Iván Jaksic, historiador: “Estamos en una crisis que nos ha hecho perder el sentido de país que transmitía la educación pública”

IVAN JAKSIC
El historiador y Premio Nacional de Historia, Iván Jaksic. 07.03.2024 IVAN JAKSIC FOTO: BASTIAN SEPULVEDA

Premio nacional de Historia, el director del programa de la Universidad de Stanford para América Latina se formó en la educación pública. Lamenta el deterioro que han sufrido los liceos emblemáticos y dice que la selección "tiene más virtudes que defectos". Biógrafo y editor de las Obras Completas de Andrés Bello, acaba de publicar una nueva biografía dedicada al intelectual que dio forma al sistema educacional del país y primer rector de la Universidad de Chile.


El encuentro se produjo en el exilio. Iván Jaksic tuvo que alejarse de Chile para descubrir a Andrés Bello. Naturalmente, cuando estudiaba en la Universidad de Chile, a inicios de los 70, se aproximó a la figura de quien fue su primer rector. Pero una vez lejos del país pudo conocerlo profundamente y encontrar experiencias comunes. Como él mismo, Bello vivió 20 años exiliado, en Londres, donde sobrevivió como pudo, pasó hambre, frío y saboreó el fracaso.

-Todos sabíamos algo de Bello. Como decía Joaquín Edwards Bello, era “el bisabuelo de piedra”. Pero la clave de la personalidad de Bello para mí fue el destierro. Ahí vi a otra persona. Porque deseos de leer el Código Civil yo no tenía, pero hoy lo leo con pasión, porque entiendo a este hombre que sufrió todo tipo de conflictos y pérdidas. En el exilio descubrí que este hombre de piedra era un ser humano del que podía aprender mucho -dice.

Doctor en historia y premio nacional por su aporte a la historia intelectual del país, Jaksic ha dedicado más de dos décadas a investigar, analizar y compartir las lecciones de la vida y obra de Bello. Una trayectoria intelectualmente brillante y una historia personal atravesada por carencias y dolores, desde la pérdida de su tierra natal a la muerte de nueve de sus 15 hijos.

Desde 2005 Iván Jaksic dirige el Programa de la Universidad de Stanford para América Latina, con sede en Chile. Es autor de una biografía de contornos clásicos, Andrés Bello, pasión por el orden, y actualmente dirige la edición de sus Obras completas, proyecto monumental impulsado por la Biblioteca Nacional. También es el responsable de la cátedra dedicada al intelectual venezolano en la Universidad Adolfo Ibáñez.

Recientemente, Jaksic publicó una nueva biografía en pequeño formato: erudita y con vocación popular, en ella recrea la trayectoria y las ideas de Bello pensando en un público amplio.

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07.03.2024 IVAN JAKSIC FOTO: BASTIÁN SEPÚLVEDA

Poeta, ensayista, gramático, jurista, Bello arribó a Chile en 1830, con casi 50 años. Aquí fue senador, autor del Código Civil y fundador de la Universidad de Chile. Como dijo Ignacio Domeyko, y lo cita Jaksic, “dudaría la razón de que en una sola vida un solo hombre pudiera saber tanto, hacer tanto y amar tanto”.

Una de las grandes preocupaciones de Bello fue la educación. En la ceremonia de instalación de la Universidad de Chile, en 1843, dio uno de sus discursos más célebres. Allí defendió a la educación, especialmente la primaria, “como la base de todo sólido progreso; como el cimiento indispen­sable de las instituciones republicanas”.

-En los primeros artículos sobre la educación que publica en Chile, él dice que en ningún lugar es más necesaria la educación que en una república. Porque la educación hace que el ciudadano se conciba como tal y que en el proceso adquiera ciertas virtudes -dice Jaksic, entre las paredes del edificio elegante y señorial donde funciona el programa de la Universidad de Stanford.

¿Cuál era la visión de Bello de la educación pública?

Él venía de la educación privada, pero entiende la responsabilidad de diseñar una educación republicana. Uno de los artículos de la Constitución de 1833 dice que habrá una superintendencia de educación y que la educación es un deber del Estado. Bello comienza a diseñar un sistema público de educación a largo plazo. La Universidad de Chile va a ser la superintendencia y al principio esta no enseña, sino que supervisa la creación del sistema educacional. Colabora con Domingo Faustino Sarmiento en promover la alfabetización y logra que desde la Universidad de Chile empiecen a formarse y extenderse escuelas por todo Chile.

¿Qué relación veía entre educación y ciudadanía?

