Salma Hayek: “Me daba vergüenza decir que quería ser actriz. La gente te oprime hasta el sueño”

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Salma Hayek: “Me daba vergüenza decir que quería ser actriz. La gente te oprime hasta el sueño”

La estrella mexicana conversa con Culto sobre la nueva adaptación de la novela Como Agua Para Chocolate, que se estrena este domingo en HBO y Max, y que realiza con la compañía que fundó hace 25 años. También detalla los altibajos de su faceta como productora y recuerda los inicios de su carrera en Hollywood. “Tengo una relación muy estrecha con el realismo mágico, porque pasan muchas cosas muy raras en mi vida”, afirma.


Salma Hayek (Coatzacoalcos, 1966) es una de las mujeres más poderosas de Hollywood. Actriz, productora y filántropa, a los 58 años parece haber alcanzado la plenitud de su carrera, y sigue siendo un referente ineludible para cualquier artista latino con aspiraciones de conquistar la industria norteamericana. Sin embargo, ese estatus no le garantiza evitar escenarios difíciles.

Ejemplifica con una situación que le puede ocurrir regularmente en su trabajo en Ventanarosa, la productora de cine y televisión que fundó hace 25 años. “Yo me quejo, me frustro. ¿¡Por qué!? ¡Ya nos mataron Como agua para chocolate y la tengo que llevar a otro estudio! Mi marido me dice: ‘yo veo que todas estas cosas te pueden mucho. ¿Qué necesidad tienes? ¿Por qué sigues con lo mismo?’. ¿Sabes qué le contesto? Porque puedo y porque debo. No hay más explicación. Esa es la realidad de las cosas”.

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Foto: Anthony Behar/Sipa USA

A la mañana siguiente de recibir el Innovator Award for Entertainment & Altruism –en una gala organizada por The Wall Street Journal Magazine en el MoMa–, la actriz mexicana se conecta a Zoom para esta entrevista con Culto. En la aplicación se presenta como Salma Hayek Pinault (desde 2009 está casada con el empresario francés François-Henri Pinault), el nombre con el que ha aparecido en los créditos de Gato con botas: El último deseo (2022), Magic Mike: El último baile (2023) y la sexta temporada de Black mirror.

Durante la conversación es vehemente para expresar la pasión con la que afronta su oficio y es generosa para compartir diferentes anécdotas que grafican los momentos dulces y amargos de su trayectoria de más de tres décadas.

Eso incluye recordar que cuando se mudó a Estados Unidos, a inicios de los 90, se encontró con muchas puertas cerradas y pocos aliados. “Uno se va a un lugar donde nadie te quiere, nadie cree en ti, (pero) tratas de encontrar la fuerza de seguir adelante y de aguantar. Te rechazan, te rechazan, te rechazan, te rechazan, te insultan, te rechazan. Dices: no me voy, aquí me quedo”.

En aquella época una película mexicana se transformó en un éxito entre el público estadounidense: Como agua para chocolate (1992), la cinta dirigida por Alfonso Arau a partir de la novela de Laura Esquivel publicada tres años antes. Fue un hito en tiempos de menguante producción y escasa proyección internacional.

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Foto: HBO

“Es un momento en que empieza una revolución. El cine, que estaba dormido en México, empieza a levantarse. Yo ya me había venido para acá (a Estados Unidos) y tenía sueños. Tuvo un impacto muy importante en mí pensar: nos vieron y nos respetaron”, sostiene.

Más de 30 años después, y convertida en una de las figuras más prominentes de la industria, Hayek está detrás de un nuevo acercamiento al libro de Esquivel. Acorde a los tiempos, no es un proyecto cinematográfico, sino que una miniserie de seis capítulos que celebra su apasionante historia de romance, comida y magia, al tiempo que también extrae elementos de El diario de Tita, que la misma escritora lanzó en 2016.

Situada en México a inicios del siglo XX, la ficción sigue a Tita de la Garza (Azul Guaita), una muchacha con el talento para transmitir sus sentimientos a cada una de sus preparaciones en la cocina. Su deseo es disfrutar una vida junto a Pedro Muzquiz (Andres Baida), su amor de infancia, pero la madre de la joven, Mamá Elena (Irene Azuela), se opone tajantemente a la propuesta de matrimonio, estableciendo que, al ser la hija menor, deberá cuidarla en su casa hasta que muera. Pedro se termina casando con Rosaura (Ana Valeria Becerril), la hermana mayor de la familia, supuestamente como último recurso para mantenerse cerca de ella.

