Carlos Larraín: “Lo que estamos presenciando hoy es el fracaso del liberalismo”

Carlos Larraín
Carlos Larraín en su estancia en Magallanes

Lleva casi un mes metido entre miles de ovejas en su estancia magallánica. Saca garrapatas, revisa pezuñas, supervisa la esquila. Y aunque se cae del mapa, no está nada desconectado. Carlos Larraín, 77 años, expresidente de RN, está a firme con la campaña por el “rechazo” y así lo ha transmitido a todas las bases que aún lo siguen en su partido.

¿Cómo se ven las cosas desde allá?

Me parece que el panorama ha cambiado bastante poco, pero hay una luz de esperanza que es que el impulso del “rechazo y reforma” (ver recuadro) ha ganado volumen. Y me produjo mucha esperanza la carta de los exconcertacionistas, lo que indica que en la izquierda hay un sector que conserva las buenas costumbres. Me gustó también la frase de Juan Carvajal, cuando dice que la izquierda no atina a dar soluciones, porque no quiere darle piso al Presidente. Esa frase demuestra una comprensión del problema que tenemos: que es una izquierda completamente dispuesta a impedir que el gobierno de Sebastián Piñera termine bien.

¿Como si hubiera una mezquindad de parte de la oposición para impedir que Piñera termine su gobierno?

Es un cálculo. Se trata de acentuar los problemas y de impedir que lo que se ha invocado como justificación para la revuelta sea abordado seriamente como lo está haciendo el gobierno, que está tratando de hacer frente a las exigencias que me parece a mí eran archijustificadas. Me refiero a la mejora en las pensiones, al salario mínimo garantizado -que me parece una gran idea-, a las mejoras en salud. Esas son las centrales. La izquierda está estirando la agenda social para hacerla hasta que sea incumplible, y lanzada en un tremendo esfuerzo por pegar un manotazo institucional. Eso es evidente.

¿Y cómo ha sido la reacción de la derecha frente a este escenario? El gobierno también le dio cauce a la discusión por la vía constitucional.

El gobierno cedió ese 15 de noviembre en las cosas que constituyen la agenda social y lo cual estoy completamente de acuerdo, pero entregó la Constitución. Ahora, lo hizo bajo condiciones de fuerza. No fue un gesto espontáneo del gobierno, pero la Constitución no debió entregarse nunca. Ese es el gran tema.

Pero hay una parte importante del gobierno que está de acuerdo con abrir el debate constitucional.

Bueno, no sé quiénes son.

Ahora se pidió neutralidad, pero el mismo ministro de Interior, por ejemplo, a las pocas horas del acuerdo decía que el gobierno estaba por el “apruebo”.

Dios lo guarde en su inocencia.

¿Por qué?

Porque la discusión sobre una nueva Constitución en un ambiente social y político completamente intervenido por la izquierda es un esfuerzo que muy difícilmente termine bien. Aquí, todas las fuerzas que están en operación están intervenidas; desde la internet hasta la “primera línea”.

¿Y cómo ha visto el manejo de Piñera este último mes?

El gobierno está recuperando algo de terreno, porque hay que fortalecer la porción de la opinión pública que lo eligió. Y para eso tiene que unificar a los partidos y tiene que terminar la cacofonía sobre la Constitución que algunos desde el propio gobierno comentan. Otros, más ambiciosos, creen que lo van a convidar a la fiesta de la derogación de la Constitución el 26 de abril en la noche. Están muy equivocados.

La paralización del brazo político del Ejecutivo es muy dañina y la mejora de eso pasa por el Presidente.

Carlos Larraín

¿En qué nota esa parálisis?

El gabinete está inhibido y eso es una mala cosa, porque en este trance hay que reclutar todo tipo de ayuda y los ministros pueden tener un papel importante. Que hagan callar a los aventureros que creen que subiéndose a la olita de la derogación de la Constitución van a llegar surfeando a una isla con palmeras políticas.

¿Y en esa olita está Mario Desbordes, por ejemplo? Era su secretario general en RN.

Yo creo que los políticos que vienen de la derecha y que van por la derogación de la Constitución tienen una tremenda responsabilidad, porque le cubren la espalda a la izquierda, y en su faceta más triste, que es la del manotazo institucional. Los políticos que vienen de la derecha, no digo que lo sean, van a tener una culpa muy grave si acaso el 26 de abril resulta un 70/30, porque después no habrá cómo remontar esta cifra. En la seguidilla de las elecciones posteriores van a repetir esa cifra.

Mario no está interpretando la opinión del partido y crea una gran confusión; a mí me llama mucha gente de muchas partes preguntándome qué hacemos en este cuadro.

Hay varios parlamentarios RN que están con el “apruebo”. ¿No será que están en lo correcto?

Creo que ellos están pensando muy equivocadamente que esta postura en favor de la derogación les va a crear una especie de buena voluntad que viene desde la izquierda y que eso lo va a favorecer electoralmente. Están completamente equivocados, porque no hace falta ser un gran constitucionalista para dudar que el resultado de una convención constitucional integrada por personas que no podemos siquiera imaginar, pero que muy probablemente puede ser Lastesis o la Mon Laferte y mucho overol blanco, vaya a ser bueno.

