Sin chistar




Desde el debut Muérdete la lengua (2007), Francisca Valenzuela hizo de las canciones con destinatario una rúbrica, más o menos al mismo tiempo que Taylor Swift acuñaba el recurso, la letra de orgullosa condición de género, y atenta a las pequeñeces masculinas, ancladas en el egoísmo y la inmadurez.

En Tajo abierto esa línea persiste, pero los caminos son más sofisticados, más fríos. Es un disco mayoritariamente cercano a la electrónica, hecho con grandes recursos y distintos productores, aunque predomina Vicente Sanfuentes (Hermanos brothers), acreditado junto a la artista como director musical. Figura David Sitek de TV on the radio por ejemplo, un capo de las ambientaciones gélidas, que le da un toque trip hop a Catedral, como articula una balada synth pop en el tema que bautiza al disco.

Un fraseo con pizca de Ana Tijoux abre ese tema, luego empalma un coro triste de costura algo gruesa ("aquí estoy a tajo abierto, me tocas por dentro, no ves el deseo en mi profundidad"), curiosa con la imagen atildada de Valenzuela. Aureo Baqueiro (Sin bandera, Thalía) está tras Perfume de tu piel e Insulto (descifrable como ajuste de cuentas con sus detractores), y ese dramatismo pop a la mexicana se nota, en tanto Armadura conecta con la nostalgia de talante heroico de Laura Pausini.

Hay un progreso evidente, un nivel de producción internacional, un ansia indisimulada por romperla. Pero en un afán de control, Francisca Valenzuela no logra expresarse con la vibra suficiente. Nunca estalla, jamás sorprende. Su voz requiere más volumen y cuerpo, también acomodarse con mayor naturalidad. Ha dado con un estándar envidiable de manufactura, que no coincide con la calidad interpretativa. Aunque dominan los sintetizadores, con la excepción de Cuequita del corazón donde, precisamente, se suelta un poco más, no justifica la sensación glacial sin matices, ni la falta de chispa.

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