Nicholas Davis, presidente de EuroAmerica: “Mi desafío es hacer negocios que sean un aporte para las personas y para el planeta”
En medio de una crisis climática de proporciones, este empresario está apostando fuerte por hacerse cargo de este problema. Hace cinco años creó la Fundación Punta de Lobos para conservar ese icónico lugar, integra el directorio de la ONG Oceana a nivel global y en las próximas semanas estrenará 180 grados, un holding que busca generar impactos positivos en la sociedad y demostrar que se pueden hacer negocios amigables con el medioambiente. “Me gustaría entregar el planeta mejor de como lo recibí”, dice.
Nicholas Davis Lecaros (48) cuenta que desde los años 70 pasa las vacaciones de verano y de invierno en un campo que su papá compró camino a Caburgua, en Pucón, un terreno donde bosques de robles milenarios habían sido arrasados para plantar trigo. Con el ánimo de preservar lo que quedaba del paisaje original, su padre, un hombre que amaba la naturaleza, dio una orden taxativa: “En el campo no se bota ningún árbol”.
Cuando tenía 10 años, recuerda Davis, en lo más alto de un roble gigante había un panal de abejas y los viejos del campo, aprovechando la ausencia de don Benjamín, tomaron una motosierra y lo echaron abajo para rescatar la miel. “Yo encontré lo más entretenido que hay como crujió y cómo cayó el árbol”, señala. Pero la diversión se acabó cuando se enteró su padre. “Todavía me acuerdo de su reacción… ¡Casi nos mató a todos! Era un árbol de 300 años y tenía un inmenso valor”, dice Davis, quien esta semana viajó con su familia para pasar unos días en ese campo. “Soy una agradecido de ese tiempo y de ese contacto con la naturaleza que él nos inculcó”, agrega.
Nico, como le gusta que lo llamen, se formó en la disciplina de The Grange School, donde demostró ser bueno para las matemáticas, y años más tarde estudió un Máster en Finanzas en la London School of Economics. De vuelta en el país, ingresó a trabajar a EuroAmerica, la empresa familiar creada por su padre en sociedad con la española Mapfre y que hoy opera como compañía de seguros, corredora de bolsa y administradora de fondos. Tras la muerte de su padre en 2010, y con 38 años, Nicholas asumió la presidencia de EuroAmerica, cargo que ocupa hoy.
El llamado de la naturaleza, sin embargo, siempre estuvo ahí.
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Davis está con teletrabajo desde marzo. Dice que este año al mundo de los negocios “se le movió el piso”, porque esta crisis fue totalmente inesperada y tuvo un alto grado de incertidumbre. “Por primera vez vemos la quiebra de grandes compañías en Chile después de la crisis del 82 y en fracciones de meses. El caso de Latam es bastante impactante”, dice.
El empresario afirma que este ha sido uno de los años en que más ha trabajado, pero aún así se ha dado el tiempo para algunas reflexiones: “Ha sido un año de harta lectura, de cuestionar qué estamos haciendo bien y mal, y cómo podemos mejorar”. Dice que ha leído mucho sobre la crisis ambiental “para entender dónde estamos parados”. Esa labor ha abarcado desde reportes de la ONU hasta papers científicos “que tienen una mirada objetiva y no tan ideológica”.
También ha dedicado tiempo al jardín. “Eso me ha conectado con el mundo exterior y ha sido bien rico, porque no había tenido tiempo de hacerlo”, comenta. En estos meses, hizo una pequeña huerta en el patio de su casa donde tiene lechugas, cebollas, tomates, albahaca, cebollines, pimentones, berenjenas, brócoli y ciboullete. “Lo hice como hobby, pero también para aprender cómo poder producir de manera orgánica. Leí mucho sobre eso también”.
Si cada uno hiciera el ejercicio de entender cuál es su impacto en el planeta cambiaría radicalmente la manera en que hacemos las cosas, y ese es un desafío para todos.
Luego reflexiona: “El suelo es clave en el futuro del planeta. Es un ente vivo con muchos microorganismos y hongos que nos permiten producir alimentos, pero, por otro lado, retiene carbono de la atmósfera. Entonces cuando surcas el suelo para producir de manera orgánica y empiezas a ver cómo funcionan los microorganismos y cómo se empieza a llenar de bichitos que actúan en perfecta armonía, no requieres pesticidas ni andar matando nada. Es un ecosistema en sí mismo que permite manejarte de una manera limpia y sistémica. Quise meter las manos en la tierra y entender cómo funcionan esos procesos”. Pero este aprendizaje no es sólo un hobby. Davis dice que lo motiva la idea de hacer negocios amigables con el medioambiente y que generen un impacto positivo. No sólo eso: está convencido de que ese es el camino. ***
En las próximas semanas, Davis estrenará el holding 180 Grados. “Es una incubadora de negocios que tiene como propósito generar impactos positivos en la sociedad y en el medioambiente”, explica. “Hablo de incubadora porque partimos con negocios chicos, pero la idea es que crezcan. Uno de nuestros principios es que lo que hagamos tiene que generar impacto: si no somos capaces de hacerlo, no estamos siendo exitosos”, agrega. La apuesta tiene varias unidades de negocios.
