Jorge Navarrete: “Lo que más me preocupa es un cierto desdén por la complejidad, por no sopesar lo que significa gobernar”
Votó por Boric y apostó por esta nueva generación en el poder, aun sabiendo que les faltaba experiencia. Pero lo que no estaba en su ecuación es la “frivolidad” que ha visto en el gobierno y que lo tiene desencantado. Este es su diagnóstico.
“Creo que el gobierno en su conjunto ha tenido un desempeño muy por debajo de lo que eran nuestras expectativas. Yo esperaba -y espero todavía- mucho más del Presidente Boric”, reflexiona Jorge “Pirincho” Navarrete, al momento de analizar lo que han sido estos 10 meses del gobierno.
No habla desde la vereda de la oposición, sino desde el lugar de un independiente que votó por Gabriel Boric y que puso expectativas en el despliegue de esa nueva generación.
Abogado, diplomado en filosofía política, columnista, Navarrete es hijo político de la Concertación. No por tener una participación activa en política partidaria. Todo lo contrario. Hace rato que se despojó de esos lazos. Habita libre en el espacio del progresismo.
De las varias crisis en curso, ¿cuál es la que más le inquieta?
Me inquieta la poca conciencia que tiene la clase política en general, pero el gobierno en particular, sobre la extrema fragilidad política, económica y social por la que está atravesando el país. Pareciera que aquellos que están encargados de llevar adelante este proceso, de diagnosticarlo, de controlarlo y encauzarlo, no comprenden la gravedad de lo que está sucediendo en Chile ni cuáles son sus consecuencias.
¿A qué atribuye esa falta de comprensión? ¿Negación de la realidad, inexperiencia…?
Cuando uno mira al gobierno, lo primero que se percibe es confusión y perplejidad. También falta de oficio y de experiencia. Pero, insisto, lo que más me preocupa es que en ellos hay un cierto desdén por la complejidad, por las consecuencias que tienen las decisiones que toman, por no sopesar la importancia que significa gobernar…
También es cierto que se gobierna en tiempos difíciles…
Ciertamente. Y todos sabíamos que el Presidente Boric asumía en un escenario sumamente complejo. Pero ¿qué intuíamos que se ha profundizado? Que estábamos en presencia del Presidente más joven de la historia de Chile, de una generación que había llegado con extrema rapidez al poder y que le faltaba Estado en el cuerpo. Pero lo que estaba completamente fuera de pronóstico, sobre todo porque habían sido tan hábiles en la política, tiene que ver con una suerte de frivolidad, de voluntarismo.
¿Cómo así?
Me refiero a una autopercepción absolutamente exagerada de sus capacidades y sobre todo de su legitimidad. Es lo que reflejó el bochorno de la exministra Izkia Siches cuando fue a Temucuicui…
O sea, ¿eso fue un síntoma y no un exabrupto?
-Absolutamente. Y hay varios otros episodios, como lo que ocurrió con el embajador de Israel o el episodio de los indultos ahora. Y no es por cuestionar la facultad presidencial, ni siquiera por criticar el momento político, sino por la forma en que se hizo. A ratos pareciera que algunas personas del gobierno sienten que ellos están por sobre cualquier tipo de consideraciones. Es la superioridad moral de la que tanto se ha hablado.
¿Eso podría explicar la distancia -que según las encuestas- se ha generado con la gente? Me refiero a si se estará habitando en una burbuja.
No están siguiendo el pulso de la calle. Es no entender cómo han variado -de manera dramática- las condiciones bajo las cuales se ejerce el poder. Esto le ocurrió a la Convención, y en algún sentido, también al gobierno. En dos años, la temperatura política del país cambió significativamente. El tema del orden y la seguridad, el crecimiento, el empleo, los problemas de inmigración. Esa es la razón por la que ganó José Antonio Kast en la primera vuelta. Esa es la razón de la paliza del 4 de septiembre. Entender ese proceso, requiere ajustarse de verdad a las nuevas condiciones.
