El "pivote" asiático
El Presidente Barack Obama realiza una gira asiática cuyo objetivo es convencerlos de que el "pivote" o giro de su política exterior hacia esa región del mundo sigue siendo cierto.
¿Lo es? Sí y no. Lo es en la intención del gobierno y en algo más abstracto: la necesidad histórica. Pero no en los hechos porque todo conspira contra ese propósito. Otras zonas del mundo compiten intensamente por los minutos de la agenda y la visión de Obama y John Kerry, su secretario de Estado.
Un buen ejemplo es que, el día en que la Casa Blanca inició la ofensiva mediática para resaltar la importancia del viaje, desde Europa Central y los países bálticos redoblaban la presión para que Estados Unidos envíe tropas de tierra a Polonia y Estonia a fin de realizar entrenamientos, tal vez como paso previo a una presencia permanente de la OTAN.
Se trataría de un giro que la OTAN no ha querido dar hasta ahora por temor a provocar las iras de Putin y que tendría, precisamente, el objetivo de intimidar a Moscú. Se había hablado hasta ahora de expandir la misión de entrenamiento aéreo, no de tropas de tierra. Modificar la estrategia de la OTAN hacia Rusia implicaría dar a la política exterior de Washington una nueva prioridad y opacar el "pivote" hacia Asia.
No es que Estados Unidos no pueda caminar y mascar chicle al mismo tiempo, sino que en el mundo altamente semiótico de la política exterior no se pueden enviar mensajes contradictorios sobre la prioridad. El "pivote" asiático corre el peligro, de otro modo, de no materializarse.
¿En qué consiste, exactamente? En poner la relación económica con Asia a la altura de los tiempos pero también ampliar el tejido político y militar que vincula a Estados Unidos y un conjunto de aliados temerosos de China (que acaba de capturar un barco japonés invocando razones que se remontan a la Segunda Guerra Mundial). La estrategia apunta a "contener" -usando el lenguaje de la Guerra Fría- a Beijing.
De allí que se esté contemplando cosas que parecían impensables: un retorno de la presencia militar de Estados Unidos a Filipinas, donde se cerró la base naval de Subic Bay y la base aérea de Clark en 1991; una alianza con Malasia, país que ningún presidente norteamericano visitaba desde los tiempos de Vietnam; por último, ampliar la vieja sociedad con Japón. Shinzo Abe tiene claro que su enemigo es China y está dispuesto a algo a lo que antes se oponía: que sus Fuerzas Armadas se obliguen formalmente a intervenir en defensa de Estados Unidos si los barcos norteamericanos son atacados en la zona.
Un propósito inconfeso del Acuerdo de Asociación Transpacífico en los últimos años ha sido, por parte de Estados Unidos y los asiáticos, robustecer los nexos políticos y comerciales como parte de la estrategia de "contención" de China. De allí que Japón, país más bien proteccionista originalmente renuente a participar en una iniciativa que generará, hacia 2025, exportaciones adicionales por US$ 300 mil millones en el mundo, se haya sumado a la partida.
El "pivote" asiático se ve facilitado por el cambio de acento en las relaciones entre Japón y el Sudeste Asiático, donde el temor a China supera el resentimiento por las atrocidades de la guerra. Pero se ve dificultado por la permanente tensión entre Tokio y Seúl, donde todavía una cosa no ha desplazado a la otra.
Mientras tanto, Obama ha rezado para que su viaje no se vea interrumpido por una anexión rusa de la parte oriental de Ucrania y el "pivote" gire otra vez en la dirección indeseada.
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