La crítica ha elogiado la producción (este domingo 3 debuta su primer episodio en HBO y Max), valorando que se toma la libertad de dar mayor desarrollo a algunos personajes secundarios y contextualizar de mejor manera las circunstancias que enfrentaba el país en aquella época (el creciente descontento contra el dictador Porfirio Díaz), conservando el encanto del material original. La revista Time opinó que “se siente más grande, más rica y más elaborada que la película”, mientras que The Hollywood Reporter aseguró que “sin abandonar por completo la magia, el drama en español aprovecha su duración de seis episodios para desarrollar mejor sus aspectos realistas”.

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Foto: HBO

Un debut auspicioso para un proyecto al que Hayek y su equipo le han dedicado horas de trabajo durante los últimos seis años.

-¿Qué urgencia cree que tiene esta historia en la actualidad?

Obviamente es una historia que pasa en el tiempo de la Revolución, a principios de 1900. Han pasado tantos años. Sin embargo, sigue siendo una historia que de alguna manera es muy actual, porque las mujeres, aunque muchísimo más avanzadas, seguimos tratando de luchar por tomar en nuestras manos nuestros destinos, y tener la libertad de escoger nuestros sueños. A veces es difícil para muchas mujeres –y de esto no se habla lo suficiente– atreverse a soñar cosas. También para los hombres. Una cosa muy interesante: a mí me daba vergüenza decir que yo quería ser actriz. La gente te oprime hasta el sueño. Y en otras ocasiones no te permiten salirte del control de la familia o de los esposos, o de las expectativas de los padres, que son muy fuertes. Aunque hayan pasado tantos años, eso es algo que sigue sucediendo.

“Es un libro que trata sobre el cambio. Sucede en un momento donde políticamente México está tratando de tener un cambio. En un nivel más íntimo, en esta casa, en esta familia, estas mujeres están tratando de hacer un cambio. Cambios de tradiciones, cambios de jerarquía. No nada más lo digo por Tita, sino que también lo digo por Gertrudis”.

-¿Ud. tiene algún tipo de cercanía con el realismo mágico? ¿Qué es lo más complejo de llevar este género a la pantalla?

Tengo una relación muy estrecha con el realismo mágico, porque pasan muchas cosas muy raras en mi vida. En mi vida nunca pasa nada normal. Son tantas y tantas las cosas que parecen imposibles, pero pasan. Este libro (Como agua para chocolate) es como un milagro que no nos esperábamos, es algo fuera de lo normal.

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Foto: HBO

“Hay una broma interna entre toda la gente que trabaja conmigo. Digo: tráiganme mi teléfono, que le tengo que hablar a Gonzalo. Van a otro cuarto o a otro piso por el teléfono, y está sonando y es Gonzalo, con quien no hablo hace diez años. Siento que los americanos se frikean más. Yo creo que nosotros como que siempre vivimos en el realismo mágico. Como que a los latinos nos pasan mucho más este tipo de cosas”.

Ilustra su punto con otro caso de la vida doméstica. Aunque dice que se ha resistido a la idea de operarse para dejar de ocupar lentes ópticos, hace poco, en su última visita al oftalmólogo, le preguntó cuál era la tasa de fracaso de la intervención. La cifra era baja, pero se escandalizó.

“¡Ay, no!, le digo. En mi caso esos números son altísimos. Porque a mí me han pasado tantas cosas que es una en millones de millones”, señala al borde de la risa. “Este realismo mágico para mí es como el día a día”.

De dulce y agraz

En 2003, a los 36 años, Salma Hayek se convirtió en la primera actriz mexicana en lograr una nominación a los Oscar. Recibió la candidatura en reconocimiento a su rol en Frida (2002), la cinta biográfica centrada en Frida Kahlo. Si bien fue un momento que disfrutó, se decepcionó al constatar que no aparecieron tantos papeles atractivos para expandir su carrera actoral.

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En el otro frente de su trayectoria, ese largometraje se consolidó como la principal carta de presentación de Ventanarosa, la compañía que creó en 1998 junto a José Tamez. La firma ha estado detrás de Ugly Betty, el remake estadounidense de Yo soy Betty, la fea, y también de películas tan distintas como la animada The prophet y la chilena Ella es Cristina, la ópera prima de Gonzalo Maza.

