Diego Schalper: “Hay un sector de la derecha que cree que el curso de acción es la defensa del statu quo”
El secretario general de RN plantea que su sector debe tener una oferta para aquellos mundos en donde se construyen las nuevas mayorías culturales en Chile. Además insta al Presidente Boric a hacer un ajuste ministerial. “¡No puede ser que todos los días tengamos un error distinto!”, dice.
Es parte de una nueva generación política en la derecha. Reconoce que también en su mundo hay tensiones y tironeos con los viejos estandartes. Quizá esa autodefinición explique el rol que Diego Schalper ha decidido jugar y el papel que, a su juicio, debiera cumplir Renovación Nacional, el partido del cual es secretario general.
Su ambición es que RN sea un partido bisagra. Algo similar a lo que pasó en los años 90. No son las mismas circunstancias, claramente, pero ese es su diseño. De hecho, por estos días se lo ha visto negociando con los ministros del gobierno y, sin ir más lejos, fue él quien dio la fórmula para destrabar el proceso constitucional en curso.
Diego Schalper, diputado, 38 años, casado, dos hijos, es abogado y máster en derecho público de la Universidad Libre de Berlín y doctor en derechos económicos, sociales y culturales de la Universidad de Malburgo, en Alemania.
La izquierda y la centroizquierda están en pleno reacomodo. ¿La derecha también debería hacerlo?
Lo respondo así. Daniel Mansuy hizo una reflexión sobre cómo la centroizquierda, que fue artífice de la transición, no fue capaz de replicar a la izquierda radical y terminó funcionando en torno a su agenda. Y mira cómo son las vueltas de la vida, una vez que esa izquierda radical llegó al gobierno terminó recurriendo a la antigua Concertación. Esto es interesante, porque en la centroderecha tenemos el mismo dilema.
¿Cuál?
Que si nosotros no somos capaces de plantear una propuesta alternativa a una mirada radical de derecha -que aparece muy tentadora en momentos de tanta confrontación-, no vamos a ser capaces de construir una opción de mayoría. Nuestro primer desafío es cómo construimos una centroderecha con identidad y con vocación de mayoría. Y el otro desafío es que la centroderecha tiene, por decirlo así, una tensión generacional.
¿En qué se traduce esa tensión? ¿Algo parecido a lo que pasó con la generación del Frente Amplio?
Siento que somos una nueva generación que se atrevió a hacer política. En lo personal, fue bien decidor cuando yo planteé lo del Estado social y democrático de derecho. Para la izquierda fue totalmente desconcertante. Y obviamente fue muy resentido por sectores tradicionales de mi sector. Pero lo entiendo como el tránsito natural. Es pasar de una transición política a una social. Que todos los ciudadanos tengan aseguradas condiciones mínimas de vida digna.
¿Hay un sector de la derecha que se resiste a entender que hubo un cambio societal?
Hay un sector de la derecha que cree que el curso de acción hacia el futuro es la defensa del statu quo. De alguna manera, creen que repetir frases que fueron exitosas en los 90 pueden ser exitosas hoy día. Yo lo veo distinto. Valoro el progreso de los últimos 40 años, pero estoy consciente de que tres de cada cuatro chilenos están endeudados y ganan 300 mil pesos al mes. O sea, no es suficiente el crecimiento económico si no permite garantías mínimas de dignidad.
¿La centroderecha debe girar la mirada?
Yo aspiro a que seamos capaces de hacer las políticas necesarias para que el país siga creciendo, pero entendiendo que si ese crecimiento no genera condiciones mínimas de dignidad a todos, en la práctica no se está tomando en serio lo que significa ser libre. ¿Usted me va a decir que es libre el que no puede tener un accidente en el trabajo? ¿Es libre el que envejece con la angustia de que no va a tener pensión? En la práctica, tiene una libertad de fantasía nomás. Entonces, si nosotros realmente creemos que la libertad es el pilar fundamental de desarrollo del país, tenemos que generar las condiciones mínimas. Y en eso tenemos diferencias.
Para precisarlo…
Necesitamos congeniar la libertad económica con la justicia material como dos pilares fundamentales. Yo sé que esto es bien teórico, pero este punto va a ser el corazón de las disputas de ideas en mi sector. Y yo me siento parte de una generación que se toma en serio hacer de Chile un país más justo y más humano.
Proceso Constitucional
¿Y su generación tiene la fuerza para inclinar la balanza? Hasta ahora, ha sido la derecha tradicional la que se impone.
¿Usted habría dicho que íbamos a construir un acuerdo constitucional como el que firmamos? Había ciertas voces de la derecha que eran más partidarias de mantener todo tal como está. Era la idea de que si hacíamos ciertas reformas en el Congreso, o de frentón nos asilábamos en el Artículo 142, la crisis se solucionaba. Javier Macaya, yo y varios más tomamos la decisión más difícil. Dijimos que ese no era el camino.
