Secesión, anexión y el mapa europeo
Con un 96,77% de los votos la población de la península de Crimea señaló, este domingo, su deseo por adherirse a Rusia. El referéndum secesionista, convocado por la república autónoma de Crimea y Sebastopol, indicaba en la papeleta el concepto de "reunificación" como una forma de establecer que, alguna vez (1954), dicho territorio perteneció al Imperio Ruso. Hoy, el Presidente Vladimir Putin, acaba de firmar la ley que da luz verde al proceso de anexión e incorporación de ambas entidades (Crimea y Sebastopol) a la llamada "Madre Rusia".
El mapa político de la Rusia post soviética conocerá, de toda evidencia, un profundo cambio al reincorporar a su soberanía un territorio estratégicamente importante para la proyección militar y marítima rusa hacia el Mediterráneo, pero no sólo eso. Con la firma del Tratado de Adhesión se declara que, "la frontera terrestre de la Republica de Crimea con Ucrania coincide con la frontera estatal de la Federación de Rusia", materializándose en términos reales y efectivos el llamado "extranjero cercano". El mapa político ruso y eurasiático sigue modificándose, tal y como ha sido por siglos. Un proceso que no se detiene y que lejos de sorprendernos, deberíamos habituarnos a él. Las fronteras europeas son "fronteras vivas", y su reconfiguración, a diferencia de aquellas en nuestra región, son objeto de constante modificaciones, sumándose la existencia una disociación entre estas fronteras políticas y la distribución de minorías demográficas internas.
Las fronteras europeas se asemejan a las africanas, en donde ciertos poderes imperiales las dibujaron en función de intereses meramente nacionales y eminentemente específicos, de un claro corte coyuntural, sin hacerlas coincidir con las realidades demográficas, culturales e idiomáticas en el terreno mismo. Es así como en Europa actualmente conviven minorías mayoritarias en determinadas zonas, lo que se complejiza al constatarse la existencia de vínculos de carácter étnicos y políticos con países limítrofes, muchos de ellos habiéndose comportado como potencias dominantes.
El caso moscovita está claramente vinculado a la concepción rusa de un "extranjero cercano" en donde minorías rusofonas, son mayoría y en donde Rusia se erige como un poder que busca mantener una influencia asfixiante sobre dichos Estados. Pero no sólo eso: Moscú se considera, además, como la heredera de la extinta URSS y del Imperio Tsarista, en especial en cuanto a que ella debe promover determinados intereses geopolíticos y geoestratégicos de potencia. Hoy, al observar la contracción de Washington hacia sus propias fronteras continentales, Moscú considera que debe llenar dichos espacios y es lo que está haciendo.
<em>Ahora bien, si Rusia gana Crimea, puede arriesgarse a "perder" el resto de Ucrania. <strong>Dejando Kiev a la deriva, esta última podría ir a buscar refugio en la Europa Occidental, y sobre todo los Estados Unidos.</strong></em>
No obstante lo anterior, nada nos dice que Rusia buscará, una vez absorbida territorialmente Crimea, utilizarla como plataforma política para proyectar la lógica del "extranjero cercano" hacia otras zonas y ciudades ucranianas como Járkov, Donetsk y Lugansk, por ejemplo. La proyección de un poder de protección de las minorías rusofonas puede ser integrada a lógicas de líneas rojas o casus bellis desencadenadas por potenciales políticas represivas desde Kiev hacia dichas minorías.
<em>Tampoco se puede descartar la división pura y simple de Ucrania en dos Estados, <strong>uno con su capital en Charkov, cuna de la ucrania-rusa y otra en torno a Kiev.</strong></em>
El tránsito desde una "fase política a otra militar", tal y como se acaba de señalar, constituye a todas luces una estrategia de Kiev a fin de empujar a Europa Occidental y los EE.UU. a reforzar su presión sobre Moscú. Kiev sabe que la aventura militar en contra de Rusia sólo puede saldarse con una derrota total de sus fuerzas y una fragmentación total de su territorio.
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