Los desgarros del Presidente
Pero el gobierno ajustó su coalición. Entró gente con experiencia, como Carolina Tohá, Ana Lya Uriarte…
El principal activo de este gobierno sigue siendo su Presidente. Es quien mejor comprende, y no sin dolor, cómo hay que reacomodar el diseño original a estas nuevas condiciones que son bien dramáticas. Y cuando digo dramáticas me refiero a que nunca un gobierno de izquierda había enfrentado un Congreso tan adverso como el que está enfrentando Boric.
¿Y Sebastián Piñera?
Me refiero a la izquierda. Porque, claro, el estallido social fue a Sebastián Piñera lo que el 4 de septiembre fue a Gabriel Boric. Y si con Piñera hablábamos de parlamentarismo de facto, aquí en los hechos estamos hablando de un gobierno totalmente intervenido. El episodio de la elección de los tres fiscales demuestra que ha habido una supeditación total. Se ha producido una asimetría de poder que en un régimen presidencial como el nuestro, es extremadamente complejo.
¿Y eso tiene que ver con ajustarse a las nuevas circunstancias?
Es que aquí el dato es que Boric enfrentó una primera vuelta electoral con su coalición de base y para ampliar su piso electoral, tuvo que modificar significativamente su discurso. Pero él ganó con ropa prestada. La expectativa de lo que iba a ser su administración se jugaba en esa promesa, en este viraje.
¿No ha hecho ese giro?
-Al principio, no ocurrió porque el gobierno tuvo una suerte de paréntesis hasta el 4 de septiembre. Y ahora vemos que el Presidente ha tratado de hacer algo muy difícil: evitar el quiebre de su coalición tratando de generar un equilibrio, pero esa tensión no solamente se produce en la coalición. También en el propio Presidente. Para ponerlo en términos poéticos hay una tensión entre lo que dice su cabeza y lo que dice su corazón.
¿Boric se enreda con su corazón romántico?
Efectivamente. Para las decisiones más duras, prima la cabeza. Pero para ciertas cosas simbólicas que importan a su coalición, impera el corazón. Dicho eso, no me cabe duda que Boric entiende que no tiene otra alternativa que supeditar su conducción política a estas nuevas reglas.
¿Cuál diría que es la encrucijada de Boric?
La principal encrucijada es tratar de equilibrar esos dos mundos. Pienso que no va a poder mantener ese equilibrio. No quiero ser condescendiente, pero para muchos de nosotros es un poco más fácil tomar decisiones duras que para alguien cuya vida política es más reciente. Sus compañeros de ruta son sus amigos, con los que ha carreteado, con los que ha llorado…
¿Habla del desgarro de desprenderse de gente cercana?
Claro. Hacerlos a un lado es una cuestión mucho más dura que para alguien que lleva 20 o 30 años en política. A Michelle Bachelet le tocó deshacerse de Rodrigo Peñailillo. Sebastián Piñera hizo lo mismo con Rodrigo Hinzpeter. Para Boric debe haber sido muchísimo más duro. Él sabe cuál es la ruta, pero convive con el tormento y el dolor que le genera abandonar a aquellos que han sido vitales en su camino político.
El arte de lo posible
Varias figuras de Apruebo Dignidad dicen que el tema de fondo es que aquí hay sectores que no los están dejando gobernar. ¿No habrá un poco de eso?
Algo de eso hay, qué duda cabe. Hay cuentas pendientes a propósito de la valoración de los 30 años y de esa pulsión permanente por presentarse ante los demás con una superioridad moral.
¿Diría que eso sigue vigente?
Absolutamente.
¿No fue solo un desliz de Giorgio Jackson?
Hacen esfuerzos por tratar de moderarlo, de ocultarlo, pero está a flor de piel. Dicho eso, te pregunto: ¿Quién no los está dejando gobernar? Porque si todo se explicara por el revanchismo de quienes obligadamente han tenido que incorporar al gobierno, la cuestión no sería tan difícil.
¿Y dónde cree que está el nudo?
