Dos disparos en el altiplano: la odisea del camionero atacado en Challapata

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El camión robado volvió esta semana a Calama. Su familia lo está arreglando, para cuando Mario Bello se reencuentre con su máquina.

Cuando Mario Bello sufrió el robo de su camión en Calama, decidió adentrarse por sus propios medios en territorio boliviano para recuperarlo. No era una medida impensada: son varios los chilenos que lo intentan, por la escasa probabilidad de encontrarlo a través de la vía legal. Al final pudo hallarlo, pero para hacerlo, Bello tuvo que pagar un precio muy alto.


Esa mañana, las hijas de Mario Bello vieron a su padre llorar. Era raro verlo así. Él, un hombre de 56 años, había sido curtido por el trabajo en la mina Radomiro Tomic, de Codelco. Fue operador de maquinaria pesada durante 17 años. Ahí, Bello aprendió a amar los camiones. Manejaba los de extracción, de esos que sus ruedas son tan altas como dos personas juntas. De ahí sacó experiencia, pero también una fuente de ingresos para mantener un hogar con cuatro hijas.

Pero Bello, ese 26 de junio lloraba y se maldecía. En el lugar donde debía estar estacionado su camión de carga, ese que se compró con el finiquito en la empresa luego de pedir un egreso especial por una operación en la vesícula, ya no estaba ahí. Solo quedaban las marcas que dejó el caucho en el piso. No había nada más.

El camión que lloraba Bello era uno de marca Mack, con una tolva, un depósito para transportar material. Se lo había comprado hacía un año, seminuevo, en 80 millones de pesos. Era una apuesta. El monto era alto, pero con la experiencia y el gusto que había agarrado por manejar camiones, decidió montar una empresa de transporte de materiales. Empezó a mover dentro de la región cobre, áridos y asfalto.

A la empresa le iba bien, pero lo que le jugaba en contra a Bello era el desorden. Como manejaba todo el día, dedicaba poco tiempo a ordenarse y a cobrarles a sus clientes. Algunos de ellos le quedaban debiendo plata.

El crédito que tomó para comprar el camión y el pago del IVA lo tenían arrinconado. Esa falta de dinero en caja le repercutía en lo personal. No estaba pagando el dividendo de un millón 200 mil pesos. Su casa en Calama, donde vivía con su esposa, su hija menor y un sobrino, ya tenía orden de remate. Necesitaba plata urgente. Las jornadas arriba del camión se extendían cada vez más. Fue tanto, que le vino un dolor muy fuerte en la rodilla. Las últimas semanas ya se apoyaba con un chofer que contrataba.

Por eso, esa mañana, cuando se levantó a manejar a las seis de la madrugada y el camión no estaba, sintió que todo su proyecto se derrumbaba. Lo peor: el camión no tenía seguro contra robos.

Bello decidió ir a Carabineros a poner una denuncia. “Mi papá estuvo todo el primer día de búsqueda ahí -dice Vanessa Bello (35), una de sus hijas-, pero no recibimos mucha ayuda. Nos dijeron que si el camión aparecía en su ruta iban a hacerle un control. Pero que no iban a desplegar gente para buscarlo”.

Ante la inacción de la policía, Bello y su familia agotaron las ideas de cómo encontrar el camión. Peinaron toda la ciudad y buscaron hasta en Chiu Chiu, un pueblo 40 kilómetros al norte de Calama. Incluso, contrataron a un operador de dron. Pero era inútil. Durante tres días, las hijas de Bello lo vieron regresar agotado y triste.

-Él estaba desesperado -recuerda Vanessa-. Lo veíamos llorar y llorábamos juntos. Por un lado tenía la presión de las deudas y el miedo de que remataran la casa. Y, por la otra, que le habían robado el camión y no lo podía encontrar.

Fue a través de los avisos pidiendo ayuda que publicaron en Facebook, con sus datos de contacto, que recibieron una pista anónima: habían visto el camión en Hito Cajón, un paso fronterizo habilitado hacia Bolivia, más allá de San Pedro de Atacama, a 150 kilómetros de donde se lo robaron.

