Gladiador versus Gladiador II: las claves de una confrontación inevitable
A más de dos décadas de la película original, Ridley Scott vuelve a llenar las salas de cine con su versión de la Antigua Roma. Paul Mescal toma el lugar que dejó Russell Crowe y Pedro Pascal asume un rol importante. ¿La secuela está a la altura o queda al debe? ¿Es justo comparar el desempeño de sus dos protagonistas? Es parte de lo que abordamos aquí junto a un grupo de críticos.
Todo ejecutivo de Hollywood sabe que hacer una secuela de una película exitosa va aparejado con asegurar el regreso de los protagonistas de la cinta original. El triunfo de cintas como El Padrino II (1974) o Terminator 2: El juicio final (1991) se cimentó a partir de respetar esa premisa. Aunque el resultado estuvo lejos de las expectativas, los responsables de la segunda parte de Tiburón se preocuparon de sellar el retorno de Roy Scheider y Lorraine Gary, y los artífices de la continuación de El exorcista hicieron lo propio con Linda Blair y Max von Sydow.
Si ese plan no prospera (por restricciones del guión o por desavenencias con los actores), aparecen alternativas más rebuscadas. Las segundas partes de Carrie y Donnie Darko optaron por centrarse en las hermanas de los protagonistas, mientras que la segunda entrega de American psycho se enfocó en una mujer que conoció a Patrick Bateman cuando era niña.
Durante mucho tiempo la posibilidad de una segunda parte de Gladiador (2000) lucía como terreno fértil para ideas disparatadas. En un final cargado de emociones, Máximo Décimo Meridio (Russell Crowe) es asesinado por Cómodo (Joaquin Phoenix) y se une en el más allá junto a su esposa y a su hijo. Era el desenlace inevitable para un personaje que se había convertido en un muerto en vida desde el instante en que había sido traicionado y había perdido a su familia trágicamente.
El épico filme ambientado en la Antigua Roma dominó los Oscar, consagró a Crowe como estrella, fue el segundo largometraje más millonario de su temporada y por años, hasta que debutó Misión rescate (2015), fue el trabajo más taquillero de Ridley Scott. A la luz de esos antecedentes, la opción de hacer una continuación parecía demasiado tentadora, incluso si eso implicaba correr grandes riesgos.
El director británico barajó diferentes alternativas (pasó un musical con Nick Cave en que Máximo resucitaría) hasta llegar a la definitiva: concentrarse en lo que pasó con Lucio, el hijo de Lucila (Connie Nielsen) y nieto del emperador Marco Aurelio (Richard Harris), que en la película original era un adolescente interpretado por Spencer Treat Clark.
Bajo ese ángulo –como han podido constatar quienes ya han visto Gladiador II–, las únicas otras figuras que vuelven son Lucila, el senador Graco (Derek Jacobi) y el Coliseo, que dentro de la mitología de la cinta es casi un personaje en sí mismo.
Tras una introducción en que se resumen los hechos que todos conocemos, la acción muestra a Lucio (Paul Mescal) en un momento de su vida en que reside junto a su esposa en Numidia, al norte de África. A casi dos décadas de abandonar el Imperio, se le conoce como Hanno y no mantiene contacto con su madre ni con nadie de su pasado. Cuando el general Marco Acacio (Pedro Pascal) y sus hombres arremeten contra la comunidad local, Lucio lucha con valor, pero su mujer fallece en combate y él es capturado y vendido como esclavo. No tarda en ser comprado por un tipo ambicioso y es entrenado hasta pelear en el Coliseo.
Aunque ha conseguido comentarios mayoritariamente favorables, un sector importante de la crítica ha advertido que tiene varias similitudes con el primer filme. No sólo eso: unos cuantos se han aventurado a decir que, a pesar de presentarse al mundo como una secuela, parece un remake del largometraje que ganó el Oscar a Mejor película.
“El gran problema es que la sombra de la primera está siempre presente. En 2000, cuando fue estrenada, la película fue revolucionaria en su temática y forma de producción, y hasta ahora revisar esos antecedentes es muy sorprendente”, analiza la crítica de cine Alejandra Pinto, quien piensa que la nueva entrega pierde en el duelo.
“Si pensamos en la trama y su profundidad, creo que esta segunda parte no está a la altura de la primera, pero eso no le quita que dentro de su género, sea una película increíblemente entretenida”, añade.