Apostaron por la nueva Constitución…
Así es. Y lo logramos. Entonces, contestada su pregunta, yo creo que esta nueva generación estuvo puesta a prueba en esta disyuntiva. Afortunadamente, tuvimos la fuerza y el coraje para sobreponernos a la crítica, que no ha sido poca, para darle un cauce institucional a este proceso. Y como bien decía Enrique IV de Navarra: París bien vale una misa. Bueno, una nueva Constitución para Chile bien vale que nos funen.
El hecho de incluir a figuras que algunos consideran del pasado, como Hernán Larraín, ¿va en esa línea?
No hay que comprarse la lógica de la refundación. No todo lo de antes es malo y lo de ahora es espectacular. Junto con darles espacio a personas que han participado en los procesos anteriores, hay que incluir personas que quieren construir los procesos para adelante. El Comité de Expertos logra bien ese equilibrio. Hay gente joven con la experticia y el talento. Varios han estudiado fuera de Chile y, por lo tanto, van a nutrir con ideas de vanguardia. Me encuentro dentro de ellos. ¿Por qué yo planteo el Estado social de derecho? Porque hice mi doctorado en Alemania, que es bien poco tradicional para alguien de centroderecha. Lo importante aquí es construir cambios con estabilidad.
En esa construcción de mayorías, ¿cómo lee el rechazo a Mariana Aylwin, que ustedes proponían?
Es un traspié. Si tú me preguntas la firme, a mí me hubiera gustado incorporar a Mariana Aylwin. Primero, por lo que significaba para el país que la hija del expresidente Patricio Aylwin formara parte de este Comité de Expertos. Y segundo, por lo que habría significado para Chile Vamos y para RN haber sido un partido bisagra.
¿Quedó frustrado?
No. En política las cosas tienen su momento. Tenemos que seguir persuadiendo internamente a los líderes de mi partido. Porque cuando decimos que tenemos que tener un anclaje en el centro y servir como partido bisagra para ampliar la coalición, eso tiene que expresarse en hechos de generosidad, de audacia y de coraje. Pero bueno…
¿Qué pesó ahí?
Desafortunadamente, a veces estas cosas se cruzan con disputas internas. Lo que es claro es que hoy día RN tiene un rol principal en lograr que la centroderecha se ensanche hacia el centro y lograr que este 62% que votó Rechazo no sea una coyuntura electoral, sino que sea un nuevo clivaje político. Lamentablemente, ahí nos faltó visión...
Guiño al centro
Convengamos que hay una discusión en torno a lo que significa ese 62% y nadie es su dueño.
No. Pero en lo que no hay duda es que hubo un cambio de clivaje. Esa derrota le pegó un golpe de muerte al proyecto original del Frente Amplio. Y eso nos obliga a darnos cuenta de que si queremos consolidarnos como una fuerza política mayoritaria, tenemos que darles espacios reales a mundos que tradicionalmente habían votado por la centroizquierda.
Pensando en ese 62% y en la discusión política del país, ¿quién tiene hoy día el sartén por el mango? ¿La derecha?
Chuta, buena pregunta. En general, en un país presidencialista como el nuestro, son los presidentes, pero hay que reconocer que la oposición, especialmente en el último tiempo, ha ido tomando un rol cada vez más fuerte. Lo que pasa es que aquí hay una ambivalencia permanente del Presidente. Un día se pone el guante de Apruebo Dignidad y al otro se pone el guante de la izquierda democrática. Y eso es muy complejo, porque no logra consolidar un proyecto político con nitidez.
Esa mayor influencia de la derecha, ¿cómo se traduce frente al gobierno?
En el sentido de decirle al Presidente: “Mire, o aquí tenemos más nitidez o no va a poder hacer el programa identitario que usted quería”. Le doy un ejemplo: la reforma previsional, tal como está, no la vamos a aprobar. Y sin los votos de la derecha no sale. Así de simple. La reforma tributaria lo mismo. Por lo tanto, sin la aprobación de la centroderecha eso no va a avanzar.
¿Lo mismo con la mesa de seguridad?
Sí. ¿Por qué cree que la ministra Carolina Tohá insiste tanto en una mesa? Porque sabe que dentro de su coalición de gobierno no tienen acuerdo. Ella quiere tratar de traspasar ese desacuerdo a una mesa más amplia. Por eso nosotros le decimos: “Oiga, si quiere haga una mesita con su coalición y después nos cuenta a qué llegaron y ahí recién vamos a avanzar”. El problema lo tienen ellos. No tienen cohesión interna entre sus bancadas.
¿Es distinto relacionarse con la ministra Carolina Tohá, que pertenece al mundo de la ex Concertación? ¿Hacen la distinción?
El punto está en que la ministra Tohá tiene que gobernar para ambos mundos. Entonces, muchas veces no tiene la libertad que quisiera para poner la línea de acuerdo a lo que ella cree correcto. Al revés. Muchas veces el mundo de Apruebo Dignidad le fija como una especie de peaje, de muro, que le impide avanzar.
Para ustedes, ¿Carolina Tohá es la ministra más poderosa para tomar acuerdos o no necesariamente?
