Luigi Zoja, sicoanalista italiano: “La sexualidad entró en una fase de decadencia, pero no hemos querido verlo”
El psicoanalista italiano se pregunta en su último libro por qué la actividad sexual está disminuyendo entre los jóvenes, y por qué este fenómeno casi no ha sido advertido. La presión del porno sobre el imaginario sexual (“un modelo terrible”), o la función evasiva que podría cumplir el nuevo rito de elegir identidad, son algunas de las variables que examina. Y la pregunta de fondo: hasta dónde puede crecer la libertad humana. Estará en Antofagasta invitado al Festival Puerto de Ideas.
En Estados Unidos, el porcentaje de hombres jóvenes (18-24 años) sexualmente inactivos aumentó de 18,9 en 2002 a 30,9 en 2018. Entre los activos, además, el grupo que declara tener relaciones al menos una vez por semana disminuyó de manera importante, con la excepción de gays y bisexuales.
En Gran Bretaña, la frecuencia media de las relaciones heterosexuales se redujo un 25% entre 2001 y 2012. La caída se concentró en las relaciones vaginales, mientras las orales mantuvieron su frecuencia y las anales se incrementaron significativamente, si bien su peso relativo aún es exiguo. En cuanto a las relaciones homosexuales, aumentaron bastante entre las mujeres, pero también entre rangos reducidos.
En Alemania, entre 2005 y 2016, las personas de entre 18 y 30 años sexualmente inactivas pasaron del 7,5 al 20,3%.
Todos estos números provienen de estudios periódicos realizados por instituciones de prestigio, mediante encuestas nacionales que comprenden varios miles de casos. Y son sólo algunos de los “datos contrarrevolucionarios” (en tanto desmienten que la revolución sexual siga en curso) que cita Luigi Zoja en La pérdida del deseo (FCE), su nuevo libro.
No hay datos de la misma calidad para otros países, pero los tres aludidos suelen predecir las tendencias culturales de Occidente, advierte Zoja, psicoanalista junguiano que primero estudió economía. En sus muy traducidos ensayos se ha ocupado de varios trastornos de la época: las adicciones, la crisis de la figura paterna, la paranoia política. Sobre el tema que ahora le preocupa hablará el 20 de abril en el Festival de Ciencia Puerto de Ideas, que comienza este jueves en Antofagasta.
Ahora bien, ¿por qué tendría que ser un problema que los jóvenes tengan menos sexo?
Porque no estamos ante “una maduración hacia valores constructivos”, responde Zoja en su libro, sino ante “una huida de las responsabilidades primarias”. Un alejamiento no elegido, sino sufrido, de las formas de sexualidad que implican un vínculo con otro. Un denso malestar existencial de adolescentes y jóvenes que se odian frente al espejo, que se intoxican buscando alivio más que placer, que son nativos de tecnologías afines a la ansiedad y el apuro (“condiciones antieróticas para la psique”) y que han comenzado a sufrir “el frecuente colapso de su identidad corporal”.
En un amable castellano, y tras aclarar que no trae la solución al problema, Zoja pone la cuestión en perspectiva: “No es sólo que la sexualidad haya entrado en una fase de decadencia: es que tampoco hemos querido verlo. Mi motivación inicial fue difundir este fenómeno entre mis colegas, porque hablando con ellos me di cuenta de que no lo conocían. Sobre todo los de Estados Unidos e Inglaterra, que son los más influyentes y siempre parecen estar al día. ¿Y cómo no vieron esto, si las mejores estadísticas vienen de sus países?”.
¿Ni siquiera sabían?
No. Yo creo que se produjo un efecto de proyección. Porque los psicoanalistas, por muy analíticos que sean, no se salvan de proyectar en la mayoría de la sociedad su propia identidad, sus propias nociones de lo bueno y lo malo. Y dado que pertenecen a clases bastante woke, como se dice ahora –la mitad son judíos, pero totalmente anti Netanyahu y pro Palestina–, en lo que concierne a las libertades sexuales son de lo más tolerantes, muchos tienen hijos homosexuales y tal. Pero la verdad es que la mayoría de la población, aun en los países occidentales y acomodados, sigue siendo bastante más tradicional. Un ejemplo: el Natsal británico, que es la mayor encuesta sobre vida sexual que se hace en el mundo, mostró en 2012 –el nuevo estudio aún no sale– que en Gran Bretaña, cuanto más joven se es, más se cree en la monogamia. ¿Cómo? ¿Y el poliamor? Bueno, sucede es que el poliamor es novedoso, pero la monogamia no. Y parece que sólo hemos estado atendiendo a la novedad.
Dice en el libro que, para algunos jóvenes y adolescentes, despojarse de las convenciones burguesas se termina transformando en “un infierno”.
