Cristián Valdivieso: “Se debiera articular un relato de una constitución que traerá estabilidad y exigirá más a los políticos”
El experto en opinión pública afirma que, aunque tarde, un acuerdo político aún puede salvar el proceso constituyente si en el texto se hacen guiños concretos a demandas ciudadanas, y se instala el relato de que dará certeza y pondrá al país en marcha. Para ello, dice, “todos deben ceder”. Y asegura que al Presidente también le debiera interesar que ello cuaje: “la gobernabilidad es mayor si cierra un texto”.
Con su encuesta mensual, Criteria se ha posicionado como uno de los actores relevantes en el rubro de la opinión pública en Chile. Su director, el sicólogo Cristián Valdivieso, echa mano a los números que mes a mes de ella se desprenden, para volver a insistir en que la clase política está muy desconectada de las demandas ciudadanas, y que ello se ve -una vez más- en este segundo proceso constituyente.
Sin embargo, y a pesar de que los mismos sondeos de Criteria muestran la ventaja que tiene la opción “En contra” en el plebiscito de diciembre, Valdivieso cree que aún hay luces de esperanza.
-La gente está agotada del tema constitucional, ya se desconectó. Tras el estallido se armó un relato que hizo sentido, que decía que una nueva Constitución se haría cargo de las demandas de los ciudadanos. Eso se desarmó después del plebiscito del 4 de septiembre de 2022. La Constitución dejó de ser un dispositivo al servicio del cambio y los temas que más urgían a las personas -la seguridad, la economía, la inmigración, pensiones, etc.- pasaron a ser principales y desconectados de la Constitución como una capacidad de efectuar el cambio.
¿Y si la Constitución antes era un dispositivo para hacer cambios, ahora qué es?
Hoy día la Constitución es un dispositivo para los políticos y para revalidarse como tales, pero no frente a la ciudadanía. Se ve una especie de farra de los políticos, donde viven en un mundo paralelo, discutiendo temas que para la gente están demasiado desconectados. Las personas no estén viendo un delivery o un beneficio inmediato o concreto del proceso constitucional.
¿Es salvable esa distancia?
La pregunta que uno se hace es por qué la gente querría votar a favor de un proceso que ven desconectado. La luz de esperanza está en tratar de conectar efectivamente la Constitución con las preocupaciones, las inquietudes y demandas que tiene la población. Si no se conecta esta Constitución con las preocupaciones y con lo que a la gente efectivamente le importa, el “En contra” va a ser muy mayoritario.
¿Entonces, es correcta la estrategia republicana de meter en la Constitución demandas como la seguridad, la inmigración? A pesar de que los constitucionalistas dicen que no son temas para un texto como este.
Evidente. Republicanos ha estado bien orientado a hacerle guiños a la ciudadanía. Y en eso ha caído en una discusión con el progresismo, e incluso con Chile Vamos, respecto de hasta dónde una Constitución puede hacerle guiños a la ciudadanía y cuándo eso pasa a ser populista. Pero en el punto de la inquietud por hacer guiños, me parece que es lo correcto. Ahora, dicho eso, también republicanos ha jugado con esta lógica identitaria, de hablarle a su barra brava, y ahí se ha enconado con la ciudadanía en los temas que afectan a las mujeres.
El alma más política de republicanos debe entender dos cosas. Uno, que José Antonio Kast, entre otras cosas, perdió la presidencial porque se enfrentó a las mujeres de este país. Y dos, que se quiera o no, republicanos hoy pilotea el consejo y si se estrella, el piloto es el responsable. La sociedad siempre busca una suerte de chivo expiatorio o un cabeza de turco ante las derrotas.
Ahora entraron las cúpulas partidarias a tratar de negociar un acuerdo. ¿Debieran incorporar estos guiños a la ciudadanía para revitalizar ese vínculo?
Todos tienen que ceder. Así como republicanos tiene que bajar esas enmiendas que abren la puerta a terminar con el aborto en tres causales y enfrentan a la sociedad, el progresismo, el socialismo democrático, también tiene que ceder en cosas. Por ejemplo, aunque sea muy discutible que los ahorros van a ser siempre de los trabajadores, es una demanda muy sentida de las personas. No soy constitucionalista, pero si me preguntan cómo empiezo a conectar, le diría a la gente que va a tener su ahorro asegurado, que va a tener libertad de elección en distintos ámbitos de la vida, lo que no significa provisión privada o estatal exclusiva, pero que haya esa posibilidad. Entonces todos tienen que transar de alguna manera.
¿Un acuerdo político minimiza las posibilidades de un rechazo al nuevo texto?
Un acuerdo político que sea verosímil y que sea en clave de “todos transamos en función de poner una agenda que le haga sentido a las personas”, puede ayudar a que la gente empiece a cambiar el juicio crítico que tiene hoy respecto al proceso. Ahora, el eje central del relato político que se debiera articular, tiene que ver con que una nueva Constitución le va a traer más estabilidad al país, va a disminuir la incertidumbre y que para las personas va a ser una buena noticia que el país se vuelva a poner en marcha y a salir del empantanamiento en el que ha estado por cuatro años. La gente siente que el país está empantanado, que no avanza y el gran culpable de esto es esta clase política incapaz de llegar a acuerdos.
Eso va acumulando rabia. Parte de la desesperación del mundo político con el tema constitucional tiene que ver con que se dan cuenta de que va a haber algunos más responsables que otros de que éste se vaya al despeñadero, pero que todos van a terminar pagando los costos y dando espacio a dos cosas: a la polarización y al populismo.
Las encuestas muestran que, si bien el “En contra” tiene mucho más apoyo que el “A favor”, hay un volumen importante de indecisos. ¿Cómo son esos indecisos?