El verdadero problema es que quienes no los han dejado hacer lo que ellos querían, es la ciudadanía. Un país que cambió dramáticamente sus convicciones desde que se eligió la Convención hasta el plebiscito de salida. Este es otro Chile desde la campaña electoral hasta que asumió el Presidente. Por lo tanto, la primera regla de la política es asumir el arte de lo posible. Y eso pasa por reconocer los bordes. Echarle la culpa a otros es confundir voluntad con voluntarismo.
¿Será que hay un sector de la izquierda oficialista que no ha hecho esa lectura?
Ciertamente que no la han hecho. Pareciera que hay mucha gente del Frente Amplio y del Partido Comunista que siente que les robaron su gobierno a los 6 o 7 meses de haber asumido. O sea, que todas las promesas que se generaron terminaron en una suerte de entrega. Pueden reconocer la necesidad de hacerlo, pero les duele, les molesta y cada cierto tiempo eso aflora en sus palabras y en sus acciones.
Gobernar sin quererse
A casi un año desde que asumieron el gobierno, ¿cómo ve el empalme de Apruebo Dignidad con la ex Concertación?
Muy tempranamente, el Presidente Boric y su coalición se dieron cuenta de que no podían ejercer el poder sin una reconciliación, aunque fuera fría, media hipócrita, con aquellos que habían criticado. Por lo tanto, muchos de los que se sentían jubilados, avergonzados, prácticamente cancelados, vieron una segunda oportunidad. Pero en lo más de fondo, esto tiene más que ver con Freud que con Marx.
A ver…
El verdadero problema de convivencia al interior del gobierno es un problema fundamentalmente generacional. No le hemos hincado el diente a la profundidad de lo que eso significa. Nos quedamos en anécdotas, pero son maneras diferentes de observar el mundo. El desafío es construir un puente. Hacer la unión entre tradición y cambio.
¿No debió haber sido su generación la que hiciera de puente? Ustedes eran los hijos políticos de la Concertación…
Bueno, ése es el gran rol que debe jugar ahora esa generación intermedia que tuvo un rol muy significativo en los gobiernos de la Concertación. Fuimos buenos gerentes, pero dueños de nada. Ahora hay una segunda oportunidad. En particular en el caso de Carolina Tohá. En su caso, esa reivindicación no es puramente simbólica en términos políticos. También es personal.
¿Por su padre?
Por su padre y por todo lo que a ella le tocó vivir en su duro paso por la Municipalidad de Santiago...
O sea, ¿también por sus derrotas?
… Y por todos los silencios, las funas, los escupos que le llegaron desde esta generación a la cual ella está contribuyendo a sacar adelante.
¿Sosteniéndola?
Sin duda.
En esa tensión entre Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático, ¿el Presidente podría terminar siendo el jamón del sándwich? ¿Es un riesgo?
Ese un riesgo, sobre todo si quiere perpetuar este esfuerzo al punto de creer que puede evitar el choque o el quiebre de esas dos coaliciones en los tres años que tenemos por delante.
¿Va a tener que optar?
Efectivamente.
-¿Podría suceder que Boric termine gobernando con la ex Concertación?
Para decirlo en términos menos provocadores, Boric podría terminar decantando -con todas las dificultades y tiempo que le queda-, como una figura del futuro de la socialdemocracia más que de la izquierda revolucionaria o del mundo que lo vio nacer.
¿Traicionarse a sí mismo?
Sí.
¿Así no más?
-Sí. El Presidente tiene que traicionar las expectativas que originalmente tenía de su mandato, para no traicionar ahora la posibilidad de hacer un mejor gobierno.
¿Y eso se llama traicionarse o sacrificarse?
Si estuviera mi padre aquí diría que hay una tercera palabra: madurar.
¿Eso depende también de que su mundo asuma que ese primer proyecto murió?
Probablemente la pugna está ahí. Es tan fuerte lo que ocurrió que en algunos de ellos puede haber un síndrome de negación. Eso explicaría la escasa conciencia que hay del momento político, económico y social que vive Chile. Pero si hay algo de talento y honestidad, la profundidad de ese impacto puede reconsiderar el diseño del gobierno y de las cosas que realmente van a poder hacer.
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