Posteriormente se han movido con destreza en la era del streaming. Hicieron Monarca –que alcanzó a tener dos ciclos en Netflix– y Santa Evita, la adaptación de la novela de Tomás Eloy Martínez sobre Eva Perón. Compuesta de siete episodios, debutó en 2022 a través de Hulu en Estados Unidos y a través de Star+ en Latinoamérica (hoy se puede ver en Disney+). Aunque siempre hay reveses y complicaciones, la faena no se detiene.

-¿Cómo evalúa estos 25 años como productora?

Trabajo muy, muy bien con mi socio. Hemos sido muy felices en estos 25 años de sociedad. Nunca hemos tenido un problema. Tenemos muchos rituales maravillosos. Yo lo consiento como si fuera mi hijo. Empezamos con el cafecito y hay que tener un pastelito, un pancito dulce. A nosotros nos gusta trabajar con placer. Nos gusta trabajar inspirados. Nos gusta trabajar donde haya una ventana y uno pueda ver árboles. O sea, somos muy trabajadores y muy intensos, pero no perdemos el arte de vivir. A cierta hora, ya cuando el trabajo está finalizando, tequilita, chelita, botanita, (revisamos) dónde vamos a pedir la comida. Hemos trabajado mientras estoy cocinando y te juro que me inspira. Obviamente yo creo que por esta capacidad de siempre buscar el placer y la conexión con nuestras raíces, y la sensación de ser una familia. En 25 años nos ha ido muy mal, nos ha ido muy bien. Es como otro matrimonio. Pepe es parte de mi familia.

Cuenta que en la realización de sus proyectos en México les han ocurrido situaciones “que ni a Almodóvar se le ocurrirían”. Una vez, mientras filmaban en un vecindario, una mujer mayor se les acercó indignada. Lejos de calmarse cuando le presentaron los permisos correspondientes, los amenazó con que, si no le pagaban una suma de dinero, les arruinaría la jornada de trabajo. “Mandó a los nietos a sacar cuetes (pirotecnia) y montaron un escándalo. ¡No pudimos usar el sonido! Yo también me río, pero no en el momento”.

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Black mirror. Foto: Netflix

La otra anécdota, “la de la cirugía”, la comparte tras consultar con su dupla en Ventanarosa. Dice que implica a la integrante del elenco de un proyecto, aunque evita detallar su identidad y si era una película o una serie.

“Era una actriz no conocida que nos hizo reír muchísimo y con la que estábamos muy emocionados. Era un buen papel donde se podía lucir. A nosotros nos da mucho orgullo poder descubrir a alguien, que tenga una carrera y que a la gente le encante. Ella llega a filmar como si fuera Halloween: toda vendada, con la cara tapada. No la reconocíamos. ¿Qué te pasó?, le preguntamos. Me hice liposucción en toda la cara y el cuerpo, y por eso estoy así, pero con maquillaje y efectos especiales me lo arreglan, ¿no?”.

La producción no se canceló, pero sí obligó a reorganizar el inicio del rodaje. “En Latinoamérica el que no sabe improvisar no llega a ninguna parte”, concluye.

Con la misma soltura, Hayek da paso a las reflexiones que le genera la historia de Como agua para chocolate, el último fruto de su labor detrás de las cámaras. Habla como actriz y productora, pero también como fundadora de Chime for Change, la iniciativa de la marca Kering para promover la igualdad de género que creó en 2013 juntó a Beyoncé.

“Las mujeres ahorita estamos viviendo una etapa en donde estamos tratando de hacer cambios, pero también de tratar de tener el espacio y el silencio mental para entender quiénes somos. Porque nunca nos habían dado la oportunidad ni siquiera de saber qué queremos, quiénes somos, si no tenemos que estar siempre construyéndonos para poder tener un lugar en un sistema que está creado para hombres. Estamos aprendiendo a conocernos también”, plantea.

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Foto: Janet Mayer/INSTARimages.com

Toma aire y sugiere: ”¿Queremos cambios? ¿Para qué es el cambio? No lo sé. Es un proceso”.

En vez de evitar las contradicciones, se encuentra a gusto en el área de los grises. De hecho, su adaptación de la novela de Laura Esquivel le produce algunos sentimientos encontrados.

“Hay algo que me conflictúa, pero gusta que me conflictúe: yo siento tristeza y nostalgia de que cada vez se pierdan más y más rituales familiares, costumbres, tradiciones. Y, por otro lado, alegría de que matemos otras. Eso pienso que es parte de la genialidad de la serie y obviamente del libro. Obra maestra”.

“¿Algo más?”, pregunta, pero se acabó el tiempo. No hay más minutos para seguir conversando. Salma Hayek debe volver al trabajo.

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