Una es Aldea Nativa, un pequeño super mercado de productos orgánicos y naturales que hoy tiene dos tiendas en Vitacura y en Providencia, pero que este mes abrirá una más en La Dehesa. La idea es seguir creciendo. “El objetivo es darle a la gente una posibilidad de comer bien, de manera saludable, pero, a su vez, tratar de que otras personas produzcan de manera sustentable y poder generar cambios en la producción agrícola”, explica el empresario. Otra unidad -que está en proceso- será Cocina Planeta, una mezcla de restaurante y tienda a la vez, con una propuesta 100% orgánica. “Es la única cocina certificada como orgánica en Sudamérica”, señala. Está ubicada en Vitacura y va muy en la línea de Aldea Nativa.
Otro puntal de este holding es una huerta orgánica biointensiva, ubicada en Casablanca, que emplea un método de cultivo ecológico que no utiliza maquinarias agrícolas ni fertilizantes ni pesticidas, con la idea de disminuir al máximo la huella de carbono y ser eficiente con el uso del suelo. Esta huerta está bajo la asesoría del agrónomo viñamarino Francisco Vio, quien -junto a su colega Javier Soler- trabajó durante cuatro años con Douglas Tompkins para crear una huerta orgánica en el Parque Nacional Patagonia, con el fin de abastecerse de alimentos de manera sustentable haciendo frente a las complejidades climáticas de la Región de Aysén.
Davis conoció ese huerto hace unos años, invitado por Kristine Tompkins, presidenta de Tompkins Conservation. “Es impresionante por cómo producen y por la visión que hay detrás. Estamos hablando de Cochrane, un lugar donde se producen siete tipos de vegetales por las condiciones climáticas, pero ellos, a través de estudios y de conocer otras prácticas alrededor del mundo, producían 23. Es decir, haciendo las cosas bien puedes producir mucho más y ese know-how está disponible para toda la comunidad con el objetivo de que le vaya mejor”, explica.
Otro componente del holding es la sociedad con el portal Ladera Sur, que publica reportajes de ciencia, medioambiente, paisajismo y deportes outdoor, a cargo de Martín del Río. “La idea ahí es cómo acercamos las personas a la naturaleza y cómo, a través de eso, generamos un cambio en ellas para hacerle un bien al medioambiente”, dice.
Davis añade: “Me han preguntado ¿cómo te dedicas a esto?, ¿cómo ganas plata? Pero sí se pueden ganar lucas. El desafío es crear negocios que sean capaces de crecer y de generar impactos, pero tienen que ser negocios y ganar lucas, porque si no sería filantropía, y no existen las lucas en el mundo de la filantropía para poder solucionar esta crisis climática”.
-¿Qué impactos quiere generar?
-Que seamos capaces de entender cuáles son nuestros hábitos y cómo impactan en lo que tenemos alrededor. Si cada uno hiciera el ejercicio de entender cuál es su impacto en el planeta cambiaría radicalmente la manera en que hacemos las cosas, y ese es un desafío para todos. Yo no sé bien cuál es mi impacto, pero sí sé que es negativo y que puedo compensarlo de muchas maneras: desde cambiar los hábitos hasta empezar a elegir bien y consumir mejor, porque el exceso de consumo es super negativo. La ONU dice que el 50% de la comida que producimos se pierde. Para mí, es importante la acción de las empresas y de los gobiernos, pero me gusta pensar que las cosas parten desde el individuo, y si el individuo es capaz de darse cuenta de cómo hacer las cosas bien, después lo hará el de al lado, el que sigue, y esa fuerza va a transformar el mundo.
-¿Cuál es su motivación para ser un factor de cambio?
