John Cobin: el camino de un fanático

John-Cobin

Antes de ser el "chaleco amarillo" que disparó a la multitud en Reñaca, el economista de origen estadounidense llevó una vida dictada por extremos ideológicos y religiosos.


En su edición del miércoles 24 de enero de 1996, el diario La Estrella de Valparaíso publicó un aviso titulado "Gringo busca casa y comida en Chile". El texto, un breve recuadro de dos columnas, contaba que un ciudadano estadounidense les había enviado una curiosa solicitud. Se llamaba John Cobin. "Pronto finalizará sus estudios en ciencias políticas con mención en economía de libre mercado y solicita a los lectores de nuestro vespertino el compromiso de arriendo de una vivienda", decía el anuncio, que también preguntaba por un profesor de español para él, su esposa Joan y sus seis hijos, apenas llegaran en marzo de ese año.

De acuerdo con un testimonio de Cobin publicado mucho después en The Clinic, una lectora respondió el aviso y le arrendó una casa en Lo Hidalgo, entre Villa Alemana y Limache. Allí se estableció junto a su familia, como académico de la Universidad Marítima, en Viña del Mar, donde enseñó el ramo "Temas de economía internacional".

Cobin traía grandes expectativas. Se había ido de Estados Unidos cansado del gobierno demócrata de Bill Clinton, de los impuestos altos, de la intervención estatal en los mercados y la "corrección política". Se reconocía como libertario, un seguidor del senador Ron Paul y la escritora ruso-estadounidense Ayn Rand, famosa por La rebelión de Atlas.

"Sentía que podían acabar con la propiedad privada", reconocería luego en un podcast libertario.

De Chile, en cambio, le atraía la promesa de un mercado desregulado y una sociedad de valores tradicionales.

Su estadía en la costa duró solo un semestre. Entonces se trasladó a Santiago con la oferta de una cátedra en la Universidad Finis Terrae, donde esperaba encontrar mentes afines. Los fundadores de la institución, Pablo Baraona y Alvaro Bardón, consideraron que Cobin era un docente barato para las credenciales académicas que ostentaba -dos másters y un PhD-. "Se vino a Chile porque creía lo mismo que creíamos todos hace tres semanas: que éramos la joya", dice un compañero de aquellos primeros años.

Rápidamente, Cobin se abrió paso en el círculo de los Chicago Boys con un discurso percibido como "original" y "refrescante". Sus jefes de la Finis Terrae lo recomendarían a otros estudiosos de la derecha, como el actual jefe del segundo piso de La Moneda, Cristián Larroulet (Universidad del Desarrollo), y el exministro de Educación Harald Beyer (CEP). Algunas de sus propuestas, como eliminar el Banco Central, las superintendencias y privatizar las fronteras, eran osadas incluso para sus compañeros de facultad. "Tenía ideas extremadamente libertarias. Eran bien radicales", comenta su amigo Hermógenes Pérez de Arce, decano de la institución en esos años. Ambos se hicieron cercanos intercambiando textos y traduciéndolos. Hasta antes de que estallara la crisis, Pérez de Arce aún lo invitaba un par de veces al año a almorzar en el Club de la Unión.

Tal como su amigo, Cobin apoyó públicamente a Pinochet cuando este cayó preso en Londres, elevándolo a la categoría de "héroe". "La izquierda busca destruir al hombre que salvó a Chile del infierno socialista", escribió.

A través de reiteradas cartas al director -a la fecha serían más de mil-, columnas y entrevistas, Cobin también se hizo cierto nombre en los medios. Un perfil de El Mercurio, de noviembre de 1998 lo califica de "extravagante" y de "gringo loco", aunque también de "racional" y "cabezón". En el artículo no solo opinaba sobre economía y políticas públicas, sino de otros temas más domésticos, como la crianza. Sus hijos, por ejemplo, se educaban en casa, bajo la tutela de su esposa, quien, además de cubrir las materias básicas, los hacía jugar ajedrez y leer la Biblia.

La religión también era fundamental para Cobin. Por medio de un misionero norteamericano llegó hasta un centro de estudios bíblicos en Peñalolén. Los Cobin se integraron plenamente a la comunidad, tanto que Joan tocaba el piano en las ceremonias. Un miembro de esa iglesia recuerda que Cobin era "atípico"; que era muy brusco al dar sus opiniones y que había que "tratarlo con pinzas". "Sinceramente, no me extrañó lo que pasó", dice la misma fuente, aludiendo al episodio que recientemente lo puso de vuelta en las páginas de la prensa. "Siempre decía que no dudaría en usar un arma y justificaba la autodefensa legítima desde un punto de vista cristiano".

