El rescate mortal: la tragedia que golpea a Concón
Tres trabajadores terminaron muertos al fondo de un estanque al intentar salvarse la vida entre ellos. Solo uno sobrevivió a la intoxicación. Esta es la historia de una muerte en cadena.
Hace cerca de ocho meses Pablo Valenzuela Velásquez (24) consiguió su primer trabajo. Se había graduado de Técnico en Mecánica Automotriz y Autotrónica en el Duoc UC de Valparaíso en 2020 y, a través de un amigo, llegó a postular a la empresa de camiones Transportes Alberto Díaz Parraguez (TAD). Así, en el Parque Industrial de Concón, entre fábricas de Nexxo y Coca-Cola, Valenzuela se hizo parte del equipo que recibía y reparaba camiones que transportaban químicos a lo largo del país.
Se integró rápidamente. Conocía a algunos compañeros porque habían estudiado juntos y con los otros formaron un buen equipo de trabajo, dice uno de ellos. Ahí conoció a Ricardo Correa Sagredo (59), un hombre que comenzó manejando camiones en Casablanca y terminó siendo la mano derecha de los jefes de la empresa. Correa era un ícono en TAD, sus compañeros le decían maestro o tío Correa y lo trataban de usted. A él le gustaba enseñarles a los jóvenes mecánicos lo que había aprendido en los más de 30 años en el rubro, cuentan sus compañeros, y Valenzuela no fue la excepción. Por eso le agarró cariño, dice el joven.
La empresa de Transportes Alberto Díaz Parraguez es una empresa de traslado de sustancias peligrosas, con casa matriz en la región de Valparaíso. Tienen más de 12 centros de operaciones y cerca de 1200 empleados. Los trabajadores se dividen entre los que ven el área mecánica, los encargados del aseo y mantención, los que manejan las máquinas y los administrativos, entre otros. Valenzuela conocía personas de distintos sectores porque después del trabajo se juntaban a jugar a la pelota en un club deportivo. Ahí no importaba la división a la que pertenecían.
Así conoció a Bastián Escudero Maturana (34), un operario de mantención que compartía su pasión por el fútbol. “Cruzado, amante de la naturaleza y el deporte”, dice su biografía en Instagram. Escudero era de Quillota y llevaba casi seis años trabajando en TAD. En sus tiempos libres le gustaba dibujar, pero su verdadera pasión se dividía entre el Club Deportivo Universidad Católica y su perra Laica.
Escudero trabajaba en la misma área que Francesco Castro Rojas (41), también en limpieza y mantención. Castro llevaba seis meses en la empresa y se paseaba por la zona con un libro en la mano, dicen sus compañeros. “Educado y estudioso”, lo describen, además de recordarlo hablando de su hija, de un año de edad.
Hasta julio de este año, Valenzuela, Correa, Escudero y Castro no se conocían mucho más que las caras. Pero eso no importó cuando uno tuvo que ofrecerse para salvar al otro.
Por mi y por mis compañeros
La mañana del 19 de julio los trabajadores del área de mecánica de Transportes Alberto Díaz Parraguez (TAD), seguían en los camarines cuando llegó la primera alerta. Un conductor dijo que había escuchado un grito de socorro en un estanque de carga de un camión. Algunos trabajadores corrieron a alertar a sus jefes, mientras los demás, incluído Pablo Valenzuela, se dirigieron al galpón en que se encontraba el recipiente. Así lo recuerdan dos testigos que prefieren resguardar su identidad, por miedo a las reacciones de la empresa en la que todavía trabajan.
Se reunieron alrededor del estanque y algunos subieron por la escalera que llevaba a la apertura del depósito en la parte superior. Al mirar hacia adentro se dieron cuenta que en el fondo había dos trabajadores desmayados, cuenta uno de los funcionarios: eran Bastián Escudero y Francesco Castro. La conclusión de quienes estaban ahí fue que, al ir a limpiar, se habían intoxicado con los restos de Sulfhidrato de Sodio (NaSH) y se habían desmayado. Llamaron a Carabineros, Bomberos y SAMU, estos últimos dicen que recibieron el aviso a las 9:30 am.
Mientras un grupo evaluaba cómo cortar el tambor, el otro se organizaba para ir al rescate. Ahí, cuentan testigos, es cuando Pablo Valenzuela se ofreció: “yo me meto porque soy más flaco” dijo, ya que el espacio era acotado. Se ajustó una máscara para protegerse y bajó por la escalera. “Pero no alcanzó a tocar el piso y se desmayó. Quedó sentado en el fondo”, dice el mismo trabajador.
El Sulfhidrato de Sodio (NaSH) es una sustancia química de uso industrial que se utiliza como reactivo en la minería del cobre, entre otras industrias. Según la doctora en toxicología y académica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Valparaíso, Fernanda Cavieres, la intoxicación se produce cuando el NaSH libera ácido sulfhídrico. Esto último es lo que intoxica a la persona por dos razones: irritación al nivel de perder el sentido, y/o porque la respiración del químico inhibe la producción de energía en las células. “Eso lleva al desmayo y a la muerte”, explica Cavieres.
Los trabajadores sabían que Bomberos venían en camino, pero no podían esperar, cuenta un testigo. Por eso empezaron a cortar el tanque con un disco. Fue entonces cuando, según la misma fuente, Ricardo Correa gritó “yo los voy a sacar”. Le abrieron paso, pero al igual que Valenzuela, se desmayó al instante. “En ese momento es como los salvavidas, se arriesgan sabiendo que pueden ahogarse”, explica el mismo trabajador. Habían pasado treinta minutos y ahora eran cuatro los atrapados.
