Íñigo Errejón: “La derecha chilena presentaba a Chile como una anomalía regional y ese relato se ha roto”
El líder del partido español Más País dice a La Tercera que “el mayor desafío de la izquierda es garantizar que hay futuro”. “Les deseo que los simpatizantes tomen la mejor decisión en las primarias entre Boric y Jadue”, señala.
En 2018, el diputado español y doctor en Ciencias Políticas Íñigo Errejón visitó por primera vez Chile. En una estadía de cuatro días en Santiago se reunió con dirigentes del Frente Amplio y cerró el Festival a Toda Marcha, organizado por Revolución Democrática, haciendo un llamado a la izquierda a “quererse un poco menos para querer un poco más a nuestros pueblos”.
El político de 37 años ha tenido una carrera política meteórica. En 2014 fue junto a Pablo Iglesias fundador del Podemos, mismo conglomerado con el que rompió en 2019 para luego formar Más País, que dio el sorpasso en las elecciones de la Comunidad de Madrid en mayo pasado, al transformarse en la primera fuerza opositora e igualar los escaños del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En conversación con La Tercera desde España, el congresista sostiene que observa la Asamblea Constituyente de Chile “con respeto, simpatía y desde fuera con cierta envidia, porque España también necesita de una urgente profundización democrática”.
¿Con los resultados obtenidos en Madrid esperan convertirse en la alternativa de izquierda progresista en España?
Los resultados en Madrid los tomamos como el reflejo de que hemos ido trabajando bien y que tenemos mucha inserción territorial. Nosotros decidimos hacer una campaña que no producía tantos titulares llamativos, pero que se encargara de las preocupaciones cotidianas de la gente trabajadora. En Madrid ganó la derecha, pero hoy somos la primera fuerza de oposición y nos parece que es una responsabilidad y una prueba de que hace tiempo iniciamos un camino que conecta cada vez con más gente. Aunque los resultados de Madrid no son extrapolables inmediatamente a España, creemos, y así lo dicen las encuestas, que vamos abriendo un espacio político que pone énfasis en dos temas, una transición ecológica para frenar el cambio climático y la reconstrucción del contrato social para sanar sociedades rotas por la desigualdad.
“Verde, feminista y de izquierda”, ¿cree que bajo esta combinación y cuando los sondeos lo posicionan como uno de los políticos mejor evaluados, usted podría buscar la jefatura de gobierno de España para 2023?
Más allá de las etiquetas, trabajamos para que tener una vida tranquila no sea un lujo para quienes lo pueden pagar, cuando tener un proyecto de vida con seguridad y sin estrés se convirtió en una especie de utopía. Las encuestas las tomamos con prudencia, pero arrojan que vamos creciendo y que cada vez más sectores miran hacia la ola verde. En España tenemos un gobierno progresista que para nuestro gusto dedica más tiempo y esfuerzo al choque con la oposición que a transformar la vida de las personas más vulnerables. De momento jugamos un papel de apoyo crítico.
En septiembre lanzará su libro Con todo, de los años veloces al futuro, ¿qué puede adelantar?
No puedo contar mucho, porque me regañarían en la editorial. He participado en dos libros de pensamiento político. Esto es otra cosa. Es un libro en el que cuento en primera persona mi experiencia en estos años en la política. Y tengo que decir que, siendo el libro menos teórico, es el que más me ha costado. En un tiempo en el que la política está desprestigiada en España y parece que es mejor alejarse, he querido reivindicar que hay una forma de estar en política al asumir los problemas de tu país como si fueran tuyos para cambiarlos juntos.
¿En el libro aborda su quiebre con Pablo Iglesias y Podemos?
Sí, claro, porque inequívocamente eso es parte. Yo fui miembro fundador de Podemos hasta que aquella formación eligió volver a las posiciones tradicionales de la izquierda de siempre, que se contentaba con hablarles a los ya convencidos. Mi forma de entender la izquierda es un medio que tiene que trascender más allá de sí misma para construir pueblo, pero para hacerlo con nuestros vecinos piensen lo que piensen y tengan las etiquetas que tengan. Intento explicar políticamente cuáles fueron las diferencias que nos llevaron a caminos diferentes que pueden cooperar, pero que hoy representan espacios políticos distintos, con formas de hacer política, prioridades y temas de los que nos ocupamos diferentes.
En ese sentido, ¿para usted el ciclo con Podemos está completamente cerrado?
Sí, pero no para mí como vivencia individual, sino el ciclo de la organización muy marcado por la protesta de los indignados en el 2011 en España se cerró. Nosotros propusimos una herramienta para traducir en el poder político y electoral lo que era la indignación social en el 2014. En ese ciclo participé con lo mejor que supe, no lo puse todo de mí mismo como creo que lo hizo el resto. Hoy estamos en otro ciclo, pero es importante que no pase como si estuviéramos en una rueda de hámster, sino extraer las lecciones de las etapas pasadas para hacerlo mejor en las siguientes y útiles para las necesidades de nuestro pueblo.
¿Cree acertada la decisión de Iglesias de dejar la política tras los malos resultados del 4-M?
Pablo ha tenido un papel muy destacado en el ciclo anterior de la política española, pero por ese papel pagó un precio personal elevado y eso le ha producido un desgaste, citando sus propias palabras. Es normal y comprensible que cuando una persona dice “hasta aquí he llegado en la política profesional” y da un paso al costado, merece todo el respeto, sobre todo cuando alguien busca tranquilidad.
¿Cómo evalúa el manejo del Covid en España?