Ana Josefa Silva concede que los personajes principales comparten un par de elementos que podrían motivar comparaciones –ambos se convierten en gladiadores y actúan impulsados por la rabia–, pero cree que son más las diferencias que las similitudes. Se detiene particularmente en que el guión, en un tramo avanzado de la historia, propone una revelación clave sobre el origen de Lucio.
“Eso lo convierte en un personaje de mayor complejidad biográfica y sicológica y en este sentido, un actor con tanto teatro en el cuerpo como Mescal, parece el indicado. En cambio, Máximo, al inicio del filme, sufre una horrible y sangrienta traición a manos de un siniestro antagonista, que el espectador presencia demudado: es un personaje que no tiene más que llenarse de rabia y odio, y eso lo aprovecha muy bien Russell Crowe”, opina. “El trayecto de Hanno/Lucius es mucho más enrevesado”.
Paul Mescal no sólo es más joven que Crowe en el momento en que se lanzó la primera película (28, versus los 36 que el neozelandés tenía en mayo del 2000), sino que es una clase diferente de intérprete. El irlandés se desenvuelve bien en personajes con un rico mundo interior –como ha demostrado en la miniserie Normal people y en el cine en Aftersun y Todos somos extraños– y hasta ahora nunca había puesto a prueba su físico como en Gladiador II.
“Me parece que, aunque a primera vista no era el actor más indicado para un papel como este, sale bastante bien parado de este desafío”, plantea el crítico Joel Poblete, quien reconoce que “quizás se siente y ve todavía demasiado joven para el personaje. Crowe en su rol en Gladiador tenía algo de madurez que le daba un peso distinto en lo físico y psicológico, algo similar a lo que consiguiera por ejemplo Charlton Heston en un clásico como Ben-Hur”.
Por su parte, Rodrigo González, crítico de La Tercera, piensa que Scott acertó con su fichaje y que supera a su predecesor en al menos una dimensión. “Mescal se impone en las escenas más introspectivas, cuando está en la celda o en sus interacciones con su madre. En eso es mejor que Crowe. Pero, claro, esta es una película de gladiadores y hace lo que puede cuando le toca ser un luchador. De esa prueba sale mejor parado de lo que yo al menos pensé”.
Por su parte, Pinto considera que la película no le ofrece la oportunidad de alcanzar la misma densidad que Crowe. ”Hay un esfuerzo por dar mayor espesor a su personaje, pero no lo logra, precisamente porque a la larga, la película nos entrega otros personajes mucho más interesantes que Lucio”.
Washington, Pascal y los secundarios
La cinta original tenía una galería de secundarios brillantes: Richard Harris como Marco Aurelio, Oliver Reed como Próximo, Derek Jacobi como el senador Graco y Djimon Hounsou como Juba, el amigo del protagonista.
De todos ellos el único que por momentos parecía arrebatarle la película de las manos a Russell Crowe era Joaquin Phoenix, a cargo de interpretar al perverso Cómodo, un personaje que contaba con más minutos en pantalla que el que tienen los emperadores Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger) en Gladiador II.
Al menos en el texto, Macrino (Denzel Washington) cumpliría la función que antes desempeñó Próximo: un tipo que le transmite su sabiduría al protagonista y se transforma en su mentor. Con un código moral más turbio y mayor influencia en las altas esferas del poder, el rol de Washington es el arma secreta del filme. Y, para muchos, el gran motivo por el que vale la pena pagar la entrada.
“Washington destaca no sólo por su sólida interpretación, sino además porque es un personaje con más peso, desarrollo, capas y profundidad que el resto de los roles de la película, incluyendo al propio protagonista. Y claramente le da un tono distinto al argumento. Es una de las pocas cosas que la distingue y diferencia con la original”, explica Joel Poblete.
Coincide en ese punto Alejandra Pinto: “Denzel Washington es un actor extraordinario, de un carisma y una presencia en pantalla que siempre se hace notar. En su caso, nos vemos obligados a centrarnos en su personaje, porque desde el principio lo vemos como alguien dual: es un vendedor de gladiadores/esclavos, pero también se codea de igual a igual con los emperadores. Eso lo convierte en una figura alrededor de la cual comienza a girar toda la trama. Creo que es el punto alto de la película”.
Al desmenuzar el papel que juega Macrino es inevitable entrar en los detalles más delicados de la trama (spoilers a continuación). Pero aquí vamos: es ese personaje –y no el Marco Acacio de Pascal– el verdadero antagonista de la historia, algo que se despeja cuando la acción se conduce hacia el último tercio.
