lula en un ministerio parecen estar impulsadas por un sólo objetivo: protegerlo judicialmente y, presumiblemente, mantener la información que posee fuera del escrutinio público. El fuero ministerial otorga a Lula la categoría de semi-dios en Brasil. Junto a otros 700 funcionarios de alto nivel, queda automáticamente protegido de los casos presentados ante los tribunales civiles y penales, y sólo debe responder ante el Tribunal Supremo.
Es probable que Lula esté sintiendo un profundo alivio. Las tres investigaciones que han sido abiertas por la policía federal quedaron bloqueadas institucionalmente. Un procesamiento ante el Tribunal Supremo es poco probable. La corte es una bestia lenta, sobrecargada de trabajo –el año pasado recibieron 100.781 casos–, pero sobre todo, reacia a involucrarse en casos con implicancias políticas directas. Incluso si la evidencia que la Policía Federal ha recogido hasta ahora fuese suficiente para probar irregularidades, lo mas probable es que Lula no irá a la cárcel.
Uno tiene que asumir que las cosas tienen que haber estado muy mal en el Palácio do Planalto para que esta haya sido la mejor solución. Uno se puede imaginar las conversaciones de Rousseff con sus asesores: ¿Qué es mejor, amputar el miembro de una vez, o volverlo a coser, esperan no morir de necrosis? Decidieron no amputar, sino aumentar la circulación involucrando a los órganos más importantes del Estado.
Hoy, entre los observadores políticos circula la misma duda, ¿Rouseff controla efectivamente su propio gobierno? ¿Existe aquí una relación similar a la de Putin y Medvedev en Rusia? ¿Quién está haciendo las llamadas en la oficina Presidencial? Porque es un evento inusual en la política de cualquier país que un presidente reduzca voluntariamente su propio poder. Como lo dijo el punzante columnista del Folha de Sao Paulo Igor Gielow, la decisión de incorporar a Lula en el gabinete "termina el segundo mandato de la presidenta Dilma Rousseff."
En el papel, Rousseff seguirá siendo la cabeza de su castigado país, pero en la práctica, su control es extraordinariamente frágil. En un escenario donde todo se ha confabulado en su contra, tiene flancos abiertos en todos los frentes: 92% de desaprobación; una investigación por un escándalo de corrupción que, según informantes, ella ha intentado suprimir; una crisis económica hace que el Titanic parezca un barco salvavidas; acusaciones de que cometió fraude al subestimar el déficit presupuestario del país. Y eso es sólo el comienzo de sus problemas. Los mercados de Brasil ralearon con la creencia de que su destitución se hacia inminente. Según algunas estimaciones, cerca de 1 millón de brasileños protestaron este domingo exigiendo su renuncia. Duele recordar que el ex presidente Fernando Collor de Melo disfrutó de tasas de aprobación más alta que las suyas -alrededor del 12%-, y esto en en los meses posteriores a su destitución.
Rouseff se enfrenta a retos reales y prácticos, entre ellos la protección judicial de sus aliados (y tal vez a sí misma), pero también recuperar el apoyo popular mediante una nueva narrativa que justifique su permanencia en el poder y frenar el descenso de la economía brasileña, que según las proyecciones se reduciría en por lo menos 3,5% este año.
Hace trece años estuve en Recife, mirando la ciudad estallar en fuegos artificiales con la elección de Lula como presidente. Su elección puso en pantalla el renacimiento de una nueva izquierda, enraizada en el movimiento obrero y comprometida con una democracia social de estilo europeo. En un principio, la clase empresarial temía la llegada de un líder de izquierda radical, mientras que las personas con las que trabajé en las favelas se llenaban de optimismo. La fractura socio-económica era evidente y predecible.
Pero contra todo pronóstico, el Partido de los Trabajadores fue sorprendentemente institucional. En primer lugar, porque en materias regulatorias, la primera ronda del PT giró hacia el centro. Pero también, porque Lula construyó programas sociales como "Hambre Cero", "Bolsa Familia" y "Casa Mía", que combatieron el hambre, establecieron un sistema de transferencia social hacia las familias pobres, que mandaran a sus niños al colegio, e impulsó proyectos que aumentaron los subsidios habitacionales. En ese entonces, algunos de mis colegas en las ciencias políticas se preocuparon, porque estos programas estaban demasiado vinculados a los ciclos electorales y sus constituyentes. Sin embargo, otros estudios mostraron que a pesar de esto, sí funcionaban a gran escala, y que eran una de las causas de la reducción de desigualdad histórica y la expansión de la enseñanza primaria. Brasil estaba en auge con confianza, una clase media en expansión y alimentada por el crecimiento de China y el llamado boom de las materias primas por un "súper ciclo".
Con la instalación de Lula en su gabinete, Rouseff ha cerrado la puerta a un proyecto político que abarca 30 años. En lugar de declarar que su predecesor debe enfrentar las acusaciones de frente, ofrecer evidencia de su inocencia y desacreditar las acusaciones que proliferan actualmente, ella lo puso bajo el manto de la protección legal que el gobierno puede proporcionar. Algunos en Brasilia gritan juego sucio, rechazando las acusaciones que caen sobre Lula y el PT. Ellos llaman la creciente evidencia de corrupción un "golpe", y una jugada política.
Pero la decisión de Rouseff hoy muestra que la izquierda en Brasil ha cruzado una línea; se han hecho más daño a sí mismos del que la derecha política podría haberles infringido.
En los pasillos de Itamarty, donde una vez oí el cuento del león, la fábula probablemente esté bajo revisión. Parece que esta vez, la desaparición de líderes brasileños no sería la historia de burócratas inútiles frente a las fauces de un depredador silencioso. Por el contrario, si un león anduviese suelto, la población estaría atenta a todos los movimientos del gobierno, esperando a ver si ataca para celebrar.
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