Angel's Voice: El secreto mejor guardado de los haitianos en Chile
Hace tres años, por iniciativa de Yvelor Alexis, se formó el primer coro góspel de haitianos en Chile. Lo llamaron Angel's Voice. Sus 44 miembros han mantenido el bajo perfil: ensayan en un templo evangélico de Pedro Aguirre Cerda, cantan en parroquias y en colegios de poblaciones donde sólo sus compatriotas llegan. Pero en septiembre pasado sus voces inauguraron el Salón Nacional de Fotoperiodismo en la Telefónica y conmovieron hasta a la ministra de Cultura. A partir de entonces, enfrentan un dilema: mantenerse en las sombras -como una manifestación cultural propia, llena de espiritualidad- o rentabilizar esas voces frente a otros públicos.
Estaba todo listo. La fecha, agendada: el domingo 18 de noviembre. Había un sonidista y un iluminador dedicados exclusivamente al espectáculo que se iba a dar en el auditórium del Espacio Fundación Telefónica. Sería un hito: el primer concierto que Angel's Voice daría oficialmente para el público chileno y de manera gratuita, en el corazón de Santiago.
Pero cuando faltaban apenas unos días, los 44 miembros del único coro haitiano de góspel que existe en Chile decidieron no salir del pequeño templo de Pedro Aguirre Cerda, donde ensayan cada domingo, para trasladarse a Plaza Italia y suspendieron el concierto. Le dijeron a la organización de Telefónica que querían concentrarse en la fecha que venían preparando hace seis meses: una presentación que darían dos semanas después, en el colegio Eugenio Pereira Salas de Lo Valledor norte, en la población José María Caro.
"No es que no quisiéramos ir, es que simplemente elegimos nuestro programa y el trabajo de Dios, que es el que tiene más importancia para nosotros", explicó Edras Girodien (36), presidente del coro, luego de conversar el asunto con el comité por el que pasan absolutamente todas las decisiones.
El grupo quería estar a la altura del que consideraban su gran concierto del año. Que no era el de Telefónica, sino el de la población en el poniente de Santiago. Sólo en los trajes a la medida que estaba confeccionando una modista, y aún no estaban listos, se habían gastado un millón y medio de pesos.
Todavía faltaba pagar el sonido. Un baterista, un guitarrista, un bajista y un pianista los acompañarían ese día en el colegio.
Para recuperar parte de la inversión y también para convocar a la comunidad haitiana, repartieron unas 150 entradas -a cinco mil pesos cada una- en distintas parroquias evangélicas. Para eso, la mañana en que se presentarían en Telefónica prefirieron cantar en dos iglesias a modo de promoción. Y ya en la tarde, tal como vienen haciéndolo desde hace dos años y medio, se concentraron en el ensayo con el maestro Yvelor Alexis (32) a la cabeza.
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Allí, con sus integrantes sentados en círculo, rodeados de paredes azules chillonas, el coro siguió siendo lo que es hasta ahora: un secreto a voces. Un tesoro escondido. Y, sobre todo, un mensaje espiritual para que los migrantes haitianos que están en Chile, pasando dificultades, los escuchen y no pierdan la fe.
En busca de un sueño
La idea de crear un coro góspel en Chile se le ocurrió al maestro Yvelor Alexis, poco después de que llegó al país en 2015. En Gonaïves -la ciudad donde vivía en Haití-, él era querido y admirado por su rol de cabecilla de seis coros cristianos; y en su barrio, Latibonit, era un personaje famoso. Pero nada de eso tuvo el mismo sentido para él tras la repentina partida de su madre. Una diabetes se la llevó a la tumba a los 52 años y Alexis quedó destrozado.
Hijo de un pastor evangélico, desde los 15 que no se imaginaba la vida sin el canto. Pero tras la muerte de su madre, sintió la garganta apretada y decidió moverse para dejar la pena atrás. Luego de despedirla tal y como ella se lo pidió -dirigiendo las voces de 300 personas en su funeral-, dejó su trabajo como maestro de coros y tomó un avión a Chile. Otros migrantes de Gonaïves que ya se reunían a orar en una iglesia evangélica de Estación Central, lo convencieron de que aquí podría empezar de nuevo.
Pero lo que encontró Alexis estaba lejos de ser lo que imaginaba. Llegó a vivir a una pieza pequeña y cara. Le dijeron que su título de contador no le servía, y terminó armando y cargando cajas pesadas en una empresa de cartón, en extenuantes jornadas por 12 mil pesos diarios.
"Fue muy duro", recuerda ahora el maestro acomodándose sus lentes de marco grueso.
