Maldito Cupido
Entre tanto gato tocando piano, tontorrones bailando Harlem Shake, cámaras indiscretas con piel de farsa y pollitos que dan ganas de estrangular, de pronto, aparece Neil Hilborn recitando un poema tan intenso como real y que, no hay caso, cada vez que lo veo me hace llorar. Con millones de visitas y miles de "likes", este video convertido en viral muestra a un hombre que sufre trastorno obsesivo compulsivo y, lo que más le atormenta, de un amor no correspondido.
El texto y la interpretación conjugan una doble empatía ya que, por incipiente que sea, todos tenemos algo de TOC (muchas veces, debo tocar con la derecha lo mismo que tocó mi mano izquierda) y absolutamente nadie se ha librado de, al menos, un desamor en su vida. Sí, don Mario Benedetti, "la culpa es de uno cuando no enamora", pero el problema de que las mariposas se atrincheren en la tripa es que nuestros sesos comienzan a sudar un torrente estimulante de dopamina y la norepinefrina, disminuye la serotonina y entonces, amor puede rimar con un dolor que se agiganta en el rechazo porque mientras más chiquitita la esperanza, mayor es la obsesión (lo llaman efecto Romeo y Julieta, ya que ante la adversidad sube el nivel de dopamina).
Investigando cada rinconcito del cerebro, Helen Fischer descubrió que los hombres se enamoran mucho más rápido que las mujeres (incluso, tres de cuatro personas que se suicidan cuando una relación se acaba son machos), pero lo más importante, llegó a la conclusión de que el amor romántico es una verdadera adicción y al igual que el séptimo pipazo de pasta o la última inyección de heroína, desordena la homeostasis de tu cuerpo y no hay metadona ni ley 20.000 que encarcele el sentimiento. De hecho, este tipo de amor comparte las mismas tres etapas de cualquier adicción. Primero, necesitas verla(o) cada vez más. Luego, cuando la que creías era tu media naranja te mira como medio limón, aparece la angustia de la abstinencia (y toda canción, sabor, pasaje y color te recordará a ella o a él) y finalmente, aunque pienses que ya estás recuperado, temprano o muy tarde (tipo tres de la mañana cuando borracho llamarás a su celular preguntándole por qué te abandonó) tendrás una recaída penitente, indigna y rastrera.
Un amigo dejó su pega y vendió sus cosas para seguir a su ex pareja hasta Manila. Tenía la esperanza de que ese peregrinaje fuera suficiente prueba de amor pero apenas salió de policía internacional, en su alma timbraron un nuevo y rotundo "NO ERES TÚ, SOY YO".
Tras ver la película Cinema Paradiso, un compañero de universidad decidió plantarse frente a la ventana de la jovencita que amaba. No le importaba pasar frío ni perder la carrera; estaría de punto fijo hasta escuchar un sí, pero duró poco la vigilia porque la primera noche, tipo tres de la mañana, lo asaltaron y tuvo que emprender la retirada sin zapatillas, orgullo ni billetera.
Luego de que lo patearan, un colega se tatuó en el pecho el nombre de su amada, María Pía se llamaba ella y corriendo fue a mostrarle la promesa indeleble de que, sin importar lo que ella sintiera, siempre estaría en su corazón. Lo malo es que jamás volvieron a estar juntos. Lo bueno: mi colega se casó con una María Paz, así que sólo tuvo que cambiar dos letras para corregir la errata.
Por su primera desilusión, una quinceañera se tomó más de doscientas pastillas en una noche. Afortunadamente eran de homeopatía, así que al día siguiente sólo despertó con el corazón roto y la guata suelta.
El amor es bipolar porque el odio es su clon (el ritmo cardíaco de quien acaba de matar a otra persona es exactamente igual al de un sujeto que recién tuvo un orgasmo) y por supuesto, muchas guerras, tragedias y enfermedades terminales han sido causadas por una desilusión, por lo mismo, así como existen los Alcohólicos Anónimos, también deberían crear algo como los Despechados Anónimos, para que los distintos ex ositos y chanchitos puedan sentarse en círculo, chapotear en llanto, contenerse y compadecerse, sin condenar a todo amigo a escuchar sus monotemáticas penas, convirtiendo cada happy en un fome hour. Además, como ayer se celebró el Día de los Enamorados (que duele tanto a los recién chuteados) y el comercio ganó bastante dinero propongo que hoy, 15 de febrero, se conmemore el día de los abandonados o despechados (el nombre puede ir a votación) y que los bares ofrezcan promociones para el que vaya solo, triste y enrabiado. Las farmacias, que tanto les gusta vender, deberían poner los antidepresivos en oferta a quien muestre su corazón en tiritas y quizás en las florerías aumente la venta de gladiolos. Piénselo: a todos nos puede servir algún día, porque lance la primera flecha quien no ha sido víctima de un ingrato, cruel y maldito Cupido.T
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