Sí, esto es muchas veces así. Yo tengo la suerte de recibir más pacientes de los que necesito, por lo que puedo elegir. Entonces elijo de todas las edades y lo que pasa con los más jóvenes es extremadamente interesante. Porque incluso los más analíticos, tipos muy sensibles, que leen, tienen problemáticas sexuales totalmente nuevas. De un lado, están los que tienen demasiada sexualidad sin afectividad, lo que conlleva depresión y desilusión. Otros, en cambio, tienen demasiado miedo a la sexualidad, porque están ansiosos e inseguros. Entonces aplazan la primera experiencia sexual, pero –esto es importante– con racionalización. Por ejemplo: “Antes quiero estar seguro de que soy heterosexual y no homosexual o bisexual”. Pero es totalmente abstracto. No es “mi problema es que me atrae un compañero de estudios y tengo vergüenza”, porque en sus entornos eso ya está aceptado. El problema –pero no lo dicen, tampoco a sí mismos– es que estoy inseguro en general y proyecto esa inseguridad en el instinto sexual. Entonces racionalizo: tengo que descubrir mi identidad de género. Y están literalmente convencidos de que no saben si son homosexuales, o incluso asexuales, que también es una opción.
Al profundizar en esos miedos, describe a los jóvenes enfrentados a una libertad total, pero sólo en las palabras, y que a menudo es vivida “como un cautiverio dentro del propio cuerpo y sus funciones”. Suena inquietante.
Lo que sucede es que, como sabemos, los instintos humanos no dependen sólo de nuestro cuerpo: están modulados por la cultura y la educación. Y cuando la cultura desorienta al cuerpo, cuando disocia la necesidad física del deseo psíquico, el instinto se pervierte. En América Latina, por ejemplo, muchos pasaron casi sin transición de ser demasiado flacos, porque no comían bastante, a tener obesidad porque comen azúcar y nutrición basura en exceso. Es decir, la cultura –en este caso, un modo de vida que genera ansiedad y progreso económico sin progreso en la educación– pervirtió el instinto de nutrición. Bueno, con el instinto sexual ha pasado algo similar: los modelos que lo orientan cambiaron totalmente. Hace un siglo, el modelo eran los padres. Y algunos amigos, quizás tu hermano mayor. Esas eran las referencias que veías todo el tiempo. Y no era difícil volverse parecido, ¿no?
Estar a la altura.
Claro, tener la sensación de ser adecuado, como se dice. Pero después llegaron la fotografía, el cine, los semanarios ilustrados, luego la televisión y finalmente internet, que es donde ahora estamos todo el día. Todas novedades muy interesantes, tampoco seamos luditas. Pero es verdad que a tu teléfono, sobre todo si eres adolescente, te llegan cada día centenas de imágenes de gente más bella y más adecuada que tú. En el caso de las chicas, se fijan mucho en las influencers, que son personas ricas y muy bellas. Y parece que una de las razones fundamentales por las que cada vez más chicas se hacen cortes en brazos y piernas es esta comparación. Porque la chica que no es muy bella, ni mucho menos famosa, tiene rápidamente asco por su propio cuerpo. Y en cuanto a los varones, el problema es que hoy la mayoría de las chicas también son consumidoras de pornografía.
¿Y eso les complica?
Claro, porque ellos saben de qué se trata, se estima que el 98 o 99% de los varones la consumen. ¿Pero qué es lo que consumen? Un fake, un total fake. Un Superman de la exhibición sexual que tiene una erección de 24 horas por día. Todos saben que no es así, que los actores porno toman Viagra, pero aun así el modelo prevalece y es un modelo terrible: un macho que nadie puede ser. Y mucho menos un adolescente tímido, como son la mayoría en su primera experiencia sexual.
También engaña el porno amateur, porque es gente común, pero nadie sube el video de cuando estaba nervioso o cansado.
Y tampoco se apartan del modelo: el varón siempre viril y la chica entusiasta y sometida. Lo cual también es un problema para las chicas, esto lo escuchas con las pacientes. Porque las chicas reales son igualmente tímidas en las primeras experiencias, más bien tratan de protegerse. Entonces todo se vuelve un fake, donde no existe la dificultad. En buenas cuentas, la relación se invirtió: el porno, que en el pasado era una imitación fantasiosa de la sexualidad, hoy modela el imaginario sexual desde la infancia y por lo tanto es la sexualidad la que trata de imitar al porno. Además, los jóvenes y adolescentes que ahora llegan a la sexualidad, todos nacidos después del año 2000, se comunican básicamente con gente de su edad. Siempre ha sido así con los adolescentes, pero la edad de ingreso a esta etapa se anticipó. Entonces sus referentes han estado muy concentrados en personas que tampoco tienen una madurez.