Casi 20 años antes de dispararle a una multitud en la costanera de Reñaca, la vida de Cobin en Chile se quebró por primera vez. Fue despedido de la Finis Terrae en 2000 por reducción de personal y se separó de Joan, pese a que siempre había sido un detractor del divorcio. El fin del matrimonio desencadenó una fuerte disputa por los seis niños. Abatido, Cobin decidió volver a California, su estado de origen, al año siguiente. Luego cruzaría el país hasta el condado de Greenville, Carolina del Sur.

"Cuando me fui, siempre pensé que iba a volver", diría años más tarde, argumentando que las condiciones para libertarios como él, pese a los cambios experimentados en el país, seguían siendo casi óptimas.

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Tres días antes de disputar un cupo en el congreso estatal de Carolina del Sur, John Cobin tuvo su primer problema serio con la justicia. En la mañana del 4 de noviembre de 2006, el economista fue hasta la casa de la Dra. Lesle Long, su segunda esposa, para recoger a Paul, el único hijo de la pareja. Ambos llevaban cinco meses separados, en malos términos. Según el parte policial, "empezaron a discutir sobre temas financieros y su esposa se molestó. (Cobin) dijo que ella lo empujó en el pecho mientras sostenía el portabebés y que luego (él) la empujó al sofá", relató el oficial JD Redman.

Al constatar lesiones, los policías observaron moretones en la canilla derecha y el bíceps derecho, además de una "garganta enrojecida", pero "sin moretones visibles". Lesle Long declaró que "fue empujada y sujetada por el cuello antes de que él se fuera con su hijo". Cobin no tenía antecedentes de violencia intrafamiliar hasta esa fecha, pero igualmente se fue detenido y debió pagar una fianza. De inmediato se declaró inocente.

Los medios locales circularon la noticia hasta pocas horas antes de las elecciones. Aunque contaba con el apoyo de algunos libertarios y de su movimiento, la Liga del Sur -agrupación que reivindica a los estados confederados que lucharon por mantener la esclavitud-, Cobin obtuvo solamente el 2,48% de los votos y responsabilizó a los medios por su mal desempeño electoral. También los culpó por las pérdidas de su consultora de inversiones y por haber sido suspendido de dos universidades, en Nueva York y Texas. Casi un año más tarde, presentó una demanda por difamación contra los medios locales, exigiendo US$ 6.000.000 en reparaciones. Luego de un año y medio de proceso, el tribunal falló en su contra.

Un destino similar corrió otra demanda presentada por Cobin contra la Comisión de TV Educativa de Carolina del Sur, por no haberlo incluido al debate televisado con los dos candidatos favoritos, el republicano y el demócrata.

Las derrotas legales de Cobin se siguieron acumulando. En 2008 perdió un tenso litigio contra Long que llegó hasta la Corte Suprema de Carolina del Sur y -según cercanos a la familia- lo dejó impedido de ver a su hijo menor. A las deudas por manutención conyugal se sumaron años de impuestos impagos que databan de inicios de los 90, cuando aún vivía en Oregón. El monto superaba los 635 mil dólares, incluyendo gravámenes y penalidades. Como debía otros US$ 440 mil a privados (bancos y centros médicos), arrojaba obligaciones sobre el millón de dólares.

"Mi regreso a EE.UU. fue muy desafortunado en muchos aspectos", reconocería Cobin, escuetamente, varios años después en un podcast.

Hacia fines de 2008 decidió regresar a Chile. Aunque en 2010 intentó declararse en quiebra remotamente para aliviar las deudas en su país, terminó abandonando el proceso a mitad de camino. Entre las tasaciones de los escasos bienes declarados, aparecen dos pistolas H&K calibre 45, avaluadas en 700 dólares.

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Así lucía este lunes, en el Juzgado de Garantía, el norteamericano John Cobin. FOTO: Devdi Missene.[/caption]

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La tierra prometida de Cobin queda a 14 kilómetros de Curacaví y está a un costado del estero Carén, que hoy está completamente seco. El primer proyecto en el que se embarcó se llamaba Galt's Gulch (Quebrada de Galt, una referencia al protagonista de La rebelión de Atlas). Hace poco más de siete años, el 19 de octubre de 2012, Cobin constituyó la sociedad Galt's Gulch junto al empresario Germán Eyzaguirre y a otros dos libertarios extranjeros, el canadiense Jeff Berwick y el estadounidense Ken Johnson. Eran conocidos como "los gringos de Lepe". La idea consistía en comprometer fondos entre posibles interesados para comprar el terreno, lotearlo y venderles las parcelas a otros fanáticos libertarios que desearan vivir dentro de una comunidad autosustentable. Pero la sociedad se disolvió en un mes. Según Johnson, Cobin y Eyzaguirre entregaron información errada sobre el terreno y nunca cumplieron con sus obligaciones de pago, por lo que él se tuvo que hacer cargo.

