Buscando a Amelia Earhart
En 1937, la famosa aviadora estadounidense desapareció mientras intentaba circunnavegar el mundo. La próxima semana el explorador que encontró los restos del Titanic iniciará una nueva expedición que intentará resolver el misterio.
Los héroes de Robert Ballard (77) son legendarios. Uno de ellos es James Cook, el capitán británico que en el siglo XVIII se adentró en el océano Pacífico y estableció el primer contacto europeo con Australia. Otro es Charles Darwin, el naturalista inglés que recorrió el mundo a bordo del Beagle. También están Lewis y Clark, los líderes de la primera expedición norteamericana que recorrió el oeste de Estados Unidos en el siglo XIX. Pero en la escala de admiración de Ballard nadie se compara con otro famoso explorador, uno que surgió de la mente del escritor francés Julio Verne: el capitán Nemo.
"Cuando tenía diez años, mi libro favorito era 20 mil leguas de viaje submarino. Quería ser un explorador de las profundidades de los océanos. Afortunadamente, cuando les conté a mis padres no se rieron y me alentaron a seguir mi sueño", recordó hace unos años en el portal HomeSchool.com. Ballard nació en Kansas -donde su abuelo alguacil murió en un tiroteo -, pero precisamente fueron sus padres quienes modificaron el curso de su vida al mudarse a la costera ciudad californiana de San Diego.
En ese lugar, Ballard no sólo aprendió a pescar y a bucear, sino que también descubrió que le fascinaba pasar horas en un muelle que quedaba a metros de su casa y donde admiraba los cangrejos y otras criaturas marinas. Fue en esa ciudad donde también leyó las fantasías espaciales de H.G. Wells, las crónicas viajeras de los documentalistas norteamericanos Martin y Osa Johnson y los relatos del propio Verne. Las aventuras de Nemo en lo profundo de ese océano vivo que él mismo veía todos los días, lo llevaron a tomar una temprana determinación: "Decidí que no quería apartarme jamás del mar", dijo a la revista Discover, en 1987.
"Cuando tenía diez años, mi libro favorito era 20 mil leguas de viaje submarino. Quería ser un explorador de las profundidades de los océanos".
Robert Ballard, explorador.
Esa entrevista se publicó dos años después de que Ballard sorprendiera al mundo con los frutos de su pasión por las masas de agua que cubren el 71% del planeta. En 1985 el oceanógrafo también era oficial de la Marina estadounidense y su misión era rastrear dos submarinos nucleares que habían naufragado. El robot Argo, que él mismo diseñó, halló los restos de esas naves y también dio con el casco del Titanic, el transatlántico "insumergible" que se hundió en el océano Atlántico en 1912. El descubrimiento inspiró la película de James Cameron y pronto fue seguido por varios otros, incluyendo el navío de guerra nazi Bismarck (1989) y el barco patrulla que el presidente estadounidense John F. Kennedy comandó en la II Guerra y que fue hundido por un destructor japonés (2002).
Hoy el investigador y académico de la Universidad de Rhode Island ostenta más de 150 expediciones y varios de sus colegas lo apodan "Carl Sagan con branquias", en alusión al astrónomo y divulgador científico que animó el popular programa televisivo Cosmos. Ballard es considerado como el explorador oceánico más famoso, y aunque ya se acerca a los 80 años su afán por descubrir qué oculta la oscuridad de los océanos no se adormece. Ahora está a punto de embarcarse en una nueva misión que podría resolver uno de los mayores enigmas modernos: ¿Dónde está el avión de la piloto estadounidense Amelia Earhart que desapareció en 1937?
-¿Por qué está historia que ya tiene más de ochenta años sigue viva?
-Ella era una pionera, una feminista y un gran modelo a seguir para las mujeres del mundo. Su historia ha inspirado a generaciones y esa es la razón por la que creo que la gente aún está fascinada por lo que ocurrió con ella. En mi caso, siempre me ha atraído porque, al igual que Amelia, yo nací en Kansas; esa pequeña conexión hizo que su historia me interesara desde niño. Amelia también era una heroína para mi madre y siempre he querido hacer esto por ella. No hay lugar a dudas que es un misterio sin resolver muy famoso, pero creo que su avión está bajo el agua…y esa es mi especialidad.