En el libro resalta algo que por obvio se nos olvida: las ansiedades frente al sexo pasaron de ser contextuales –la censura moral, los castigos legales, las prescripciones religiosas– a radicar en la sexualidad misma, en bruto.
Pero con el tabú introyectado: tienes que estar a la altura de un modelo que en la realidad no se da. Las barreras son interiores y eso es mucho más complicado, no es cosa de hacer leyes más tolerantes ni nada de eso. De hecho, lo que antes liberaba, ahora obliga. En el boom de la libertad sexual de los años 60 y 70, lo que empujaba mucho era el mercado. En Italia, país influenciado por la Iglesia católica como ninguno, por más que dijera la Iglesia, y por más que la televisión fuera estatal, el cine se volvió más y más liberal. Y después de algunas censuras lo terminaron aceptando, porque generaba una buena industria nacional, célebre en Italia después de la Segunda Guerra. Las revistas semanales con mujeres cada vez más desvestidas también hacían circular mucho dinero. Luego vinieron las leyes, con los gobiernos de centroizquierda, porque incluso la DC italiana entendía que permitir el divorcio o el aborto no los volvía obligatorios. ¿Pero quién obliga ahora? El mercado. Todas las industrias de la vestimenta, los cosméticos, el fitness, dependen de mantenernos en una atmósfera erotizada.
Con o sin sexo.
¡Esa es la paradoja! La vida sexual bien puede estar ausente, no así el consumo de identidad sexual. En Milán, mi ciudad, la moda y los perfumes son una economía muy importante. Aunque ya no están las fábricas, es puro valor agregado: se hacen las cosas en China y después le ponen la etiqueta. Y las estadísticas muestran que en Italia también la actividad sexual está decreciendo. Pero el sexo en sí mismo no aumenta el PIB, así que eso importa menos. A propósito de esto, hay unos estudios alemanes que sólo vine a descubrir una vez terminado el libro. Es un caso único, porque al reunificarse las dos Alemanias pudieron comparar las estadísticas ginecológicas. Y parece que en Alemania Oriental, de la que se decía “miren lo mal que viven, todos quieren cruzar para gozar de nuestro progreso”, las mujeres tenían en promedio dos veces más orgasmos que en el Oeste.
¿O sea que la represión ayuda?
No, simplemente era que todos tenían un trabajo, que era un trabajo estatal, y no había más ansiedades ni más diversiones. En Alemania Occidental todos tenían coche, pero tenían que pagarlo, y después comprar el segundo coche, y comprar una segunda casa para vacaciones, o ahorrar mucho para ir de vacaciones al Mar Mediterráneo. Además tenían mucho cine, teatro, diversión, entonces llegaban a su casa a las 8 o 9 de la noche. Los del Este a las 5 estaban en la casa. ¿Y qué iban a hacer? Había un solo canal de televisión, que era muy aburrido porque hacía propaganda estatal y todos sabían lo que iba a decir. Entonces hacían el amor mucho más que los otros.
Una pregunta que cruza todo su ensayo es si las distintas libertades que hemos ganado con el orden liberal son también la historia de una pérdida. ¿Qué podríamos haber perdido?
La capacidad de elegir verdaderamente. Borges decía algo así: “Yo no creo que el ser humano sea exactamente libre, pero creo que tiene el deber de conducirse lo más posible como si lo fuera y pudiera disfrutarlo”. Me gusta eso, pero disfrutar la libertad no es algo sencillo. En el libro cito la paradoja de Buridán, un filósofo francés de la Edad Media. Se trata de un burro que cada día recibe la misma ración de heno, pero de pronto le empiezan a ofrecer dos fardos igualmente apetitosos y el burro deja de comer, porque no puede decidirse. Entonces digo que vivimos un tiempo hiperburidano. Un poco como los estudiantes que postergan la vida sexual porque hay muchas identidades disponibles y el problema ya no es cuál eligen, sino la elección misma. También comer se transformó en algo más complicado, porque no terminas nunca de evaluar nuevas posibilidades. Entonces la relación entre consumismo y libertad es muy discutible. Ahora, aquí la línea es delgada y no quiero volverme, como algunos psicoanalistas, una mala copia del moralismo católico. O del marxista, que al final era muy parecido. Pero creer que la libertad humana crece cuanto más crecen las opciones de elegir es una ilusión. Antes están nuestros límites.
“Ningún crecimiento puede ser eterno”, escribe. Tampoco el de la libertad, entonces.