A juicio de Ana Josefa Silva, el rol del actor chileno cumpliría la función de un macguffin, un motivo argumental usado para impulsar la trama, pero que en realidad tiene menos importancia de la que parece. “Esta es la parte más interesante de esta secuela: el guión dibuja un trío entre Lucio, Marco Acacio y Macrino, que es precisamente lo que permite que la historia gire y resulte sorprendente para el espectador”, apunta. “El antagonista no se nos devela sino hacia el tercio final y de allí en adelante va mostrando su inmensa astucia y habilidad como el gran operador político que es”.
¿Y esa dinámica en qué pie deja a Pascal? Habría que decir que no lo beneficia del todo, en especial si se toma en cuenta que su introducción –en Numidia– es altamente prometedora.
“El personaje de Pascal pareciera caer en mitad del vuelo después de haber partido con la mejor de las energías. El duelo que mantiene con el personaje de Paul Mescal es algo ridículo y, es una pena, pues Pedro Pascal hace lo que puede con un rol recortado al parecer en la sala de montaje. Lo mejor es Denzel Washington. Con ese villano, no hace falta un semi-villano o semi-héroe como el de Pascal”, asegura González.
Mientras que Poblete cree que la estrella de la serie The last of us “hace lo mejor que puede”, para Pinto se trata de una “oportunidad perdida”. “Pedro Pascal es un actor que siempre está en control, y eso lo hace muy atrayente. Siento que en esta ocasión no pudo brillar demasiado, pese a que efectivamente es un secundario central en la trama”.
A la caza en la taquilla
Gladiador II impuso sus términos en su primer fin de semana en los cines chilenos. Entre el miércoles 13 (día en que tuvo funciones de preestreno) y el domingo 17 superó los 110 mil espectadores, apoderándose del primer lugar de la taquilla. Un resultado que estaba dentro de las estimaciones de su distribuidor en territorio nacional.
“Aunque en este negocio nada es una certeza 100% hasta el día de estreno, todas las señales que estábamos teniendo desde el inicio de la campaña apuntaban a un resultado contundente en la taquilla”, dice Nicky Vukovic, marketing manager de Paramount Pictures en el país.
Según información recabada por Culto, el filme sumaba 168 mil asistentes (hasta el jueves de esta semana). Vukovic detalla que ha tenido un desempeño similar al de Top Gun: Maverick (2022), que logró vender más de 527 mil entradas a nivel local. Antes de pensar en esos números hay otra meta más a la mano: intentar alcanzar la convocatoria de Gladiador: 461 mil espectadores, según los registros de la industria.
“Todo indica que la película va camino a repetir los números de la primera, y creemos que será empujada no sólo por el inicio de las vacaciones sino por el comienzo de la temporada de premios, dónde seguramente se hará un lugar tras la buena recepción de la crítica y la audiencia”, sostiene Vukovic.
A partir de esta semana la secuela de Ridley Scott convive en la cartelera nacional con otra superproducción de Hollywood: Wicked, la adaptación del popular musical nacido en 2003 como una precuela de El Mago de Oz. Protagonizada por Cynthia Erivo y Ariana Grande, ha conseguido buenos comentarios y debiera ubicarse entre los títulos más millonarios de los últimos meses.
Debido a su estreno simultáneo –al menos en Estados Unidos–, se genera lo más parecido a un nuevo Barbenheimer, el fenómeno que protagonizaron Barbie y Oppenheimer en 2023 (el público lo ha bautizado como Glicked). Nicky Vukovic, quien ha trabajado en la campaña de Gladiador II y Wicked, cree que “hay espacio suficiente para que el rosa y el verde puedan convivir con los escudos y sandalias romanas en la gran pantalla”.
En la previa a su llegada a las salas, el cineasta ha hablado sobre el futuro de su versión de la Antigua Roma: tiene en mente una tercera entrega, la que recogería el final de la segunda y trataría sobre “un hombre que no quiere estar donde está”.
“Tendría que ser capaz de sumergirse en la decadencia del Imperio o bien seguir haciendo películas de romanos, las péplum, de esas que se produjeron por montones, al punto de ser un subgénero con nombre propio”, sugiere Ana Josefa Silva. Si bien Alejandra Pinto piensa que la segunda es inferior a la primera, no se opone a que exista otra más. “Si Ridley Scott quiere hacer una tercera parte, no soy yo quien se lo va a discutir”.
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