-Mi familia. Yo fui super afortunado por haber vivido mucho tiempo en el campo del sur, por disfrutar la naturaleza, y me encantaría que mis niños y mis nietos pudieran disfrutar la naturaleza como yo lo hice, nada más que eso, pero yo creo que eso está en riesgo y ese es parte del problema. Creo que esa debiera ser la motivación de todos. Nosotros deberíamos ser capaces de entregar el planeta mejor de cómo lo recibimos y lo estamos haciendo super mal en ese aspecto. Tengo cinco hijos, de 22 a 11 años, y todos vibramos con la naturaleza y lo que estamos haciendo es destruirla a pasos agigantados. ***
Como muchos que partieron a ayudar a las zonas afectadas por el terremoto y tsunami de 2010, Nicholas Davis y su mujer, Paulina Catafau, llegaron por medio de un amigo a Pichilemu y a Cahuil, y contribuyeron para que los pescadores y recolectores de la zona pudieran volver a su trabajo. En el ir y venir se entusiasmaron con el lugar y compraron un terreno en Punta de Lobos, donde levantaron el hotel boutique Alaia (las alaias son las tablas de surf originales de la Polinesia que marcaron los inicios de este deporte). El recinto cuenta con una escuela de surf y de skate, un bowlpark, un muro de escalada y una huerta biointensiva de 600 metros cultivables.
La idea de construir un hotel fue resistida por la gente del lugar, principalmente ligada al surf, al turismo y la pesca artesanal. Entre ellos estaba el surfista Ramón Navarro, con quien Davis hizo un trabajo de hormiga para superar las desconfianzas. El empresario dio un paso en esa dirección en 2012, cuando compró el 25% del sector El Diamante, lo que permitió bloquear cualquier intento de desarrollo inmobiliario en la zona y sentó las bases de la creación de la Fundación Punta de Lobos, que se encarga -entre otras cosas- de llevar a cabo un modelo de conservación en ese sector. La fundación es dirigida por Andrés Margozzini, Ramón Navarro es uno de los directores y la destacada abogada ambientalista Macarena Soler figura como asesora legal.
Davis, Navarro y compañía también debieron hacer frente a un proyecto de cabañas con estacionamientos subterráneos en El Mirador, el sector más emblemático y de mayor valor biológico y turístico de Punta de Lobos. Con el aporte de varios donantes -incluidos extranjeros, como Yvon Chouinard, creador de la empresa Patagonia-, en 2017 la fundación se hizo del terreno de 2,2 hectáreas para conservarlo. La celebración tuvo como invitado al surfer y cantante Jack Johnson.
El empresario cuenta que todo ese capítulo fue clave en su aterrizaje en el mundo medioambiental. “Cuando partimos con la Fundación Punta de Lobos, afortunadamente me tocó relacionarme con muchas fundaciones de afuera que llevan en este tema hace 50 años. En una de ellas, la fundadora pone todos los recursos a disposición para remediar los impactos que provocó su abuelo en la industria del petróleo. Ella es Anne Earhart, de la Fundación Marisla. Es super interesante ver qué han hecho en términos del océano y de conservación. Eso ahí donde a mí se me prenden las luces y digo ‘en esta cuestión tenemos que hacer algo’”.
Agrega: “La Fundación Punta de Lobos me ayudó mucho a entender cuál es la lógica del océano y por qué es importante. Porque la conservación en océanos tiene un problema: si te digo vamos al Parque Serengueti (en Tanzania) y te propongo cuidar al rinoceronte y a la jirafa, todos lo entienden, es de toda lógica; el océano, en cambio, no lo vemos, entonces es difícil entender por qué hay que cuidarlo. Hay que meterse bajo el agua para mirarlo y es más fácil cuidar a un rinoceronte que a un pez, pero la importancia que tiene el océano es mucho mayor que la terrestre y por eso a mí me ayudó mucho la visión de las fundaciones de afuera”.
Hace dos años, Herbert “Beto” Bedolfe, director general de Fundación Marisla y uno de los fundadores de Oceana, invitó a Davis a ser parte del directorio global de esa ONG. “A Beto lo conocía bien desde hace unos cinco o seis años. Él fue uno de los primeros en apoyarnos con recursos en Punta de Lobos”, dice.
Yo fui super afortunado por haber vivido mucho tiempo en el campo en el sur, por disfrutar la naturaleza, y me encantaría que mis niños y mis nietos pudieran disfrutar la naturaleza como yo lo hice.
-¿Cómo fue incorporarse a Oceana?
-Él (Beto) creyó harto en nosotros. En un minuto me pidió que me involucre, pero yo no me sentía seguro de ser un buen aporte, me demoré como un año en contestarle que sí. Le expliqué que tengo mi cabeza y mi tiempo en esto, y si me metía en ese directorio podía, por un lado, o no aportar o quitarle tiempo a esto. Pero en un minuto me di cuenta del aprendizaje de participar en un directorio como Oceana, una organización líder en cuidado de océanos, entender qué es lo que está ocurriendo en distintos países, cuáles son los problemas y cuáles son las soluciones… Entonces dije “estas son las grandes ligas y hay que estar ahí, aprender y también aportar”. Y ha sido una muy buena experiencia.