Es la regla de todos los fenómenos humanos. Ahora lo hemos comprobado con la llamada paradoja de internet: en una primera fase crecen la comunicación y el conocimiento mutuo, pero muy temprano esa curva se aplana y lo que empieza a crecer es la confusión. ¿Por qué? Porque internet no tiene límites, pero la mente humana sí. O sea, cuando Facebook te dice que tienes mil amigos es un fake por defecto. El antropólogo Robin Dumber, en un famoso estudio basado en datos cerebrales, concluyó que tú puedes tener entre 100 y 200 relaciones personales estables, después de eso se pierde. Un efecto similar se ha detectado en las pruebas de coeficiente intelectual, con la inversión del efecto Flynn: el CI promedio en los países desarrollados, que creció hasta los nacidos en 1975, entró en una curva descendente a partir de los que nacieron después.
¿Por qué?
Lo están discutiendo, pero yo lo uso para mostrar que lo humano siempre crece hasta un límite. Y esto vale especialmente para nuestros deseos: no pueden crecer al infinito. Uno puede ser feliz con un chocolate, pero después de comerte cinco ya no sientes deseo sino asco. Sin embargo, la vida que tenemos hoy se basa en el presupuesto de crecimientos ilimitados, donde tú puedes cansarte, pero no saciarte. Entonces se trabaja y se trabaja y todos tienen miedo de no ganar bastante, y tienes infinitas distracciones disponibles 24 horas por día. Es complicado, porque la mente humana, lo mismo que la cultura, necesita tener finalidades. Y un crecimiento indefinido, por definición, no tiene fin.
¿Y esto supondría un cuestionamiento de los valores liberales?
No de los valores. La cuestión es por qué la adhesión a esos valores está cayendo en el mundo. Hoy leía The Economist, que tiene índices para todo, y mostraban cómo aumenta esa caída. Pero en realidad, esto siempre ha estado ahí. El sentimiento anti Estados Unidos, anti cultura angloamericana, existe en muchas sociedades. En Italia tiene una gran tradición, bastante histérica e irracional. Fue muy típico de Mussolini y del fascismo, aun antes de devenir típico del bloque socialista. Y continuó después de la guerra a pesar de que renacimos basándonos en las ayudas norteamericanas. Hablando como junguiano, es casi una pulsión arquetípica, como el antisemitismo, que siempre esperan la ocasión de manifestarse. Yo he estudiado todos los discursos de Mussolini y su causa populista no era contra los comunistas, que aparecen en un discurso de cada 20, sino contra los burgueses y la ideología norteamericana, que aparecen en todos. Eso se olvida. Y cuando resurgen nuevos moralismos contra las libertades occidentales, es importante entender a qué obedece ese reflejo.
Muchos de esos nuevos grupos sienten que no sólo la sociedad, sino la misma naturaleza humana se disuelve con el curso que están tomando estas libertades.
Y es verdad que entre naturaleza y cultura se están dando nuevas relaciones. Pero se exageran mucho estos fenómenos. Por ejemplo, hay sectores clericales que se espantan porque las fecundaciones se hacen en laboratorios. Pero en Italia no llegan al 1%. Más del 99% de los niños nacen de un encuentro entre un hombre y una mujer en la cama, o no sé dónde. ¿Puede cambiar esto en el futuro y afectar nuestra comprensión de la sexualidad humana? Es posible, pero habrá que verlo. O esto que dicen los conservadores, o el mismo Putin: “Ah, esta libertad va a crear una sociedad homosexual”. Hasta hoy, las estadísticas muestran que la homosexualidad también está totalmente exagerada. Ha crecido un poquito, pero es muy minoritaria. Y por el lado de los liberales, hay que dejar de pensar que, como ya no nos restringen las religiones monoteístas, ciertas aspiraciones tradicionales pasaron a ser propias de conservadores.
¿Como cuáles?
Bueno, antes te hablé de estos chicos que no le tienen miedo al sexo, pero sienten un vacío. Ahora tengo tres pacientes de entre 19 y 24 años que buscan todas las chicas que quieren, pero dicen “no me interesa sólo una noche y tal”. Quieren poner en marcha una relación afectiva. El modelo Tinder, que acelera lo más posible la experiencia erótica y después vemos si nos interesa conocernos, no funciona. Aun en el marco de nuestros supuestos valores seculares, entre sexualidad y afectividad tiene que haber alguna relación. Además, los chicos y las chicas tienen una visión de su futuro, no es cierto que las pantallas y las redes los hagan pensar sólo en lo inmediato. Y todos se dan cuenta de que una buena relación de pareja, aunque no lo garantiza, es la mejor puerta de entrada a una buena vida profesional y familiar. Por favor, no propongo que otros estilos de vida vuelvan a ser mal vistos o discriminados. Lo que quiero es formarme una imagen realista de los jóvenes de hoy, y esta es la situación de la gran mayoría: son heterosexuales y quieren tener una relación importante.
Luigi Zoja presentará su conferencia “La decadencia del deseo” el sábado 20 de abril a las 15.30 h en la plaza del Museo de Antofagasta (entradas gratuitas en puertodeideas.cl).
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.