Historias desde Gaza: “No veo ningún futuro saliendo de esto, la reconstrucción demorará 10 años”

El profesor de inglés Kamal y el periodista Mahmoud Yakubi cuentan cómo sus vidas se vieron transformadas por la guerra de Israel contra Hamas. No solo perdieron sus trabajos, sino que han debido cambiar su hogar en múltiples ocasiones.


Al comienzo de la guerra de Israel contra Hamas en octubre del año pasado, Kamal y su esposa le decían a su hija de apenas dos años que los bombardeos israelíes eran fuegos artificiales, porque las personas de su barrio en Ciudad de Gaza estaban celebrando. “Sin embargo, después de pasar por entre los soldados israelíes y cuando tuvimos que evacuar el Centro de Entrenamiento de Khan Younis (un refugio de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en los que se albergó a 22 mil personas en octubre de 2023) se asustó mucho y se asusta cuando hay bombas o incluso por el ruido de uno o cuando escucha una voz fuerte y me pide que la abrace”, cuenta en conversación con La Tercera.

Antes de que Israel comenzara la guerra contra Hamas en Gaza, Kamal, que ahora tiene 34 años, trabajaba como profesor de inglés, traductor y coordinador de proyectos y vivía en la calle Al-Nasser, en la Ciudad de Gaza. “Desde entonces todo ha cambiado. No hay agua, así que tengo que comprarla, y la que venden ni siquiera está limpia; la comida es muy cara, incluso las cosas más pequeñas. Si antes con 100 dólares era suficiente para comprar comida por dos semanas, ahora apenas alcanza para dos días. No hay servicios básicos de higiene y lo poco que hay es muy caro. No hay electricidad, así que tenemos que pagar para cargar nuestros teléfonos. Internet es muy malo, lento y caro”, relata.

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Kamel juega con su hija en su casa en Ciudad de Gaza antes de la guerra.

Producto de la guerra ya no tiene trabajo y vive con lo mínimo, incluso ha pedido dinero prestado a sus amigos que lo ha ayudado a sobrevivir. Desde octubre del año pasado se ha cambiado más de cinco veces de casa y en casi todos los casos ha tenido que abandonar la mayoría de sus pertenencias, debido a lo rápido que deben huir. “Mi madre murió en el Centro de Entrenamiento en Khan Younis debido a la falta de atención médica. Tuvo un derrame cerebral y no pudimos conseguir una ambulancia ni nada para llevarla al hospital. Debido a la última evacuación, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel atacaron el lugar donde yo vivía, que era Mawasi Al-Qarara, nos desplazamos de nuevo, pero no pudimos llevarnos nuestras cosas. Así que ahora duermo en un pequeño rincón al lado de una carpa de mi familia política”.

Está muy preocupado por lo que va a ocurrir, debido a que se acerca el invierno. “Y como no hemos podido traer nuestra ropa me pone en una situación muy mala, ya que tengo que proporcionar ropa de abrigo a mi familia y no hay mucho en el mercado para poder comprar, y lo que hay tiene precios increíblemente altos”.

El otro problema que enfrentan es la atención de salud, ya que se ha deteriorado mucho. “Los hospitales y los suministros médicos no son suficientes ni siquiera para las víctimas diarias de la guerra. Incluso, si intentas conseguir algún analgésico o algún antibiótico, casi no hay en las farmacias, y si lo hay, es muy caro”, relata.

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Kamel su esposa e hija afuera de la carpa donde viven.

“Yo sufro múltiples lesiones de fútbol y solía tomar analgésicos con regularidad, porque las cirugías eran un fracaso, pero ahora no puedo encontrar nada y, si lo hay, no puedo pagarlo”, comenta. Y añade: “Vivir en la Franja de Gaza es vivir en el infierno”.

“No veo ningún buen futuro saliendo de esto, si la guerra se detiene ahora, reconstruir Gaza tomará al menos 10 años por todos los daños ocurridos”, dice.

Por último, cuenta que su hija cumplió recientemente tres años y no pudo comprarle un regalo, al igual que ocurre con muchas personas en Gaza. “Es un sentimiento doloroso no estar triste por no haberle dado lo que necesita, sino que solo estar agradecido de que esté viva”, concluye.

“Sabía que era una guerra”

Al igual que Kamal, la vida del periodista Mahmoud Yakubi, de 32 años, cambió radicalmente cuando comenzó la guerra, y recuerda esos días con gran detalle. “La mañana del 7 de octubre nos despertamos con el sonido de los cohetes que se lanzaban desde Gaza. Como todo el mundo, nos sorprendió la rapidez con la que se intensificaron las cosas. Me apresuré a poner las noticias y miré las imágenes con incredulidad y miedo. Sabía que esto era una guerra. Tenía miedo de enviar a mi hijo Khalil al colegio, así que lo dejé en casa. Me senté a fumar un cigarrillo, perdido en mis pensamientos, aterrorizado por lo que vendría, viendo el miedo en los ojos de mi esposa Doha. Pasamos todo el día siguiendo las noticias hasta que cayó la noche”.

“A la mañana siguiente, el 8 de octubre, nos despertaron los gritos de nuestros vecinos. Miré desde el balcón y vi a mi vecino gritando: ‘¡Residentes de la Torre Al-Kulok, evacuen inmediatamente! El Ejército israelí llamó y nos advirtió que bombardearían el edificio’”.

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Mahmoud Yakubi, su esposa Doha y su hijo Zain antes de la guerra.