"Cobin era un tipo muy pasivo-agresivo. Un sociópata. Después de romper el negocio, violó un acuerdo que teníamos de no competir cuando compró otro terreno al lado del nuestro. Ahí trataron de estafar a la gente", opina Johnson desde algún lugar que prefiere no precisar, pues hoy se encuentra prófugo de la justicia chilena.

Después de la salida de Cobin, Johnson se asoció con el chileno Mario del Real para llevar adelante el proyecto. Ambos terminaron querellados por estafa un grupo de inversionistas estadounidenses por un monto total de US$ 10,45 millones.

Como insistía que le habían robado su idea, Cobin inició a fines de 2012 un segundo proyecto llamado Freedom Orchard (Vergel Libertad), de 1.300 hectáreas. Un tercio del terreno sería de cultivos orgánicos. Frank Szabo, un "libertario con ele minúscula" de Nuevo Hampshire, se encargaría de su producción. Aunque la iniciativa se habría estancado por "fallas de comunicación" entre Cobin y Eyzaguirre, Szabo aún defiende a su compatriota.

"John no es un supremacista blanco ni un nazi", señala. "Creo que es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Me parece que puede haber sentido que su vida estaba en peligro y tenía permiso para portar el arma".

Szabo había llegado a Chile gracias a Cobin unos meses antes. Este lo había ayudado a asentarse como parte de su negocio de relocalización Chile Consulting, que a su vez se apoyaba en la plataforma Escape America Now, utilizada para promover las bondades de Chile entre otros libertarios estadounidenses. En esta página discutía los temas más diversos; incluso hablaba de cómo relacionarse con mujeres chilenas.

"La gente soltera que venga a Chile, especialmente los hombres, tienen razones para estar optimistas de encontrar una compañera. Muchas potenciales esposas en Chile tienen valores tradicionales, lo que sin duda es atractivo para muchos lectores", escribió Cobin en 2010, con motivo de su tercer matrimonio, esta vez con la osornina Pamela Sepúlveda, su actual pareja.

La academia también estuvo entre las actividades de Cobin a su regreso a Chile. Entre 2008 y 2015, fue docente de la Universidad Andrés Bello (Unab), donde su discurso chocó de frente con el de la reforma y la gratuidad. Su amigo Hermógenes Pérez de Arce comenta que "escribía artículos demasiado polémicos" y "hablaba mal de sus alumnos en sus columnas".

"Una vez dijo que para las empresas era un costo ser mujer. Que su lugar era la cocina. Despues de eso, dos compañeras se pusieron a llorar", recuerda su exalumno Ignacio Vargas, ingeniero comercial de la Unab, quien no se sorprendió al enterarse del incidente en Reñaca.

Sus cercanos tienden a creer que puede ser "machista" y "autoritario", pero dudan de que sea intrínsecamente violento. "Es extravagante, mueve los brazos, habla fuerte, tiene un vozarrón", explica Alejandro Rogers Bozzolo, exseguidor de José Antonio Kast que se asoció con Cobin para crear el Partido Independencia, otro proyecto que no prosperó. "Pero él es un ciudadano común. Hay que entender de dónde viene John. Viene desde Estados Unidos, allá la Segunda Enmienda no la mueves con nada", dice.

Rogers Bozzolo rechaza casi todos los motes con los que se ha calificado a Cobin en los medios. Sorprendentemente, uno de ellos es el de "gringo". "Eso es mentira, renunció a su nacionalidad americana justamente para hacerse chileno (...). El tipo es un apasionado de Chile. Realmente cree que Chile es el mejor país del mundo".

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Mucho antes de ser formalizado por homicidio frustrado, antes de los cuatro tiros en Reñaca del 10 de noviembre -incluido el que hirió a Luis Ahumada-, antes de los llamados públicos a armarse y ponerse el chaleco amarillo para defender el territorio e incluso antes del estallido social que arrasó con la quimera del Chile libertario, hubo otro Cobin involucrado en un violento incidente.

Fue en agosto de 2017, en medio de una protesta contra Donald Trump en Phoenix, Arizona. Esa noche, Joshua Cobin, el hijo mayor de John Cobin, usaba una máscara antigases y vestía una polera negra. Después de patearle una lacrimógena de vuelta a la policía, recibió un cartucho de gas pimienta al lado de la ingle. En la demanda que presentó este año contra la policía de Phoenix, argumentó que ese día salió a manifestarse en contra de las ideas de Trump acerca de la violencia policial, las mujeres, la educación, la salud, la discriminación y el control de armas de fuego.

Una fuente cercana a la familia asegura que Joshua Cobin ya no habla con su padre.

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