Toda esa impotencia la desahogaba orando en la iglesia protestante de Estación Central. Hasta que un día, y antes de que empezara la misa, escuchó a una mujer cantar a capella una canción de Lilly Goodman y abrió los ojos.
"Sólo confía y ya verás, que la batalla ganarás", decía la letra que entonaba Heberlyne Ilaine (26). Días más tarde consiguió su número y la llamó con la decisión tomada. "Con voces lindas como la tuya es que quiero crear el primer coro góspel haitiano en Chile", le dijo.
Heberlyne, que canta desde los 16 años, aceptó de inmediato. Si bien la religión ocupa un lugar protagónico en Haití y el 45% de sus habitantes son evangélicos y hacen góspel cotidianamente en las iglesias, aquí eso no se veía por ninguna parte.
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Las imágenes corresponden al proyecto documental que están realizando los fotógrafos Esteban Garay y Víctor Salas sobre Angel's Voice: el primer coro gospel de Chile integrado exclusivamente por inmigrantes haitianos provenientes de distintas comunas de Santiago.
"Extrañaba ese sabor", cuenta Heberlyne, mientras atiende una tienda de ropa en el mercado mayorista y recuerda que llegó a Chile queriendo estudiar Medicina. "Terminé estudiando Técnico en Enfermería, porque la otra era muy cara; pero me separé y tuve que congelar porque apenas me la podía sola con mis hijos y el arriendo", dice en un perfecto español.
Probando voces
Concretar el sueño de armar un coro no fue muy difícil para Alexis. Bastó que contara en la iglesia de Estación Central que quería armar un góspel para que se corriera la voz ahí y en otros templos del sector poniente de Santiago.
Alexis peregrinó por las de Pedro Aguirre Cerda buscando voces que lo conectaran con su tierra. Y fue tanto su entusiasmo, que el mensaje llegó a oídos de iglesias de Lo Ovalle, La Cisterna, Franklin y Departamental.
Alexis citó a todos los interesados el 26 de enero de 2016 a una prueba de voz. Y de unos 300 postulantes, eligió a 44. Hoy Angel's Voice está compuesto por 33 mujeres y 11 hombres que ensayo tras ensayo fue ordenando de acuerdo a sus registros: 15 sopranos, 13 contraltos y 16 tenores son el fruto de una práctica tan rigurosa como divina.
"Había una necesidad enorme de cantar. Pero me quedé con los mejores", cuenta quien ha compuesto más de 200 canciones que forman parte del repertorio original de Angel's Voice.
Alexis dice que las letras son como un llamado superior que lo embargan mientras se ducha, camina o cocina. Y que la música lo conecta con Dios. "Me siento bien porque hablo con él a través del canto y puedo transmitir su mensaje. Él entra en mi corazón y lo satisface de alegría y emociones".
Alexis suele llorar antes de sacar la voz; sólo entonces considera que está listo para empezar a dirigir al coro y mueve la guitarra de un lado a otro mientras canta para que contraltos, tenores y sopranos sepan cuándo entrar en la melodía o cantar al unísono.
"Puede que tengamos problemas grandes, o nos sintamos angustiados o solos. Pero al cantar o escuchar el góspel, todos esos dolores salen y sanan. Es como si las letras o la vibración de Dios te acariciara", dice.
Alexis recibe un sueldo de 150 mil pesos que entre los 44 integrantes del coro le pagan mensualmente. Pero además, junto a Heberlyne, quien además de soprano es la tesorera de la agrupación, tienen un fondo que nutren semana a semana.
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"A veces es difícil mantenerlo por la precariedad de los trabajos de los coristas, pero intentamos ayudarnos lo más que podemos, y si alguien se casa o da a luz, le hacemos un regalo", dice Heberlyne.
Alexis ahora es su socio en la tienda de ropa. La empresa de cartón en la que trabajaba se quemó.
Cruzar el umbral
Empezaron cantando en las distintas iglesias protestantes de Santiago en las que participan sus integrantes, y a ensayar en el templo de Pedro Aguirre Cerda gracias a la empatía de un pastor chileno. En noviembre de 2016, el fotógrafo Esteban Garay conoció a uno de sus miembros mientras retrataba haitianos que hacían el vespertino en el colegio Eugenio Pereira Salas en la población José María Caro, y se convirtió en un nuevo aliado.
"Peter me contó que había un amiga de él que se casaba y necesitaban registrar la ceremonia, así que le di una mano", cuenta Garay. Cuando llegó al matrimonio, Peter, la novia y el coro, encabezado por Alexis, sonaban al son de su guitarra.
