El renacer de Carolina Tohá

RETRATO DOMINGO
05/11/2022 FOTOGRAFIAS A LA MINISTRA DEL INTERIOR, CAROLINA TOHA FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA CAROLINA TOHA MORALES - EXMINISTRA - EXALCALDESA - RETRATOS - ENTREVISTA

La ministra del Interior volvió a escena junto a un revitalizado rol de la centroizquierda tras el plebiscito del 4 de septiembre. El columnista Max Colodro analiza aquí los efectos del regreso de uno de los rostros emblemáticos de los treinta años.


Como pocas, representa algo de lo más íntimo y genuino de la centroizquierda chilena; un sector que tuvo su acta de nacimiento en el instante en que la maquinaria del plebiscito de 1988 fue asumida como una realidad insoslayable. Fundadora del PPD siendo aún dirigente estudiantil; estuvo sentada junto a Ricardo Lagos en ese ya mítico momento en que el futuro presidente apuntaría con el dedo a Pinochet en un programa de televisión. Ha sido diputada, ministra de Estado y alcaldesa de Santiago. Junto a Claudio Orrego, fueron por muchos años los niños símbolos de la Concertación, jóvenes promesas cuyo destino debía ser la primera magistratura. Luego de la dolorosa derrota del 2010 fue también parte de una dirigencia que inició una brutal autocrítica respecto de sus veinte años en el poder, y que terminó llevando a la centroizquierda a una inédita juntura con el PC; un proceso que buscaba hacerse cargo de los déficits de la transición y de reimpulsar una agenda de cambios estructurales en el país.

Tras el debut y despedida de la Nueva Mayoría, Carolina Tohá fue representante de un sector que lentamente perdía su rol hegemónico, desplazados por una nueva convergencia articulada ahora entre el PC y el naciente Frente Amplio. En los hechos, la centroizquierda vivía las secuelas de su voluntaria auto-demolición, de haber aceptado sumisa y culposamente las responsabilidades de una transición “pactada” con la derecha. El estallido social vino finalmente a cobrar las cuentas pendientes de esos polémicos “treinta años” de los cuales la ex alcaldesa era, sin duda, uno de los rostros emblemáticos. De súbito, el país parecía enrielarse en una nueva dirección, un camino donde el PC y el FA creían tener las riendas.

En su clímax, la violencia callejera abrió las puertas de un proceso constituyente, donde la izquierda consiguió imponer sus términos casi sin resistencias. La centroizquierda fue durante ese intríngulis silenciosamente cómplice; vio con simpatía la posibilidad de derribar por la fuerza a un gobierno de derecha elegido en las urnas y, sobre todo, buscó ser aceptada por los que decían tener el proyecto transformador en sus manos. Casi sin matices, la izquierda de la superioridad moral y la centroizquierda avergonzada apostaron juntas todas sus fichas a un texto constitucional que removía los cimientos del Chile construido en las últimas décadas. En ese trance, llega la elección presidencial y el pacto PC-FA (Apruebo Dignidad) empieza a definir los términos de su primaria entre Gabriel Boric y Daniel Jadue. El PS y el PPD no quieren quedarse fuera, van literalmente a mendigar un espacio a los dueños de casa. Pero Apruebo Dignidad no está dispuesta a recibir en sus brazos al PPD, ya que lo considera demasiado “neoliberal” para incluirlo en su arco de alianzas. Resultado: la candidata socialista Paula Narváez no tiene más alternativa que desistir de su intento por participar en la primaria de la izquierda. Por muy tentadora que sea la oferta, operarse del PPD era para el PS una amputación que estaba más allá de lo posible.