Si tú no manejas el abecedario, o no tienes un entrenamiento en lectura, no puedes leer las leyes con las cuales puedes exigir tus derechos. Ese es un punto. El otro punto sumamente importante es que con la Constitución del 33 se echa a andar la alternancia del poder mediante las elecciones. Un gran debate a nivel mundial es quiénes votan. En Estados Unidos los esclavos no votan. El derecho a voto está condicionado por la alfabetización, por eso la alfabetización es sumamente importante, porque va a permitir que el ciudadano pueda ejercer su derecho de elegir.

Yo soy un producto de la educación pública. En Punta Arenas, con profesoras normalistas, comprometidas con la educación y con una mística, ¿no? La escuela secundaria la hice también en una institución pública. Y jamás tuve la menor duda de que la Universidad de Chile era para mí el lugar natural.

Usted se formó en la educación pública. ¿Cuán importante fue en su trayectoria?

Importantísima. Yo soy un producto de la educación pública. En Punta Arenas, con profesoras normalistas, comprometidas con la educación y con una mística, ¿no? La escuela secundaria la hice también en una institución pública. Y jamás tuve la menor duda de que la Universidad de Chile era para mí el lugar natural. A lo largo de toda esa trayectoria en la educación pública me encontré con gente con valores muy fuertes en lo educacional. Y eso me transformó totalmente. Yo entré a estudiar al Pedagógico y este tenía una mística enorme. Parte de ello era una tradición en donde los estudiantes de Pedagogía iban a ser los maestros futuros. La figura del profesor de Estado era muy importante. Mi tesis doctoral fue sobre las reformas universitarias para entender cómo habían encarnado estos valores. La Universidad de Chile sigue siendo una institución de primer nivel.

Jaksic comenta que “toda la administración pública fue concebida en el siglo XIX como una forma de crear un sentido de país, un sentido de identidad. Y a mí me marcó en ese sentido de ver de dónde venía mi generación, cuando la mayoría fueron educados en instituciones públicas”.

Sol Serrano ha estudiado el tema de la educación en Chile. Su libro El liceo relata el rol central que cumplió. Hoy la educación pública está en crisis. ¿Cómo lo ve usted?

Hay tantas razones. El desmantelamiento y el abandono de la educación pública tiene fecha de nacimiento. Fueron las modernizaciones de la dictadura. El desmembramiento de la Universidad de Chile, separar todas sus sedes, fue una pérdida importantísima. Y el otro gran golpe fue la municipalización de la educación, donde las comunas más pobres tienen menor calidad. Pero no todo es la dictadura. Hemos visto cómo las escuelas emblemáticas empezaron a decaer. Y hoy tenemos una crisis de primer nivel, porque la comprensión lectora es mínima, las habilidades matemáticas son mínimas. Y también hay cambios globales: las redes sociales, las nuevas tecnologías… Pero la idea que documentó Sol Serrano, de cómo la escuela es un lugar donde se genera una mística, una solidaridad y donde se encuentran las clases sociales, eso se ha deteriorado por mil razones. No hay solamente un elemento al que echarle la culpa; es la combinación de todos ellos. Pero el diagnóstico es el mismo. Es decir, estamos en una crisis educacional que nos ha hecho perder ese sentido de país que transmitía la educación pública.

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07.03.2024 IVÁN JAKSIC FOTO: BASTIÁN SEPÚLVEDA

El Instituto Nacional era un emblema de la educación pública. Allí se formaron presidentes, científicos, escritores. Y hoy está muy lejos de esa historia…

Y no es el único. De los liceos emblemáticos salió mucho de nuestra intelectualidad, Nicanor Parra, Jorge Millas. Los internados como el INBA cumplían una función muy importante. Mucha gente venía desde las regiones a estudiar a estos liceos emblemáticos. Entonces, ahí se producía un círculo virtuoso. Realmente ver este deterioro es muy triste. Y no se ve una forma fácil de revertirlo, porque hay intereses políticos, hay trabas...

La crisis de los liceos emblemáticos parece directamente relacionada con el fin de la selección. ¿Qué piensa de la selección?

Yo estudié en una escuela industrial. Teníamos una educación técnica muy buena, pero no tanto en formación humanística. Entonces, uno tenía que estudiar por su cuenta si quería ingresar a la universidad. Pero si lograbas el puntaje podías ingresar a cualquier carrera. Y eso generaba cierto sentido de avance meritocrático. Y uno respetaba a sus pares, porque sabía que habían tenido que pasar por lo mismo. Y el que había entrado con mayor puntaje era una persona invariablemente admirada. Todo eso generaba un sentido de pertenencia a la institución y al país. Y eso lo producía algo tan simple como la selección. Evidentemente, la selección tiene más virtudes que defectos. Y aquí volvemos al tema de la igualdad. ¿Cómo generas la igualdad? ¿Nivelando hacia arriba o hacia abajo?