"Se me pararon los pelos de inmediato. La potencia de esas voces… quedé loco", cuenta Garay.
Pasaron dos años en que no volvió a verlos. Pero en septiembre de este año, cuando la Fundación Telefónica decidió que además de inaugurar la versión número 40 del Salón Nacional de Fotoperiodismo, el FotoPrensa 2018, quería lanzar una muestra paralela sobre migrantes, Víctor Salas -presidente de la Unión de Reporteros Gráficos- se acordó del trabajo que venía haciendo Garay con haitianos en poblaciones y lo convocó a participar.
Garay postuló algunas imágenes para la exposición, pero además le mostró unos videos que había hecho del coro en el matrimonio para que pudiera proyectarlos. Salas cuenta que quedó flechado y los fue a ver a uno de sus ensayos:
"Terminé emocionado, llorando", recuerda. "Vengan a cantar a la Telefónica", les dijo tras secarse las lágrimas. Pero el coro arrugó el ceño: algunos no tenían idea dónde quedaba Plaza Italia.
Finalmente, el secretario del coro, Jonás, fue a ver el espacio y tras hablarlo con el comité decidieron participar.
"Todo iba bien hasta que les dijimos que tenían que ir dos veces, primero a hacer un ensayo general y luego a dar el concierto", cuenta Garay.
Heberlyne explica que pidieron un bus, porque en la cultura haitiana cada vez que un coro góspel se mueve, sus integrantes van y se devuelven juntos del lugar. "Al estar en un país extranjero y sabiendo que no todos saben moverse por Santiago, esto era vital", dice.
La inauguración del Fotoprensa exigía que el coro estuviera a las 18:30 horas en Telefónica, pero a esa hora algunos todavía están trabajando y se preguntaban cómo, si cantaban en creole, su mensaje se entendería.
Garay los fue a buscar frente al Hogar de Cristo de la Estación Central -punto que todos ubicaban y donde nadie corría el riesgo de perderse- y los metió en distintos taxis de a cuatro para que llegaran a la hora.
Más tarde, en el auditórium de la Fundación Telefónica se dio inicio a la inauguración de la exposición "Migran" y Foto Prensa a oscuras: primero se proyectaron las imágenes del coro cantando en el matrimonio que había registrado Garay, y lentamente se fueron encendiendo las luces. En el escenario y para sorpresa de los 290 asistentes aparecieron los mismos 44 miembros que estaban en el telón, pero ahora vestidos impecablemente de negro.
Los brazos de Alexis que cumplen el rol de batutas dieron el vamos a los tenores, sopranos y contraltos. Las voces estallaron.
La ministra de cultura, Consuelo Valdés, estaba ahí y lo recuerda bien: "Quedé sorprendida con su puesta en escena, su prolijidad, coordinación, pero por sobre todo el corazón con que cantaban cada letra. Fue una experiencia realmente conmovedora. Oírlos fue evocador, de esas vivencias que llenan el alma".
Iris Solórzano, coordinadora pedagógica de Fundación Telefónica, dice que el 95% de la gente presente eran chilenos y que terminaron bailando sin entender una palabra de lo que los haitianos cantaban.
"Era como estar en un ritual o en un trance religioso. Lo que te movía era su capacidad para hacerse sentir, de transmitir con la voz y el cuerpo. Ahí estaban con los ojos cerrados, cantando y bamboleándose de un lado a otro, tal y como aparecen en las películas anglosajonas, como estar en Harlem", cuenta Solórzano.
El concierto le puso la piel de gallina a muchos de los presentes y terminó con la gente aplaudiéndolos de pie. Luego venía un cóctel, pero ellos no se quedaron. "Tenemos que trabajar temprano", se excusaron; y entonces partieron como llegaron: en patota.
Alguien del Ministerio de Cultura pidió su contacto. Pero el coro no tenía mánager y hasta ese momento nunca había pensado que su voz podía ser también una fuente de trabajo.
"Para nosotros el canto es algo tan cotidiano que recién a partir de esa experiencia estamos dimensionando que esto le pueda interesar a alguien más que a nosotros", reconoce Heberlyne.
Cuando la Fundación Telefónica les ofreció dar el concierto gratuito del 18 de noviembre, el cual terminaron suspendiendo, aún no terminaban de digerirlo.
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A cambio, se presentaron en la población José María Caro como tenían planificado: el 2 de diciembre pasado, vestidos de etiqueta burdeo, llegaron al colegio Eugenio Pereira Salas.