Nosotros vemos que la ministra Tohá no la tiene fácil. Hasta el 29 de diciembre, creíamos que era muy poderosa, pero lamentablemente, el 30 de diciembre nos mandaron a decir que quizás -en la recta final del partido- la ministra Tohá igual termina cediendo en favor de cosas que están en contradicción con lo que ella empujaba. Me refiero al tema de los indultos. Entonces, te respondo de la siguiente forma: a nosotros nos gustaría tener al frente a una ministra Tohá muy empoderada, pero desafortunadamente, en la “hora nona” Apruebo Dignidad termina imponiéndose igual.
“La calle cambió”
La izquierda dice que la derecha no los está dejando gobernar. Como secretario general de RN y parte de una nueva generación de derecha, ¿cree que es imperioso ayudar a este gobierno en los próximos tres años?
Claro que sí. Lo que pasa es que yo no conozco gobierno que cometa más errores no forzados que el de Gabriel Boric. ¡Es una cosa increíble! Nosotros como oposición tenemos mucho trabajo, porque diariamente cometen una desprolijidad. Bueno, el Presidente habla de desprolijidad, yo más bien hablaría de errores. Así que, casi por solidaridad básica, le pido al Presidente que cambie el gabinete. No puede ser que todos los días tengamos un error distinto. Llegó el momento de que haga el cambio que todo Chile se dio cuenta que tiene que hacer.
A propósito de la tensión generacional, ¿cree que el Frente Amplio es un proyecto derrotado o lo ve como una amenaza?
El Frente Amplio tiene una gran virtud: tiene una generación de cuadros jóvenes con mucho ánimo de influir y que sigue intentando empujar sus ideas. Creo que su proyecto político quedó muy cuestionado después del 4 de septiembre. Eso le abre un espacio a la centroderecha.
¿En qué sentido?
En hacer ver que ese proyecto político que parecía hegemónico y que hablaba con mucha superioridad moral, en realidad no interpretaba a los chilenos. Por lo tanto, la tarea de la centroderecha es hacer política en el mundo universitario, en el mundo gremial, sindical. Muchas veces pasa que la centroderecha cree que conduciendo lo macro se logra influir en lo micro. Lamentablemente, falta más vocación de acción política.
¿Qué significa eso?
A veces advierto que la centroderecha no tiene la musculatura ni la destinación horaria para entender que si no hacemos del triunfo electoral del 4 de septiembre un triunfo cultural, solo habremos ganado un par de años en la línea del tiempo.
La pregunta es quién tiene más calle para poder hacer eso…
Es que también la calle cambió. Están los barrios, las juntas de vecinos, pero también hay nuevas calles que son las identidades. El desafío está en cómo hacemos un proyecto político para los que vibran por el tema ambiental, por los pueblos originarios. ¿Cuál es nuestro proyecto político para esas identidades? Tenemos que ir al encuentro de esas nuevas calles. Tenemos que estar donde se construyen las mayorías culturales en Chile.
RN y UDI tienen la amenaza del crecimiento del Partido Republicano. ¿Cómo construir identidad frente a una derecha más dura y un Partido de la Gente que también va a jugar un rol?
No hay que confundir posturas claras con posturas duras. Yo tengo claro que Chile necesita un cambio con estabilidad y que eso sólo se logra con una mayoría política. Mi sensación es que el Partido Republicano tampoco es un coro tan monocorde. Lo veo en el Congreso. Hay algunos con un tono confrontacional y hay otros que están un poquito cansados de eso. Le añado que la última segunda vuelta presidencial fue el clímax de la confrontación. Dos posturas irreconciliablemente enfrentadas. Conocemos el resultado. En ese formato, gana la izquierda radical.
¿Pero también podría ganar la derecha radical?
No. Yo creo que en ese formato nuestro sector no tiene ninguna posibilidad de ganar. El único escenario en que se puede ganar es cuando se unen el centro y la centroderecha. Por eso, insisto, tenemos que hacer un proyecto de cambio con estabilidad, pero marcando una identidad. Veamos lo que ha pasado en otros países. Lo que permite alcanzar la mayoría en España no es VOX, es el Partido Popular. Lo que permite alcanzar la mayoría en Argentina no es Javier Milei. Es el PRO (Propuesta Republicana). Nosotros tenemos que aprender de eso. Entender que a los sectores más radicales, más que entrar en conflicto, tenemos que diferenciarnos. Para alcanzar la mayoría se necesita cambio con estabilidad, no confrontación ni populismo.
¿En esa construcción entran Evelyn Matthei, Germán Codina, Rodolfo Carter?
A tres años de la elección la pregunta es un poquito distinta. Como sector, la discusión constitucional nos va a obligar a preguntarnos cuál es el proyecto de sociedad que le queremos ofrecer a Chile. No es un asunto que se resuelve con un relato. El 2023 va a ser el año del proyecto político, muy cruzado con lo que vamos a defender en la Constitución y qué temas vamos a impulsar. Y recién en el 2024, 2025 veremos quién encarna mejor ese proyecto político.
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