El "8" de la transición
De tanto en tanto, en el mundo del fútbol siempre se escuchaban comentarios sobre Claudio Toro, ese volante que en los años 80 fuera pieza clave de un Magallanes protagonista del torneo local, que incluso jugó la Copa Libertadores de 1985. Una clasificación que había ganado en la liguilla del torneo de 1983 con Jorge "Mosco" Venegas en la banca.
<em>Las historias que se escuchaban del "Fino", el apodo que lo distinguió por su elegancia y extrema delgadez, remitían a su pobreza rozando con la marginalidad.<strong> Algunos de sus compañeros contaban que le faltaban varios dientes, símbolo de una precariedad profunda, que lo conducía a la timidez.</strong></em>
Marco Cornez fue el arquero de Magallanes en 1980, en una campaña sobresaliente de ese cuadro que dirigía Eugenio Jara y él no duda en decir que "fue un crack que no pudo superar su entorno". Un eufemismo para retratar la realidad de un futbolista que jamás se atrevió a dejar su barrio -donde lo apodaban el "Alemán" o el "Rucio"-, que fue el sostén de un amplio grupo familiar, incapaz de dar el paso necesario hacia el profesionalismo.
Por ejemplo, cuando Hugo Vidal, el presidente de Magallanes, le entregó una casa en San Bernardo, donde Magallanes estaba afincado, prefirió no ocuparla.
<em>Jugaba dos partidos y había que armarlo de nuevo, confidencia Cornez. Era un "8" de los de antes, que se instalaba del centro hacia la derecha para manejar los hilos del equipo, ser el primer agente de salida a través de una maniobra asociada. Corría poco, pero casi siempre estaba libre.</em>
Ahí se juntaba con el brasileño Benedicto Pereira y Julio Suazo, los mediocampistas centrales de los "carabeleros", mientras esperaba la pasada por la derecha de Fernando Medina, un marcador de punta especialista en fabricarse penales. En esos campeonatos en que los equipos duraban años y los hinchas se sabían las formaciones de memoria, el "Fino" Toro se cansó de construir paredes con Arturo Jáuregui, Luis Venegas y Luis Pérez.
Tampoco olvidamos sus toques al espacio para aprovechar la diagonal de Luis Marcoleta o el pique de Juan "Rápido" Rojas. Después, en el final de ese inolvidable ciclo, abasteció las primeros corridas de Ivo Basay. No es casualidad que Marcoleta, junto a Carlos Caszely y Víctor "Pititore" Cabrera, fueron los máximos anotadores del campeonato de 1981; y que Basay se consagrara en 1985, con 19 tantos.
En el epílogo de su carrera fue a Palestino. Rodrigo Gómez lo recuerda con cariño: "Buen cabro, al que lo único que le gustaba era jugar a la pelota. En el camarín nos vestíamos al lado. A veces me decía 'Rorro, estoy muerto: me quedé jugando cartas en la calle hasta la siete de la mañana con unos amigos'. Recibía, tocaba y giraba. Gran jugador".
El destino quiso que muriera justo el día en que Chile anunciaba un amistoso con Inglaterra en Wembley, recordándonos que fue titular en el 0-0 ante los ingleses en el Nacional el 17 de junio de 1984. Esa tarde fría que Luis "Chupete" Hormazábal sacudió a John Barnes y Roberto Rojas ratificó que era un monstruo del arco.
En retrospectiva, el "Fino" Toro fue un sobreviviente del fútbol romántico cuando el profesionalismo empezaba a imponer sus términos. Un "8" de la transición.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.