La difícil honestidad




No es bueno traicionar la confianza depositada en nosotros, pero frecuentemente sucede esto en todos los ámbitos de la vida. ¿Acaso abundan hoy en día las personas integras, que cumplen con lo prometido? Encontrarse con una de ellas puede ser considerado como algo excepcional.

La honestidad, un don tan difícil de plasmar, es aquella cualidad humana mediante la cual una persona elige actuar siempre en base a la verdad y la auténtica justicia, dando a cada quien lo que le corresponda. Ser honesto es ser real, es ser genuino, auténtico y objetivo. La honestidad expresa respeto por uno y ciertamente por el prójimo, y al hacer esto último, acepta a los demás tal cual ellos son. Pero ser honesto no consiste sólo en demostrar franqueza - en tener la capacidad de decir la verdad -, sino en asumir que la verdad es sólo una y que no depende de personas o consensos circunstanciales; se basa más bien en lo que el mundo real nos presenta como innegable e imprescindible de reconocer. Actuar de esta manera siembra confianza en uno mismo y en aquellos que están en contacto con la persona honesta.

Y este mundo real - de trabajo, estudio, negocios, pensamientos y reflexiones, descanso, afecto hacia los seres amados, también de enfermedades -, esta cruzado por un insaciable apetito por el poder. Ese poder que casi siempre corroe el alma; que cuando se manifiesta de manera absoluta y nace "entre cuatro paredes", corrompe absolutamente. En estos difíciles momentos en que nuestras instituciones están puestas a prueba, se me vienen a la mente todos aquellos que pontificaron, y continúan haciéndolo, a favor de un sistema económico y político que se originó artificialmente y que a todas luces requiere de cirugía mayor. Los chilenos sabemos quienes son esos fariseos, y debemos desterrarlos por siempre de nuestras consideraciones políticas y sociales. Sólo de esta manera, podremos comenzar a transitar por el camino que conduce a la renovación y al renacimiento del alma nacional.

La honestidad real - en contraposición con la aparente, la de todos aquellos que se burlan permanentemente de nuestra buena fe -, se manifiesta con mayor claridad en aquellas situaciones donde se puede dar la deshonestidad. Podríamos creernos íntegros por no haber cometido jamás un acto deshonesto, pero ello podría deberse a que nunca hemos enfrentado una prueba real, es decir, a ser deshonestos sin ser pillados in fraganti. La verdadera integridad se manifiesta cuando uno es honesto siempre, a pesar de existir la posibilidad de ser deshonesto sin que nadie se entere.

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