Plenitud política
Existe una relación extraña entre política y plenitud humana. A decisiones políticas le debemos el conflicto de Arauco, la Guerra Civil de 1891, la desaparición de los selk'nam, las matanzas de Iquique, Marusia, La Coruña, Ránquil, del Seguro Obrero, de la Plaza Bulnes, los torturados de la Dina y la CNI, la Operación Albania, los abusos de niños del Sename.
Pero el pueblo dolorido vuelve, una y otra vez, esperando de la política una cierta plenitud.
Hay quienes no lo saben, mas igual la esperan. Ejemplo elocuente es el de esos empresarios o "ideólogos" del capitalismo extremo, que se quejan de la política, de los "zánganos" que trabajan en el Estado, sin reparar en que cárceles y superintendencias, tribunales y policías y hasta el SII son condiciones sin las cuales las utilidades económicas se harían agua.
Usualmente la espera es mesurada. Pero también hay otra impaciente de mentes insufladas que ven en la política la condición general de la plenitud. Podríamos llamarlos los partidarios del "no hay plenitud sino en la política". Esta calificación no es exagerada si analizamos a los personajes. Giorgio Jackson decía que andaba con un autor famoso de izquierda "en la mochila", como quien confiesa andar con pitos o con un MP4. De los libros de ese autor se sigue: que el mercado es un modo de acción moralmente condenable, donde prima el interés propio y el descuido por el otro; que la deliberación política es una forma de acción en la cual se anticipa la plenitud humana; que, en consecuencia, mientras más política y menos mercado haya, más plenos seremos. Que el medio para avanzar es el desplazamiento del mercado de áreas enteras de la vida social, gracias a la instauración (coactiva) de derechos sociales universales. Si el mercado es inmoral y la política el campo de la plenitud, en lo posible el mercado debiese ser extraído completamente. Entonces, la plenitud sería completa, ¿no?
¡Menuda ilusión! ¿Cómo se garantiza, en ese mundo, una esfera privada realmente fuerte, donde la deliberación pueda ceder lugar a la duda, a la libertad de la mente para cavilar? Hay fanáticos del mercado que no ven sus posibilidades de abuso, pero es indudable que la libertad de la mente necesita división del poder social -entre el Estado y la sociedad civil-, y que ésta requiere de un mercado fuerte. Es entonces que los individuos pueden sustraerse, eventualmente por largos momentos, a los rigores de la política y su aparato de poder.
¿Queda alguna alternativa entre la protesta anarquista, la ignorancia del capitalista tosco y la brutalidad a la que conduce el "pan-politicismo"?
Ciertamente. Es la opción que sigue el republicanismo maduro y de la cual los pueblos no se dejan apartar fácilmente. Consiste en no esperar todo ni demasiado de la política, reconociendo que hay otras esferas de plenitud tan relevantes como ella, cual la estética, la de los afectos, la contemplativa; pero tampoco en no esperar cínicamente nada de la política, pues es indudable que la política como forma de acción humana colaborativa y deliberativa es, también, un campo de plenitud; que la actividad de conducir de buena fe los destinos de esa totalidad a la que llamamos nación es una de las tareas más egregias a las que puede ser dedicada la vida humana.
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