A 45 días de las elecciones en EE.UU.: Los flancos abiertos para Kamala Harris y Donald Trump en la recta final
Cuando queda poco más de un mes para los comicios de uno de los países más poderosos del mundo, expertos analizan las principales preocupaciones tanto para la candidata demócrata como para su rival republicano de cara al 5 de noviembre.
Semanas atrás, cuando el expresidente de Estados Unidos Donald Trump recibía un corte en su oreja tras un fallido intento de asesinato y el actual mandatario norteamericano, Joe Biden, trastabillaba en el primer debate televisivo entre ambos, todo parecía apuntar a una inapelable victoria en noviembre para el candidato republicano. Es más, así lo dejaban entrever distintas encuestas en los estados bisagra, esos lugares en los que, de vencer, entregan los votos estratégicos para el Colegio Electoral y, con ello, las llaves de la Casa Blanca.
Sin embargo, luego de una intensa presión al interior del Partido Demócrata, Biden terminó acatando el deseo de las cada vez más vociferantes figuras que le pedían dar un paso al costado, y permitió el ascenso de la candidatura de su vicepresidenta, Kamala Harris. Y la carrera presidencial se reinició.
A menos de dos meses de las elecciones programadas para el 5 de noviembre, los sondeos muestran a ambos candidatos virtualmente empatados, tanto a nivel nacional como en los estados clave, con ventajas marginales en ambos contextos. Ahora son los detalles los que terminarán por hacer la diferencia, y cada candidato enfrenta sus propios desafíos en la recta final por una de las presidencias más poderosas del mundo.
Reconocimiento y políticas
Aquel domingo 21 de julio, en que el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, renunció a su derecho a competir por la reelección, más de uno al interior del Partido Demócrata respiró aliviado. Su desastroso desempeño durante el primer -y quizá único- debate con el expresidente Trump elevó al máximo las preocupaciones por sus condiciones para afrontar un segundo mandato.
No pasaron muchos minutos desde su salida para que formalmente endosara como la carta oficialista a su vicepresidenta, Kamala Harris. Y si bien los sondeos apuntan a una considerable mejora en la perspectiva de los demócratas para noviembre, un elemento se mantiene similar: parte importante de la población todavía conoce poco a Harris, o no tiene claras sus ideas para un eventual gobierno.
Así lo demostraron una serie de encuestas realizadas por CBS News y YouGov previo al debate del pasado martes 10 de septiembre, el primero -y, posiblemente, último- entre la abanderada demócrata y su rival del Partido Republicano. Los sondeos citados se realizaron en Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, tres de los estados claves de cara a los comicios.
Allí se detalló que aproximadamente cuatro de cada 10 votantes en estos estados decisivos dicen que no sabían lo que representa Harris. Si bien advierten que ese número se infla por los votantes republicanos, muchos de los autodeclarados independientes sostienen la opinión. En cambio, e independiente de por quién vote, la mayoría de las personas consultadas dijo conocer muy bien las posiciones políticas de Donald Trump.
Para John Pitney, analista político estadounidense del Claremont McKenna College, el debate funcionó como un momento central para dar a conocer sus posturas a una audiencia abierta, considerando que un aproximado de 67 millones vio aquel encuentro, a diferencia de los 51 que sintonizaron el Biden-Trump.
En conversación con La Tercera, el académico señaló que si bien a Harris “el debate le ayudó mucho, ya que demostró seguridad e ingenio y la gente llegó a conocerla mejor”, también cree que “todavía tiene que dar más detalles sobre las políticas públicas que va a seguir” en un eventual mandato.
A modo general, añadió, ve en la candidatura de Harris “dos retos”. “En primer lugar, como vicepresidenta en funciones, es vulnerable a las críticas por todo lo que ha ido mal desde 2021: los altos precios, el desorden en la frontera y la sangrienta retirada de Afganistán. Otro escollo es que el electorado está muy dividido entre republicanos y demócratas”, detalla.
En concreto, se refiere a “los votantes blancos de clase trabajadora, quienes apoyan firmemente a los republicanos, y ella tiene que reducir la ventaja de Trump con ese segmento del electorado”.
De vuelta con los bajos niveles de conocimiento de las políticas de la demócrata, una posible explicación a esto la entregó Clyde Wilcox, profesor de Gobierno en la Universidad de Georgetown, quien declaró a este periódico que “mucha gente es reacia a confiar en ella, porque la conoce poco y porque es una mujer negra/asiático-americana. Eso no se puede cambiar”.
Pero también fue más allá, y apuntó a la falta de interés de parte importante del electorado estadounidense, pues considera que Kamala Harris “ha establecido una agenda política tanto como Trump”. El problema, continuó, es que “la gente que dice que no conoce sus intenciones políticas, de partida no sabía mucho de ella como vicepresidenta. Así que no están prestando atención a la política, en realidad, y no leerían un informe con sus posturas, incluso si ella lo publicara”.
En una línea similar, otro desafío que deberá enfrentar la actual vicepresidenta es definir claramente sus posturas -incluso para quienes siguen de cerca la política estadounidense en aspectos claves. Desde la economía, fuente de parte importante de las críticas a la actual administración Biden-Harris, hasta los giros ideológicos y políticos a lo largo de su carrera -el fracking y los impuestos- o la política internacional del país, con la guerra en Medio Oriente como telón de fondo, son algunos de los escollos que deberán superar.
Ahí es precisamente donde el politólogo William B. Allen ve el principal problema de Harris. De hecho, dijo a La Tercera que “el debate no cambió casi nada. Sirvió para reforzar la base de Kamala Harris gracias a una afirmación plausible de haberlo hecho bien, resaltando su evasión de cualquier tema real. Harris tiene el problema de heredar el historial de los últimos cuatro años, mientras intenta presentarse como una alternativa a los últimos cuatro años. Probablemente no pueda ejecutarlo”.
