Kast y la UDI: Líos de sangre

José Antonio Kast se refirió al paro docente
Kast en junio de 2015, cuando era diputado UDI. Al año siguiente renunció al partido. PABLO ROJAS MADARIAGA/AGENCIAUNO

Por qué no es tan sencillo para su expartido irse con él ante el desfonde de Sichel, como lo dijo esta semana el candidato republicano. En el colectivo al que renunció hastiado el 2016 dejó amistades y nexos que perduran y conversan; otros hechos trizas. Suena lógico que ahora ellos voten por él, pero pesa el compromiso de la primaria, la herencia que deje una parlamentaria en peligro y un complejo historial.


Cree que poco menos que se le alinearon las estrellas entre los errores de Sebastián Sichel y otros factores. Piensa que tendría que cometer un tropezón garrafal en los 28 días que quedan para quedar fuera de segunda vuelta. Y le preocupa que el “desfonde” (palabra que el jueves usó al filo de la cautela) del candidato de Chile Podemos Más exagere peligrosamente la deserción de postulantes UDI al Congreso que quieren pasarse a su bando.

Por eso es que José Antonio Kast dijo ese día en Estación Moneda que “les he señalado que como tenemos lista propia, no van a contar con una frase radial o video mío, como sí lo van a tener los candidatos del Frente Social Cristiano (pacto que lidera el Partido Republicano)”. Su gente narra que él les ha tenido que parar un poco los carros a los gremialistas que le piden que les grabe un mensaje u otras ayudas.

Una cosa es que a los UDI les salga del páncreas que lo lógico es ir a abrazar o guarecerse bajo el paraguas de Kast si es que esto termina entre él y Gabriel Boric. O que algunos cavilen que era mala idea haberse encerrado en la primaria (o haberse enredado en la pelea con Evelyn Matthei). O que, por afinidad de sangre ideológica, Anton -como le siguen diciendo varios en el partido- hable en su misma lengua.

Pero no es tan simple.

Por un lado está el lío de la parlamentaria. Como las listas de diputados del bando republicano y el de Chile Podemos Más compiten en la mayoría de los distritos, que ahora haya postulantes que desecharon hacer campaña con la imagen de Sichel -el mando UDI dice que ninguno está usando la de Kast- arriesga dispersión de votos que podría terminar regalándole escaños al enemigo, la oposición. Cosa de ver las apuestas cruzadas que corren en el distrito 11.

Si ya antes eso alarmaba a la derecha oficialista tras tanta derrota, ahora el candidato Kast y los suyos no quieren salir perjudicados en su apuesta de instalar una cabeza de playa en el Congreso (los diputados que tienen fueron electos bajo otras banderas). Y le molesta que el mismo entusiasmo que dicen tener algunos de sus excompañeros de armas y otros en RN por él no lo hayan tenido antes para matricularse formalmente en sus filas.

El otro punto que ayuda a entender su compleja relación con el partido al que renunció (2016), llevándose a menos nombres de los que quería, es una problemática maraña de relaciones personales y políticas. Kast tiene línea directa con autoridades de gobierno, parlamentarios y dirigentes con los que arrastra historia, pero ésta también ha dejado puentes quebrados y amistades rotas.

Él, dicen ahí, es de carácter implacable para cobrar o hacer ver errores políticos.

La UDI se devanea entre cumplir con el compromiso formal de seguir apoyando a Sichel (mucho se repite que dejarlo caer sería una traición que no se olvidaría) y la puja de sus filas de sincerar ya esto y cuadrarse con el alemán. En Los Lagos, dicen algunos, la dirigencia local ya rebautizó -votación de por medio- su grupo de WhatsApp de UDI por Lavín a Chiloé por Kast. Muchos siguen pensando que si pasa a diciembre no podrá ganar y que es un voluntarismo pensar, como por el contrario creen tantos otros, que entonces la elección partirá de cero.

Las redes de Anton

Cuando era secretario general UDI (2012-2014) bromeaba en serio con que tenía en su oficina del partido un teléfono rojo para comunicarse con Andrés Chadwick, entonces número dos del Presidente Sebastián Piñera y símbolo de las primeras fracturas con el ala dura de la UDI (Arturo Squella, hoy republicano, decía entonces que el ministro “defiende posturas que no representan nuestra ideas”) .

El aparato, análogo y de discado, no tenía cable.

