“¿Cómo estás?”, “Aquí, cansado de ser feliz”: qué es el lamento crónico
Según expertos, la queja funciona como un “mecanismo de afrontamiento” donde las personas liberan la tensión, e incluso, buscan validación del resto.
Es probable que en más de una ocasión hayas vivido la siguiente escena: vas caminando por la calle, te encuentras con un amigo o familiar y, al preguntarle cómo ha estado, responde frases como “aquí, cansado”, “saliendo adelante” o “podría ser mejor”.
Esa conducta casi inconsciente no solo surge cuando tenemos conversaciones de la vida personal, sino que también sobre otros temas como el trabajo, la comida y hasta el clima.
Aunque se podría considerar que no se trata de algo dañino y que incluso brinda un poco de alivio en medio de la rutina diaria, la realidad es que el lamento crónico podría traer consecuencias para la salud tanto mental como física.
Por qué ocurre el lamento crónico
La queja, que es la manifestación de dolor, pena o disconformidad con respecto a algo, es algo natural en la existencia de los seres humanos, señala en un artículo de The Conversation María J. García-Rubio, profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia y codirectora de la cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social.
Sin embargo, la conducta se vuelve problemática cuando penetra cada momento de la rutina diaria y es usada en todos los contextos posibles.
De acuerdo a la académica, se cree que la queja funciona como un “mecanismo de afrontamiento” donde las personas liberan la tensión, e incluso, buscan validación del resto. Eso hace que también tenga una función adaptativa para los seres humanos.
Qué pasa en tu cerebro cuando te quejas
Los expertos vienen alertando desde hace años que quejarse repetidamente podría provocar daños físicos en el cerebro.
Según un estudio realizado por la Universidad de Stanford en 2015, quejarse 30 minutos todos los días puede afectar las neuronas del hipocampo, que es el área del cerebro que se usa para resolver problemas y el funcionamiento cognitivo.
El neurólogo Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), indicó al medio Infobae que cuando se produce esta conducta, el cerebro comienza a liberar las hormonas vinculadas al estrés, y una de ellas, es el cortisol.
“Pueden afectar negativamente nuestro estado de ánimo, nuestra capacidad cognitiva y nuestra salud en general. Sobre todo cuando esto se hace crónico y repetitivo”, argumentó el experto.
Otro motivo por el que afecta a la salud cerebral es que genera “circuitos neuronales negativos”, lo que luego lleva a una predisposición a focalizarse de forma continua en el lado malo en vez del bueno y favorece las interacciones basadas en el lamento.
Según Andersson, durante las quejas el cerebro presenta modificaciones que terminan causando problemas en capacidades como la resolución de problemas, la toma de decisiones, la capacidad de concentración y pensar con claridad. Lo anterior puede desatar mayor insatisfacción, y por lo tanto, más quejas.
Los expertos también creen que este hábito podría tener algún tipo de relación con la sintomatología ansioso-depresiva. Específicamente, se trata de los pensamientos intrusivos, autoestima baja y fatiga mental.
“Por ello, los individuos que no paran de lamentarse por todo suelen ser más pesimistas y menos resilientes frente a las adversidades”, asegura García-Rubio.
Cómo combatir las quejas
Según explicó la académica de la Universidad Internacional de Valencia, existen varias medidas que se pueden realizar para cambiar la actitud y no caer en la queja continua.
1. Practicar la gratitud. García-Rubio sugiere que enfocarnos en aquellas cosas de las que nos sentimos agradecidos, en lugar de las que nos causan insatisfacción, puede ser de utilidad.
2. Identificar soluciones. Realizar una lista de las acciones que podrían mejorar una situación favorece que tengamos más control sobre algo, además de reducir la frustración.
3. Poner atención a las palabras. Ser más conscientes de nuestro lenguaje cotidiano y darle un foco positivo o neutral, es otra estrategia para modificar el patrón de pensamiento.
4. Poner límites. Este mecanismo de protección implica, por ejemplo, alejarse de las interacciones que únicamente tienen fines negativos y “proponer un enfoque más constructivo para los problemas”, dice la experta.
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