Simon Ghraichy despeina el piano en CorpArtes

@JulienBenhamou
Simon Ghraichy (1985) tocará obras de Grieg y Gershwin junto a la Sinfónica de Chile dirigida por José Luis Domínguez.

El músico mexicano-libanés es una de las estrellas del prestigioso sello clásico Deutsche Grammophon y se presenta el 30 de agosto en Chile. Mezcla lo clásico con lo popular y la humita con las zapatillas deportivas.


En febrero de 1928, un esmirriado y virtuoso pianista de origen ruso-judío tomó por asalto el Carnegie Hall de Nueva York. Tocó el Concierto para piano N° 1 de Piotr Ilich Tchaikovsky y jamás se entendió con el director de orquesta, el maestro inglés Sir Thomas Beecham. A nadie le importó demasiado la falta de coordinación. Vladimir Horowitz tocó durante todo el concierto a un tiempo considerablemente más rápido que la orquesta, pero eso tampoco le pareció mal al principal crítico del New York Times.

Al día siguiente el principal diario de Estados Unidos lo calificó como un "tornado salido de las estepas" y desde ese momento Vladimir Horowitz (1903-1989) se transformó en el pianista favorito de los estadounidenses.

Ejemplo del músico que es todo expresión y técnica sobresaliente, Horowitz fue lo más cercano que el siglo XX tuvo a Franz Liszt (1811-1886), la gran y virtuosa estrella del piano romántico. Hoy su figura aún planea sobre las cabezas de los primerizos en el instrumento. Hace tres décadas, uno de aquellos admiradores fue Simon Ghraichy, pianista nacido en Beirut (El Líbano) hace 33 años y actual instrumentista de preferencia en el prestigioso sello de música clásica Deutsche Grammophon, el más grande del mundo en el rubro.

De padre libanés y madre mexicana, Simon Ghraichy se formó musicalmente en Francia, su país de adopción. Eso sí, el idioma español lo sigue a todas partes y así es como concede esta entrevista a La Tercera, a una semana y media de su debut en Chile el jueves 30 de agosto en el Teatro CorpArtes. Su primer disco en el sello alemán es, de hecho, su carta patria: "El álbum Heritages es como mi carnet de identidad: mi padre es libanés, mi madre es mexicana y yo vivo en Francia. Soy de tres países al mismo tiempo y aquello se refleja en la música del disco".

Definido por The Wall Street Journal como "un pianista de gran fineza y poder", Ghraichy interpretará en Chile dos piezas de célebre pedigrí para piano y orquesta. Se trata del Concierto para piano en la menor del noruego Edvard Grieg y la Rapsodia en azul del estadounidense George Gershwin. "El Concierto en la menor de Edvard Grieg es una de mis obras favoritas. El primer concierto que conocí, de pequeño. Grieg es un compositor noruego romántico, pero su música tiene muchos elementos del folklore de su país. Es más, el tercer movimiento de su concierto es una danza que puede pasar por latinoamericana", dice Ghraichy. Y agrega: "Pero además se decidió que el programa incluyera la obertura Candide de Leonard Bernstein y la suite Billy the Kid de Aaron Copland. Es decir dos composiciones que tienen bastantes raíces afro-caribeñas, con mucho ritmo y color".

A Ghraichy lo acompañará la Orquesta Sinfónica de Chile, dirigida por José Luis Domínguez, que será la encargados además de interpretar las piezas orquestales. Para el músico mexicano-libanés, la mezcla de repertorios es fundamental. La practica en sus conciertos y en sus discos y tiene que ver con aquella idea de que su primer álbum es su carnet de identidad: "En Heritages hay música del francés Claude Debussy que alude a la parte más árabe de España (específicamente la obra La soirée dans Grenade), del cubano Ernesto Lecuona (responsable de una gran cantidad de canciones populares, zarzuelas y obras para piano), del mexicano Arturo Márquez, del brasileño Heitor Villa-Lobos, pero también de un español de origen andaluz como Manuel de Falla. En resumen, el disco es un caleidoscopio de mis raíces musicales".

Educado bajo las estrictas reglas de la formación clásica tradicional y abierto siempre a nuevos repertorios, el pianista se define como un hombre abierto, capaz de mezclar a Lecuona y Bach en el mismo concierto. Tampoco cree que el traje negro y la corbata sean el uniforme obligado en las salas clásicas. Más bien combina prendas. Una humita roja en el cuello junto a sus zapatillas deportivas pueden ser el mejor traje para una velada en el Carnegie Hall o la sala de la Filarmónica de Berlín, donde ya ha estado.

Su mismo credo se aplica en el repertorio: "A mí me encanta tocar obras de compositores latinoamericanos, pero muchas veces uno se encuentra con un panorama donde nadie más lo hace, donde falta voluntad y curiosidad por mezclar". Y da ejemplos: "En Europa estamos acostumbrados a las salas con programas que presentan Bach, Beethoven, Debussy, Chopin y Ravel. Es lo más seguro, pero se teme lo otro. Sin embargo, el mismo público que va a escuchar Bach se vuelven loco e histérico con los ritmos y colores de compositores de otras latitudes".

Desde CorpArtes, su directora ejecutiva Francisca Florenzano también apunta al criterio de las nuevas audiencias en el caso de este concierto, que ha sido éxito de ventas. "Tanto su talento como su personalidad extrovertida nos motivan para llegar a nuevas audiencias, buscando acercar la música clásica a un público más juvenil, que tradicionalmente no asiste a un concierto de música clásica", dice Florenzano.

Sobre ese nexo con el público, el pianista avecindado en Francia tiene un concepto claro: "Empecé tocando a los 4 años. Soy antes que nada un músico clásico y crecí tocando a Bach y Beethoven. Eso no lo oculto. Sin embargo, siempre me interesó llegar a más audiencias, ampliar el tipo de asistentes que iban a los conciertos. Después de todo, vivimos en el siglo XXI y no podemos seguir actuando como si el tiempo no hubiera pasado".

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