Luego de un intento fallido, porque cayó la noche en la pampa, el domingo 2 de julio encontró en ese paso internacional un indicio clave: había una piedra pintada de azul, el mismo color de la tolva del camión. Lo otro que vio Bello fueron las marcas de las ruedas sobre la tierra. Con eso, podía deducirse que el vehículo tuvo dificultades al pasar por ahí. Lo otro que entendió fue que no había nadie vigilando ese paso fronterizo. Por ende, nadie se enteró de que el camión había salido del país.

Esa noche, Mario Bello volvió con más ánimo a su casa. Con ese indicio en mano, se sentó en la mesa con su familia, dice Vanessa Bello. Entre todos revisaron Facebook, y le mostraron que también había gente de los pueblos fronterizos del lado boliviano que les decían que habían visto el camión pasar por ahí.

Ahí fue que Bello tomó una decisión que iba a cambiar su vida para siempre. María José, otra de sus hijas, dice que las miró a todas y les dijo algo que las convenció.

-Estudié solo hasta octavo básico. ¿En qué trabajo me van a recibir? Para poder pagar mis deudas tengo que ir a recuperar mi camión.

Estaba decidido. Mario Bello iba a seguir su búsqueda en Bolivia.

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El camión Mack de 80 millones de pesos no tenía seguro. Por eso, Mario Bello tenía que recuperarlo con urgencia. Sin ese vehículo, no podía pagar sus créditos, y su casa iba a pasar a remate.

Autos chutos

Según el fiscal regional (S) de Antofagasta, Cristián Aliaga, el traslado de vehículos robados para su venta en Bolivia es algo que viene desde hace décadas. Pero fue a comienzos de los 2000 cuando, con la Reforma Procesal Penal, empezaron a ver que había muchas causas por el mismo delito.

-Es un fenómeno que va variando, pero la tónica en la región siempre ha sido el robo de camionetas mineras. Las clásicas, de color rojo, con su cinta reflectante a los costados.

Aliaga aventura una explicación para esto.

-Los vehículos llegan a Bolivia porque hay una alta demanda. Y es que allá es muy fácil regularizarlos y blanquearlos para que circulen. Cuando vas, te encuentras con autos que tienen el sello verde en el parabrisas. O atrás dicen “Pompeyo”. O, incluso, algunos tienen aún el TAG puesto. Les dicen autos chutos, y los que los roban son los chuteros.

El persecutor añade que las denuncias por robo de vehículos en la región son cerca de 70 al mes. Pero sólo 282 de esos vehículos fueron recuperados el 2022, y 292 se encontraron el 2023.

Antonio Segovia, director de la Unidad de Cooperación Internacional y Extradiciones de la Fiscalía Nacional (Uciex), aporta más datos. Dice que su unidad es la encargada de gestionar la restitución de autos robados en Chile que son encontrados en el extranjero. Y que Bolivia es el país al que más requerimientos emiten. Entre el 2011 y el 2023 se han enviado 87 requerimientos por autos robados a Bolivia. El 2022 fueron siete, y durante el año 2023 solo va uno.

Lo otro que expone Segovia es que esos procesos de búsqueda y de restitución de vehículos se pueden activar desde Chile de forma sencilla: mostrando una foto o un indicio de que el auto está en Bolivia. Pero, aunque Segovia dice que, en general, los procesos de restitución de autos “terminan en éxito”, el principal problema es dar con el auto.

-Depende de cuánto se demoren en encontrarlo. Hay procesos que pueden demorar un par de semanas, un par de meses, pero también puede pasar que lo modifiquen completamente y en Bolivia no lo encuentren nunca. No hay un promedio estimado de cuánto demora un proceso así.

Precisamente esto es lo que lleva a muchos chilenos a cruzar la frontera: la incertidumbre de perder un auto para siempre. El presidente de la Federación de Camioneros del Norte, Juan Bassi, dice que se está volviendo algo frecuente.

-El problema está en que la policía boliviana es corrupta. Están coludidos con los delincuentes. Entonces, por ningún motivo hay que denunciar a la policía -asevera-. Lo que se comenta es que si te roban un vehículo y está en Bolivia, tienes que robar tu propio vehículo y traerlo de vuelta por un paso no habilitado.