Pero no es todo. Según el también profesor emérito de la Michigan State University, “sus posiciones políticas no son más que una variopinta colección de regalos poco realistas (como en el caso de un crédito fiscal de 50.000 dólares para las pequeñas empresas). Un crédito fiscal sobre los beneficios empresariales carece de sentido para las nuevas pequeñas empresas que rara vez obtienen beneficios antes de cinco o siete años de funcionamiento, y especialmente cuando la mayoría de las nuevas pequeñas empresas fracasan a un ritmo superior al 50% antes de alcanzar la marca de los cinco años”.
Y cerró: “Su estrategia, en consecuencia, debe consistir en evitar que la obliguen a adoptar políticas concretas”.
Si se habla de definir posiciones, posiblemente la más problemática de todas sea la del apoyo estadounidense a Israel, en su guerra contra Hamas, y la de la migración. Entre las protestas universitarias y la molestia de la izquierda y su actual papel en el control migratorio, más dudas surgen. “Su indefinición sobre la política de seguridad nacional es igualmente problemática, y no puede eliminar esa indefinición sin alienar a importantes electores”, dijo Allen al respecto.
En cambio, John Pitney cree que “el malestar universitario con Gaza no es un problema político relevante para Harris. Las protestas se producen sobre todo en universidades privadas de élite, y la mayoría de los estudiantes estadounidenses asisten a universidades estatales. Es probable que a Harris le vaya muy bien con los estudiantes de la Generación Z, en parte porque la cuestión del aborto les afecta directamente”.
De todos modos, coincide con Allen en que Harris “es vulnerable a las críticas por todo lo que ha ido mal desde 2021: los altos precios, el desorden en la frontera y la sangrienta retirada de Afganistán”.
Mantener base y sumar indecisos
Los desafíos que enfrenta el expresidente de Estados Unidos Donald Trump distan bastante de los de Kamala Harris. De partida, él y su campaña debieron ajustar completamente su estrategia ante una rival inesperada. Lo que parecía una victoria posiblemente holgada, se transformó en una carrera competitiva por llegar -o, en su caso, regresar- a la Oficina Oval.
Y la primera muestra de cambios tras la salida de Joe Biden de la carrera presidencial llegó en encuestas que anunciaban una importante disposición de los votantes jóvenes, la Generación Z, de apoyar a Kamala Harris en vez del exmandatario.
Si para mayo de este año la sensación que más recogían los sondeos entre votantes jóvenes -menores de 30- era indecisión y muy bajo apoyo a Biden, en las últimas encuestas las cifras se revirtieron a los niveles con los que el mandatario contó cuando fue electo, en 2020.
Una encuesta realizada por NBC News y SurveyMonkey detalló que el 50% de los consultados dijo que votará por Kamala Harris, y solo el 34% señaló que respaldará al expresidente. Además, uno de cada 10 afirmó que simplemente no votaría.
Si bien ahora las cifras quedan similares a los apoyos cosechados por Biden cuatro años atrás, los indecisos del sondeo se mostraron divididos en 50 a 50 por cada candidato, y es a ese electorado flotante al que debería apelar Trump, cree William B. Allen. Y no requiere de crecer demasiado en este segmento de la población.
“No cabe esperar que Trump obtenga ganancias significativas con el voto joven. Sin embargo, solo necesita aumentos marginales para imponerse, y su relativo éxito con los votantes jóvenes de minorías sugiere que lo hará lo suficientemente bien como para obtener una ventaja en el voto general como resultado. Es importante recordar que ningún grupo demográfico se ve más afectado por la rigidez de los altos precios de bienes y servicios que el voto joven. Eso le da a Trump un fuerte argumento de venta de su candidatura”, señaló el académico a este diario.
De todos modos, el objetivo principal del mandatario se centra en ganar votos extras “en Pennsylvania, Arizona, Georgia y Carolina del Norte, aunque no hay forma de que gane sin el primer estado”, añadió.
Pero esa batalla no será simple. Según Pitney, “Trump tiene que cargar con el peso de su propio historial. Gestionó mal el Covid, y EE.UU. acabó con una nueva pérdida de empleos durante su presidencia. Su carácter también es un grave problema. Es una persona condenada por delitos graves y es un hombre muy mayor que muestra signos de deterioro cognitivo”, argumentó.
Un reto similar planteó Clyde Wilcox, crítico de la gestión pasada de Trump, pero que cede que, en línea con las encuestas, los ciudadanos estadounidenses califican aquella gestión como una de bonanzas económicas. “Muchas personas recuerdan que estaban personalmente bien bajo Trump, olvidando lo mal que lo hizo con el Covid y que trató de tomar el Capitolio”, aseveró.
El penúltimo punto, el historial delictivo del mandatario podría no ser un factor, dijo el propio Wilcox. ¿Por qué? Pese a que gran parte de los juicios que le esperan se desarrollarán posterior a la elección, al votante republicano evidentemente no le parece un factor a considerar. “Saben que ha sido acusado 34 veces, condenado por un delito grave y declarado responsable de una violación y un fraude. Así que si todavía están indecisos, otra condena no los persuadirá”, apuntó el académico.
Esto muestra la sólida base de apoyos que tiene el exmandatario, y Allen duda de que se debilite en las últimas semanas previo a las elecciones. “Eso significa que Harris necesita ganar el voto marginal restante de forma clara, al mismo tiempo que su suelo no es tan sólido como el de Trump”, explicó.
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