Kast venía entonces de perder dos agrias internas (2008 y 2010) ante el coronel Juan Antonio Coloma, en su día poco menos que un sacrilegio en una UDI que ni pensaba en hacer elecciones. De ese largo proceso de divorcio salieron varios de los nexos que conserva o ha perdido. Otros vienen de antes.

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Rodrigo Álvarez es gran amigo suyo y lo acompañó en su primera campaña contra Juan Antonio Coloma (2008). Lo mismo la hoy también constituyente Marcela Cubillos, acá a la izquierda. DIEGO MARTIN / AGENCIAUNO

En su primer asalto fue secundado por parte de la “tercera generación” que llegó al Congreso en el apogeo (2001) del poder UDI, varios amigos suyos hasta hoy. Tengan o no cargos, siguen activos y hablando con gente. Darío Paya fue su candidato a secretario general. En sus vicepresidencias postulaban su gran amigo y hoy constituyente Rodrigo Álvarez (Kast le recomendó a su actual brazo derecho, Cristián Valenzuela, para que lo acompañara en el Ministerio de Energía en Piñera I), la también convencional Marcela Cubillos -quien el viernes sacó al pizarrón a Kast por su propuesta sobre la familia- y el hoy subsecretario de Turismo, José Luis Uriarte.

También aspiraba entonces como vicepresidenta María José Hoffmann, una generación más abajo que él. En el partido -algunos matizan esto- narran que ese nexo ha tenido idas estrechas y vueltas distantes. Esa amistad se extendió a su marido, Gonzalo Müller. En su día éste lo apoyó contra Coloma, pero en esta temporada estuvo en el bando rival como asesor de Joaquín Lavín, símbolo de la UDI y la derecha a la que Kast, leen en el colectivo, ha buscado sacar del mapa.

En el bando de Kast y voces en la UDI rememoran que él alguna vez le criticó personalmente a la hoy secretaria general que parientes suyos trabajaran en la Municipalidad de Las Condes. En la otra vereda: eso no ocurrió. Eso reventó en marzo, cuando la primaria presidencial se cruzó con la elección municipal. El candidato republicano a la comuna, Gonzalo de la Carrera, despotricó contra ella y Müller por Twitter, con arroba, pantallazos de pagos y todo.

Acá también hay dos versiones. Una, que ella le pidió a Kast que parara a De la Carrera (éste hoy insiste, como candidato a diputado por el D11) y que el ex UDI se negó; otras, que Hoffmann nunca lo hizo.

Como sea, el nexo entre el mando gremialista y él tiene esos recovecos.

El martes 12 de octubre, cuando la comisión política UDI se instaló a masticar el asunto de Sichel y los aportes de pesqueras, y los puntos que había ganado Kast en el debate de la semana anterior, hubo dirigentes regionales que hablaron muy bien de él. Hoffmann dijo que los entendía, recordándoles que dos exasesores suyos se habían ido -con su venia- con él: José Carlos Meza (hoy director ejecutivo de Acción Republicana) y Viviana Núñez (vicepresidenta del partido).

En la disidencia atajan que ante escenas así, las bases tienden a relajarse.

Pero ella -dicen en Suecia- ha sido enfática en que el colectivo sigue, pese a los descuelgues de parlamentarios, cuadrado con Sichel. En el partido insisten en que no hay candidatos suyos campañeando con Kast, como sí lo hace -por ejemplo- el candidato a senador independiente en cupo Evópoli Daniel Guevara (Antofagasta). En esa tienda ya hay gente que se confiesa dispuesta a votar por el republicano, aunque sea en el silencio de la urna.

El capitán UDI, Javier Macaya, también tiene la huella Kast en su kilometraje. Tienen 13 años de diferencia. Él y Squella fueron algunos de los que lo convencieron a entrar al partido; claro que Chadwick lo marcó antes. Anton se la jugó por él en esos años, en que los más jóvenes lidiaban por hacerse espacio cuando la generación fundadora seguía interviniendo en las decisiones cruciales (léase cuando Víctor Pérez tuvo que bajarse el 2014 en favor de Ernesto Silva para una interna).

No querían que les pasara lo mismo que a la generación perdida gremialista, la de Kast, Álvarez, Cubillos, Marcelo Forni y otros, que nunca se hicieron con el control de Suecia 286.