El gran concierto
El domingo 2 de diciembre tuvo una tarde soleada. En los baños del colegio, hombres y mujeres, no importa la talla, lucían sus curvas y se turnaban para mirarse al espejo. Algunas retocaban sus peinados y su maquillaje para las selfies, mientras sus hijos, también acicalados con ternos, tutús o flores blancas en el pelo, colgaban de sus brazos o sus piernas.
Faltaba un buen rato para subir al escenario -el concierto era a las 19:30-, pero para ellos la fiesta ya había comenzado. El culto al estilo y a la belleza propia y de sus compañeros, la risa cómplice y la seducción sólo pararon cuando llegó el maestro Yvelor Alexis. Formaron una ronda al final del patio para orar.
Una mujer lideraba la ceremonia y repetía como un mantra: "Nuestras armas. Nuestra alma arma nuestro corazón".
Los integrantes tomaron posiciones a su gusto. Algunos de rodillas, otros mirando la pared, invocaban a Dios con cánticos a capella y empinando las palmas al cielo. Los rezos en creole mecían la ronda. Hasta que en un momento la armonía se rompió y cada uno empezó a sacar afuera las penas, rabias y tensiones que, explicarían algunos después, les trababan la voz. El murmullo era ensordecedor y enérgico, como el de una tribu que se envalentona para salir al campo de batalla.
Según contaría más tarde Heberlyne, no pueden subir a un escenario sin llamar a la presencia de Dios a través de este rito. "Oramos para que todo lo que cantemos sea en su nombre. Para que guíe nuestras voces y tome el control de lo que haremos", dice sobre esta particular forma de precalentar la voz.
Yvelor Alexis, el maestro, miraba la escena y lloraba.
"Ahora sí estoy listo", dijo; y las mujeres cambiaron las sandalias planas por los tacos y comenzaron a salir a escena hasta formar dos círculos e iniciar el canto. Darline Blanchet, con los ojos humedecidos, contaría después que se sintió bendecida: "Yo salgo a cantar y me siento como en familia. El coro me ha ayudado a no ser tímida. A través de él mi voz puede llegar muy lejos".
A Edras, en tanto, le bastó cerrar los ojos para conectarse con Haití. Dice que a veces se imagina cantando allá con los amigos que extraña.
En el público, compuesto de haitianos, algunos transmitían en vivo a través del Facebook para sus familiares. Tres chilenas que escucharon sus voces a varias cuadras de distancia del colegio se acercaron.
"Qué maravilla", repetían, mientras la portera miraba el reloj: ya eran más de las 10 de la noche, pero el coro seguía cantando.
Dos personas cotejaban la puerta de entrada, pero ninguno de los que entró pagó entrada.
"Nada, nada, absolutamente nada. Nada nunca es difícil para ti", cantaban en creole los coristas que ya estaban descalzos o tomados de las manos siguiendo atentos las señales del maestro.
Alexis sonreía con los lentes gruesos empapados en sudor, mientras daba brincos como si recibiera una descarga eléctrica. "Dios está con nosotros, se puede sentir su presencia entre nosotros", vociferó casi al final. El público estaba conmocionado.
"Aunque no entiendas el idioma, es música. Y la melodía te atraviesa y la comprendes con el alma", resumiría tan bien Edras luego de los aplausos finales.
Cuando los cantantes de Angel's Voice dejaron de cantar y abrieron los ojos, se dieron cuenta de que no había llegado tanta gente como esperaban. Y esto los ha hecho pensar. Endeudados, hoy el presidente del coro ya no quiere que esto sólo sea una actividad espiritual.
"En el próximo comité plantearé la posibilidad de crear una empresa con gente del coro. Seguir cantando a Dios, pero mejorar nuestra vida gracias al canto también", reflexiona.
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Las imágenes corresponden al proyecto documental que están realizando los fotógrafos Esteban Garay y Víctor Salas sobre Angel's Voice: el primer coro gospel de Chile integrado exclusivamente por inmigrantes haitianos provenientes de distintas comunas de Santiago.
Heberlyne está de acuerdo: "Tenemos que organizarnos, pero creo a los chilenos les gusta lo que hacemos, y nosotros los haitianos tenemos cosas buenas en nuestra cultura que les podríamos mostrar". Lo dice suspirando, mientras mira fotos del concierto. "Hay muchos que piensan que nosotros venimos sólo para trabajar y que además de eso no tenemos nada más en la cabeza. Pero nuestro objetivo también debe ser hacer crecer nuestra voz y aportar a la integración".
En la Fundación Telefónica, la coordinadora Iris Solórzano dice que aún tienen las puertas abiertas: "Están en un buen momento para dar el salto y crecer. Tienen un potencial enorme, no más que son tímidos y necesitan de un empujoncito".
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