Lastesis y Mon Laferte conectan muy bien con la gente. Algo están diciendo...

Claro, están diciendo cosas preciosas, como, por ejemplo, “puta, maraca, pero nunca paca”. Son efectivamente de alta filosofía y una lírica conmovedora.

A lo que voy es que en su discurso aluden a una realidad, por fuerte que sea. Lastesis se replicó en todo el mundo. ¿Vio el zócalo de México, donde la tasa de femicidios es altísima?

Pero si es que hay una entretención en todo esto. Y claro, quién va a negar que durante muchos siglos las mujeres no han tenido el papel que les corresponde, pero eso es muy distinto a esparcir petróleo en las veredas, en el sentido figurado, y proponer ideas tan tristes como las de Lastesis.

¿Cuál es la idea tan triste?

Que todos somos violadores. Yo ya me cambio de vereda en la calle.

Se aprobó la paridad de género para la eventual convención constitucional. Imagino que no está de acuerdo.

No, yo creo que lo que hay que buscar es la paridad de talentos para contribuir al proceso de redacción de la Constitución. Podría ser el 90% mujeres y 10% de hombres, me importa un rábano. Lo importante es que sea una Constitución que respete a todas las personas y que les posibilite salir adelante en la vida.

Carlos Larraín

Hoy es el 8M. ¿Le dice algo?

Puede significar cosas estupendas, como fatales. Por ejemplo, es fantástico promover el papel de la mujer, que pueda aumentar su contribución a la vida social, y todo lo que es respetarlas y sacarlas adelante. Lo que no puede pasar es que se use esto como pretexto para imponer una ideología aberrante, que es la que se nos está queriendo meter por todos los poros en Chile y que quiere tener consagración institucional. Y, por supuesto, los agregados de violencia que podríamos tener durante hoy.

¿A qué se refiere con ideología aberrante?

Es la de que la política lo gobierna todo e interviene en la vida de los ciudadanos hasta su más ínfimo detalle. Es decir, el Estado totalitario con el cual sueña la izquierda. Lo pintoresco de esta situación es que este Estado totalitario está siendo impulsado por una iniciativa híper individualista, porque aquí se topan el individualismo con el totalitarismo. ¿Quién puede satisfacer demandas tan individualistas? Ese es el gran pecado del liberalismo en su versión aplicada en Chile. Lo que estamos presenciando hoy es el fracaso del liberalismo.

¿Por qué?

Porque tiene una idea del hombre completamente falseada, porque apuesta por el egoísmo como motor del progreso económico, porque incita a todo el mundo a encerrarse en su propio universo personal, con prescindencia de los demás. Eso se traduce en que tienes una sociedad en que hay mucha gente que no puede relacionarse con los demás, que se siente frustrada, que tiene expectativas no realizadas, que se endeuda a 60 meses para viajar a República Dominicana, que está enojada y, además, insegura e impotente. Ese es el éxito sociológico del liberalismo en versión chilena.

Pero lo que usted plantea es el fracaso del modelo neoliberal. Lo mismo que diría un dirigente del Frente Amplio.

Es muy posible, pero ellos piensan que el remedio para eso es el Estado totalitario. Y en el caso mío afirmo lo opuesto: el remedio es reconstituir una comunidad medianamente organizada, con apoyo en la familia, fomentando la calidad en la enseñanza e impulsando todas las manifestaciones de asociatividad, entre ellas los partidos políticos. Es decir, hacer todo lo que no se ha hecho en 40 años, que es promover la naturaleza profunda de la vida social, en lugar de que todo se resuelva desde el poder por unos señores más o menos arrebatados, que los hay de todas las pintas y colores.

En este diagnóstico que usted tiene, ¿qué papel asigna a los empresarios?

El empresariado grande, por supuesto, es el que tiene más de qué responder. ¿Por qué? Porque estaba parado en un sitio determinado, cuando se dieron ciertas condiciones óptimas para ello. Y no es que las hayan creado, ni que hayan manipulado la vía política, sino que ellos se pusieron a hacer lo que sabían hacer: tener buenos resultados económicos, crear empresas, dar trabajo. Pero muchos no comprendieron que, efectivamente, había que reforzar la comunidad intermedia, empezando por la propia empresa, con más espíritu colaborativo. Mira, yo creo en una sola igualdad, que es la que deriva del trabajo hecho en común con otros. Y eso es lo que se echa mucho de menos, sobre todo en las grandes empresas.

A ese 1% del país se refería la frase de Cecilia Morel sobre compartir los privilegios.

Privilegio es aquello de lo cual se goza sin mérito. Flojos hay arriba, al centro y abajo, y en el aparato del Estado también.

Pero es innegable que algunos nacen con mayores privilegios que otros.

Lo que se llama el capital social es efectivamente heredado y ese se acumula a través de más de una generación con trabajo y estudio, con estructura familiar de apoyo, y no está vinculado necesariamente al apellido o al barrio donde se nace, como se ha dicho, por gente nacida y criada arriba de la Plaza Baquedano.