Con la confianza acumulada -recuerdan- el hoy Republicano les contó a sus amigos que estaba por hacer las maletas y renunciar. En la UDI aseguran hasta hoy que intentó convencer a Macaya, al hoy ministro de Vivienda Felipe Ward y a otros que se fueran con él, y que se decepcionó cuando no lo hicieron. En el otro bando dicen que no fue así, que no porfió por eso, y que incluso habría disuadido a Ward que lo hiciera.

Este último después hizo buenas migas con Sichel en el gobierno.

Con Jaime Bellolio el 2014, cuando todavía eran muy cercanos. Rompieron sin vuelta. El 2018 el hoy vocero recibió amenazas por diferencias políticas: reclamó que datos personales suyos se habían filtrado en un grupo de Whatsapp de Acción Republicana, y que su exmaestro no hizo nada por detenerlo.

Kast sí se llevó hombres y mujeres UDI y hasta hoy varios de ellos están o en su anillo cercano o en la directiva, que no siempre es lo mismo. Antonio Barchiesi, secretario general del Partido Republicano, cumple con ambas condiciones. Uno de sus vicepresidentes -mas no parte del círculo más estrecho, precisan- es uno de los fundadores del gremialismo, Javier Leturia Mermod (uno de sus hijos, Cristóbal, sigue siendo UDI y es hoy subsecretario de Obras Públicas).

Su salida del colectivo lo alejó de algunos y quebró relaciones con otros. El subsecretario de la Segpres, Máximo Pavez, era antaño muy cercano suyo, pero el proceso los alejó. Eso sí, las tropas de Kast dicen que han retomado contacto.

Con quien hasta hoy la cosa no tiene vuelta es Jaime Bellolio. El ministro vocero dijo en su día (2016) que su éxodo era “doloroso, entré a la UDI y a la política por él”. Dos años más tarde sus diferencias políticas habían destrozado su amistad. Dejaron de hablarse hasta sus esposas, que eran cercanas. Ellos no han vuelto a cambiar sílaba.

Pero Bellolio sí sigue siendo amigo del hombre y consejero de máxima confianza del Republicano, Cristián Valenzuela (renunció a la UDI el 2019). Son vecinos de condominio y hablan bien seguido, pero por lo mismo pactaron -hace poco- expresamente dejar fuera el puntudo tema de la campaña y de Anton. El vocero sabe que tiene un dilema con cuenta regresiva: qué hacer si pasa Kast al balotaje.

Para quienes no conocen o miran muy de lejos la UDI que hoy dirige esta camada puede parecer obvio que se vayan sin más con su excompañero de andadas (cómo olvidar cuando le pusieron el disco Pare a Piñera I por el Acuerdo de Vida en Común y otras medidas que les irritaban). O que la animadversión a Boric y el PC los empuje a eso. Pero así y todo es complicado.

Macaya y Hoffmann no tienen contacto constante con él. Se juntaron sí para ese dificultoso pacto que terminó con toda la derecha unida encarando (y sufriendo) la elección de convencionales. Después el jefe UDI se reunió con Kast una tarde para tratar infructuosamente de repetir eso para la parlamentaria. Que él -dicen en Suecia- no haya querido les dejó otro sabor amargo.

En el mando gremialista cuestionan que él esté empecinado, dicen, en una aventura de corte caudillista, que eso atenta contra el espíritu colectivo UDI. Otros temen por el futuro de ésta si la parlamentaria termina muy mal y si Sichel no llega a diciembre, con una derecha en un nicho y endurecida. Por debajo hay candidatos y dirigentes de base que no comulgan con lo de cumplir el compromiso de la primaria.

En el primer capítulo de la franja parlamentaria el ex DC no apareció con los UDI -apenas dos segundos en la fracción de RN- y solo tendrá un papel secundario con aquellos, adelantan.

La gente de Kast cree que todo se activará con la UDI el 21 de noviembre en la noche; no hay para qué apurar negociaciones.

Entre los subsecretarios UDI esto se habla. Los gremialistas del Ejecutivo dicen que no les han bajado línea de qué hacer ante el dilema.

Piñera (“no es el camino para Chile, no creo en los extremos”, dijo el 2018) no está seguro si Kast pasará o no al balotaje; la duda es si Palacio se cuadrará oficialmente en tal caso. ¿Han vuelto a hablar? No es claro; lo mensajeó cuando tuvo Covid en abril. ¿Chadwick? Dicen que la última vez fue a fines de mayo.

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