La niña que quería volar
Amelia Earhart nació en 1897 en Atchison, Kansas, y tenía 10 años cuando vio su primer avión en una feria. Su primera impresión no fue buena: "Era una cosa hecha con alambres oxidados y madera. Era poco interesante", dijo en esa ocasión. No fue hasta que asistió a una exhibición de acrobacias aéreas que empezó a enamorarse del aire. Un piloto vio que Amelia y un amigo lo observaban desde un claro y se lanzó en picada hacia ellos. Earhart no se apartó y cuando la aeronave pasó sobre su cabeza, algo se despertó en su interior: "En ese momento no lo entendí, pero creo que ese pequeño avión rojo me dijo algo".
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Amelia Earhart posa en su avión, durante una vista a Irlanda que realizó en 1932. Crédito: National Geographic.[/caption]
A fines de 1920, el piloto Frank Hawks la llevó en un viaje que finalmente le reveló su destino: "Cuando llegamos a 60 o 90 metros sobre el suelo, sabía que tenía que volar". Era un paso más en su afán por romper las convenciones de género de la época. Cuando era una niña, Amelia solía cazar ratas con un rifle y luego también aprendió a reparar autos. Además, resguardaba un cuaderno con recortes de mujeres exitosas en ámbitos predominantemente masculinos, como derecho e ingeniería mecánica.
En 1921, Earhart tomó lecciones de vuelo y logró comprar un avión de segunda mano al que llamó "Canario". En diciembre obtuvo su licencia de la Asociación Nacional de Aeronáutica de EE.UU., y se lanzó a emprender varias odiseas. No sólo fue la primera aviadora en cruzar sola el océano Atlántico, sino que también se convirtió en la primera persona que voló en solitario desde Hawái hasta el territorio continental de Estados Unidos. Entonces se le ocurrió otro desafío mayor: ser la primera piloto en circunnavegar el planeta en avión.
A fines de mayo de 1937, ella y su navegante Fred Noonan despegaron desde California y tras varias escalas llegaron el 29 de junio a Lae, Nueva Guinea. A las 10 a.m. del 2 de julio, ambos despegaron desde ese lugar hacia la isla Howland, desde donde cruzarían el océano Pacífico hasta Hawái, para luego viajar de regreso a California. Sin embargo, en pleno vuelo Earhart y Noonan perdieron contacto radial y se desvanecieron. La guardia costera, la Armada de Estados Unidos y el marido de Earhart rastrearon el área por semanas, pero Amelia y su compañero nunca fueron encontrados. El 19 de julio de 1937 ambos fueron declarados como extraviados en el mar.
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Desde entonces, su repentina desaparición ha inspirado todo tipo de teorías. Una de ellas decía que Earhart fue capturada y ejecutada por los japoneses. Otra aseguraba que, de alguna manera, logró volver a Estados Unidos y vivió como una anónima dueña de casa en Nueva Jersey. El afán por resolver cuál de esas hipótesis es la correcta explica las numerosas expediciones que se han enviado a lugares como las islas Marshall, Saipán –la mayor de las islas Marianas- y el pequeño atolón de Nikumaroro.
Ese lugar, de apenas 7,5 kilómetros de largo por 2,5 kilómetros de ancho y que pertenece a la República de Kiribati, es donde hoy se centran las esperanzas de descifrar qué ocurrió con Earhart. La teoría más aceptada pertenece al Grupo Internacional de Recuperación de Aeronaves Históricas (Tighar) y señala que Earhart y Noonan aterrizaron en ese lugar. La formación de coral está al sureste de la isla Howland, cerca de la ruta de vuelo que Earhart identificó en su último mensaje radial, y tiene un arrecife plano donde la aviadora pudo haberse posado durante la marea baja.
Tighar ha realizado 13 expediciones en el atolón, incluyendo con perros entrenados para hallar restos humanos. Los canes encontraron indicios de un antiguo campamento donde una persona habría fallecido hace décadas. Aunque en esa ocasión no se descubrieron huesos, sí se recolectaron muestras de suelo que están siendo analizados en busca de rastros de ADN.
