Daron Acemoğlu: “La verdadera amenaza en el mundo pos-Covid es el incremento de las tendencias autoritarias”
El destacado economista, coautor de Por qué fracasan las naciones, vuelve a trabajar junto a James Robinson en El pasillo estrecho, libro en que analizan por qué algunos países alcanzan la libertad y otros viven en tiranías o autocracias. Acá comenta la crisis política estadounidense, y advierte sobre los peligros del mundo pospandemia. “El camino por delante de la democracia no es fácil, y lo podemos ver en los datos”, dice.
Académico estrella de MIT, el economista Daron Acemoğlu es una de las voces más escuchadas a la hora de contestar una pregunta política fundamental: qué hace que las naciones prosperen y qué las lleva a la decadencia. Nacido en Estambul en 1967, vive hace muchos años en Estados Unidos, donde posee una sólida obra en torno al desarrollo económico y la democracia. Es autor, junto a James Robinson, de uno de los libros más influyentes de los últimos años, Por qué fracasan las naciones. Y ahora la dupla de académicos reflexiona sobre la libertad en su último libro: El pasillo estrecho. En él hacen un lúcido y detallado recorrido para entender por qué algunas sociedades logran conquistar la libertad, mientras otras viven (o caen) en tiranías o autocracias. Una de sus principales conclusiones es que para que haya libertad, se necesita un Estado robusto y fuerte, pero que a a vez sea limitado en su poder, no sólo con instituciones que lo contrapesen, sino también por una sociedad civil poderosa y vibrante. Si en el primer libro el foco principal estaba en la economía, en esta segunda parte de su reflexión lo es en el desarrollo político que conduce a la libertad. Ganador de premios y reconocimientos que llenan varias carillas (incluida la Medalla John Bates Clark en 2005, el BBVA Fronteras del conocimiento de la economía, el premio Nemmers entre muchos otros), es uno de los diez economistas más citados en el mundo, según IDEAS/RePEc.
La entrevista con Tendencias de La Tercera se realizó por escrito, y contestó las preguntas desde su casa en Estados Unidos.
-Su reciente libro, El pasillo estrecho, muestra lo frágiles que son la libertad y la democracia. Después de lo ocurrido en el Capitolio el 6 de enero, ¿pensó que quizás su país se estaba saliendo del estrecho corredor?
-Una de las principales tesis de nuestro libro es que la democracia y la libertad son mucho más frágiles de lo que la gente supone. Se basan en un delicado equilibrio entre el Estado y la sociedad, y dependen de la vigilancia constante de la sociedad. He sostenido durante mucho tiempo que la democracia estadounidense está en peligro. Así que no veo los eventos del 6 de enero como una aberración. Son una continuación de una tendencia. En mi opinión, no son una ruptura con el pasado, sino un mero punto en el radar.
Una de las principales tesis de nuestro libro es que la democracia y la libertad son mucho más frágiles de lo que la gente supone.
-¿Por qué?
-Donald Trump ha trabajado muy duro durante cuatro años para arruinar la democracia estadounidense y ha tenido éxito en destruir muchas de las normas de las que dependemos y ha polarizado aún más al país. Pero también está mal culpar de todo esto a Trump. Él mismo llegó al poder debido a nuestra incapacidad para crear una prosperidad compartida, y debido a las profundas polarizaciones culturales y económicas que este país produjo a lo largo de las décadas de 1990, 2000 y principios de 2010. Tampoco creo, para empezar, que las instituciones estadounidenses fueran muy fuertes, y la mejor prueba de ello es la incapacidad de las instituciones federales para construir una red de seguridad social adecuada y controlar los abusos en la aplicación de la ley local.
-¿Está la democracia a salvo ahora en Estados Unidos o en riesgo crítico?
-Todavía no estamos fuera de peligro. Otros cuatro años de la presidencia de Trump habrían sido desastrosos, pero queda por ver si la administración Biden-Harris puede reconstruir las instituciones. Tienen que abordar la economía y la polarización cultural en este país para poder lograrlo.
-¿Qué permitió que, a pesar de todo, las instituciones estadounidenses prevalecieran?
-Hice hincapié en la debilidad de las instituciones estadounidenses en respuesta a su pregunta anterior. Pero no quiero dar la impresión de que todo está mal. La historia de Estados Unidos ha tenido muchos sobresaltos, pero el país ha estado en el “pasillo”, logrando cierto grado de equilibrio entre el Estado y la sociedad (o entre las élites y los ciudadanos), durante más de 200 años. Logró hacerlo mediante la construcción de instituciones federales que estaban encadenadas por diversas salvaguardias institucionales y el poder de los estados. Los padres fundadores también lograron sentar las bases de instituciones republicanas que permitieron cierto grado de participación política. Hay que darles crédito por todo esto.
