El chuncho que nunca volvió de la B
Hace 30 años, Manuel Saldías integró el plantel de Universidad de Chile que bajó a Segunda División. Una situación que pensó iba a ser transitoria, pero que terminó siendo una constante: nunca regresó a Primera División. Tras deambular por varios planteles, se retiró a mediados de los 90 y ahora conduce un camión. Hoy, cuando la U enfrenta nuevamente el fantasma del descenso, recuerda lo que vivió ese año: "Es un tema mental; uno se empieza a asustar".
La pelota entró en el arco sur del estadio Santa Laura, donde se ponía la barra de la U, y Manuel Saldías celebró arrodillado con las manos hacia el cielo como dando gracias. Era su primer gol en Primera División. Nunca imaginó que sería el último.
De ese partido -que jugó la U contra Naval de Talcahuano por la decimosegunda fecha del campeonato de 1988- no hay muchos datos. Figura en un puñado de sitios web de estadísticas futboleras que entregan el día en que se disputó -el 24 de septiembre- y el resultado de 2 a 1 que favoreció a los azules. De videos, ni hablar. Para saber cómo fue ese gol hay que ir a la memoria de quien lo hizo. "Fue un pase del 'Chico' Hoffens. Me la tiró al área, me pasé al arquero y le pegué con la izquierda", recuerda Saldías (50).
Hace 30 años, él era un prometedor delantero surgido de las divisiones inferiores de Universidad de Chile. "Era un flaco, moreno, de pelo tieso. Jugaba de puntero y tenía mucha habilidad", cuenta Juan Fuentes, antiguo coordinador de la U. Ese talento lo llevó a ser goleador y seleccionado chileno en categorías inferiores, además de estar preseleccionado para el Mundial Juvenil que se jugó en Chile en 1987. Ahí compartió con jugadores como Javier Margas, Raimundo Tupper, Luka Tudor y Pedro González.
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Manuel Saldías, en uno de los partidos que jugó como titular en la campaña de 1988 de la Universidad de Chile. Foto: Archivo de Manuel Saldías[/caption]
En ese campeonato de 1988, Saldías jugó ocho partidos por la U. Aunque la estadística más llamativa es otra: de los 25 integrantes del plantel azul que descendió en esa campaña, él fue el único que nunca volvió a la Primera División como futbolista o parte de un cuerpo técnico. Otros compañeros se retiraron de la actividad, pero él siguió jugando y se quedó para siempre en el anonimato de los potreros.
Un año difícil
Hace una década, Saldías vive en un tranquilo sector de Calera de Tango con su familia: su esposa y sus tres hijos. El living de su casa tiene los elementos habituales -sofás, un comedor, cuadros y un gran televisor-, pero más que las cosas presentes llama la atención lo que no existe: casi no tiene recuerdos de su antigua vida como futbolista. Sólo hay una foto de su paso por Magallanes a mediados de los 90.
De la U la única referencia que se ve es la camiseta que su hijo Manuel -30 años e hincha azul como toda su familia- lleva puesta. Saldías había llegado al equipo del chuncho a los 11 años desde La Pincoya. "En la población era famoso. Habíamos dos que jugábamos: Patricio 'Cachaña' Ortiz y yo. Todos nos conocían y discutían cuál de los era mejor", señala.
Ese 1988 había partido bien para él después de jugar 15 minutos en un partido de Copa Digeder, la actual Copa Chile, en su debut profesional con 19 años. Después, cuando Manuel Pellegrini asumió como director técnico en julio, le entregó protagonismo. "Estaba cumpliendo mi sueño de jugar en uno de los equipos más grandes de Chile", recuerda Saldías al hacer memoria sobre el campeonato en que disputó 400 minutos, siendo titular en dos clásicos con Colo Colo y la UC. "Para uno, siendo joven, eran super lindos esos partidos. Se te ponía la piel de gallina cuando entrabas al (estadio) Nacional y la barra te gritaba. De hecho, con la Católica me eligieron la figura del partido", cuenta el ex futbolista.
"Era como ahora; había partidos en que te empataban o perdías al último minuto. Es un tema mental; uno se empieza a asustar, piensa que queda poco y que puede ocurrir lo mismo que el partido pasado… hasta que te pasa", explica Saldías.
Pero el buen momento se fue esfumando con el correr de los partidos. Comenzaba a gestarse la historia que tiene a ese plantel como el primero, y el único hasta el momento, que ha llevado a la U al descenso. "En la segunda rueda del campeonato empezaron a hacerse reuniones casi todos los días en el plantel. Nos preguntábamos qué pasaba, porque jugábamos bien pero igual empatábamos o perdíamos", dice el puntero.
Saldías recuerda que los malos resultados hicieron que en el Sauzal, el antiguo campo de entrenamiento de la U, ya no se llegara a entrenar con tanta alegría como al principio y empezaran las críticas por las salidas nocturnas de los jugadores. "En esos momentos estás con la incertidumbre de qué va a pasar en la semana y en los partidos no quieres agarrar la pelota para que no te insulten los de la galería. Más encima, los jóvenes perdimos protagonismo, porque había que sacar la situación adelante y se suponía que los de más experiencia lo iban a hacer", recuerda.
Un mal momento que Saldías compara con el que vive hoy el equipo del que es hincha. "Era como ahora; había partidos en que te empataban o perdías al último minuto. Es un tema mental; uno se empieza a asustar, piensa que queda poco y que puede ocurrir lo mismo que el partido pasado… hasta que te pasa", explica.
Así llegaron al partido con Cobresal del 15 de enero de 1989, en la última fecha del campeonato que había comenzado el año anterior. Una historia ya contada: después de una seguidilla de resultados impensados de otros equipos, la U baja a Segunda División. "Ese día cuando llegué al estadio no pensaba que podíamos descender. Era como ahora, uno no se imagina que la U puede bajar hasta que estás ahí, abres las pepas y dices: 'chuta, bajamos'", cuenta.
