Vida y obra de un supernarco
El último narco (Ediciones B) construye un exhaustivo perfil de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el narcotraficante más poderoso del planeta, capturado hace unas semanas, tras cinco meses de búsqueda.
Es de esa clase de libros que han tenido larga y buena vida por algo más que los empujones de la contingencia. El periodista Malcolm Beith, su autor, se las ingenió para que su investigación sobre el Chapo Guzmán, en vez de dos reimpresiones, en realidad tenga tres versiones, cada una más actualizada que la anterior.
Publicado originalmente en 2010, El último narco (Ediciones B) construye un exhaustivo perfil de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el narcotraficante más poderoso del planeta, capturado hace unas semanas, tras cinco meses de búsqueda, en medio de un revuelo tan cinematográfico como su fuga de la cárcel en julio de 2015: un túnel de un kilómetro y medio de largo, dotado de un sistema de iluminación, y una pequeña motocicleta para hacer más rápida la salida. Todo por un costo no menor a cinco millones de dólares.
Reaccionó rápido Beith tras la fuga. Su crónica ofrece detalles poco conocidos de las andanzas del Chapo y la manera cómo piensa y se relaciona con el mundo a partir de 1987, cuando logra notoriedad internacional. El último narco muestra cómo opera un imperio para el que trabajan miles de personas cuya principal misión es introducir cocaína, marihuana, heroína y anfetaminas en 78 ciudades de Estados Unidos, además de controlar 60 mil kilómetros cuadrados de territorio mexicano. Un imperio que, desde luego, es tan grande que puede funcionar incluso ahora que su jefe está nuevamente preso.
Malcolm Beith es valiente.
En más de un instante corrió peligro en su investigación, y aquello se traspasa a una escritura trepidante, llena de saltos de tiempo y de escenarios que hoy, con la noticia aún fresca, cobran más valor. Aunque también es posible leer su libro como una muestra de audacia periodística y acaso como un homenaje a todos los reporteros asesinados por atreverse a contar o a dar nombres.
Porque tal como dice uno de los entrevistados, "cuando uno se sienta a escribir, piensa en su lector y en su reacción al artículo. En estos casos, lo que uno tiene en la cabeza es el pinche fantasma del narco. Él es quien está leyendo".
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