Otros cuatro años de la presidencia de Trump habrían sido desastrosos, pero queda por ver si la administración Biden-Harris puede reconstruir las instituciones.
Por otro lado, también hay que reconocer sus fallas. El estado federal estaba muy restringido, porque esa era la única forma de hacer que toda la Constitución de los Estados Unidos fuera aceptable para las élites estatales, especialmente en el sur. La Constitución también consagró la esclavitud, lo que puede considerarse su pecado original. No es de extrañar que las fallas de las instituciones estadounidenses se hayan producido en la debilidad del gobierno federal (a menudo para limitar la prestación de servicios públicos o construir redes de seguridad social) y especialmente en su capacidad para proteger a los desfavorecidos (especialmente los ciudadanos negros).
-En su libro explica muy claramente la importancia de que el Estado evolucione hacia ser un “Leviatán encadenado”; limitado por el poder de otras instituciones y, especialmente, por una competencia constructiva con una sociedad civil fuerte. ¿Qué se puede hacer para que esa parte de la sociedad se desarrolle y prospere?
-Sí, no construyes “Leviatanes con grilletes” con constituciones o diseños inteligentes. Están encadenados gracias a la movilización y la vigilancia constante de la sociedad. Están encadenados por la sociedad civil. Desafortunadamente, no existe una fórmula simple para construir una sociedad civil fuerte. Tiene que ser un asunto de abajo hacia arriba. Necesita apoyarse en las tradiciones y normas de una sociedad. Pero también existen razones de abuso por las que no surge una sociedad civil fuerte en muchos casos, y reconocerlas es importante. El principal de ellos es la represión estatal. Si observa lo que está haciendo el Partido Comunista de China, puede interpretarlo muy claramente como una estrategia de socavar constantemente la movilización social, el poder autónomo y la independencia de la sociedad civil y los medios libres. En esto, el Partido Comunista de China no está solo. Casi todos los gobiernos despóticos hacen esto. Otra razón por la que la sociedad civil a menudo no puede desempeñar un papel importante en la política son las divisiones internas. Ilustramos esto en el libro con el sistema de castas de la India, que crea divisiones tan profundas en la sociedad que es imposible que surja una sociedad civil unificada que desempeñe un papel central en el monitoreo de los políticos y las élites en la India.
-Un líder como Trump aparece también porque hay “habilitadores” que los ayudan, directa e indirectamente, a tomar el poder. ¿Cuáles fueron los principales facilitadores en su caso? ¿Qué se puede hacer en otros países para evitar esto?
-Como dije antes, Trump fue creado en parte por factores económicos y culturales. Si nos fijamos en la economía de Estados Unidos, dejó de crear buenos empleos para los trabajadores sin títulos de posgrado. Los salarios medios dejaron de crecer y los salarios reales de los hombres con bajo nivel educativo han tenido una tendencia a la baja desde finales de la década de 1970. También ha habido una fuerte dosis de polarización cultural, con los estadounidenses en las zonas rurales y los pueblos pequeños sintiéndose excluidos de los valores y agendas de las grandes ciudades. Todo esto creó un terreno fértil para alguien como Trump. Pero hay factores secundarios importantes que han ayudado al ascenso de Trump (y de forma similar han sido importantes en otros casos del ascenso del populismo de derecha). Lo más importante es que las redes sociales e incluso los medios tradicionales han ayudado a Trump a propagar mentiras y provocar polarización. No creo que se pueda solo culpar a Facebook y Reddit por cómo Trump construyó un castillo lleno de mentiras. Pero merecen mucha culpa. Trump también se ha beneficiado de los recursos monetarios de donantes muy ricos y élites republicanas con su propia agenda egoísta (relajar las regulaciones ambientales, obtener recortes de impuestos, detener la universal health care, etc.). Muchos de ellos, así como algunos legisladores republicanos, hicieron un trato fáustico con Trump y eso, por supuesto, los ha ayudado.
Trump fue creado en parte por factores económicos y culturales. Si nos fijamos en la economía de Estados Unidos, dejó de crear buenos empleos para los trabajadores sin títulos de posgrado.
-En uno de los capítulos de su libro, ustedes reflexionan sobre el caso chileno: el gobierno de Allende, los años previos, y el golpe de Estado en 1973. ¿Qué lecciones del pasado debemos recordar?