Mario Bello, desesperado por las pocas probabilidades que tenía de recuperar su camión, se subió a una camioneta con su cuñado, Hermes Muraña. Partieron a las seis de la mañana del lunes 3 de julio desde Calama. La idea era llegar al puesto policial en Ollagüe, en la frontera, y denunciar el robo en Bolivia.

-El problema fue que una vez en Ollagüe, la policía boliviana no los dejó poner la denuncia -dice Vanessa Bello-, porque les decían que como el robo fue hecho en Chile, no podían hacer nada.

Así, Bello y Muraña iban de caserío en caserío intentando poner una denuncia, al mismo tiempo que buscaban el camión. No tuvieron éxito. En Uyuni, la primera ciudad en la ruta, tampoco los ayudaron. Terminaron en Oruro, de noche. La motivación de Bello los hizo recorrer 740 kilómetros en un día.

En el trayecto, Bello enviaba reportes por WhatsApp a su familia. No eran positivos. Cuando sus hijas Carla y Vanessa supieron esto, le escribieron por Instagram a la diputada boliviana Luisa Nayar, quien ya había denunciado que el Presidente de Bolivia, Luis Arce, le había donado a la Asamblea Legislativa de ese país un auto robado en Chile, como informó el diario boliviano Red Uno. Nayar empatizó con la causa y las invitó a La Paz. Las chilenas llegaron al día siguiente junto a Luis Anza, pareja de Vanessa Bello.

Fue ahí que Nayar convocó a una conferencia de prensa, aprovechando la coyuntura política. El caso estalló y llegó a oídos del consulado chileno, que ofreció ayuda. Un policía boliviano de un rango alto también se comprometió a colaborar. Compartía mensajes constantemente por WhatsApp con las chilenas.

Esto subió la moral de Bello, dice su hija Vanessa. Había estado muy desmotivado las últimas horas.

-Cuando me escribía, me decía que estaba nervioso, porque estaba gastando mucha plata en bencina, hospedaje y en comida -cuenta Vanessa Bello-. Me dijo que si de ahí al domingo no encontraban el camión, se iba a devolver a Chile. Ese era su plazo límite.

A la búsqueda de Mario Bello se le sumaron unos primos lejanos de Bolivia. Luis Anza también viajó para sumarse al grupo. Así, entre los cinco iban explorando en los alrededores de Oruro. No había pistas claras, hasta que a Mario y a Vanessa Bello, el viernes 7 de julio, les llegó un mensaje. Una persona, que decía ser chilena, les compartió el nombre de un lugar donde aseguraba que estaba el camión extraviado. El sector se llamaba Challapata.

Vanessa Bello desconfió del mensaje. Pero su padre le dijo que quería intentarlo: era la única pista que tenían. Bello, su cuñado y quienes los acompañaban en la camioneta viajaron al lugar la mañana del sábado 8. Faltaban solo dos días para que se cumpliera el plazo fatal que se impuso para volver a Chile y desistir de la búsqueda. Horas después, a sus hijas les llegó un mensaje. Habían encontrado la tolva del camión. Pero al rato después perdieron comunicación. Luego, llegó una llamada. Era Mario Bello.

Entre gritos, decía que les estaban disparando. Que los iban a matar.

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La familia de Mario Bello siente rabia e impotencia. Cree que, si en Chile les hubieran dado más seguridad, y la policía boliviana hubiera aceptado que denunciaran el robo de su camión, su padre no habría sido baleado.

México chico

Mario Bello fue encontrado por la policía en la camioneta roja desde la que salieron de Calama, horas después de esa llamada de auxilio. Estaba debajo de la camioneta, moribundo. Lo acompañaba Hermes Muraña, que salió ileso. Lo tuvieron que reanimar. Había perdido mucha sangre. Fue intervenido en el Hospital General San Juan de Dios, en Oruro.

El diagnóstico era serio. Tenía dos balazos que entraron por la espalda, que se condice con la tesis que la fiscalía le dio a su familia: les dispararon en plena persecución. Uno de los proyectiles se alojó cerca del pulmón. El otro, al entrar, se fragmentó, dañando la médula espinal a la altura del pecho.