Mahmoud tomó a sus dos hijos, Khalil y Zain, mientras que su esposa Doha tomó sus documentos personales y bajaron corriendo las escaleras para ir a casa de sus padres. “Khalil se puso a llorar por sus juguetes al darse cuenta de que no volveríamos. Zain, por su parte, estaba asustado, porque Doha estuvo llorando todo el camino. Los dejé donde mis padres y, sin pensarlo, volví a ver cómo estaban mis vecinos. En cuanto llegué a la zona, la defensa civil me impidió acercarme. Cinco minutos después, los cohetes alcanzaron el edificio, destruyéndolo por completo”, cuenta a La Tercera.

“Regresé a la casa de mis padres y me quedé allí hasta que bombardearon la casa de nuestros vecinos, matando a todos los que estaban dentro. Mi madre y mi hermana decidieron ir a la casa de mi tío, pensando que sería más seguro. Once familias se reunieron allí. La mañana del 28 de octubre, mi hermana me llamó para decirme que la casa de mi tío había sido bombardeada, matando a mi abuelo e hiriendo a todos los que estaban dentro. Corrí al hospital y los encontré a todos heridos”.

De profesión periodista, Mahmoud trabajó como redactor de contenidos, creador de videos profesionales y director. Para mejorar sus ingresos, trabajó junto con un amigo vendiendo artículos de limpieza. Siempre se esforzó por quedarse en Gaza y no emigrar.

Después de enterrar a su abuelo, sus padres y hermanos fueron desplazados al sur de Gaza, donde se alojaron en un refugio de la UNRWA. Sin embargo, ese refugio fue bombardeado y fueron desplazados nuevamente a principios de enero de 2024. En ese momento, Mahmoud se quedaba en la casa de unos tíos. “El bombardeo se intensificó con el inicio de la invasión terrestre israelí. Nos sentábamos toda la noche escuchando el sonido de los proyectiles, sin saber si éramos el próximo objetivo. Por las mañanas, salía a la calle y veía cadáveres tirados allí”, cuenta.

“Cuando el bombardeo se intensificó, temiendo por la seguridad de mis hijos, decidí huir. Caminamos ocho kilómetros sin agua, pasando por encima de cadáveres y en medio de bombardeos constantes y miedo, hasta que llegamos al refugio donde se alojaban mis padres”, añade.

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Mahmoud Yakubi, su esposa Doha y sus hijos, Khalil y Zain, tras huir por la guerra

“Nos vimos obligados a huir nuevamente debido al hacinamiento en el refugio. Arrendé un departamento en Khan Yunis, cuando el bombardeo se intensificó nuevamente, lo que nos obligó a huir una vez más. Encontramos refugio en el Complejo Médico Nasser, donde nos alojamos en una habitación de pacientes medio vacía. Puse una cortina hecha con mantas atadas. Luego, a fines de enero, nos sorprendió descubrir que los tanques nos estaban asediando. Seguimos bajo asedio hasta fines de febrero, tiempo durante el cual el hospital fue bombardeado y muchas personas desplazadas que estaban adentro murieron”.

“Uno de los momentos más duros que vivimos fue cuando el Ejército israelí envió a un joven palestino esposado, al que habían detenido previamente, para que le dijera al director del hospital que evacuara inmediatamente el recinto. El director del hospital se negó a hacerlo, a menos que se pudiera garantizar su seguridad. El joven regresó para transmitirles la respuesta del director, pero en cuanto se las dijo, le dispararon directamente en la cabeza y lo mataron. Al final, nos obligaron a salir y luego cruzamos a pie con mis hijos y mi esposa desde Khan Yunis hasta Rafah” , indica.

“Allí monté una tienda de campaña y nos quedamos hasta que Israel empezó a amenazar con una operación a gran escala en Rafah. Temiendo que se repitieran los acontecimientos anteriores, nos dirigimos hacia el centro de Gaza, en Deir al-Balah, donde monté una tienda de campaña cerca del mar. El sufrimiento y la tragedia continúan: el agua escasea y la comida es inexistente. Todo se ha convertido en una lucha, además del terror constante en el que vivimos”, relata.

Mahmoud también da cuenta de las malas condiciones sanitarias y señala que las enfermedades de la piel se han extendido, junto con muchas otras, debido a la acumulación de basura. “Todos contrajimos hepatitis por la contaminación del agua. A pesar de nuestros esfuerzos por protegernos, las trágicas condiciones causadas por la acumulación de desechos, la mala alimentación y el agua contaminada eran inevitables, dada la falta de recursos y suministros médicos”.

En cuanto a la educación, señala que miles han muerto y miles más ya no asisten a la escuela. “Entre ellos está mi hijo Khalil, que estaba en primer grado. Estaba muy emocionado y amaba mucho la escuela”, indica. “Gaza ya no es habitable. No podemos regresar a nuestras zonas después de que el Ejército ocupara el eje Netzarim y dividiera Gaza en dos. No quedan casas adecuadas para vivir. Dos millones de personas viven en tiendas de campaña en un área geográfica de no más de seis kilómetros de ancho y dos kilómetros de largo. La comida es escasa y consiste principalmente en alimentos enlatados; no hay verduras ni frutas, y el agua está contaminada. No hay electricidad, los servicios médicos son casi inexistentes, no hay educación, la contaminación es rampante, y todo esto va acompañado de bombardeos continuos y muerte”.

“No puedo encontrar un futuro aquí. Estoy considerando seriamente emigrar para proteger a mis hijos y brindarles un futuro mejor en lugar de muerte y terror. Sin embargo, el cruce ha sido tomado por el Ejército como parte del eje de Filadelfia y ha sido cerrado, por lo que salir de Gaza es actualmente imposible”, concluye. D

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