-Por cierto no soy un historiador de Chile. Pero James Robinson -y mi lectura de la historia reciente de Chile- es la de un país que se salió del “pasillo” debido a la polarización y al conflicto descontrolado. Creo que la lección más importante es acerca de los peligros de la polarización, donde cada lado llega a ver la lucha por el poder como un juego de suma cero y concluye que la única forma de sobrevivir es destruir a la otra parte. La construcción de mejores instituciones para la resolución de conflictos sería un paso para evitar esa polarización. Pero esto también es simplista. La polarización es un fenómeno social complejo, como ya he indicado. Como ocurre hoy en Estados Unidos, la complicidad de las élites políticas y económicas también fue importante en Chile. Pinochet llegó al poder y cometió crímenes de lesa humanidad con el apoyo de muchos segmentos de la comunidad empresarial. Quizás esa sea la lección más importante para la comunidad empresarial y los políticos tradicionales: no colabore con autócratas peligrosos, ya sea que vengan del ejército o de los reality shows de televisión.
-La élite chilena está ahora bajo sospecha, y la ansiedad y el miedo surgen ante este momento de cambio. ¿Qué se puede hacer para incluir a estas élites temerosas en el proceso? ¿Qué deben hacer para conectarse (o reconectarse) con el resto del país?
-Es una situación difícil. Chile necesita inversiones y una comunidad empresarial activa para prosperar. Pero también necesita una nueva Constitución como un nuevo comienzo. Por tanto, veo que las medidas adoptadas durante el último año son en general positivas. Sin embargo, es importante que la nueva Constitución y los nuevos derechos para los desfavorecidos en Chile no lleguen a ser vistos por la comunidad empresarial como un impuesto y una carga adicional para ellos, o peor aún, como un proceso de expropiación. Por lo tanto, también es importante hacer que el proceso de redacción de una Constitución sea más consultivo y brindar más certezas a la comunidad empresarial. Mi esperanza es que una nueva Constitución pueda ser un comienzo simbólico para reducir la polarización en el país, no un paso para un mayor conflicto.
-Como usted escribió, parafraseando a John Locke, “no hay libertad sin el imperio de la ley”. Pero las democracias se están volviendo más frágiles. ¿Cuáles son sus reflexiones sobre la democracia en un mundo pos-Covid, en crisis y tensión social?
-Sí, necesitamos el Estado de derecho y necesitamos estados con capacidad. Pero creo que la verdadera amenaza en el mundo pos-Covid no es la debilidad de los estados, sino el incremento de las tendencias autoritarias en muchas partes del mundo. Varios autócratas han utilizado al Covid como excusa para reprimir a la oposición y a los medios libres. Y necesitamos aumentar la habilidad de los estados para recopilar información, imponer cuarentenas y fomentar o -incluso- forzar la vacunación. Además, como he indicado, el Estado también debe desempeñar un papel más importante en la construcción de una red de seguridad social y también en ayudar a la economía a crear buenos empleos. Todo esto significa mayores responsabilidades sobre los hombros del Estado. Permanecer en el corredor se vuelve más difícil cuando el Estado se vuelve tan fuerte, y el único remedio para eso es que la democracia se vuelva más profunda y más fuerte. Si eso será posible o no, en esta era de redes sociales y desinformación, está por verse.
Creo que la lección más importante (del caso chileno, en relación al gobierno de Salvador Allende y el Golpe de Estado en 1973) es acerca de los peligros de la polarización, donde cada lado llega a ver la lucha por el poder como un juego de suma cero y concluye que la única forma de sobrevivir es destruir a la otra parte.
-El ascenso de China se hizo aún más fuerte después del Covid. ¿Qué pasará con la libertad cuando el principal actor económico global no sea un país democrático?
-Esa es la pregunta de los 10 millones de dólares. Avanzamos hacia un mundo bipolar, con uno de los polos comprometidos con la autocracia, la supresión de las libertades civiles y el silenciamiento de los medios libres. Esto está teniendo importantes repercusiones en todo el mundo. Muchos autócratas del mundo en desarrollo están recibiendo apoyo moral y, a veces, material de China. El camino por delante de la democracia no es fácil, y lo podemos ver en los datos. El número de democracias en el mundo ha disminuido constantemente desde mediados de la década del 2000.
-Finalmente: a veces en el debate chileno hay una discusión binaria sobre libertad o igualdad, como si fueran opuestos. ¿Es ese el caso, en su opinión? ¿Es la libertad sostenible con altas desigualdades?
-Absolutamente no. La libertad necesita igualdad de oportunidades. Más importante aún, como enfatizamos en El pasillo estrecho, la libertad requiere falta de dominación, de que un individuo no esté subordinado a otro individuo o grupo. Si tiene hambre y usted y su familia dependen del capricho de un empleador para poder alimentarse, entonces usted está bajo dominación, porque tiene poco poder. Entonces no puedes tener libertad. Esta es la razón por la que argumentamos en el libro que para la libertad se necesitan estados fuertes que brinden servicios públicos, una resolución justa de los conflictos y que creen oportunidades económicas.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.