El alcalde de Calama, Eliecer Chamorro (ind.-FRVS), ofreció ayuda económica a la familia del camionero. Dice que la falta de cooperación internacional y de políticas públicas es lo que provoca que personas como Bello, en su desesperación, vayan por las suyas a lugares que son peligrosos. Es lo que le pasó al grupo de chilenos.

-El lugar donde fueron es un territorio conocido como el México Chico -asegura Chamorro-. Es una tierra de nadie, donde abundan el mercado informal, las bandas criminalizadas, las amenazas y las extorsiones. Incluso, el Ejército boliviano ha querido intervenir ahí, porque hay bandas muy importantes constituidas en ese sector. Pero lamentablemente la familia chilena no sabía todo esto.

El fiscal Aliaga dice que la causa en Chile no tiene imputados. Pero desliza que en las investigaciones que han realizado junto a la PDI pudieron desbaratar tres bandas, principalmente de menores de edad, que robaban autos y camionetas para ofrecerlos en Bolivia.

-Ellos buscan un comprador boliviano a través de sus contactos. Y una camioneta de 21 millones de pesos la ofrecen en cinco o siete millones. Hacen el negocio, viene un boliviano y se la lleva- denuncia el fiscal.

En tanto, en Bolivia sí hay una banda presa por el ataque a los chilenos. Jhonny Aguilera, el viceministro de Régimen Interior y Policía boliviano, aseguró que luego de desplegar 250 efectivos, detuvieron a 14 sospechosos de haber sido parte de la banda que le disparó a Mario Bello.

Vanessa, su hija, vio pasar a su padre al pabellón del hospital de Oruro. Lo vio débil. Su familia, de origen quechua, se encomendó a la Virgen de Urkupiña y a la de Andacollo. Estaban seguros de que no resistiría la operación. El camionero estuvo en el quirófano cinco horas, hasta la madrugada del domingo 9. En ese momento aún no se sabía el paradero de Anza y de Muraña, que lo estaban acompañando cuando fue baleado. En esas horas aún se rumoreaba que habían sido secuestrados.

Al día siguiente de la operación, Mario Bello despertó. Lo primero que preguntó, dice Vanessa Bello, es si sus familiares estaban bien. Lo otro que dijo era que no sentía sus piernas. Su familia le explicó que era un efecto de la anestesia y que iba a tener que ser fuerte, porque lo iban a volver a operar.

Estaban en eso cuando la policía les informó que Luis Anza, su cuñado, no estaba secuestrado. Apareció ese sábado 8 subiéndose a un bus, tratando de volver a Chile a través de un paso no habilitado. Vanessa Bello dice, eso sí, que hasta hoy no revelan lo que les pasó en el altiplano cuando encontraron el camión. Que lo declararán ante la fiscalía boliviana.

El cónsul general de Chile en La Paz, Fernando Velasco, visitó a Bello en el hospital luego de salir de la operación y le entregó la noticia que había estado esperando: recuperaron el camión. Bello se echó a llorar. “Lo logramos, hija”, le decía a Vanessa.

Mario Bello mejoró y pasó a cuidados intermedios en Oruro este jueves. Ese mismo día su camión volvió a Calama. La máquina tiene daños por dentro y por fuera, pero su familia lo quiere arreglar para cuando Bello se vuelva a encontrar con él. Eso será pronto: este sábado comenzaron los trámites para que el camionero vuelva a su casa. Va a ser un momento distinto, emotivo: las balas lo dejaron parapléjico. Ellas ya se lo contaron. Confían, eso sí, en que un tratamiento en Chile, con otro diagnóstico, pueda eventualmente ser más favorable.

Aún así, Mario Bello ya no llora. Su hija dice que está lleno de energía. El camionero quiere volver a caminar. Luego de una odisea de miles de kilómetros en el altiplano, en caseríos desconocidos, sabe que el Mack que tanto buscó estará afuera de su casa cuando vuelva a Calama. La pregunta que surgía era si había valido la pena. Si recibir dos balazos y perder el dominio de sus piernas en esta búsqueda había sido un precio justo por tener el camión de vuelta.

Vanessa Bello no lo duda.

-Nosotros creemos que sí. Veo a mi papá y está tranquilo, porque llegó igual con su camión.

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