El mérito también tiene que ver con una ambición positiva, una ambición de ser respetado, de saber que uno se ha ganado el espacio por sus esfuerzos. Y evidentemente eso genera una ética

El mérito aparece hoy muy cuestionado. ¿Le parece negativo?

No, no. Y por eso es que hay diferentes experimentos que hoy están liderando las universidades privadas, que tienen una connotación más bien profesional, técnica, pero que no abandonan las humanidades. Porque se entiende que el mérito no solamente tiene que ver con las habilidades matemáticas, sino que también tiene que ver con una ambición positiva, una ambición de ser respetado, de saber que uno se ha ganado el espacio por sus esfuerzos. Y evidentemente eso genera una ética. Porque cuando a uno le costó conseguir algo y veo que alguien más lo hace, yo respeto a esa persona, porque sé lo que se tuvo que sacrificar para lograrlo.

Bello y la moderación

Editada por el CEP y el Fondo de Cultura Económica con el título Andrés Bello. Orden y libertad en Hispanoamérica independiente, la biografía es la primera de una colección dedicada a grandes pensadores.

Bello está identificado con “la pasión por el orden”, pero en su nuevo libro usted subraya su apego a la libertad. ¿Por qué?

El gran argumento de Bello es que sin orden no hay libertad. Para mí esta era la oportunidad de introducir ese equilibrio o explicitar el hecho de que Bello no es solamente orden. El tema del orden no se entiende sin libertad.

Usted releva su perfil liberal. ¿En qué sentido Bello era liberal?

En Inglaterra, cuando vive allá, entre 1810 y 1830, hay un verdadero auge del liberalismo. Y él conoce personalmente a las grandes figuras del liberalismo. Para mí la experiencia de Bello en Inglaterra es la que genera una posición liberal, sobre todo en cuanto a los derechos y a las libertades. Pero políticamente aquí se le identificaba como un conservador. Creo que hay que hacer algunas claridades al respecto de cuán falsa puede ser la dicotomía de liberal-conservador, porque Bello es conservador en algunas cosas, pero liberal en muchas otras. El ideario de Bello es profundamente liberal, porque tiene que ver con el imperio de la ley. El Código Civil tiene que ver con los derechos, cómo se definen los límites de las libertades. Y eso es una agenda absolutamente liberal.

¿Habría que situarlo entonces más bien como moderado?

La palabra moderación es clave. Un pensador chileno que respeto mucho, Carlos Ruiz Schneider, habla de Bello y la filosofía de la moderación. Ese aspecto es lo que lo hacía muy inasible, porque tenía enemigos de izquierda y derecha, en los términos del siglo XIX. Pero él lo que buscaba era la moderación, el cambio gradual. No quería el cambio revolucionario. Después de la Independencia había propuestas muy radicalizadas. Y él dice no, tenemos tres siglos de gobierno colonial, leyes, costumbres, no se trata de eliminar todo eso, sino que utilizarlo para crear una república. Cuando llega a Chile, ve una sociedad polarizada, dividida, y asume la responsabilidad de lograr un consenso. Todo lo que hace va hacia allá: la administración de la justicia, el Código Civil, la educación, cómo armar un aparato de educación pública. Él asume una agenda que en muchos sentidos es progresista.

En la época estaba el modelo de la república francesa, pero él quería evitarla. ¿Qué riesgos veía allí?

El riesgo era muy obvio, porque se desató la violencia jacobina. El republicanismo a la francesa es un republicanismo que concibe la libertad como igualdad. Y, en cambio, la agenda liberal acepta la desigualdad, porque lo que quiere es potenciar la capacidad del individuo de seguir el camino que él quiera. Ese estilo de republicanismo, que es el republicanismo del imperio de la ley y de los derechos individuales, es muy distinto al republicanismo francés, que lo que quiere es la igualdad: hay que matar a los aristócratas, hay que decapitar al rey. Él se quiere arrancar de eso. Francia no era un buen ejemplo, porque estaba el jacobinismo, luego el Consulado y el retorno del imperio con Napoleón. Bello quería un republicanismo de largo plazo, y eso se iba a lograr en la medida en que el ciudadano se concibiera como tal y adquiriera las virtudes como para sostener el imperio de la ley. Ese era el sentido que él le pedía a la educación.

Andrés Bello

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