Con el triunfo en segunda vuelta de Gabriel Boric, la centroizquierda debe resignarse a un rol de comparsa en el nuevo gobierno. Una subsecretaría por aquí, una seremía por allá. El presidente de la República se mueve en un precario equilibrio, defendiendo la hegemonía de su coalición original, pero buscando que la centroizquierda siga sintiéndose parte de esa mixtura que lo llevó al poder. Con todo, el desgaste de su popularidad es veloz y Boric toma una decisión de alto riesgo: une simbólicamente su destino al proceso constituyente. El gobierno y la nueva Carta Magna serán las dos caras de un mismo proyecto histórico. Hasta que llega el día decisivo, el 4 de septiembre, cuando el sueño refundacional de la izquierda simplemente sucumbe, como resultado de una aplastante derrota en las urnas. Gabriel Boric no tiene más alternativa que un rediseño total de su administración y decide poner de ministra del Interior nada menos que a Carolina Tohá. Insólita ironía: el PPD, partido que no había sido siquiera admitido en la primaria de Apruebo Dignidad, termina en el principal puesto de la conducción política del Ejecutivo.

Es la hora de un insospechado renacimiento de la centroizquierda y, también, de la mujer que pasa a tener en sus manos el Ministerio del Interior. Pero no sólo de ella: la derrota del PC-FA en el plebiscito de salida es tan demoledora que todas las piezas claves de la estructura de poder del gobierno terminan en manos del “Socialismo Democrático”: Tohá en Interior, Uriarte en la Segpres, Marcel en Hacienda, Monsalve en la estratégica subsecretaría a cargo de la seguridad pública. Como guinda de la torta, el PC debe resignarse a que su diputada Karol Cariola no pueda asumir la presidencia de la Cámara, lo que deja al Socialismo Democrático también con la jefatura de las dos testeras del Congreso.

Impensadamente, la monumental derrota del Apruebo y el consecuente giro del gobierno han dejado a Carolina Tohá en un rol estelar, como símbolo de un retorno súbito a la primera línea, en una administración que pretendía ser algo muy distinto a lo que ella y su historia política representan. Como decía el filósofo aquel, el destino se ríe de los hombres, sobre todo de los que pretenden controlarlo. Y el lugar que hoy ocupa en el gobierno la ex alcaldesa de Santiago es una prueba fehaciente de ello. Fiel representante de todo lo que el PC y el FA denostaron durante años, está obligada hoy a encontrar algún intersticio entre el sueño frustrado por el último plebiscito y la moderación que exige llevar las riendas de un país con un conjunto de crisis sobrepuestas. En breve, a cargo de administrar un largo ciclo de deterioro político e institucional, con inflación y ad portas de una recesión económica; con problemas gravísimos de delincuencia, narcotráfico y crimen organizado. Además, con una ola interminable de inmigración ilegal que está generando serios trastornos sociales en varias zonas del país. A lo que se agrega un complejo cuadro de violencia política en la Macrozona Sur.

En resumen, los desafíos políticos que enfrenta Carolina Tohá en la jefatura de gabinete son enormes. Desafíos de gestión y de conducción en un gobierno donde lo que más ha faltado es precisamente el temple y la sintonía fina que derivan de la experiencia. Donde es imprescindible sostener a un equipo de gobierno en el que cohabitan dos almas distintas, y cuya que base política está forzada a asimilar las secuelas de una derrota electoral mayúscula. Entre dichas secuelas están sin duda las dolorosas condiciones del acuerdo político que debe habilitar el nuevo proceso constituyente. Un “Tratado de Versalles” impuesto a los perdedores y frente al cual ya no queda más que la resignación y el ajuste de expectativas. Un cambio de agenda que sigue y seguirá golpeando a los sectores políticos que forman parte del oficialismo, ese al que la actual ministra del Interior tiene la obligación de ordenar. Es cierto: lleva poco más de tres meses en el cargo, tiempo demasiado breve para una evaluación de su desempeño, pero suficiente para confirmar su talante y el acierto de su designación.

El 2023 será sin duda la prueba de fuego de su gestión y de su impronta al interior del gobierno. El curso donde irán a converger los problemas acumulados durante los últimos años y los efectos de una nueva recesión económica. Un tiempo en que Carolina Tohá podrá demostrar su experiencia y el peso de su trayectoria, en un cargo que nunca ha sido un buen trampolín para desafíos mayores. Pero que, dadas las insólitas circunstancias que se han vivido en estos “años locos”, nadie está en condiciones de descartar que esta vez pueda serlo.

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