Ric Gillespie, director ejecutivo del grupo, cuenta a Tendencias que esa no es toda la evidencia existente: "Algunas llamadas radiales de socorro de Earhart registradas días después de su desaparición sugieren que terminó en Nikumaroro. Una foto de la costa de la isla tomada tres meses después del accidente muestra los restos del tren de aterrizaje de su avión en el arrecife. Mediciones anatómicas hechas a huesos hallados en la isla tres años después coinciden en un 99% con los de Earhart".
Una foto de la costa de la isla tomada tres meses después del accidente muestra los restos del tren de aterrizaje de su avión en el arrecife".
Ric Gillespie, director ejecutivo de Tighar.
Tal como cuenta Gillespie, un análisis publicado el año pasado por Tighar identificó 57 transmisiones que pudieron provenir de Earhart y su compañero y que no recibieron la atención suficiente. Una de ellas fue captada en Florida, Estados Unidos, por una chica de 15 años llamada Betty Klenck, a quien le encantaba escuchar música en la radio de onda corta de su familia. Su afición era tan notoria que su padre instaló una poderosa antena en el patio de su casa. Una tarde de julio, cerca de las 3 de la tarde, Klenck escuchó la voz desesperada de una mujer que gritaba una y otra vez "¡Esta es Amelia Earhart!". La niña también registró una frase clave: "¡El agua nos llega a las rodillas!".
El rastreo de la aviadora
Ballard explica que estos indicios lo convencieron para investigar Nikumaroro a bordo del sofisticado navío E/V Nautilus, bautizado en honor al submarino del Capitán Nemo que tanto admira. El investigador partirá este 7 de agosto desde Samoa con rumbo al atolón y su viaje será seguido por cámaras de National Geographic, canal que a fines de año exhibirá un documental de dos horas. Y aunque todos los intentos anteriores por hallar evidencias sólidas del destino de Earhart han fracasado, el oceanógrafo tiene plena confianza en sus habilidades.
-¿Qué tipo de dificultades presenta esta expedición?
-Mi equipo y yo estamos buscando una aguja en un pajar. Esta isla está en una zona extremadamente remota del Pacífico y el terreno donde creo que está su avión es muy escabroso. Si la aeronave está ahí, va a estar destrozada en muchas partes pequeñas que serán difíciles de identificar, pero el equipo que tenemos ha reunido a los mejores expertos que hay. Si alguien puede hacer esto, somos nosotros. En caso de encontrar restos, el problema será extraerlos desde las profundidades. También creo que es posible que hallemos huesos de Amelia, ya sea bajo el agua o en la isla.
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El explorador Robert Ballard -a la izquierda- a bordo del barco científico Nautilus. Crédito: Julye Newlin, Nautilus[/caption]
La expedición encabezada por Ballard se desplegará por mar y tierra. Un equipo liderado por Fredrik Hiebert, arqueólogo de la Sociedad National Geographic, revisará la isla misma, mientras que Ballard supervisará la investigación submarina. Su estrategia será la misma que ha usado por décadas: ocupar equipos de sonar para mapear el lecho oceánico y desplegar vehículos a control remoto, incluyendo uno que puede bajar hasta casi cuatro mil metros.
Ric Gillespie cree que con la tecnología que se usará las posibilidades de hallar evidencias físicas son muy buenas. Si eso ocurre, el director de Tighar cree que la reacción sería una mezcla de "asombro, felicitaciones y, para algunos, escepticismo". Ballard incluso dice que la ruptura del avión al estrellarse podría beneficiar la investigación: "Cuando una aeronave se rompe en muchos pedazos, tienes más opciones de encontrarla, porque los restos cubren un área mucho mayor y eso facilita la búsqueda".
-¿Cuál cree que sería la reacción mundial si encuentran algún rastro de Earhart? ¿Qué ocurriría si no hallan nada?
-Confiamos en ser el equipo que podría encontrar a Amelia, pero si no lo logramos, esperamos inspirar a futuros exploradores para que sigan nuestra senda. Si hallamos evidencias, creo que la noticia reactivaría la fascinación por Amelia en todo el mundo. Un hallazgo le daría una respuesta final a este gran misterio y nos permitiría cerrar la historia sobre qué le ocurrió.
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