Esa es una luz de esperanza. Los patrones actitudinales de ese grupo indeciso hoy se parecen más a los del “En contra” que los de “A favor”. Por eso creo que hoy si no pasa nada, si esto sigue igual, el “En contra” va a arrasar. Pero hay un grupo indeciso que podría cambiar de opinión en la medida que esto vaya conectando con las expectativas de las personas, que dé más certidumbre, más seguridad.
¿Qué factores miran estos indecisos?
En general esos indecisos son el grupo que históricamente no votaba, el grupo que se inclinó por el Rechazo, son muy antipolíticos y de segmentos más bien bajos.
¿Es un voto más conservador?
Puede ser un voto un poco más conservador, pero sobre todo muy distante de la clase política, que ha sido obligado a votar en las elecciones con voto obligatorio. También son volubles. Al estar distantes de la clase política, no estar articulados en el eje de izquierda y derecha, sino que definirse como independientes, toman opciones pragmáticas. Ahí puede haber la luz de esperanza.
¿Y qué elementos dentro de una Constitución serían atractivos para ese grupo?
Yo creo que buscando el eje más articulador, el tema de la certidumbre, de recuperar el vigor de la economía. Ahora, también para este grupo que es antipolítico, medidas que suelen ser populistas, pero muy populares, como quitarles beneficios o prebendas a los políticos, son bocato di cardenale. Si se logra instalar que la nueva Constitución les exige más a los políticos y les da menos regalías, eso despierta interés porque es un grupo que está muy enrabiado.
Por eso la disminución de escaños, por ejemplo, en términos de conectar con la sociedad, va en la línea correcta. En términos politológicos y de representación puede ser discutible, pero ahí hay una tensión que hay que concordar.
O sea, el nuevo texto no tendría que ser tan “exquisito” en términos constitucionales...
Si me preguntas a mí, creo que lo más importante de la Constitución es reformar el sistema político y el sistema electoral, que es un desastre. Ahora, desde el punto de vista comunicacional, a la gran mayoría esos temas les dan lo mismo. Tiene que ser una Constitución en forma, pero tiene que tener guiños que la conecten con los problemas más directos de las personas. Y eso también tiene que ver con que los textos constitucionales modernos se van a tener que hacer cargo de que no son textos encerrados entre cuatro paredes, sino que si se quiere que la ciudadanía le dé un apoyo mayoritario, hay que conectarlo con eso.
¿Qué implica para la clase política el que esto termine en un segundo fracaso?
Es un costo más para la clase política, va a tener varias implicancias. La gente no va a querer seguir con el tema constitucional, pero al mismo tiempo la clase política va a seguir girando en círculos en torno a cómo resolvemos este problema.
¿Ve espacio para un plan B?
No hay ningún espacio para un plan B. Pero el problema es que si no hay un plan B, es un desastre para Republicanos que pilotaron esto, aunque se queden con la Constitución de Pinochet, y para el gobierno termina también porque es decir que terminó con la Constitución, como dice el Presidente Boric, de los cuatro generales. Y al mismo tiempo tampoco cierra el problema.
¿Y qué incentivos puede tener hoy día la izquierda para aprobar un texto?
Yo creo que la gobernabilidad de lo que queda de gobierno es mayor si logra cerrar el texto. Porque si no, el mundo político va a seguir girando en torno a cómo resolvemos este problema, los dimes y diretes, quienes fueron los grandes responsables y se acabó la posibilidad de conversar de reformas, proyectos de ley, y vamos a entrar a un año electoral donde el gobierno se acaba. Y, por otra parte, el mundo de la izquierda tiene que mostrar que cede, que genera un legado y que hay una Constitución firmada por el Presidente Boric.
Hasta ahora el gobierno ha estado en segundo plano. ¿Eso ayuda o no al proceso?
Para el primer proceso el gobierno intervino más hacia afuera que hacia adentro y eso fue un problema para el gobierno. En este segundo proceso el gobierno debería intervenir más hacia adentro que hacia afuera, porque si interviene hacia afuera, evidentemente va a articular una discusión sobre quiénes están a favor y en contra del gobierno, pero si no interviene hacia adentro tampoco va a resolver el problema.
Esta semana Boric instó a que haya un acuerdo. ¿Debería involucrarse activamente en que ello ocurra?
El Presidente tiene que tomar una posición respecto de si quiere o no un acuerdo, más allá de las declaraciones que haga. Y si quiere un acuerdo, debería involucrarse.
¿No ha sido claro respecto a eso?
No, el Presidente está atrapado entre el Partido Socialista -el Socialismo Democrático- y el Partido Comunista, que tienen dos posiciones diametralmente opuestas, aunque ellos lo van a negar. Mientras el PS quiere negociar, que implica que la derecha baje ciertas enmiendas y la izquierda también, el PC ha dicho, o ciertos sectores, que no les interesa. Entonces el Presidente está atrapado en estas dos almas, como ha estado atrapado desde el inicio de su gobierno.
¿El Frente Amplio y el PS pueden tomar una postura distinta al PC en esto?
Creo que debieran, pero otra cosa es que lo vayan a hacer. El PS debiera tomar una postura distinta, pero el rol central de conducción, de liderazgo, es del Presidente. Si el Presidente una vez más se queda entre Tongoy y Los Vilos, o entre el PS y el PC, vamos a ver un gobierno que va a seguir entrampado y apostando por el 30%. Esa es una apuesta más atractiva para el mundo del Partido Comunista y de Apruebo Dignidad que para el mundo del Socialismo Democrático.
¿Y esa falta de definición presidencial enreda la discusión constitucional?
No sé si lo enreda, pero haría que el oficialismo no tuviera una posición principal y una capacidad de negociar creíble y real.
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