Era un problema inédito. Al principio nos pareció estar viendo una serie o una película de colapsos, así que a todos nos sumergió en el shock. Creo que tardamos demasiado en frenar toda la actividad social y económica del país, algunos decían que era por temor a la crisis que se podría producir, pero luego entendimos que había que haber parado todo antes para frenar la expansión inicial del brutal virus. Las instituciones públicas en España han funcionado muy bien para enfrentar el virus, pero la pandemia nos ha encontrado muy débiles. Un país que llevaba casi dos décadas recortando en la salud pública, inversión pública en ciencia, innovación y desarrollo. Así que hemos tenido que esperar a que países que sí invertían en el futuro hicieran avances científicos o tecnológicos. Además, el virus nos golpeó por la ausencia de industria nacional, por tener una sociedad muy fragmentada, la desigualdad y la debilidad de los servicios públicos erosionados por recortes neoliberales. Debemos aprender de las debilidades para reforzarlas, porque es posible que el Covid-19 haya sido tan sólo el ensayo general de situaciones muy duras que están por venir asociadas al cambio climático. La lección para toda mi generación es que son más fuertes las sociedades con más vínculos comunitarios y un Estado con más capacidad para planificar y proteger.
Paralelos con Chile
¿Cómo recuerda su paso por Chile en 2018 y cuáles son sus lazos políticos con nuestro país?
Mis padres han sido toda la vida militantes de izquierda y todos los militantes de izquierda españoles tenemos la sensación de conocer Chile no habiendo estado nunca. Había leído mucho sobre Chile, pero no lo conocía. Los cuatro días de viaje sirvieron para quedarme con ganas de volver. Me gustó mucho el trato con los compas, a algunos ya los conocía de encuentros en América Latina, nos habíamos escrito. Nosotros miramos con mucha simpatía y cercanía la experiencia del Frente Amplio, en particular con los compañeros de Revolución Democrática. Encontramos mucha sintonía y similitudes, así como una preocupación por temas y una voluntad de transformación de la democracia entendida como el poder de la gente común. Desde entonces he seguido con interés la política chilena, porque se venía pareciendo mucho a la española. En España tenemos un sistema político que es el resultado de una negociación entre los demócratas y la dictadura, que blindó espacios frente a la democratización.
El Frente Amplio postula a Gabriel Boric para llegar a La Moneda y usted podría ser candidato a La Moncloa en 2023, ¿ve paralelos?
Veo paralelismos. Diría que el principal paralelismo que tenemos es una profunda convicción de que no hay recetas o manuales, sino que bajo el sentido común de nuestro pueblo está la hoja de ruta para transformar nuestros países. Hay una voluntad común de reivindicar la política como un arte o actividad que puede estar al servicio de los más desfavorecidos para vidas más libres. Creemos en una idea republicana de la libertad, como un derecho a ser igualmente libres que sólo se alcanza en común para vivir sin miedo al futuro.
Como cientista político, ¿el Frente Amplio tiene más afinidad con Podemos o Más País?
(Ríe). Es una pregunta que deberían responder ellos, pero nunca los haríamos elegir.
¿Qué le parece que un comunista como Daniel Jadue figure entre los favoritos para las presidenciales en Chile?
Les deseo que los simpatizantes tomen la mejor decisión en las primarias entre Boric y Jadue. Está pasando algo en América Latina y en particular en el Pacífico. Hasta ahora, a la derecha chilena le gustaba presentar a Chile como una especie de anomalía regional, con políticas de fanatismo, de libre mercado, de un entramado institucional muy cerrado repartido entre dos grandes polos y con una ausencia permanente de conflicto social comparado con un continente marcado por una desigualdad que producía mucha inestabilidad política. Evidentemente ese relato se ha roto, pero no sólo en Chile. Hay un profundo problema con la derecha que no parece estar dispuesta a reconocer el resultado de las urnas en Perú y una conflictividad social y política durísima en Colombia. En general, las fuerzas políticas de derecha en América Latina están en una profunda crisis, se están quedando extemporáneas, defienden posiciones políticas que no tienen casi referentes en el mundo. El Covid-19 ha devuelto al Estado al centro mismo de la política no solo como garante de deudas, sino de derechos y decisiones estratégicas.
Hoy es la sesión inaugural de la Asamblea Constituyente, ¿cómo ve el proceso de Chile?
Con mucho respeto, simpatía y desde fuera con cierta envidia. Los chilenos están siendo capaces de dotarse de una herramienta política para de manera pacífica refundar el país, profundizando la democracia y convocando a todos. España también necesita de una urgente profundización democrática. Pero la Asamblea Constituyente también es una inmensa responsabilidad, es tanto como formalizar la reescritura del contrato social. Hay que pedirles a las mayorías que sean generosas y piensen en las siguientes décadas para que el conjunto de normas sobrevivan y las puedan legar a las siguientes generaciones para que vivan cómodas con ellas, pero también flexibilidad para que puedan hacer modificaciones si así lo necesitan, de aquí a 20 o 30 años. A las minorías hay que garantizarles que no se vulneren sus derechos y que tengan las garantías para revertir su minoría en el futuro. La constituyente tiene que ser un proceso netamente democrático para contribuir a un Chile mejor. Sin tutelas, sin vetos, sin privilegios ni amenazas de las minorías oligárquicas que quieran entrar para censurarlo, para frenarlo, para torpedear.
¿Cuáles son los desafíos de la izquierda?
Se lo voy a decir de manera muy clara, el mayor desafío de la izquierda es garantizar que hay futuro. Sin querer hacer publicidad, si vas a Netflix o HBO no hay una sola serie o película sobre el futuro que sea optimista. Esto dice mucho de nuestra época, porque estamos convencidos de que el futuro será más duro, peor, con una competición violenta y autoritaria por cada vez menos recursos. Si no devolvemos la esperanza en que hay un mañana es cuando crecen ideas reaccionarias y acabamos en manos de Bolsonaro o Trump.
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