En ese momento llegó el comandante de Bomberos, Gonzalo Román, junto a su equipo. Tras equiparse con tanques de aire comprimido, ingresaron al estanque. “Ellos fueron rescatistas improvisados, que ante la desesperación trataron de ayudar a sus colegas”, dice Román. Sacaron uno a uno a los hombres inconscientes. El personal médico trataba de reanimar, mientras los descontaminaban quitándoles la ropa.
De a poco llegaron Carabineros, la Seremi de Salud y de Trabajo, representantes de la Fiscalía de Viña del Mar y de la Brigada de Homicidios de la PDI. También los familiares, pero nadie podía acercarse a los cuerpos contaminados.
Los testigos recuerdan que a Pablo Valenzuela, mientras lo reanimaban, le dieron convulsiones. “Le salía espuma por la boca”, cuenta uno. Después de más de diez minutos tratando de estabilizarlo, cuenta la madre de Valenzuela, lo subieron a una ambulancia rumbo a la Clínica Miraflores.
Los otros tres, Ricardo Correa, Bastián Escudero y Francesco Castro, fallecieron en el lugar.
A la salida del recinto, la prensa esperaba declaraciones oficiales. Salió el Delegado Presidencial de Valparaíso, Jorge Martínez, y, ante los micrófonos, informó el deceso de los tres trabajadores. “Todo indica que hubo una negligencia grave, donde personas entran a un camión que estaba vacío a operar, en principio, sin las condiciones debidas o los resguardos debidos”.
Un duelo incierto
El 25 de julio, Pablo Valenzuela despertó en el Hospital Clínico Mutual de Seguridad en Santiago. Por protocolo Covid-19 su familia no podía entrar a lugar, así que esa tarde estuvo solo. A través de una videollamada, su madre, Ximena Velásquez, lo vio por primera vez: “estaba muy dormido, no se expresaba bien”, cuenta. Valenzuela llevaba una semana en coma inducido tras sufrir una intoxicación química, pero él aún no lo sabía.
Tampoco sabía que había perdido a sus compañeros, ni recordaba que intentó salvar a otras personas. El último recuerdo de Valenzuela es una semana antes del incidente. Pero aunque no ha recuperado la memoria, tiene un relato sobre lo que pasó. Es el que le han contaron sus compañeros el día en que volvió a su casa en Viña del Mar: el mismo día que se realizaron los tres funerales.
La madre de Bastián Escudero, Ximena Maturana, recuerda ese 28 de julio con tristeza. No olvida el llamado que una semana antes le había avisado que su hijo había fallecido. “Pero lo más difícil es que nunca lo pude ver”, dice. El funeral fue con el ataúd cerrado. Cuenta que, cuando llegó al Servicio Médico Legal, le informaron que, por las sustancias, el cuerpo debía permanecer aislado. “Tengo una pena muy grande, una rabia y tengo preguntas, porque no puedo entender qué pasó: qué le pasó, él tenía experiencia en esto”, dice Maturana. Luego se consuela a sí misma. Dice: “fue un héroe”.
“Nadie sabe con certeza el contexto de cómo llegaron, ni por qué llegaron”, dice un trabajador, refiriéndose a Francesco Castro y Bastián Escudero, a quienes los testigos encontraron ya desmayados. En estos meses, entre los familiares y compañeros, llegaron a una teoría: Castro estaba limpiando el contenedor desde la escotilla, mientras Escudero sostenía la manguera. Pero al contacto del agua con el NaSH, se produjo ácido sulfhídrico. Eso, según su tesis, es lo que hizo que Castro cayera desmayado hacia el interior. Escudero, suponen, subió a rescatarlo y tuvo la misma suerte. Lo que les sorprende, es que con seis años de experiencia Escudero hubiera tomado esa decisión. “Es probable que supiera el riesgo, pero solo se piensa en salvar al que está adentro y la única opción era hacerlo con sus manos”, dice el testigo.
Solo que nada de eso está confirmado. La investigación de la Fiscalía de Viña del Mar está a cargo de Romyna Ahumada, quien afirma que ya cuentan con la pericia de la sustancia química y los informes de autopsias. Sin embargo, aún faltan varias diligencias. “La más importante es el informe de la Brigada de Homicidios de la PDI (...) Además de los informes toxicológicos e histológicos de los cuerpos”, informa la fiscal.
Los Correa y los Castro están siendo representados por Patricio Olivares, mientras que los Escudero, que ya presentaron una querella por cuasidelito de homicidio, están recibiendo la asesoría legal de Nicolás Larach. La versión de este último es que hubo irregularidades en la empresa. “El encargado del sector del lavado pidió libre y nadie pidió reemplazo. O sea, no había jefatura”, dice Larach. La versión de TAD es distinta: “Durante esa jornada, el encargado de área no se encontraba de manera presencial en el lugar, solicitándole a su equipo que esperaran su llegada para llevar adelante el procedimiento de lavado y se dedicaran a otras labores en el intertanto”, señalan en un comunicado a La Tercera Domingo. Dicen también que en la zona de lavado no hay ingreso de personas a los estanques bajo ninguna circunstancia. “Eso se encuentra establecido y difundido en distintos procedimientos de trabajo”, agregan.
Han pasado dos meses desde el incidente y, aunque Pablo Valenzuela haya sobrevivido, no está feliz. Su madre dice que ya no duerme en las noches, porque después de estar en coma tiene miedo de no despertar. Se cansa con facilidad y, según Maturana, no saben por qué se le está cayendo de a mechones el pelo. Él intenta no hablar mucho del tema. Lo que más le preocupa es que su licencia médica se va a terminar. “Esperamos, de ser posible, prontamente tenerlo de vuelta en nuestro equipo”, señalan desde TAD. Pero Valenzuela espera que sea lo contrario.
“Yo -dice - no estoy bien para volver a ese lugar”.
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