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Saldías, en un terreno colindante a su casa en Calera de Tango. Foto: Juan Farias.[/caption]
Después, se remonta al camarín y habla de un silencio inolvidable, de miradas perdidas y cabezas gachas. "Todo era pena, un puro murmullo", recuerda el puntero, volviendo al día que, sin saberlo, cambió su vida.
En descenso
En 1989, Saldías siguió siendo parte del plantel de la U que luego conseguiría el ascenso a Primera División. Aunque no de la forma que él esperaba: el técnico Luis Ibarra no lo puso en toda la temporada. "Yo quería la revancha, quería jugar en Segunda", explica.
Para la siguiente temporada, la del retorno azul a Primera División, Ibarra lo tenía considerado en el plantel. Pero él decidió partir, impulsado por una necesidad económica: ese año nació su hijo mayor -el que hoy se pasea por Calera de Tango con una camiseta de la U- y quería ganar algo más que los 50 mil pesos que le pagaban, algo así como 300 mil pesos de hoy considerando la inflación. "Me arrepiento de haberme ido. Nunca cuento que jugué, es mi papá el que lo dice, y cuando el resto lo sabe, todos preguntan qué me pasó. Siempre respondo lo mismo: fueron malas decisiones", reconoce.
Saldías se refiere a ese momento de principios de 1990, cuando pidió salir a préstamo. Así partió a Deportes Temuco, en Segunda División, pero una pelea con su técnico -el mítico Roque Mercury- lo tuvo de vuelta en Santiago a mitad de temporada. Entonces, se fue a Ovalle, en la misma categoría. Ahí estuvo un año y medio hasta que al final de 1991 descendieron a Tercera División.
"Ese día cuando llegué al estadio no pensaba que podíamos descender. Era como ahora, uno no se imagina que la U puede bajar hasta que estás ahí, abres las pepas y dices: 'chuta, bajamos'", cuenta Saldías.
El puntero relaciona ese declive con el año negro que había vivido en la U. "Es muy duro irse a la B. Fue algo que marcó mi carrera, estaba recién empezando y no tenía un nombre. Todos decían: 'bajaste con la U. Entonces, eras de los malitos'. Así te van aislando y es distinto a si hubieras sido campeón. Pero no, estuve en el descenso", se queja.
El resto de su carrera transcurrió en Tercera División, a pesar de algunos intentos para volver a Primera, como las pocas veces que llamó a técnicos para ofrecerse o asistió a pruebas de jugadores. "No me gustaba, sentía como que andaba mendigando", cuenta. Su trayectoria fue sumando estaciones en Municipal Talagante, Magallanes y Barnechea, donde se retiró en 1996. "Ese fue el último paso que di, pero que empezó en ese partido con Cobresal. Nunca pensé que no iba a volver a Primera División", reflexiona.
El retiro lo reconoce como un momento duro. Era la confirmación del fin de un proyecto de vida, pero ya tenía dos hijos y había que ganar más que los 150 mil pesos -equivalente a poco más de 320 mil de la actualidad- que recibía cada mes en Barnechea. "Cuando me retiré tenía pena, porque no había cumplido el sueño de llegar más arriba, pero mi familia me apoyó. Pensé: 'Lo que fui, ya fui. No resultó nomás, estaba para otras cosas'", reconoce.
Optó por dedicarse a manejar un taxi Lada que le pasaba su padre, también taxista, durante las tardes y en los dos días a la semana en que no entrenaba en Barnechea. Ese fue su trabajo hasta este año, cuando compró un camión con el que reparte almuerzos en establecimientos de la Junaeb.
"Me retiré y dejé de ir a todo lo relacionado con el fútbol. Me encontraba con ex jugadores que me preguntaban por qué no hacía el curso de entrenador y poníamos una escuela, pero nunca quise ir a pararme y pedir una oportunidad en eso, yo creo que de orgulloso. No quería que el resto pensara que no me había ido bien, quizás fue un error", explica el puntero que sigue jugando en una liga amateur en El Barrancón.
"Es muy duro irse a la B. Fue algo que marcó mi carrera, estaba recién empezando y no tenía un nombre. Todos decían: 'bajaste con la U. Entonces, eras de los malitos'. Así te van aislando y es distinto a si hubieras sido campeón. Pero no, estuve en el descenso", dice.
Hoy dice que quizás le tocó estar en un mal momento y lugar. "Si pudiera cambiar en algo mi carrera debutaría un año después o estaría cuando salimos campeones después de 25 años, en 1994", explica. Ese año fue a algunos partidos con su hijo mayor y ambos se ubicaban en la galería de la barra de la U, cerca de los banderines del corner para ver mejor. "Estaba en Magallanes, en Tercera División, y me preguntaba por qué no estaba ahí", recuerda.
Juan Fuentes explica que el caso de Saldías no fue el único y que en ese período muchos jóvenes de la U se perdieron. "Fue una época del club con problemas económicos. Muchos chicos como Manuel fueron víctimas de ese momento", cuenta el ex coordinador azul.
Manuel Saldías sale de su casa y camina por un terreno aledaño. Es un descampado, pero perfectamente podría ser un potrero. Ahí reflexiona sobre lo que enfrenta su antiguo equipo, que tres décadas más tarde enfrenta la amenaza de un nuevo descenso. "Lo veo difícil, los jugadores ya están con la cabeza en otro lado. Están pensando en que van a perder y, por eso, pierden", analiza.
Después, se queda callado, pensativo, y entrega su sentencia: "Ahora queda rezar nomás, la cosa se ve peluda".
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