Carlos Larraín

¿Usted no se siente privilegiado?

La verdad es que no. Porque los que vinieron antes en mi familia se esforzaron mucho, llevaron vidas ordenadas y me jeringueaban todos los días para que me escobillara los dientes e hiciera las tareas.

Yo creo que aquí el problema no tiene que ver con privilegios, sino con el aislamiento del hombre, solo convertido en un grano de arena que se lo lleva el viento. Liberalismo, al fin y al cabo. Y siempre tuvo el liberalismo contacto con el socialismo. Uno, por la prédica de la igualdad, y dos, porque la aplicación del liberalismo ha generado mucha desigualdad económica. Aunque parezca una ironía.

Si no estuviéramos en las condiciones de violencia, ¿estaría por hacer una nueva Constitución?

Yo optaría por reformar la Constitución que tenemos, que es perfectamente flexible, y hacer las mejoras que sean necesarias por los cauces normales, pero no estar sometidos a fiebres que pueden durar un año.

Además, de la Constitución original queda poquísimo. A la reforma de Ricardo Lagos, él la llamó la Constitución democrática, la primavera de Chile.

Pero el mismo Lagos está por el “apruebo”.

Me desilusionó Ricardo Lagos, porque debió defender su obra y haberse atravesado, porque lo creo un republicano sincero, para impedir que triunfe este empeño por romper la convivencia. La izquierda en Chile ha sido golpista desde los años 30.

Bueno, yo postulé una súper reforma constitucional al año 12. ¿Sabe quién la paralizó? Los liberales del gobierno, encabezados por Lily Pérez, el propio Sebastián Piñera, el PC y la UDI, extraña combinación.

¿Y por qué la paralizaron, según usted?

Por muchas razones. Primero, porque a Piñera no le gustaba la idea de poner un ministro del Interior más empoderado. Segundo, porque la UDI no quería mover la Constitución. Tercero, porque el sector Amplitud quería tener un sistema proporcional atomizado para tener cabida, y lo que proponía Renovación Nacional era una adaptación del sistema binominal, pero no el sistema proporcional ultra que permitió que hasta los clubes de rayuela tengan representación en el Congreso.

Y esa reforma constitucional modificaba el sistema presidencial, ¿no?

Efectivamente, creaba una figura intermedia entre el Congreso y el Presidente; un ministro del Interior potenciado o primer ministro que articulara las relaciones con un Congreso que se veía venir entonces como muy distinto del que habíamos tenido hasta el año 12.

Ahora las cosas serían distintas con otro régimen, ¿no cree?

Estoy completamente seguro de eso, habría quedado la figura del Presidente como recurso final. Hoy, Sebastián Piñera está efectivamente sitiado, pero ha tenido la hombría de no entregar el poder y eso prueba la validez de la figura del Jefe de Estado.

¿Usted quiere ser constituyente?

No, ni a palos. Estoy viejo, ya hice mi contribución.


Su decálogo de “rechazo y reforma”

  • “Influyeron en su redacción personas conocedoras y patriotas: Jorge Alessandri, Gabriel González, Enrique Ortúzar, Alejandro Silva, Raúl Bertelsen, Jorge Ovalle y Ricardo Lagos, entre otros”.
  • “Ha regido 40 años y posibilitado un período de prosperidad y de paz política y social”.
  • “Ha tenido 35 o más modificaciones y cada una significó ratificar las normas no cambiadas. Ricardo Lagos dirigió la del 2005 y la llamó democrática y “primavera de Chile””.
  • “La derogación creará un vacío y significará años de incertidumbre cuando hay en operación factores desestabilizadores graves: notoria mengua de cualquier forma de autoridad, disparada de las demandas, aumento del gasto público en un 10% en 2020, disminución del ingreso fiscal, baja del cobre, alza del dólar, freno a la inversión, desempleo mayor”.
  • “Los anuncios económicos de la izquierda, pocos y crípticos, son malos: incautación del fondo de pensiones (US$ 220 mil millones), expropiación de las aguas (¿qué vale la tierra agrícola sin agua?)”.
  • “Supresión del Tribunal Constitucional (creado por Frei padre y reforzado por Ricardo Lagos) y de la autonomía del Banco Central: ¡Malos aprontes!”
  • El odio a la religión que se ha manifestado, y que la izquierda al menos tolera, amenaza la libertad religiosa y la de enseñanza, que van de la mano.
  • “Daño cierto para las FF.AA. y las policías, con riesgo de su utilización política”.
  • “Mejoras en pensiones, salud y sobre todo el salario mínimo garantizado, se consiguen por vía legislativa y ya están encaminadas”.
  • “Por último, el aquelarre de socios en el velorio es fatal: PC, un sector chiflado del PS, frentistas surtidos, el narcocomunismo caribeño, abortistas y, en general, los grupos que tienen por meta la crisis general. Mientras peor, mejor. En esto la Historia no se equivoca”.


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