-Cuando se levanta en la mañana, ¿qué prefiere: dedicarse a los negocios o a los temas ligados al medioambiente?
-Medioambiente, de todas maneras.
Agrega: “Soy empresario y, desde mi lugar, lo que puedo hacer para solucionar esta crisis climática es crear empresas que puedan producir algo positivo en el medioambiente. Mi desafío es hacer negocios que sean un aporte positivo para las personas y para el planeta, y eso es extremadamente desafiante, porque si tú puedes ganar plata en esto, que se puede, otros lo van a hacer. Entonces el impacto que empiezas a generar es grande, y si otros lo hacen, mejor, habrá un mayor impacto positivo. Ese es el camino donde tenemos que ir, debemos hacer las cosas de una manera sustentable -aunque esa palabra está tan usada- y lograr un impacto positivo para el medioambiente, porque se puede. A la persona que dice ‘no, eso es mentira’, le podemos demostrar lo contrario, porque hoy estamos haciendo agricultura que retiene carbono de una manera gigantesca. Lo único que retiene carbono, aparte del océano, es hacer agricultura regenerativa.
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Sobre este último tiempo, Nicholas Davis dice que no ha visto una meditación profunda sobre el nexo entre la pandemia y nuestra relación con la naturaleza. “Creo que ha habido una reacción para tratar de curarnos del bicho, pero no sé si ha existido mucha reflexión de por qué ocurrió esto y eso lo echo de menos. Científicamente hay gente que lo ha dicho: no se puede disociar la pandemia con la crisis que está sufriendo este planeta. Los crecimientos exponenciales siempre terminan en algún tipo de crisis y el crecimiento exponencial de la población, donde lo que hemos hecho ha sido consumirnos este planeta a destajo, tiene un impacto, porque lo que estamos viendo es una crisis de extinción de especies como no la hemos visto nunca en la historia de la humanidad.
-¿El mundo empresarial entiende esa urgencia?
-No creo. Lo que pasa es que el problema que tenemos hoy es tan grande, que es difícil hacerse cargo. Te da susto y es como una noticia que no quieres ver y piensas ‘bueno, alguien lo arreglará’. A mí me gusta el dicho ‘si te preocupa, ocúpate’. Yo creo que no hay conciencia y aquí tiene que haber un cambio radical en cómo hacemos las cosas. Y las soluciones están, no es que no sepamos cómo hacer las cosas. Sabemos que la quema de combustibles fósiles es el primer problema en el calentamiento global, y lo estamos atacando a través de las energías renovables. Chile lidera en ese tema, pero yo creo que hay que acelerarlo. Otro problema es la agricultura: sabemos que es un gran emisor de gases de efecto invernadero al talar los bosques para producción agrícola, arar el suelo permanentemente, producir ganado en confinamiento que produce metano, mientras que, si ese ganado lo produces a libre pastoreo, esa pradera retiene carbono. Conocemos los problemas y sabemos cuáles son las soluciones. Aquí hay que enfocarse en poner los incentivos para hacer las cosas bien y poner los costos para los que hacen las cosas mal. Ahí es donde yo quizá soy un poco crítico de lo que ocurre.
-¿En qué sentido?
-Si estamos en una crisis muy potente en el planeta, ¿por qué seguimos incentivando a industrias que contaminan de manera impresionante, como la de plásticos? ¿Por qué no podemos optar por comprar productos que no sean de plástico de un solo uso? Anda al supermercado, trata de hacerlo y verás que es imposible. ¿Qué es lo que ocurre ahí? Las empresas y las marcas tienen que salir del statu quo y decir ‘oye, entiendo que este packaging es más caro, pero es amigable con el medioambiente y tengo que asumir los costos’. (…) Yo creo que es porque es super difícil cambiar los statu quo. Cuando tienes un negocio que le va super bien y piensas en eliminar el plástico en tus procesos, eso tiene riesgos, tiene costos, y dices ‘ya, mejor no lo hago’, pero ese salto hay que hacerlo y tiene que haber castigos como impuestos, por contaminar este planeta a través de emisiones de carbono o de plástico. Yo creo que tenemos que generar algún tipo de impuesto a las emisiones de carbono, porque esa es la manera que les estamos diciendo a las empresas: ‘si quieren ir por ese camino, perfecto, pero les va a salir caro’, en cambio, aquí hay un camino donde lo pueden hacer bien, con beneficios tributarios y le vas a producir un bien al planeta. Y después el consumidor también se empieza a educar y a preferir lo que le hace bien al planeta. Entonces tú sí puedes acelerar el proceso, pero necesitas al gobierno y a los empresarios, se requieren grupos importantes de gente pensando y tomando las decisiones.
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